remembranza, mas triste y congojosa. FABIO A ANFRISO ( 13 ). Credibile est illi Numen inesse loco. OVIDIO. DESDE el oculto y venerable asilo, Salud le envia á Anfriso, al que inspirado que esconderla supiera en este abrigo, á tanta luz y ejemplos enseñado! Huyera asi la furia tempestuosa de los contrarios vientos, los escollos la pesada cadena, con que el mundo Busco en estas moradas silenciosas Busco paz y reposo, pero en vano los busco, oh caro Anfriso, que estos dones, herencia santa, que al partir del mundo dejó Bruno en sus hijos vinculada, nunca en profano corazon entraron, ni á los parciales del placer se dieron. Conozco bien que fuera de este asilo solo me guarda el mundo sinrazones, vanos deseos, duros desengaños, susto y dolor; empero todavía á entrar en él no puedo resolverme. De afan y angustia el pecho traspasado, pido á la muda soledad consuelo, y con dolientes quejas la importuno. Salgo al ameno valle, subo al monte, sigo del claro rio las corrientes, busco la fresca y deleitosa sombra, corro por todas partes, y no encuentro, en parte alguna la quietud perdida. Ay, Anfriso, qué escenas á mis ojos, cansados de llorar, presenta el cielo ! Rodeado de frondosos y altos montes se estiende un valle, que de mil delicias con sabia mano ornó naturaleza. Pártele en dos mitades, despeñado de las vecinas rocas, el Lozoya, por su pesca famoso y dulces aguas. Del claro rio sobre el verde márgen crecen frondosos álamos, que al cielo ya erguidos alzan las plateadas copas, ó ya sobre las aguas encorvados, en mil figuras miran con asombro su forma en los cristales retratada. De la siniestra orilla un bosque umbrío hasta la falda del vecino monte se estiende; tan ameno y delicioso, que le hubiera juzgado el gentilismo morada de algun dios, ó á los misterios de las silvanas Dríadas guardado. Aquí encamino mis inciertos pasos, y en su recinto umbrío y silencioso, mansion la mas conforme para un triste, entro á pensar en mi cruel destino. La grata soledad, la dulce sombra, el aire blando, y el silencio mudo, mi desventura y mi dolor adulan. No alcanza aquí del padre de las luces el rayo acechador, ni su reflejo viene á cubrir de confusion el rostro de un infeliz en su dolor sumido. Asi tambien de juventud lozana pasan, oh Anfriso, las livianas dichas. Un soplo de inconstancia, de fastidio, ó de capricho femenil las tala, y lleva por el aire, cual las hojas de los frondosos árboles caidas. porque un traidor, que en asechanza atisba, con mano infiel la libertad le roba, y á muerte le condena, ó cárcel dura. dichoso el solitario penitente, que triunfando del mundo y de sí mismo, vive en la soledad libre y contento! Unido á Dios por medio de la santa contemplacion, le goza ya en la tierra; y retirado en su tranquilo albergue observa reflexivo los milagros de la naturaleza, sin que nunca turben el susto ni el dolor su pecho. Regálanle las aves con su canto, mientras la aurora sale refulgente á cubrir de alegría y luz el mundo. Nácele siempre el sol claro y brillante, y nunca á él levanta conturbados sus ojos, ora en el oriente raye, ora del cielo á la mitad subiendo, en pompa guie el reluciente carro, ora con tibia luz, mas perezoso, su faz esconda en los vecinos montes. Cuando en las claras noches cuidadoso vuelve desde los santos ejercicios, la plateada luna en lo mas alto del cielo mueve la luciente rueda, con augusto silencio; y recreando con blando resplandor su humilde vista, eleva su razon, y la dispone á contemplar la alteza, y la inefable gloria del Padre y Criador del mundo. Libre de los cuidados enojosos, que en los palacios y dorados techos nos turban de contino, y entregado á la inefable y justa Providencia, si al breve sueño alguna pausa pide, de sus santas tareas, obediente viene á cerrar su párpados el sueño con mano amiga, y de su lado ahuyenta el susto y las fantasmas de la noche. Oh suerte venturosa á los amigos |