Ni los alegres campos del otoño con las doradas galas ataviados, ni la inocente y rústica algazara con que hace resonar los hondos valles la bulliciosa juventud, que roba del padre Baco los opimos dones; ni en las verdes laderas los rebaños, do con las llenas ubres de su madre juega balando el tierno corderillo; ni las canoras aves por el viento, ni en su argentada márgen, por mil giros serpeando el arroyuelo murmurante, ni toda, en fin, la gran naturaleza en su estacion mas rica y deleitosa, le causa algun placer al alma mia! En vano se presentan á mis ojos la ancha y fecunda carmonense vega, ora de sus tesoros despojada: la orilla del Genil, ceñida en torno del árbol á Minerva consagrado, donde ya el pingüe fruto bermejea : los cordobenses muros, con la cuna de tanto ilustre vate ennoblecidos : mil pueblos que del seno enmarañado de los Marianos montes, patria un tiempo de fieras alimañas, de repente nacieron cultivados, do á despecho de la rabiosa envidia, la esperanza de mil generaciones se alimenta: lugares algun dia venturosos, del gozo y la inocencia frecuentados, y que honró con sus plantas Galatea; mas hoy de Fílis con la tumba fria y con la triste y vacilante sombra del sin ventura Elpino, ya infamados, y á su primer horror restituidos: en vano todo aquesto mis cansados ojos, al llanto solamente abiertos, en sucesiva progresion repasan; que el meridiano sol inflama y dora ¡ay! sobre ellas tambien llevad piadosos Y tú, piadoso Bétis, que al encuentro de hoy mas serás por tu piedad famoso. frecuentes himnos: subirá tu fama sobre la fama del sagrado Tibre, y en tu alabanza emplearán por siempre Jovino y sus amigos la su lira. Mas ay! dó estais agora, oh mis amigos! Tú, mi dulce Miguel, tú, gloria mia, gloria y honor del hispalense suelo, de pundonor y de amistad dechado, tesoro de virtud y de doctrina, oculto empero en ejemplar modestia, y abierto solo al pecho de Jovino : tú, amado Caltoxar, que en floreciente y hermosa juventud eres espejo y flor de la andaluza gallardía, buen esposo, buen padre, buen patriola, en fe constante, en amistad sincero: y tú, querido Isidro, otra esperanza, ausente yo de la hispalense Themis, perseguidor del vicio, y de la santa virtud apoyo: eternos compañeros de mi florida edad, dulces amigos, pedazos de mi alma', dó estais ora? Acaso vais al ancho consistorio á consagrar, alumnos de Sofía, vuestros talentos á la dulce patria? Ay! os diera yo ejemplos otras veces de esta virtud honrada y provechosa, de este amor patrio, y juntos le buscabais en pos de mí, con generoso anhelo ! Por ventura pisais la verde orilla del ancho Bétis, y en discursos graves, ó sazonados chistes, vais las horas, las fugitivas horas engañando? Ay! en tan dulce y noble compañía, por qué no se halla el triste de Jovino? quién le arrancó de tan feliz morada ? quién le privó de tan cabal ventura? Ay! ya no volverán esos lugares, do el alma paz, el gusto y la alegría moran de asiento, á recrear sus ojos. á ver á la angustiada Galatea ? Ay! dó se esconde? acaso en la espesura se solazaba el triste de Jovino? y agora en tristes lágrimas bañado? la natural ternura es un delito? de una amistad virtuosa y sin mancilla? Su llanto esconden los que en él al mundo un testimonio dan de sus flaquezas; pero el sensible corazon, al casto fuego de la amistad solmente abierto, se habrá de avergonzar en su ternura? Ah! no se cubra la virtud sencilla con el color de la vergüenza infame; y el rubor, y el atroz remordimiento vayan á atormentar las almas reas. Ay ! cuántas veces! ay! entre esas murtas pasó contigo del sereno otoño las sosegadas tardes en alegres dulces coloquios el que sin tí agora en muda y triste soledad las pasa ! Cuántos blandos coloquios, mientras leda y de los tus amigos en compaña el florido recinto discurrias! Cuántos blandos coloquios deleitaban nuestros unidos inocentes pechos ! Tambien contigo la florida estancia cruzaban divertidas, la virtuosa Marina, de leal y blando pecho, ( mal de su infiel zagal correspondida) y la envidiosa Lice, que aunque en años con la antigua corneja compitiendo, todavía en donaire y hermosura contigo (ay necia!) competer queria. Oh cuántas veces la infeliz, cantando, llamó con voz temblona al perezoso amor, que en tu semblante reposaba ; en tu jóven semblante, y no la oia ! que sobre seca rama nunca el malo hacer quisiera asiento ni manida. Reíanse á su espalda y se admiraban de su sandez Jovino y sus amigos, y tú con blando enojo los reñias. Ay! qué maligna estrella, qué hado impío le arrebató á Jovino esta ventura, esta feliz y llena bienandanza ? Ay! do le arrastra su fatal destino? Llévale á corta edad á que se engolfe en alta mar, donde el continuo embate de afanes y vigilias, de tí ausente, su vida á un tiempo y su ventura acabe. Llévale á sepultar su triste llanto en lejana region, solo habitada de pechos insensibles do no tienen la compasion y la piedad manida. Llévale á ser esclavo de una austera terrible obligacion, y cuán costosa, ay! de su blando pecho á la ternura ! Llévale en fin á que en afan contino espere la vejez, la edad del llanto, de males y cuidados combatida, y de los dulces años con la triste |