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ofrece sus inciensos.
Ay, Dios, los bellos dias
pasaron! Pasó el tiempo
de holganza, de venturas,
y de contentamientos!
Pero pues ya mis dichas
y glorias perecieron,
por qué no fué mi nombre
en hondo olvido envuelto?
Por qué me habeis dejado,
cruel Diva, en el recuerdo
de tan sabrosos gustos
tan amargo tormento?

Oh, cuán dulces instantes! Qué dias tan risueños los que pasar solia al márgen del Permeso! Cuántas veces mi nombre, y el de mi Enarda fueron} escritos de consuno sobre los olmos tiernos, que ya encumbró á mas alta region el raudo tiempo!

De yedra y verde mirto ornado, el suave plectro cuántas veces tañia, y al dulce son atento, cantaba mis venturas que duplicaba el eco!

De Enarda cuántas veces la gracia y dulce ingenio .oaba, y sus encantos encaramaba al cielo!

Cantaba de sus ojos

el rutilante fuego,

su frente hermosa y grave,
y los cabellos luengos,
que airosos abajaban

sobre su blanco pecho!...
Perdona, ó Santa Temis!
perdona estos recuerdos;
Mireo los exige,

y los conduce á Delio.
A Delio, aquel que supo
con tan sonoro plectro,
la integridad augusta
loar de tus decretos.

A Delio, que inflamado
con el divino fuego
que le inspiró tu Númen,
estiende por el viento
el triunfo de los sabios
ministros de tu templo.

A Delio, al hijo ilustre, imágen y heredero

del gran Leon, tu alumno,
tu gloria, y tu recreo.
O genio peregrino!

O inimitable Delio!

O honor! ó prez! ó gloria de los presentes tiempos! Ya las hispanas Musas, que en hondo y vil desprecio yacian, por tí vuelven á su esplendor primero. A tí fué dado solo obrar tan alto hecho; y pues tamaña empresa te reservaba el tiempo, el triunfo que á tal gloria levanta al pueblo Ibero, será del plectro mio perenne y grave objeto, y de una al otro polo resonará en mis versos.

Anfriso á Belisa.

1.o

Del Betis recostado sobre la verde orilla, así el pastor Anfriso se lamentaba un dia, culpando los desprecios de la cruel Belisa: Permita el justo cielo desapiadada Ninfa,

que en la afliccion que lloro, te vea yo algun dia.

Permitan de los dioses

las siempre justas iras, que con tu llanto y quejas consuele yo las mias.

Cuando de aquel que adoras, mofada y ofendida,

te quejes á los cielos,

los montes y las silvas; Cuando tu rostro ingrato

descubra las ruinas]

de los rabiosos zelos, de las zelosas iras;

Y cuando de tus ojos

las luces homicidas,
cuidados oscurezcan,
pesares y vigilias,
y del continuo llanto
las mire yo marchitas:

Entonce solazada

la triste ánima mia,

olvidará sus penas,

sus males y sus cuitas:

Entonce el llanto ardiente

que hoy riega mis mejillas,

á vista de tu llanto convertiráse en risa:

Entonce las angustias que el corazon me atristan, los zelos que le agobian, las ansias que le aguijan, se trocarán en gusto, consuelo y alegría.

2.°

En vano te deleitas al ver el llanto mio, cruel Enarda! En vano celebras mis suspiros.

De lágrimas ardientes mi rostro humedecido, con las vigilias flaco, con el dolor marchito, tu liviandad arguye, reprende tus caprichos, y al mundo entero grita tu infamia y tu delito. Estos que en mi semblante ves de dolor indicios, no son exequias tristes hechas á un bien perdido; no son á tu hermosura tributos ofrecidos :

De tu perfidia solo

son argumento fijo, horror de tus engaños, baldon de mis delirios.

No lloro tus rigores, ni siento haber perdido correspondencias falsas,

favores fementidos.

De mi ceguedad solo
y mis engaños gimo.
Lloro á un ingrato númen
los hechos sacrificios,
y el exhalado incienso
sobre un altar indigno.
Lloro el recuerdo infame
del cautiverio antiguo,
y el peso vergonzoso
de los llevados' grillos.

En mi memoria triste revuelvo de contino Obsequios mal pagados, desdenes mal sufridos, pospuestos y olvidados finezas y suspiros.

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