la fuerza que dispone te arrastra, un númen rompe de amor y sus harpones. Tú amas, sí, tú sigues la ley que reconocen con fuerza irresistible los hombres y los dioses. Y en tanto que corrida quisieras las regiones trocar del alto cielo por los tartáreos bosques, del duro amor guiada registras todo el orbe, las playas y los valles, los mares y los montes, buscando ansiosa y triste al barragan que sobre las cumbres de Tesalia el hado de tí esconde. Le hallas por fin, mas cuando amante reconoces de tu pasion la causa, y al dulce triunfo corres, el mísero insensible, y huyendo en sueño torpe, ni á tu esplendor despierta, ni aun sueña tus favores. A Melendez. Quien me dará que pueda, sobre el humilde vulgo de gloria, á par del Númen, viviésemos loando de la virtud divina la gracia y los encantos ! Entonces sí, que libres del soplo envenenado del odio y de la envidia, burláramos cantando sus tiros descubiertos y sus ocultos lazos; entonces sí, que lejos del turbulento bando, que sigue los pendones del vicio, y agitados de un astro mas divino, las liras, por la mano de la amistad guarnidas unidos nuestros nombres de nuestra voz, los hombres Rector del cielo al justo Cantinela á Don Ramon de Posada, con motivo de unos versos escritos por una señora Americana. De cuando acá las Musas, que solo á los mozuelos sus gracias repartian antes de ahora, hicieron tan súbita alianza con otras de su sexo? vecino al alto Cielo; las delicadas plantas nunca subir pudieron, ni de ellas ser solia hollado aquel sendero, que plantas mas robustas condujo en otros tiempos al templo de la gloria, ó ya al del escarmiento. Mas de la americana Safo los dulces versos de los pasados siglos desmienten el ejemplo. Qué aguda, qué ingeniosa se ostenta! Cuando menos acuden á su pluma el chiste y el gracejo. Pero, de dónde, dime, Ramon, su dulce ingenio tomó la melodia, la exactitud del metro, el número armonioso, los agudos conceptos, la gracia y la dulzura que hierven en sus versos? El rubio y claro Apolo fué acaso su maestro? Acaso de las Musas los virginales pechos tocó algun dia? Acaso crióse en el Permeso? Safo á Faon queria, y Amor la inspiró versos. Debió tal vez Leonarda á Amor su magisterio? Ah! cuántos envidiosos tendrá tu entendimiento, discreta Safo! A cuántos inflamarán sus zelos! |