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pasivo en sus sentimientos, ninguno será mas apto para dirigir y consolar; lleno de amabilidad y dulzura en su porte, y de gracia y de policía en sus palabras, ¿quién mejor entretendrá, complacerá y conciliará á sus semejantes?

Y ved aquí porque el hombre adornado de estos talentos agradables y conciliatorios será siempre el amigo y el consuelo de los demás. ¿ Quién resistirá al imperio de su espresion? Llena de vigor y atractivos, siempre amena é interesante, siempre oportuna y acomodada á la materia presentada por la ocasion, le atraerá sin arbitrio la atencion y el aplauso de sus oyentes; y ora narre y esponga, ora reflexione y discurra, ora ria, ora sienta, le veréis ser siempre el alma de las conversa. ciones, y la delicia de los concurrentes.

Pero ah! que mas de una vez le arrojarán de ellas la ignorancia y mala educacion. Ah! que atormentado del estúpido silencio, de la grosera chocarrería, de la mordaz y ruin maledicencia, que suele reinar en ellas, se acogerá mas de una vez á su dulce retiro; pero seguidle, y veréis cuantos encantos tiene para él la soledad. Allí, restituido á sí mismo y al estudio y á la contemplacion que hacen su delicia, encuentra aquel inocente placer, cuya inefable dulzura solo es dado sentir y gozar á los amantes de las letras. Allí en dulce comercio con las Musas, pasa independiente y tranquilo las plácidas horas, rodeado de los ilustres genios que las han cultivado en todas las edades. Allí sobre todo ejercita su imaginacion, y allí es donde esta imperiosa facultad del espíritu humano, volando libremente por todas partes, llena su alma de grandes ideas y sentimientos ya la enternece ó eleva, ya la conmueve ó inflama, hasta que arrebatándola sobre las alas del fogoso entusiasmo, la levanta sobre toda la naturaleza á un nuevo universo, lleno de maravillas y de encantos, donde se goza extasiada entre los entes imaginarios que ella misma ha creado.

Alguno me dirá que todo es una ilusion, y es verdad; pero es una ilusion inocente, agradable, provechosa. Y ¿qué bien, qué gozo del mundo no es una ilusion sobre la tierra? Es acaso otra cosa lo que se llama en él felicidad? Acaso la encuentra mas seguramente el hombre ambicioso en la devorante sed de gloria, de mando y de oro, ó el sensual en la intemperancia, que paga brevísimos instantes de gozo con plazos

prolongados de inquietud y amargura ? Se halla acaso entre el sudor y las fatigas de la caza, ó en la zozobra y angustiosa incertidumbre del juego? Se halla en aquel continuo vaguear de calle en calle, con que veis á algunos hombres indolentes andar acá y allá todo el dia, aburridos con el fastidio, y agobiados con el peso de su misma ociosidad? No, hijos mios: si algo sobre la tierra merece el nombre de felicidad, es aquella interna satisfaccion, aquel íntimo sentimiento moral, que resulta del empleo de nuestras facultades en la indagacion de la verdad, y en la práctica de la virtud. ¿Y qué otros estudios escitarán mejor esta pura satisfaccion, este delicioso sentimiento, que los del literato? Aun aquellos que los sabios presutuosos motejan con el nombre de frívolos y vanos, concurren á me, jorar é ilustrar su alma. La poesía misma, entre sus dulces ficciones y sabias alegorías, le brinda á cada paso con sublimes ideas y sentimientos, que enterneciéndola y elevándola, la arrancan de las garras del torpe vicio, y la fuerzan á adorar la virtud y seguirla; y mientras la elocuencia, adornando con amable colorido sus victoriosos raciocinios, le recomienda los mas puros sentimientos y los ejemplos mas ilustres de virtud y honestidad, la historia le presenta en augusta perspectiva, con las verdades y los errores, y las virtudes y los vicios de todos los siglos, aquella rápida vicisitud con que la eterna Providencia levanta los imperios y las naciones, y los abate, y los rae de la faz de la tierra. Y si en este magnifico teatro ve al mayor número de los hombres arrastrados por la ambicion y la codicia, tambien le consuelan aquellos pocos modelos de virtud que descuellan acá y allá en el campo de la historia, como en un bosque devorado por las llamas tal cual roble salvado del incendio por su misma proceridad.

¿Y por ventura no pertenece tambien la filosofía á los estudios del literato? Sí, hijos mios: esta es su mas noble provincia. No la creais agena ni distante de ellos; porque todo está unido y enlazado en el plan de los conocimientos humanos. ¿Por ventura podrémos tratar de la espresion de nuestras ideas, sin analizar su generacion? Ni analizarla, sin encontrar con el origen de nuestro sér? Ni contemplar este sér, sin subir á aquel alto supremo orígen que es fuente de todos los séres, como de todas las verdades? Ved aquí, pues, el allo

punto á que quisiera conduciros por medio de esta nueva enseñanza. Corred á él, hijos mios: apresuraos sobre todo bácia aquella parte sublime de la filosofía que nos enseña á conocer al Criador, y á conocernos á nosotros mismos, y que sobre el conocimiento del sumo bien establece todas las obligaciones naturales y todos los deberes civiles del hombre.

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Estudiad la ética en ella encontraréis aquella moral purísi, ma, que profesaron los hombres virtuosos de todos los siglos, que despues ilustró, perfeccionó y santificó el Evangelio, y que es la cima y el cimiento de nuestra augusta religion. Su guia es la verdad, y su término la virtud. Ah! ¿por qué no ha de ser este tambien el sublime fin de todo estudio y enseñanza? Por qué fatalidad en nuestros institutos de educacion se cuida tanto de hacer á los hombres sabios, y tan poco de hacerlos virtuosos? Y por qué la ciencia de la virtud no ha de tener tambien su cátedra en las escuelas públicas?

¡Dichoso yo, hijos mios, si pudiere establecerla algun dia, y coronar con ella vuestra enseñanza y mis deseos! Las obras de Platon y de Epitecto, las de Ciceron y Séneca ilustrarán vuestro espíritu é inflamarán vuestro corazon. Nuestra religion sacrosanta elevará vuestras ideas, os dará moderacion en la prosperidad, fortaleza en la tribulacion, y la justicia de principios y de sentimientos que caracterizan la virtud verdadera. Cuando llegueis á esta elevacion, sabréis cambiar el peligroso mando por la virtuosa obscuridad, entonar dulces cánticos en medio de horrorosos tormentos, ó morir adorando la divina Providencia, alegres en medio del infortunio.

Otra pronunciada en el mismo Instituto Asturiano, sobre el estudio de las ciencias naturales, que se podria intitular: Meditacion sobre los seres criados y sus relaciones con Dios y el hombre, consideradas en el órden de la naturaleza (39).

SEÑORES:

DESPUES de haber pagado á la venerable memoria de nuestro difunto Director el tributo de gratitud y de lágrimas (40), que era tan debido á sus virtudes, como á su celo y vigilancia paternal; despues de haber coronado á los alumnos que lidia

ron con mas ventaja en el certmáen de ingenio y aplicacion que habeis sostenido ; despues de haber satisfecho así la espectacion del público: vamos al fin á presentarle el último de los títulos que nos deben asegurar de su benevolencia; vamos á anunciarle que hoy es el dia señalado para abrir la enseñanza de ciencias naturales; aquella enseñanza que debe ser término de vuestros estudios, que lo ha sido siempre de nuestros deseos, y que lo será un dia de la prosperidad y la gloria de nuestro Instituto.

Cuanto sea el gozo que inunda mi alma al haceros este precioso anuncio, vosotros mismos lo podeis inferir del afan con que he procurado acelerarle, y de la constancia con que combatí los estorbos que le retardaban. Cedieron todos por fin, y mi corazon se siente penetrado de ternura al considerar por cuan raros y desusados caminos plugo á la divina Providencia conducirme á este alegre y bienhadado instante. ¿Por ventura habrán caido ya de vuestra memoria aquellos dias de sorpresa y de angustia, en que súbitamente arrancado de vuestra presencia, me ví llevar por un impulso irresistible á otro destino tan superior á mis fuerzas como lo era á mis deseos? O no habréis echado de ver el ansia con que volví á vosotros, desde que me fué dado recobrar mis antiguas y gloriosas funciones? Sí, hijos mios. en su desempeño habia puesto yo toda mi gloria, y la pongo todavía. Porque, ¿cuál otra puede ser mas ilustre? Cuál otra mas agradable á un verdadero amigo del público, que la de ilustrar el espíritu y perfeccionar el corazon de una preciosa juventud, que es la mejor esperanza de nuestra patria?

Ni creais que lo diga por orgullo, ni por ostentacion de mi celo; aunque no os esconderé que mi alma apenas acierta á resistir aquella inocente vanidad que alguna vez se mezcla al ejercicio de la beneficencia pública. Dígolo solamente para congratularme con vosotros en el advenimiento de este dia, cuya gloria es de todos, porque todos habeis cooperado conmigo á su logro: dígolo para fijarle mas bien en vuestra memoria, como una época de nueva y provechosa ilustracion, que abrimos hoy á nuestra posteridad: dígolo, en fin, para solemnizarle como un dia de renovacion y de esperanza, en que llamados al estudio de la naturaleza, vais á domiciliar en este

suelo las preciosas verdades en que está cifrada la prosperidad de los pueblos, y la perfeccion de la especie humana (41).

Pero haciéndoos este anuncio, el amor que os profeso y la obligacion que me impone la confianza del Soberano me llaman á discurrir un rato con vosotros acerca de la importancia del estudio que vais á emprender. Yo invoco en su favor toda vuestra atencion, todo vuestro celo; su novedad, su grandeza, su misma incertidumbre exigen de vosotros una aplicacion constante, una meditacion profunda, una paciencia heróica. Los cielos, la tierra, cuanto alcanza la vasta estension del universo, será materia de vuestra contemplacion; pero este admirable, este inmenso objeto, desenvuelto ante vuestros ojos, y sometido al parecer á la jurisdiccion de vuestros sentidos, está mudo y silencioso para vosotros; nada dice todavía á vuestra razon, y nada le dirá mientras no la pongais en comer, cio con la naturaleza misma. Conocerla, para perfeccionar vuestro sér; aplicar este conocimiento al socorro de vuestras necesidades, al servicio de vuestra patria, y al bien del género humano: ved aquí el fin de la nueva ciencia á que os preparais, Ella es la ciencia del hombre, la que califica todas las demas, y en la que todas buscan su complemento; y es, en fin, la que perfeccionando vuestros estudios, cerrará gloriosamente el cír, culo de vuestra educacion.

Acaso alguno de vosotros, desvanecido con los sublimes conocimientos de la matemática, se creerá capaz de penetrar al santuario de la naturaleza; pero habeis de saber que estais muy lejos todavía de sus umbrales. Son por cierto muy importantes y provechosas las verdades que habeis alcanzado; pero serán estériles mientras no las aplicareis á la investigacion de la naturaleza. Conoceis ya la cantidad y la estension, grandes y esenciales propiedades de la materia; pero solo las conoceis en abstracto, y como separadas de los cuerpos. Teneis que investigarlas como unidas, y como inseparables de ellos, y con todo nada alcanzaréis de la naturaleza mientras no la observareis en los cuerpos mismos. ¿Qué importa que podais calcular la rápida sucesion del tiempo, la inmensa estension del espacio, la direccion y los progresos del movimiento, si el movimiento, el espacio, el tiempo son unos séres ideales y abstractos, unos séres que no existen; si son nada, mientras no los considereis

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