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riores, ó son tan ligeras que no destruyen su identidad, como se podria probar con un millon de ejemplos si necesario fuese.

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Es tambien de advertir, que lo que digo de la lengua ha de entenderse tambien de la poesía, y esto con harto mayor razon, pues que aquella se vino á hacer tan de moda entre los poetas, que no solo componian en ella los franceses y españoles mediterráneos, sino tambien otros del interior, y muchos italianos, y algunos ingleses y alemanes hacian gala de ejercitarla.

Ahora bien : & probarán nuestros vecinos que esta lengua y poesía nacieron en algun punto determinado de sus provincias, y se fueron extendiendo de él hasta las nuestras? Tanto era menester para asegurarse la gloria que pretenden.

Pero tanto es difícil, porque las lenguas se forman, no se inventan. Brotan, y crecen poco á poco; no nacen de la noche á la mañana como los hongos. Ni nacen en un corrillo ó tertulia, ni en una plaza ó lugar circunscripto, sino en un territorio mas o menos extendido, y siempre entre muchos pueblos, unidos con vínculos de sociedad, ó con íntimas relaciones de interés, trato y comercio. ¿De dónde, pues, sacarán sus pruebas? De los nombres dados á esta lengua? Pero estos las destruyen por su misma variedad, porque si el título de Languedoc no excluye el de provenzal, ni este el de lemosina, es claro que ninguno de los tres excluirá el de catalana, que tambien se dió á esta lengua, y no sin buena razon, para distinguirla de la francesa.

«¿ Ocurrirán á la etimología? Pero esta prueba, aunque la mas segura para determinar el origen de las lenguas, tampoco favorecerá á nuestros vecinos; porque si nos citan palabras derivadas del griego, dirémos que colonias griegas hubo acá, como allá : si del latin, que acá y allá dominaron, y allá y acá introdujeron su lengua los Romanos: si del teutónico ó gótico, que nuestros visigodos extendieron sus conquistas hasta el Ródano, y fundaron allende del Pirineo una provincia que agregaron al imperio español; y en fin, si del árabe, que tambien pasaron de acá á dominar por allá las medias lunas.

« Pero tal vez tomando las cosas de mas cerca nos alegarán la dominacion de la dinastía Carolina en Cataluña : cantinela que se oye frecuentemente en su boca. Mas si consta que aun en este breve período, Cataluña fué gobernada por sus Condes, bien que feudatarios; que estos Condes se hicieron luego hereditarios, y luego sobe

ranos independientes, y luego acabaron extendiendo su dominacion fuera del Pirineo por la Francia meridional, y esto antes que la lengua de que se trata hubiese, por decirlo así, cuajado, ¿qué fuerza tendrá la tal alegacion? A mas de que, tratándose de paises que hablaban antes una misma lengua, esto es, la latina, y que con ocasion de guerras, y alianzas, y comercio recíproco andaban siempre unidos ó revueltos, y en fin, de paises que por lo menos nada se debian en materia de cultura, ¿no será tan fácil probar que los Catalanes llevaron allá esta lengua, como que la trajeron?

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Mas no es esto de lo que trato, que fuera contra mis principios, y que tampoco merece grande empeño. Si nuestros vecinos le tuvieren en defender la gloria de inventores, por mí, salva la verdad, que se la lleven; pero peor para ellos.

Digolo, porque en semejante materia la invencion no es un mérito. la perfeccion sí y muy grande : aquella es hija de la ignorancia, esta de la ilustracion. Es el vulgo, no los sabios, quien forma las lenguas : los sabios y no el vulgo las perfeccionan. Al formarse las lenguas vulgares de Europa se puede decir que el instrumento del habla se desmejoró y echó á perder; esto es, que para la expresion de las ideas, un instrumento bueno, bien labrado y pulido, cual era la lengua latina, se fué gastando y torciendo hasta quedar imperfecto y grosero. Mas al perfeccionarse este instrumento malo se fué poco a poco mejorando, y enderezando, y puliendo, y adaptando no solo á la expresion de las ideas, sino tambien á su atavio y galanura. Veamos pues á quien toca esta gloria, que bien merece la pena.

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No repetiré lo que han dicho en este punto los eruditos jesuitas, Llampillas y Andrés, ni fundaré el derecho de nuestra patria en vanos títulos; fundaréle en hechos constantes, reconocidos y atestiguados por nuestros mismos vecinos y particularmente en dos autoridades que por fortuna tengo á la mano, y que son á cual mas respetables, á saber : la de M. Gaufridi en el libro 2 de su Historia de Provenza, y la de los eruditos PP. D. Vaissete, y D. Vic, en los libros 18, 20, 23 y 26 de la Languedoc, á que me remito de una vez por no amontonar citas.

«El señor Juan Francisco Gaufridi, baron de Trets, provenzal y coronista de Provenza, tratando del origen y progresos de la poesia de su pais, dice estas notables palabras : « Con esto viniendo á domi

nar en él los Berengueles, la lengua tomó nueva forma, como sucede de ordinario (ojo á la frase) cuando se recibe la lengua del Soberano. En esta mudanza la poesía halló nuevos atractivos, ya en la novedad, ya por los grandes esfuerzos de los poetas, á quienes estos Principes cultivaron con sus beneficios.»>

«Conozco que este autor dijo aquí mas de lo que quiso decir, pues que antes diera por sentado que la lengua y poesía de su pais naciera en él. Pero lo que dijo, como quiera que se interprete, siempre probará que segun su opinion, la lengua de su pais se mejoró y pulió con el lenguaje que introdujeron los Berengueles, y al influjo de su proteccion.

Esto mismo se confirma con los hechos acreditados por la historia del tiempo, pues sin contar el influjo que pudieron tener el trato y comercio de los Catalanes con las provincias de esta lengua, su dominacion en algunas de ellas, y sus enlaces y parentescos en casi todas antes de la entrada de los Berengueles en Provenza, es constante que la soberanía de estos Príncipes empezó allí con el siglo x11; y si su lengua, como creo, se hablaba ya en el pais, solo pudo decirse nueva por mas culta y pulida. Y si lo era, ¿cómo no lo seria tambien la poesía vulgar de Cataluña, esto es, del pais de donde los Berengueles llevaron su aficion, su talento poético, y su deseo de estimular y proteger á los poetas, como lo hicieron, no solo con premios y favores, sino tambien con ejemplos?

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«Por una casualidad muy feliz para Provenza este talento y aficion de sus Príncipes, venidos primero de Cataluña, continuaron despues renovándose y recibiendo de allí nuevo vigor; porque, ό Condes por ser menor de edad eran llevados á educar en Barcelona con los Soberanos de su familia, ó estos venidos á gobernar á Provenza, ya por derechos de sucesion, y ya como tutores de sus sobrinos: circunstancia que no debe ser olvidada para interpretar algunos hechos muy importantes en esta discusion, y de que se han sacado falsas, ό por lo menos muy dudosas consecuencias.

Uno de ellos muy citado y cacareado por los provenzales es la agradable sorpresa con que el emperador Federico Barba-roja oyó á los poetas que el conde Ramon Berenguel II, por sobrenombre Arnaldo, llevó consigo y le presentó cuando le visitó en Turin. Pero si se considera que este jóven, conde de Provenza, se habia educado en Cataluña; que de allí acababa de salir para hacer aquella visita;

que no era él sino su tio y tutor el conde de Barcelona del mismo nombre (que murió al paso en San Dalmacio) quien la habia dispuesto é iba á su cabeza; que este era el tiempo en que los poetas provenzales necesitaban todavía del ejemplo y recibian el influjo de los catalanes; y en fin, que aquel mismo Príncipe criado con estos, habia adquirido allí ó cultivado el talento que le dió la opinion de buen poeta, ¿cómo se podrá pretender que los poetas presentados á Barba-roja eran de Provenza, y no de Cataluña ?

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«¿Y dónde sino allí se educó su sucesor Alfonso II, rey de Aragon conde de Provenza, que en la historia de esta poesía vale por mu chos, no solo como su protector, sino como su distinguido alumno? Sucedió á este en el condado de Provenza otro Alfonso, su hijo, que tambien se educó en Barcelona, mientras que sus estados eran gobernados por D. Pedro II de Aragon, su hermano : aquel Príncipe tan galan como entendido, tan querido de las damas, como loado de los poetas, y que tuvo un lugar tan distinguido entre ellos, como entre sus protectores. Por fin, en Barcelona se educó Ramon Berenguel, III del nombre; aquel Mecenas de los poetas, tan pródigo, que segun M. Gaufridi se empobreció por enriquecerlos, y que no dió menos gloria á la poesía con sus versos, que estímulo con sus dádivas, Y si todo esto pasó en el mismo siglo en que se fué mejorando la poesía de Provenza, ¿cómo se negará á la España la gloria de haberla mejorado?

«Agrégase á esto que muchos trovadores de Provenza, no contentos con la proteccion de su corte, buscaron en las de Aragon y Castilla una mas ancha esfera de aprecio y de favor. En ambas anduvieron parte de su vida Pedro Ramon, Hugo de San Ciro, y el célebre Folguer ó Fulguerio, obispo de Tolosa, empleado por ambas en negocios políticos y eclesiásticos. Alfonso II, que protegió tambien á estos, trajo además á su lado á Pedro Roger y Pedro Vidal; y su hijo Don Pedro II acogió despues á este último y á Ramon Mirabal, y á Aimaro, llamado el Negro de Alvi, y aun al in grato y extravagante Perdigon, que habiendo empleado su pluma en celebrar la muerte de tan generoso bienhechor, fué despues por su negra ingratitud odiado y escarnecido de todos. Hasta la pruden te reina Doña María, su viuda, favoreció á los poetas, entre los cuales escogió despues su hijo, el gran Don Jaime, á Pedro Cardenal, canónigo de Puy, para que le siguiese en sus expediciones y conquistas,

«Y si las damas provenzales quisieron hacér, y con efecto hicieron tan gran papel en la historia de esta poesía, ¿no es tambien cierto que recibieron el impulso de los Príncipes Berengueles? A ellos ó á su influjo, confiesa el señor Gaufridi, que se debió la institucion de aquellas célebres córtes de amor que estas damas establecieron, en que ellas presidian y juzgaban, y que fueron despues el mas ilustre teatro de los ingenios. Así que, mientras las condesas de Provenza las animaban favoreciendo en su corte tan recomendable institucion, otro tanto hacian en Narbona y Carcasona, Armengola ó Ermengalda, tia de Don Nuño de Lara, y en Tolosa las dos Infantas de Aragon Leonor y Sancha, hermanas de Don Pedro II, y esposas de los dos condes Raimundos, insignes protectores de los poetas en aquella otra ilustre escena de la musa provenzal.

Y por último, ¿quién hizo volar esta musa hasta el hermoso pais de Italia, sino la discreta Beatriz, último retoño de los Berengueles de Provenza, que impaciente, segun la frase de Garibay, de no ser Reina como sus hermanas, despues de dar á la casa de Anjou el estado de sus mayores, elevó á Cárlos, su marido, á coronarse en Roma, y ocupar el trono de Nápoles, y que allí en medio de los poetas que siempre la seguian dió el grito de vela, que dispertó los felices ingenios de aquel clima, á quienes tanta gloria llevó despues la poesía vulgar?

«Pero si los Príncipes españoles tuvieron la de haber educado en su infancia la musa provenzal, y protegídola y perfeccionádola en su edad adulta, otra mayor adquirieron por haber fomentado su vejez, y preservádola de la ruina, y conservado en España todo su esplendor. Es verdad que M. Gaufridi la hace vivir en su pais hasta el siglo xv, pues la supone fallecida en manos del pretenso rey de Nápoles Renato. Pero á esta época se puede decir que habia poetas en Provenza, mas no que habia poesía. El mismo señor Gaufridi confiesa y lamenta su decadencia y abandono, y en esto va de acuerdo con los historiadores de Languedoc. Pero el dictámen de Juan Nostradamo es todavía mas decisivo en el asunto, por mas cercano á estos tiempos; bien que su crítica no sea sin tacha para los mas antiguos.

«Hablando este autor de la poesía provenzal y de los profesores que se distinguieron en ella, cierra, por decirlo así, su historia, diciendo expresamente que los poetas y sus Mecenas acabaron con la

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