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la ancianidad de su solar pregonan.
Tal es,
tan rancia y tan sin par alcurnia,

que aunque embozado y en castaña el pelo,
nada les debe á Ponces ni Guzmanes.
No los aprecia: tiénese en mas que ellos,
y vive así. Sus dedos y sus labios
del humo del cigarro encallecidos,
índice son de su crianza. Nunca
pasó del Be á Ba. Nunca sus viages
mas allá de Getafe se estendieron :
fué antaño allá por ver unos novillos
junto con Pacotrigo y la Caramba:
por señas
que volvió ya con estrellas
beodo por demas, y durmió al raso.
Examínale: oh idiota! nada sabe.
Trópicos, era, geografía, historia
son para el pobre exóticos vocablos.
Díle que dende el hondo Pirineo
corre espumoso el Bétis á sumirse
de Ontígola en el mar; ó que cargadas
de almendra y goma las inglesas quillas
surgen en Puerto Lapichi, y se levan
llenas de estaño y de abadejo: oh! todo,
todo lo creerá: por mas que añadas
que fué en las Navas Witiza el santo
deshecho por los Celtas, ό que invicto
triunfó en Aljubarrota Mauregato.
Qué mucho, Arnesto, si del padre Astete
ni aun leyó el catecismo! (35) Mas no creas
su memoria vacía. Oye, y diráte

de Cándido y Marchante la progenie.
Quién de Romero ó Costillares saca
la muleta mejor, y quién mas limpio
biere en la cruz al bruto jarameño.
Haráte de Guerrero y la Catuja
larga memoria, y de la malograda,
de la divina Lavenant, que ahora

anda en campos de luz paciendo estrellas;
I.

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la sal, el garabato, el aire, el chiste,
la fama y los ilustres contratiempos
recordará con lágrimas. Prosigue,
si esto no basta, y te dirá qué año,
qué ingenio, qué ocasion dió á los chorizos
eterno nombre; y cuántas cuchilladas
dadas de dia en dia, tan pujantes
sobre el triste polaco los mantiene.
Vé aquí su ocupacion: esta es su ciencia.
No la debió ni al dómine, ni al tonto
de su ayo Mosen Marc, solo ajustado
para irle en pos cuando era señorito.
Debiósela á cocheros y lacayos,

dueñas, fregonas, truanes y otros bichos,
de su niñez perennes compañeros.
Mas sobre todo á Pericuelo el page,
mozo avieso, chorizo y pepillista

hasta morir, cuando le andaba en torno.
De él aprendió la jota, la guaracha,
el bolero, y en fin música y baile.
Fuéle tambien maestro algunos meses
el sota Andrés, chispero de la huerta ;
con quién por órden de su padre entonces
pasar solia tardes y mañanas
jugando entre las mulas. Ni dejaste
de darle tú santísimas lecciones,
oh Paquita! despues de aquel trabajo
de que el Refugio te sacó, y su madre
te ajustó por doncella: tanto puede
la gratitud en generosos pechos !
De tí aprendió á reirse de sus padres,
y á hacer al pedagogo la mamola ;
á pellizcar, á andar al escondite,
tratar con cirujanos y con viejas,

beber, mentir, trampear; y en dos palabras,
de tí aprendió á ser hombre, y de provecho.
Si algo mas sabe, débelo á la buena
de doña Ana, patron de zurcidoras,

piadosa como Enone, y mas chuchera
que la embaidora Celestina. Oh cuánto
de ella alcanzó! Del Rastro á Maravillas,
del alto de San Blas á las Bellocas
no hay barrio, calle, casa ni zahurda
á su padron negado. Cuántos nombres
y cuales vido en su librete escritos!
Allí leyó el de Cándida, la invicta,
que nunca se rindió: la que una noche
venció.

Allí el de aquella siete veces vírgen,
mas que por esto, insigne por sus robos;
pues que en un mes empobreció al Indiano,
y chupó á un Escocés tres mil guineas,
veinte acciones de banco y un navío.
Allí aprendió á temer el de Belisa
la venenosa.

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Y allí tambien en torpe mescolanza
vió de mil bellas las ilustres cifras,
nobles, plebeyas, majas y señoras',
á las que vió nacer el Pirineo

desde Junquera hasta do muere el Miño;
y á las que el Ebro y Turia dieron fama,
y el Darro y Bétis todos sus encantos:
á las de rancio y perdurable nombre,
ilustradas con turca y sombrerillo,
simon y page, en cuyo abono sudan
bandas, veneras, gorras y bastones

y aun ( chito, Arnesto) cuellos y cerquillos;
y en fin, á aquellas que en nocturnas zambras
al son del cuerno congregadas, dieron
fama á la Union. (36) .

Ah! cuánto allí la cifra de tu nombre brillaba, escrita en caracteres de oro, oh Cloe! El solo deslumbrar pudiera

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á nuestro jaque, apenas de las uñas
de su doncella libre. No adornaban
tu casa entonces, como ogaño, ricas
telas de Italia, ó de Canton, ni lustros
venidos del Adriático, ni alfombras,
sofá otomano, ó muebles peregrinos.
Ni la alegraban de Bolonia al uso
la simia, il papagallo, e la spinetta.
La salserilla, el sahumador, la esponja;
cinco sillas de enea, un pobre anase,
un bufete, un velon y dos cortinas
eran todo tu ajuar ; y hasta la.
do alzó despues tu trono la fortuna,
quién lo diria! entonces era humilde.
Púsote en zancos el hidalgo, y dióte
á dos por tres la escandalosa suma,
que treinta años de afanes y de ayuno
costó á su padre. Oh! cuánto tus jubones
de perlas y oro recamados, cuánto
tus francachelas y tripudios dieron
en la cazuela, el Prado y los tendidos
de escándalo y envidia! Como el humo
todo pasó: duró lo que la hijuela.
Pobre galan! qué paga tan mezquina
se dió á tu amor! cuán presto le feriaron
al último doblon el postrer beso!
Viérasle, Arnesto, desolado; vieras
cual iba humilde á mendigar la gracia
de su perjura, y cual correspondia
la infiel con carcajadas á su lloro!

No hay medio: le plantó: quedó por puertas.
Qué hará? su alivio buscará en el juego!
Bravo! Allí olvida su pesar. Prestóle
un amigo. Qué amigo! Ya otra nueva
esperanza le anima. Ah! salió vana.
Marró la cuarta sota: á Dios bolsillo.
Toma un censo, adelante; mas perdióle
al primer trascarton, y quedó asperges.

No hay ya amor ni amistad. En tan gran cuita se halla, oh Zulem Zegrí! tu nono nieto. Será mas digno, Arnesto, de tu gracia un alfeñique perfumado y lindo, de noble trage y ruines pensamientos ? Admiran su solar el alto Auseva, Linia, Pamplona, ó la feroz Cantabria. Mas se educó en Sorez; París y Roma nueva fe le infundieron, vicios, nuevos le inocularon. Cátale perdido.

No es ya el mismo: oh cuál otro el Vidasoa tornó á pasar! cuál habla por los codos! Quién calará su atroz galimatías?

Ni Du Marsais, ni Aldrete le entendieran.
Mira cual corre en polison vestido
por las mañanas de un burdel á otro,
y entre alcahuetas y rufianes bulle.
No importa viaja incógnito con palo,
sin insignias y en frac: nadie le mira.
Vuelve, se adoba, sale y huele á almizcle
desde una milla... Oh! cómo el sol chispea
en el charol del coche ultramarino!
Cuál brillan los tirantes carmesies
sobre la negra crin de los frisones!
Visita come en noble compañía:
al Prado, á la luneta, á la tertulia,
y al garito despues. Qué linda vida,
digna de un noble! Quieres su compendio?
Puteó, jugó, perdió salud y bienes

y

sin tocar á los cuarenta abriles

la mano del placer le hundió en la huesa.
Cuántos, Arnesto, así! Si alguno escapa,
la vejez se anticipa, le sorprende,
y en cínica é infame soltería,

solo, aburrido, y lleno de amarguras,
la muerte invoca, sorda á su plegaria.
Si antes al ara de himeneo acoge
su delincuente corazon, y el resto

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