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mi celo le obedece, y vos no obstante reservado y dudoso....

ROGUNDO.

Los quebrantos

que afligen á la patria, noble amigo,
nos hacen recelar de todo cuanto
se pone á nuestra vista; de Munuza
la perspicaz política ha minado
todos los corazones con astucias;
solo los que se humillan á su mando
logran su confianza, y los leales
viven entre cadenas. Sin embargo,
fio de la lealtad. Nadie nos oye :
el honor y la vida de Pelayo

corren, oh amigo, el último peligro:
Munuza va á perdernos.

SUERO.

Dios sagrado !

Pues qué, Señor, Munuza ?....

ROGUNDO.

Ya te acuerdas

de aquel dia terrible y malhadado para la triste España en que Rodrigo rindió al furor del bárbaro Africano nuestra gloria, su vida y su corona ; de aquel sangriento dia en que los llanos de Jerez se sintieron oprimidos de cadáveres godos, cuyos brazos debilitó la cólera del cielo ;

de aquel dia infeliz, en que aumentando con la sangre española sus corrientes, vió el turbio Guadalete revolcados en su arena los míseros despojos del mejor trono, y mas ilustre campo ; de aquel dia por fin tan lamentable, que consumó las ruinas y el estrago en que yace la patria. Desde entonces las armas sarracenas inundaron

todas nuestras provincias. No hubo plaza que no viese en su alcázar tremolado el pendon berberisco; y aun nosotros, que al setentrion de España retirados, y al abrigo de rocas y montañas opusimos los pechos esforzados por última defensa á sus violencias, nos vimos oprimir de los contrarios, y hoy sufrimos el peso de su yugo. El robo, el sacrilegio, el desacato y la profanacion fueron resultas del triunfo de los bárbaros. Quemados los templos, insultadas las matronas, y violadas las vírgenes, lloraron las tristes consecuencias de aquel dia: dia infeliz, con sangre señalado en los fastos de España, tu recuerdo triste orígen será de eterno llanto! Dueño el Moro de casi toda España, pensó en otras conquistas; y aspirando soberbio á domeñar el Universo, pasó los Pirineos. Hoy los Francos sienten toda la furia de sus golpes. Mientras él maquinaba temerario tan altivos proyectos, esta plaza que siempre fué de su ambicion el blanco, quedó sujeta al desleal Munuza,

y á una porcion escasa de africanos que la guarnecen: todos al principio vivíamos tranquilos, esperando de nuestra libertad el venturoso retardado momento. Ah! cuán livianos son los juicios de todos los mortales! Tú sabes bien que apenas respiramos lejos del vencedor, y que Munuza, que hoy gobierna á Gijon, tomó á su cargo el agravarnos tan pesado yugo.

Podrás creerlo? Este era el secretario del comun opresor, duro instrumento

I.

de la saña y furor del Africano ; traidor á España, á la virtud y al cielo, quiere erigir un trono soberano sobre las tristes ruinas de la patria. De este intento murmuran ya los cabos moriscos sin rebozo, mientras diestro los sabe él deslumbrar. Ah! si entre tanto no abrigase en su pecho otras ideas! Fuera menos temible; pero osado su corazon aspira á la fortuna de enlazarse á la sangre de Pelayo.

Qué me dices!

SUERO.

ROGUNDO.

Sí, amigo: de su hermana á qualquier precio logrará la mano. Apenas de Gijon se ausentó el Duque empezó con obsequios disfrazados á tentar la constancia de Dosinda : político y amante le observamos fingir para obligarla mil finezas ; pero viendo despues que sus cuidados le hacian importuno, cauteloso los suspendió del todo, y entretanto nos da tal cual indicio de un proyecto que me llena de horror y sobresalto. Oh, justo Dios! La sangre de los Godos que nuestros nobles pechos conservaron, y el premio á mis lealtades ofrecido serán la recompensa de un tirano ?

SUERO.

Pero, señor, podrá olvidar Munuza que esta Princesa desde tiernos años está ofrecida á vos ? Que solo faltan las santas ceremonias para que ambos os unais con un lazo indisoluble? Pues qué, vuestro valor, el de Pelayo, la promesa, el honor, la amistad santa,

y la fé esponsalicia...

ROGUNDO.

Tan sagrados

vínculos no detienen á un impío:

y quién podrá hacer frente á sus conatos? Siguiendo una política perversa, este fiero opresor ha procurado separar los estorbos que pudieran oponerse á su furia. Soberano absoluto del fuerte y de las tropas ; socolor de inquietud aprisionados los mas de nuestros nobles; detenido en Córdoba Pelayo, el gran Pelayo, nuestro último apoyo y esperanza: quién nos dará socorro ? Quién librarnos podrá de tanto riesgo? El mismo cielo contra nuestros delitos irritado nos entrega al furor de los infieles, y abandonando su piadoso brazo la nacion otras veces protegida, aun esta esclavitud que toleramos es por ventura el miserable fruto de los escesos nuestros.

SUERO.

Y entre tanto será de nuestro aliento único empleo la inútil queja? Humilde nuestro labio aprobará el desprecio de las leyes? Podréis sufrir vos mismo, que violando Jos vínculos mas santos, un perjuro os venga á arrebatar de entre los brazos con mano infiel la prometida esposa ? Que el vil Munuza mezcle temerario á su sangre la sangre de los Godos ? Y este ilustre depósito fiado al valor asturiano, esta reliquia de la estirpe Real, será un temprano fruto de sus traiciones, mientras quietos

y derramando ignominioso llanto, sufrimos el mayor de nuestros males ? Miserable de aquel que en el naufragio de nuestra gloria cede á la tormenta! No, Rogundo; aun nos queda el medio hidalgo de ofrecer nuestras vidas por las leyes,

los templos y el honor; sepa Pelayo

que el suyo, aunque está ausente, en todo trance merece nuestro apoyo.

BOGUNDO.

Honor sagrado,

podrá ser nuestra sangre precio digno
de su conservacion? Ay, Suero, aplaudo
tus consejos, y en ellos reconozco
cuál es mi obligacion! Pero has pensado
que yo soy tan cobarde, que prefiera
la ignominia á la muerte ? No; corramos,
entremos en palacio; verás como
la furia del tirano despreciando,
le culpo su perfidia....

SUERO.

Todavía

es temprano, Rogundo; mas despacio las heróicas empresas se meditan. El ardor juvenil de vuestros años os puede ser fatal, si la prudencia no les sirve de guia: disfrazando Munuza sus ideas bajo el velo de una falsa amistad, ha procurado ocultarlas á todos; y no es justo que intempestivamente le arguyamos de un delito que oculta cauteloso allá en su corazon. 'Al que es malvado sus mismos artificios le descubren. Huid, pues, de su vista, y entretanto reprimid el dolor y los recelos, que si imprudente los fiais á el labio, peligrará sin duda nuestra empresa:

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