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Dí, son otros mis crímenes ? El alto testimonio que grita en mi conciencia..... Qué digo? oh Posidonio, el de la tuya, el de todos los buenos, la voz misma, esta voz fuerte y vigorosa que oye la envidia con terror, la voz del pueblo, la pública opinion, qué otros me imputa?.... Mas por ventura sueño?.... Es el orgullo el que adulando mi razon la engaña con la grata ilusion, ó es la voz pura de la inocencia? Ella es, oh Posidonio; que el delito es cobarde. Sí, ella sola valor dar pudo á un corazon que firme desconoce el temor; que fiel al cielo, á la patria, al honor, adora humilde la Providencia altísima; que sufre del infortunio el peso, y resignado sabe esperar impávido su suerte. Ah! si el destino de rubor y angustia tal peso carga sobre mí; si tantos bienes me roba, y de tan caras prendas.... oh dulces prendas por mi mal perdidas! me priva injusto, y rígido me aleja ; si en fin las heces del amargo cáliz me hace tragar: mi alma, oh Posidonio, ser herida podrá, mas no doblada. No ves siempre indefenso, empero nunca rendido al fiero embate de las olas, inmoble estar el risco de Antromero (21), cual castillo roquero á los doblados ataques de rabiosos enemigos? Así ella inmoble esperará sus golpes. Lloro, es verdad, negártelo no debo; lloro la ausencia de mi triste patria, de mis caros Penates, de mis pocos fieles amigos, y de todo cuanto mi corazon amaba, y reunido, colmo era de mi gloria y mi ventura....

Entre tantos un alto, un digno objeto, ay! cada instante su llorosa imágen á mis ojos envia, y las paredes de esta medrosa soledad conturba. Tú adivinas cuál es : tú, amigo, sabes el generoso afan con que mi mano, allá donde el paterno Piles (22) corre á morir entre arenas, una hermosa viña plantó que consagró á Sofía (23). A sn sombra creció por siete abriles; mostró su esquilmo, y ya de la comarca era delicia y gloria.... y lo era mia : oh! cuál sus tiernos vástagos tendia por el amado suelo! Cuán lozanos sus pámpanos frondosos de frescura y verdor la cubrian! Tú admiraste sus sazonados y tempranos frutos, oh Posidonio, y con ardiente celo tu voz dió aliento y vida á su cultivo! Ah! cuán otra es su suerte! Combatida de un violento huracan, toda su gala yace agostada por el suelo al soplo del viento asolador; aportilladas sus altas cercas; secos de su riego los copiosos raudales; ahuyentados ó medrosos sus fieles viñadores, llena está ya de espinas y de abrojos que á próxima rüina la condenan; mientras cautivo el mayoral no puede salvarla ni correr á su socorro... Ay! ya no verán mas sus tristes ojos tan preciada heredad! Ni ella su influjo recibirá ya mas!... Tal vez los tuyos, Posidonio, sobre ella detenidos, su antigua gloria buscarán en vano, y con piadosas lágrimas un dia honrarán mi memoria... Ah! si la vieres desamparada y yerma, huye y maldice

el crüel astro que influyendo adverso
su ruina decretó. Huye, sí, huye,
y allá do su raudal tan ingenioso
derrama Saltarúa (24), esconde y mezcla
tu llanto en su corriente cristalina,

y este prez da á su nombre y mi memoria...
Mas no, sin duda suerte mas propicia
se guarda á la virtud. De su alto asiento
me lo anuncia el gran Sér. «Sufre, me dice,
y espera. De los míseros mortales
las suertes todas son en mi albedrío.
Está en mi mano la balanza, y solo
puedo yo dar á la inocencia el triunfo,
y bendecir y eternizar sus obras. >>
Hé aquí mi apoyo y mi esperanza, amigo:
confiado en él, ni temo ni resisto
de la suerte el rigor; sufro y espero
sin susto y sin afan... Tal vez un dia
á vernos volverá, gozosa entonces,
la triste Gigia (25), unidos y felices.
Tal vez las copas de los tiernos chopos,
con que la ornó mi mano, y que ya el tiempo
alzó á las nubes, cubrirán á entrambos
con su filial y reverente sombra.
Juntos tal vez sus playas resonantes

tornarémos á ver; aquellas playas, pisadas tantas veces de consuno, mientras el sol buscaba otro hemisferio, y el mar cantabro con alternas ondas besar solia las amigas huellas.

Ah! si nos diese el cielo tal ventura,
cuánto dulces serán nuestros abrazos !
Ah! cuánto nuestras pláticas sabrosas!
Cuál cantarémos, de zozobra exentos,
de la pasada tempestad la furia

y el horrendo peligro, mientra alegres
y asegurados en el puerto damos
al ocio blando las veloces horas !

Cúmplase, oh Dios, tan plácida esperanza! Empero si tal bien del justo cielo los decretos me niegan; si mas alta retribucion á mi inocencia guardan : brame la envidia, y sobre mí desplome fiero el poder, las bóvedas celestes; que el alto estruendo de la horrenda ruina escuchará impertérrita mi alma (26).

AL MISMO.

Bellver agosto 13 de 1806.

« EL hombre que morada un punto solo hiciere en la ciudad, maldito sea.»> Asi la musa de Leon un dia

cantó, al profano Tíbulo imitando.
Dirás tú amen, oh Cárlos, á tan dura
impía maldicion ? Ah !'no, cuitado;
no puedes, ya que obligacion severa
te hizo del campo con veloz galope
volver á la ciudad, y mal tu grado
te alejó de la gran naturaleza.
A la antigua ciudad volviste, y ora
vas confundido entre su necia turba,
triste cruzando las hediondas calles,
do el viejo muro y nuevos techos niegan
entrada al sol y libre paso al viento;
y donde el lujo deshonesto escita
pena en tu corazon, riesgo en tus ojos.
O bien huyendo del bullicio insano,
te aprisionas aun mas y á voluntaria
soledad en tu casa te condenas,

y allí diciendo triste á Dios al campo,
te sepultas con él. Oh cuánto pierdes!
que ya no mas recrearán tu alma
ni de la aurora el rosicler dorado

cuando al oriente asoma, ni el brillante dosel que de encendidos arreboles retoca el sol para hermosear su lecho. No gozarás ya allí del claro cielo la vasta, augusta escena; ni en tu oido sonarán las canoras avecillas, si ya no alguna como tú enjaulada por su perdida libertad suspira. La pompa vegetal tendida al viento en árboles frondosos ó en mil flores y plantas, ricamente derramada por los abiertos campos y colinas, no mas verán con éxtasis tus ojos. Oh! cuánto menos echarán ahora el rico esmalte de los verdes prados, do con incierto giro serpentea el arroyuelo que del monte cae sonando, y de su márgen tortuosa las tiernas camamilas salpicando! Cuánto su aspecto, y cuánto su frescura refrigeraba tus cansados miembros ! Qué bien clamó Leon! oh necio! oh necio el que de tantos bienes y delicias voluntario se aleja ; y aquel triste

á quien los niega mísero destino!... Pero, qué digo? Al hombre pueden solo recrear los sentidos? Por ventura verá en ellos el único instrumento de su felicidad; ó podrá iluso colocarla en sus ojos y su vientre? Oh blasfemia de Tíbulo, oh descuido de la musa del Darro, profanada al repetirla en su sagrada lira! Cárlos, guarte, no hagas en la tuya tal injuria á tu sér. Pues qué, en tu pecho no hay un sentido superior que anima cuanto en su imperio la natura ostenta ? Su riqueza magnífica, sus gracias

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