SUERO Y ALGUNOS CIUDADANOS DE GIJON SALEN POR LA PARTE DE LA MARINA, Y SE ENCAMINAN AL CASTILLO,
UE horror! oh santo Dios! De vuestra ira los efectos se ven en todas partes! La sangre corre, y sobre nuestros muros la muerte ha desplegado su estandarte. Pelayo, nuestro apoyo, está en peligro, oprimidos los nuestros, todo el aire pueblan ya de alaridos y lamentos, cuyo eco pavoroso por los mares va esparciendo el clamor de la venganza. La victoria que estuvo vacilante hasta ahora, se inclina á los infieles, y ya el leon de nuestros estandartes se humilla ante las lunas africanas; pero permite el cielo favorable
que aun nos quede un recurso: este castillo, que es al presente pavoro sa cárcel, donde el valor de Asturias desfallece, y donde arrastra una cadena infame la nobleza española, se ha quedado desierto de las guardias, que al combate fueron en seguimiento de Munuza. Corrramos pues á socorrer leales á nuestros compañeros, y franqueando una salida al mar por la otra parte
que corresponde al muelle... Mas qué veo? (1)
Los nuestros se retiran, y en su alcance
corren encarnizados los infieles.
Amigos, al castillo, antes que acabe
de hacernos infelices la victoria.
SUERO y los suyos entran en el castillo, y mientras se dicen los últimos versos acabarán de pasar los moros, despues de los cuales se presentará PELAYO pri sionero y ACHMET.
PELAYO PRISIONERO, ACHMET, Y SOLDADOS.
Sosegaos, señor, y perdonadme
si serví de instrumento á vuestra ruina : yo venero á mi Rey en su estandarte, Munuza es quien le rige y le obedezco; sin embargo no miro vuestros males con ánimo tranquilo: vuestro brio siempre á
pesar del riesgo incontrastable os ha hecho acreedor á nuestra envidia, y á nuestra compasion.
capricho de la suerte eleva un dia lo que al siguiente sin razon abate. Un corazon virtuoso nunca debe ceder á estas mudanzas. Los cobardes se humillan al destino; pero el héroe sufre inmóvil su halago, y sus combates. ACHMET (2)
Ve aquí de la virtud el santo idioma, Oh altivos Españoles! oh almas grandes!
(1) Kerin y algunos soldados atravesarán el fondo de la escena persiguiendo á los
cristianos.
(2) Hácia sí.
De qué le sirve el brio y la bravura al Arabe fogoso, si un desastre
llena de susto el fondo de su pecho? PELAYO (1).
Fuerte muro, testigo venerable del antiguo valor de los Astures, llora nuestra desgracia! Las edades futuras de tus altos torreones, verán solo un padron abominable, que publique y estienda nuestro oprobio á la posteridad? El mas brillante blason de tu grandeza, Gijia ilustre, se ha convertido en vergonzosa cárcel ? Oh, voluble fortuna! Oh, tristes tiempos!
Ah! cuántos males
nos van á resultar de esta victoria!
MUNUZA, DOSINDA Y LOS DICHOS.
objetos me presentas, ¡ oh, fortuna! (3)
Acercaos, señor, felicitadme,
pues logro una victoria tan completa.
Este dia que empieza ya á anunciarse
con luz serena aplaude mi ventura;
el astro que le rige favorable
me mostrará en la cumbre de la gloria.
(1) Mirando al fuerte y á la ciudad.
(2) Viendo á su hermano.
(3) Mirando á Pelayo con falsedad.
Ya no pensa réis mas en disputarle á Munuza ninguna de sus dichas;
y pronta vuestra hermana á que se acaben todas mis inquietudes, con su mano honrará de mis triunfos el mas grande.
inhumano, me insultas y me abates: fascinados tus ojos no conocen que la fortuna adula á tus maldades con un honor fugaz y lisongero. Tú no temes al cielo, y estas frases con que insultas la suerte de un rendido, de tu pecho descubren el carácter. Pero, infiel! mi virtud, aunque oprimida, no cederá á tus furias, ni á tus artes.
Tú me hablas de virtud, y sin embargo
por defender sus leyes y sus aras
no es digno de este nombre. Tus crueldades hicieron justaly santa nuestra empresa, y si no hubiese el cielo formidable lidiado en favor tuyo, ya estaria
libre el mundo de un monstruo tan infame.
No obstante, se ha dignado el mismo cielo de proteger el monstruo que tú abates: reconoce, orgulloso, en estos golpes las señas de su ira respetable.
Tú me llenas de injurias y baldones; pero dime, insolente, qué maldades distinguen el gobierno de Munuza ? Si España está oprimida, los infames delitos de sus Reyes arrastraron su grandeza á la ruina y al desastre.
Hecho el Moro señor de todo el reyno por via de conquista, su estandarte se fió á la conducta de mi brazo. Yo no quise pagar con un desaire tan honrosa confianza, y como suele doblar la frágil caña á los embates de un recio vendaval su dócil cuello, mientras el soplo asolador deshace toda la pompa del robusto roble, cedí yo á la invasion de los Alarbes; pero fué por comprar con mis servicios la salud de la patria: mis bondades
y la paz que ha reinado en estos muros, fueron el fruto ilustre de la infame conducta que envilece tu osadía. Tú lo sabes, infiel, tú disfrutaste la mitad de mi gloria y mis derechos; tu dañosa amistad pudo inspirarme el funesto deseo de una alianza, que ahora con orgullo insoportable desdeñó tu altivez; y despues de esto querias que Munuza abandonase una tan justa causa ya esplicada? Pudiera yo sufrir que en los altares, posponiendo mi honor y mis rüegos, otros menos ilustres se aceptasen? Pudiera ver que tú, sin mi noticia y á mis ojos, formabas otro enlace disponiendo de aquella ilustre mano (1), sin que este atroz desprecio me incitase á defender mi gloria y mis derechos ? Demasiado seguí la voz culpable de una fiel amistad, cuando debiera sin escuchar sus gritos gloriarme de que puedo vengarme y oprimirte....
« AnteriorContinuar » |