este pueblo feroz; determinado y aun librarme en Gijon de otros estorbos. que mi poder y el fuego en que me abraso ACHMET. Perdonadme, señor; el sobresalto á las leyes de amor? Pues qué, Munuza, de una muger la'gloria de sus triunfos? idólatra del nombre de Pelayo, se opondrá á vuestro intento; y aun los mismos que hoy viven sin zozobra, despojados de hacienda y libertad, harán furiosos las últimas violencias si tratamos de combatir su honor. Estos insultos fomentará Rogundo, á quien la mano de Dosinda robais..... pero, vos mismo, olvidais la amistad de D. Pelayo? Y cuando su amistad no os interese, despreciaréis su odio? Venerado por los nobles de Asturias como un resto de la sangre Real, solo en su brazo funda España su única esperanza. Nacido en este suelo, y reputado sucesor de Rodrigo, á quien la suerte negó otra descendencia, en tiernos años fué llevado á la corte de su tio. En ella los señores toledanos le miraron crecer al pie del trono ; las trompas y las cajas despertaron su espíritu marcial: nosotros mismos temimos el impulso de su brazo cerca del Guadalete, y cuando todo se postraba en España al Africano, invencible Pelayo, y casi solo, defendia con ánimo irritado los últimos rincones de su patria. Si esto os parece poco contempladlo retirado en Gijon, donde se atreve á dejarse rogar, y aun á negaros la mano de Dosinda..... Y vos no obstante despreciais su amistad? Señor, si en algo creeis que vuestra gloria me interesa, pensad mejor..... MUNUZA. Ya lo he reflexionado. No receles, Achmet; están tomadas las mejores medidas. ACHMET. Pero acaso los nobles de Gijon... MUNUZA. Los mas altivos gimen en el castillo aprisionados bajo algunos pretestos especiosos, y ya no temo el brio de su brazo, que oprimen y enflaquecen las cadenas. Mi cautela alejó de aquí á Pelayo, y el zelo de Tarif sabrá burlarse de sus solicitudes, prolongando la conclusion de una embajada inútil : si pretende Rogundo temerario alegar la razon de sus derechos, no sabré yo oprimirlo ó aplacarlo?: Y cuando en fin todo ese feroz pueblo osare resistirme, los soldados que le guarnecen salvarán mi intento. La menor inquietud pondrá á mi lado los moros que se esparcen á la orilla del golfo de Cantabria. A congregarlos partió Kerin, y volverá muy presto. Nada me da temor. Si con halagos puedo vencer el pecho de Dosinda, será feliz mi suerte; mas si tantos desvelos no la obligan; si no logro la posesion de su adorable mano, tiemble de mi furor España toda. Esto ha de ser: Achmet á este palacio debes tú conducirla de mi órden : vé á decirla mi amor y mis cuidados, implora su piedad; mas sobre todo, si no bastan el ruego y el engaño, usarás del poder y la violencia. Kerin llega. Ya es tiempo ; retiraos, ESCENA IV. MUNUZA, KERIN. KERIN. He corrido, señor, en vuestro nombre desde la triple ara que el romano Apuleyo erigió en honor de Augusto, hasta el último puerto colocado sobre el inquieto Océano de Asturias. Las tropas sarracenas, que á su cargo tiene el fuerte Alahor en esta costa, se van ya de su órden congregando, y estarán prontas al primer aviso: impacientes y altivos los soldados esperan vuestra órden. MUNUZA. Yo agradezco tu celo y obediencia, y entretanto que tomo otras medidas, ve al castillo, arregla su custodia, y á palacio vuelve despues á preparar la guardia. Sobre todo, Kerin, sigue los pasos de Rogundo, y observa sus acciones: Achmet de lo demas podrá informaros. ESCENA V. MUNUZA. En fin, bella Dosinda, estos desvelos, síntomas de un afecto arrebatado, te abrirán un camino para el trono. Yo aspiro á ser tu esposo; mas mi mano no osaria enlazarse con la tuya si no ganase un cetro. Ah! si al halago de empuñarle se ablandan tus desdenes, dichosa la inquietud que le consagro. |