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que á su semblante hacia la ceja vuelta en arcos, y el cabello en sortijas. Despues del cuerpo airoso las gracias describia. Pintaba como al talle graciosa y bien tejida sobre la igual espalda su trenza descendia. Del hombro ancho y caido al cabo de la fina cintura imperceptible la distancia media.. Pintaba al fin su nivea garganta bien unida al alto ebúrneo pecho partido en dos provincias, sus manos de alabastro, sus gracias y sus risas. Cual era el alma Vénus cuando buscaba en Siria al malhadado Adonis graciosa y peregrina; tal era y de tan altas perfecciones vestida en pluma de Mireo la preciosa Trudina.

A Anfriso.

Con dulce y triste acento

cantaba el otro dia

Anfriso congojado

desdenes de su Lisa

Cantaba los enojos
de la engañosa Ninfa ;
y al son bien acordado
de su laud, salia

envuelta en mil suspiros su queja bien sentida. Oyéronle, y sus males sintieron compasivas las aves que cruzaban por la region vacía, los brutos en el centro de las montanas silvas, y en su argentado márgen sus claras fuentecillas. Jovino á cuya oreja la flébil armonía llegó tambien, dolióse de pena tan esquiva. Cabe en humanos pechos (lleno de horror decia) tan doble y falso trato, tan bárbara perfidia ? Qué astro tan maligno, qué estrella tan impía, qué dios, qué avieso genio con influencia esquiva pudo apartar dos almas que el blando amor unia? Mas, ay! que son acaso, oh Anfriso de tu Lisa fingidos los enojos! Que á veces desconfian zelosas las mugeres de nuestra fe, y altivas, para probarnos solo, nos niegan sus caricias. Cubren la ardiente llama que el pecho les agita, y en vez del dulce agrado, y en vez de blanda risa,

ofrece su semblante enojo y crueles iras.

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Mas guarte, no las creas
Anfriso, á las malignas,
ay! guarte, no te engañe
con sus astucias Lisa!
Cuando se muestre airada
no adules su malicia
con quejas vergonzosas,
con lágrimas indignas.
Ay! guarte, no te dobles.
Ay! guarte, no te rindas.
Si te ama, sufre y deja
que con crueza impía
traspase sus entrañas
la flecha vengativa
con que ella herir de lleno
tu corazon medita.
Verás que amor la vuelve
á tus halagos fina,
y aquella que á tu pecho
hizo sentir esquiva
tan fieros sobresaltos,
de su desden corrida,
hará por obligarte
finezas esquisitas ;
y tú estarás vengado,
cuando ella arrepentida.

Mas si no te ama, ay! guarte,
no adules su perfidia

con quejas vergonzosas, con lágrimas indignas.

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cuidoso y discursivo,
mira con cuánta priesa
el cielo en raudos giros,
midiendo va las horas
de tus años floridos.
Goza, pues, de las dichas

que ofrece el tiempo, amigo,
que para el dia horrendo,
de todos tan temido
asaz de llanto y penas

te guardará el destino.

A Bátilo.

Mientras Bátilo canta con alto y dulce acento los años de Ciparis, muchacho, llena el cuenco que quiero celebrarlos con el licor lieo,

brindándoles alegre, y á su salud bebiendo. Eh! brindo por la tuya, Ciparis: quiera el cielo que de tan digno amante goces por largo tiempo., A tu salud va esotro, Batilo. Llena presto,

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muchacho. Plegue al Númen que tiene culto en Delos, hacer que de tu canto resuene el dulce acento desde uno al otro polo por siglos sempiternos!

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