ESCENA V. MUNUZA, DOSINDA, INGUNDA, AGHMET. ACHMET, Presto, señor... MUNUZA. Qué es esto, amigo? ACHMET. Ahora salen todos los prisioneros del castillo. se presentó Pelayo entre cadenas, se arrojó entre las picas: hiere, mata, pende nuestra victoria. Ah, si faltase, MUNUZA. Oh suerte instable! Hado funesto! En qué profundo abismo ACHMET. Señor, adónde correis de esa manera? MUNUZA. Almas infames! pues qué, podré sufrir que el vil Pelayo que su infame presencia. MUNUZA quiere ir al combate, ACHMET le detiene; entretanto crece el rumor, y se oye como é la puerta del castillo. DOSINDA. Justo cielo ! Yo empiezo á respirar; pero el combate PELAYO y alguno de sus amigos saldrán por la puerta del castillo á la escena retirándose de los Moros, y peleando al mismo tiempo. ESCENA VI. PELAYO, ALGUNOS ESPAÑOLES, Y LOS DICHOS. PELAYO. La vida, amigos mios, no se debe apreciar en este instante; MUNUZA. Achmet, amigos, guardias, destrozadle. DOSINDA. Bárbaros, dónde vais? Ay, triste hermano! ROGUNDO, MUNUZA PELAYO, DOSINDA, ACHMET, INGUNDA, GUARDIAS españolas. PELAYO pierde la espada, y procura cobrarla defendido de los suyos. MUNUZA corre hácia él con el puñal en la mano. En este tiempo se habrá descubierto ROGUNDO en el fondo de la escena, y advirtiendo el peligro en que está PELAYO, corre á herir á MUNUZA: ACHMET que advierte la accion de ROGUNDO, procura estorbarlo para defender al tirano, de modo que interpuesto entre MUNUZA Y PELAYO, defiende sin arbitrio la vida de este, y no la de MUNUZA, que cae herido por ROGUNDO. MUNUZA cae en los brazos de ACHMET: PELAYO se asegura de DOSINDA, y ROGUNDO con los demas cristianos salen persiguiendo á los Moros. ROGUNDO. Compañeros, seguid á estos cobardes, que el cielo nos protege. ESCENA VIII. PELAYO, DOSINDA, MUNUZA, ACHMET, INGUNDA. (1) Sintiéndose herido. (2) A Munuza. PELAYO (2). Reconoce, hombre cruel, en este horrible trance, MUNUZA. Tú has vencido, traidor; el cielo injusto Yo pierdo un trono, pierdo un alto enlace, me aflige, y me atormenta en este trance DOSINDA. A Suero y á Rogundo les debemos la vida y el honor. Oh tierno amante! ESCENA X. ROGUNDO Y LOS DICHOS. DOSINDA. Oh dulce y fiel esposo ! En fin puede mi afecto inalterable. gozar de vuestra vista sin zozobra. Ya el tirano murió, ROGUNDO. Con esta espada abrí su infame corazon; pero su muerte fué justa recompensa de los males causados á la patria y á nosotros. En fin, ya empieza España á recobrarse de una injusta opresion. Vüestra vida, señor, es el anuncio mas constante de los triunfos que el cielo nos ofrece. PELAYO. Yo os la debo, señor, y en esta parte |