Gran salon del palacio de Munuza. Dosinda desde el fondo del teatro se va acercando al frente de la escena con mucha pausa y con semblante lloroso y afligido; Ingunda la sigue, demostrando tambien su sentimiento con algunos ademanes de compasion.
DONDE estoy ? A qué mansion odiosa me han traido? Sin fuerza y sin aliento puedo apenas mover con tardo paso los fatigados y dolientes miembros. Para este nuevo susto, cruel destino, me vuelves á la vida? Ah! yo preveo los terribles combates que prepara á mi inocencia un opresor violento. Ah, hermano infeliz! Ah, triste amante! el dolor que amenaza á vuestro pecho redobla la amargura del que sufro.
Templad vuestro dolor, señora, el cielo concede á mi lealtad en este trance el que pueda asistiros. De mí afecto oid la voz.
Ingunda, no interrumpas el curso de las lágrimas que vierto; combatida de angustias y temores, solo hallará en el llanto algun remedio mi triste corazon.
no os dejeis oprimir del sentimiento: yo os miro enternecida; vuestro llanto, vuestro dolor es justo, os lo confieso ; pero en vez de ceder á esta desgracia, es forzoso pensar en el remedio. Una atrevida órden de Munuza os tiene en su palacio; sus intentos pueden conjeturarse: sin embargo yo no creo, señora, que violento olvide en un instante cuanto debe á D. Pelayo : sus deseos
no aumentes mi dolor. El mas violento insulto cometido en mi persona
no me hará recelar? Tus ojos vieron con qué estremos de furia y de violencia me condujo su guardia: ni mis ruegos humildes, ni mis lágrimas amargas pudieron reprimir el vil intento del inflexible Achmet. Abandonada de mi familia, sola, sin consuelo, y en un mortal desmayo sumergida, á este odioso palacio me trajeron los crueles ministros de su órden; y cuando vuelvo á recobrar mi aliento... Oh, Dios! mira qué objetos se presentan á mis ojos. Y qué, temer no debo que Munuza atropelle mi decoro? Ah! despues de este arrojo sus intentos quizá pronto... Mas quién en esta angustia querrá darme favor? Querido dueño! Triste Rogundo! Adónde está tu brio? El honor de Dosinda está en gran riesgo; tu rival menosprecia su decoro, y tú no la defiendes? Qué, un perverso se atreverá á insultar á la que adoras?
Pero, triste de mí! quizá el afecto de Rogundo... Quién sabe si pretende abandonar cobarde un himeneo, que ha de costarle riesgos y disgustos? No lo dudes, Ingunda; este silencio que reina en el palacio de Munuza prueba bien mi desdicha. Los estremos y furias de Rogundo deberian
ser una prueba de sus ansias; pero ya no me ama Rogundo, me abandona.
Y creeréis capaz de un sentimiento
tan vil al corazon que por vos arde? Tan bajo proceder cabrá en su pecho? Y así haceis á su amor constante y puro tan cruel agravio ? Y cuando va á perderos, cuando os va á ver robada y ofendida, le añadiréis tan bárbaro tormento? Quizá Rogundo ignora esta desdicha; pero cuando penetre los proyectos de Munuza, tal vez demasiado ardiente... ay de mí! permita el cielo que su amor no acelere vuestra ruina! En fin, si él olvidase sus derechos, creeis que los valientes Asturianos no armarán su valor por defenderos? A pesar de las artes de Munuza
vos sabeis cuánto anhelan el momento de sacudir un yugo intolerable: el cielo está propicio á sus deseos, y el arribo de Suero os asegura
que vuestro hermano volverá muy luego. Entonces su presencia...
Ah! cuán en vano
pretendes adular mi sentimiento!
No da treguas el riesgo en que me hallo, ni en el presente mal, ó Ingunda, tengo
quien me pueda librar de un brazo injusto! El vil perseguidor, astuto y diestro supo ocupar en Córdoba á Pelayo;
y quién sabe si acaso con su acuerdo, cómplice en mi desdicha el Gefe moro, detiene allá con frívolos pretestos
la vuelta de mi hermano? De qué tramas no son capaces los aleves pechos! Pero entretanto pierdo vacilante
un tiempo muy precioso. Amante tierno, tú me abandonarás? No, corre, Ingunda, busca á Rogundo, dile... Pero, cielos! Munuza viene aquí. Qué horror! Amiga, corre, díle que venga, ό que yo muero.
MUNUZA, DOSINDA, ACHMET, KERIN.
MUNUZA en el fondo de la escena. Kerin, haz que la guardia esté dispuesta para el primer aviso, Tú (1) del pueblo observa los semblantes, y á Rogundo nunca pierdas de vista.
Habrá dolor que iguale al dolor mio!
Señora, ya mi amor y mis deseos, contentos con la dicha de miraros en esta habitacion, se han satisfecho. Sin embargo, no logro esta ventura
sin mezcla de dolor. El blando ruego
de Achmet, que fué á llamaros de mi órden, hubiera sido inútil, si los cielos,
privándoos de sentido, no se hubiesen declarado por mí en aquel momento. Saben ellos las finas inquietudes
que este accidente conmovió en mi pecho. Pero en fin ya, Dosinda, vuestros ojos honran estas paredes, y ya os veo donde debeis mandar como señora. Ah! si por suerte mi amoroso intento no os halla mas piadosa, si ahora mismo mi tierno amor irrita vuestro ceño, mucho dolor se mezclará á mis glorias!
Tan afligida estoy! que apenas puedo dar el preciso aliento á mis palabras. Vos habeis ultraja do mi respeto, y á pesar del honor y la decencia, por medio de un insulto el mas horrendo, me hicisteis conducir á este palacio : venís aquí á buscarme, y cuando espero que me deis la razon de esta violencia, solo me hablais de amor? Pues qué, mi pecho, despues de una desgracia tan sensible, temerá otra mayor? Pero dejemos
de recordar una pasion odiosa;
mal podrá el corazon oir sus ecos lleno de tan funestas inquietudes. Decidme, pues, Munuza, por qué esceso vengo á ser hoy objeto miserable
de vuestra tiranía ? Cuando os veo pronto á olvidar mi estado, y mis mayores, no sé si miro en vos un juez severo que trata de juzgarme, ó un tirano entregado al furor de sus deseos. Porque nunca, señor, las santas leyes oprimen la inocencia, y yo sospecho
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