Yo daba en este instante los precisos órdenes en el templo, cuando escucho por todas partes tumultuosos gritos de alegría. Pregunto receloso
cuál de esta conmocion es el motivo, y acabo de saber, que cuando todos estaban en Gijon desprevenidos, vieron llegar al Duque de Cantabria.
en qué forzoso instante nos le vuelves!
Yo no sé donde estoy... Un repentino terror... Ah, vil fortuna ! pero dónde?.. (3).
Luego que tuve tan estraño aviso me encaminé, señor, hasta su casa, y allí le pude ver entre el bullicio de inmensa gente que le rodeaba, y por no perder tiempo hácia este sitio
(1) A Kerin.
(2) A Munuza.
(3) Volviéndose á sentar.
Qué triste acaso! Escucha. Al punto á Rogundo lleven al castillo,
y á Dosinda á su cuarto.
MUNUZA se vuelve á arrojar en el sitial, donde guarda por un rato un profundo silencio. Entretanto KERIN entra por la puerta del castillo con ROGUNDO, y ACHMET por otra parte con DOSINDA; y este último vuelve y se acerca á la silla con silencio, sin que MUNUZa repare en él.
tú has logrado abatirme: tus caprichos, han agotado toda mi constancia.
Muger inexorable! falso hechizo
de un corazon que adora tus desdenes : yo cedo á tu rigor y á mi destino. Pero cruel (1)! el tuyo está en mi mano, y me quiero vengar. Querido amigo! tú ves las confusiones que me cercan; dirige mi razon ; muestra un camino de mitigar mis ansias.
señor, de que penseis en preveniros para sufrir la vista de Pelayo :
él vendrá, aquí quejoso y ofendido; vos le debeis templar, y proponerle antes que los descubra los designios que una vez declarados, ya es forzoso sostener con vigor... pero imagino
(1) Levantándose, y mirando al lado por donde entró Dosinda.
que él se acerca á nosotros.
tú me humillas aun al que aborrezco ! En fin, señor, el cielo se ha movido á mis frecuentes ruegos, pues os trae tan presto á mi presencia: los avisos
que Suero me habia dado en vuestro nombre, suponian á Tarif muy indeciso
sobre mis pretensiones.
y el amor que os profesa, le han vencido. Mi celo, acelerando los tratados,
los concluyó por fin, y con un vivo deseo de llegar.... Pero, Munuza, perdonad si dilato el instruiros de vuestros intereses hasta tanto que cese mi zozobra. Cuanto miro, cuanto escucho y advierto me sorprende. Arrestado Rogundo en el castillo : reclusa en el palacio la Princesa : turbado vos: el pueblo conmovido: mudos y misteriosos los semblantes; todo me hace temer algun designio en que quizá se ofende mi decoro ! A la verdad, despues de mis designios y pruebas de amistad, yo no debiera recelar que Munuza ha perseguido el honor puro de un amigo ausente ; pero mil congeturas, mil indicios
me llenan de zozobra, y os acusan.
Señor, pues me haceis cargo de un delito, fundado en conjeturas, sin dar tiempo á que me justifique, ya es preciso enteraros de todos mis intentos; pero antes permitid á mi cariño que os recuerde las gracias singulares hechas á vuestra patria y á vos mismo. Cuando Asturias yacía sepultada debajo de sus ruinas, y el pie altivo del Africano hollaba este terreno como su vencedor, los beneficios que repartió la diestra de Munuza templaron de un despótico dominio y un cautiverio el insufrible yugo: colocado en Gijon, á sus vecinos y á los cercanos pueblos dicté leyes, no como sustituto de un altivo
conquistador, sino como un patriota que sentia mirarlos oprimidos. La nobleza de España y de los Godos, á quien la guerra retiró á estos riscos, halló bajo el amparo de Munuza un inviolable y natural asilo.
Vuestros altares, leyes y costumbres quedaron en pacífico ejercicio; y de esta capital, en fin, los nobles lograron mi amistad. Muy buen testigo sois vos de la blandura de un gobierno, que en mano menos suave hubiera sido un funesto ejemplar de las miserias que suelen afligir á los vencidos. Pero nadie de todas mis bondades en este suelo pareció mas digno que el hijo de Favila : á mi confianza os admití, tratándoos como amigo, y despreciando la razon de estado
que os hacia temible al Berberisco, el presuntivo sucesor del trono, que perdieron los Godos, distinguido se vió con la privanza de Munuza. Para afianzar mas bien nuestro cariño os pedí á vuestra hermana: mi ternura os creyó favorable á este designio. Sin desdeñar la súplica mi labio imploró vuestra alianza, y vuestro oido escuchó con asombro el ruego humilde del que era á pesar vuestro en este sitio árbitro soberano de las vidas; pero vos, inflexible, mis suspiros tuvisteis en tan poco, que un desaire selló vuestra respuesta. En los principios resolví con las armas en la mano vengarme de esta ofensa, y el castigo en el primer arranque de mi enojo, igual con el agravio hubiera sido; pero amor y amistad me contuvieron. Creí tambien hallaros mas propicio
con el tiempo, y que fuese vuestra hermana menos fiera algun dia á mis suspiros. Ah! cuánto me engañaba! Cuán en vano luchaba con la fuerza del destino!
En fin, para quitar todo recurso á mi esperanza, habeis querido
acelerar la dicha de Rogundo.
Yo escuché con horror que en este sitio se iba á encender la antorcha de himeneo;
la amistad y el honor desatendidos
me irritaron contra ese odioso enlace; y disponiendo un dasagravio digno de tan atroz ofensa, cuando todos respetaban mi voz, ahora mismo Munuza va á ser dueño de Dosinda.
De mi hermana, gran Dios! Qué me habeis dicho?
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