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la dulce sensacion que en su alma imprime del vuestro amor la tierna remembranza. Y no estrañeis que del eólio canto cansada ya su musa, se convierta al compás lento y numeroso que ama tanto la didascálica poesía : que en vano de su pecho, penetrado del forense rumor, y conmovido al llanto del opreso, de la viuda, y huérfano inocente, presumiera lanzar acentos dulces: ni su lira otras veces sonora, y ora falta de los trementes armoniosos nervios, al acordado impulso respondiera. Ah! mis dulces amigos, cuán ilusos, cuánto de nuestra fama descuydados vivimos! Ay! en cuán profundo sueño yacemos sepultados, mientras corre por sobre nuestras vidas, aguijada del tiempo volador la edad ligera! Por ventura queremos que nos tope sumidos en tan vil é infame sueño la arrugada vejez, que poco á poco se viene hácia nosotros acercando? ó que la muerte pálida sepulte

con nosotros tambien nuestra memoria ? Y el hombre, á quien el Padre sempiterno ornó con alto ingenio, y con espírtu eternal y celeste, estará siempre á escura y muelle vida mancipado, sin recordar su divinal orígen, ni el alto fin para que fué nacido? Ay Batilo! ay Liseno! ay caro Delio! ay! ay! que os han las magas salmantinas con sus jorginerías adormido!

Ay que os han infundido el dulce sueño de amor, que tarde ó nunca se sacude! No lo dudeis, mis ojos, aun no libres

del susto, en un sueño misterioso sus infernales ritos penetraron. Contárosle he? Qué númen me arrebata, y fuerza á traspasar de mis amigos el tierno corazon? Acorre, oh Diva! y pues mi voz, á tu mandar atenta, renueva en triste canto la memoria del infando dolor, acorre, y alza con soplo divinal mi flaco aliento. Yacen del Tormes á la orilla, ocultos entre ruinas, los restos venerables de un templo frecuentado en otros siglos por la devota gente salmantina, mas ora solo de agoreros buhos y medrosas lechuzas habitado. La amenidad huyó de aquel recinto, y solo en torno de él dañosas yerbas crecen, y altos y fúnebres cipreses. Aquí su infame junta celebraron las Lamias. Oh! si fuera poderosa mi voz de describirla y dar al mundo cuenta de sus misterios nunca oidos! En la mitad de su carrera andaba la noche, y ya su manto tenebroso cubria en torno el soñoliento mundo : todo era obscuridad, que hasta la luna su blanca faz del cielo retirara por no ver el nefando sortilegio, y el horror y el silencio mas medroso hacian el imperio de las sombras; cuando desde una puerta del palacio del Sueño, un negro ensueño desprendido llegó de un vuelo adonde yo yacia. Con la siniestra suya asió mi mano, y con medrosa voz : « Jovino, dice, ven y verás el duro encantamiento que prepara la Envidia á tus amigos. Ven, y si en tal ejemplo no escarmientas,

triste de tí mezquino! » Dijo, y luego sobre sus negras alas me condujo

por medio de las sombras hasta el pórtico del arruinado templo. No bien hube llegado, cuando asidas de las manos siete horrendas figuras parecieron desnudas, y de hediondas confecciones ungido el sucio cuerpo. Presidenta del congreso infernal la fiera Envidia venia de serpientes coronada

la frente, triste, airada, desdeñosa, y de los zelos y el rencor seguida. En medio del silencio un gran suspiro lanzó del hondo pecho, y revolviendo la sesga vista en torno: «Nunca tanto, dijo, de vuestro auxilio y vuestras artes necesité, oh amigas ! ni tan fiero ni tan grave dolor clavó algun dia en mi sensible corazon su punta. Oh! si capaz de aniquilar el orbe fuese la llama atroz que le devora! Tres celebrados nombres (y con rabia, Batilo, pronunció su torpe boca,

Delio y Liseno) (11) por el ancho mundo va esparciendo la Fama mi enemiga. Su trompa los proclama en todas partes, y ya á mas alto vuelo preparada, si no la enmudecemos, estos nombres serán muy luego alzados á las nubes, y sonarán del uno al otro polo. Febo los patrocina, y no le es dado á mi flaco poder mancharlos; pero se rendirán al vuestro, si adormidos en blando amor...» No bien tan fiera idea cayó del sucio labio, cuando en torno del demolido templo en raudos giros dió el maléfico coro siete vueltas. Despues alternativas susurraron

del susto, en un sueño misterioso sus infernales ritos penetraron. Contárosle he? Qué númen me arrebata, y fuerza á traspasar de mis amigos el tierno corazon? Acorre, oh Diva! y pues mi voz, á tu mandar atenta, renueva en triste canto la memoria del infando dolor, acorre, y alza con soplo divinal mi flaco aliento. Yacen del Tormes á la orilla, ocultos entre ruinas, los restos venerables de un templo frecuentado en otros siglos por la devota gente salmantina, mas ora solo de agoreros buhos y medrosas lechuzas habitado. La amenidad huyó de aquel recinto, y solo en torno de él dañosas yerbas crecen, y altos y fúnebres cipreses. Aquí su infame junta celebraron las Lamias. Oh! si fuera poderosa mi voz de describirla y dar al mundo cuenta de sus misterios nunca oidos! En la mitad de su carrera andaba la noche, y ya su manto tenebroso cubria en torno el soñoliento mundo: todo era obscuridad, que hasta la luna su blanca faz del cielo retirara por no ver el nefando sortilegio, y el horror y el silencio mas medroso hacian el imperio de las sombras; cuando desde una puerta del palacio del Sueño, un negro ensueño desprendido llegó de un vuelo adonde yo yacia. Con la siniestra suya asió mi mano, y con medrosa voz : « Jovino, dice, ven y verás el duro encantamiento que prepara la Envidia á tus amigos. Ven, y si en tal ejemplo no escarmientas,

triste de tí mezquino! » Dijo, y luego sobre sus negras alas me condujo

por medio de las sombras hasta el pórtico del arruinado templo. No bien hube llegado, cuando asidas de las manos siete horrendas figuras parecieron desnudas, y de hediondas confecciones ungido el sucio cuerpo. Presidenta del congreso infernal la fiera Envidia venia de serpientes coronada

la frente, triste, airada, desdeñosa, y de los zelos y el rencor seguida. En medio del silencio un gran suspiro lanzó del hondo pecho, y revolviendo la sesga vista en torno : « Nunca tanto, dijo, de vuestro auxilio y vuestras artes necesité, oh amigas ! ni tan fiero ni tan grave dolor clavó algun dia en mi sensible corazon su punta. Oh! si capaz de aniquilar el orbe fuese la llama atroz que le devora! Tres celebrados nombres (y con rabia, Batilo, pronunció su torpe boca, Delio y Liseno) (11) por el ancho mundo va esparciendo la Fama mi enemiga. Su trompa los proclama en todas partes, y ya á mas alto vuelo preparada, si no la enmudecemos, estos nombres serán muy luego alzados á las nubes, y sonarán del uno al otro polo. Febo los patrocina, y no le es dado á mi flaco poder mancharlos; pero se rendirán al vuestro, si adormidos en blando amor...» No bien tan fiera idea cayó del sucio labio, cuando en torno del demolido templo en raudos giros dió el maléfico coro siete vueltas. Despues alternativas susurraron

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