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tu dicha á los arcanos
del tiempo, ni al incierto
compás del astrolabio.
Implórale, y no alces
tus ojos al zodiáco,

que

á sus constelaciones del hombre no ligaron las dichas, ni el contento con ciega ley, los hados. Implórale, y ahora escrito esté el amargo momento de tu muerte sobre el fogoso tauro; ora, por las pleyadas no visto, de acuario guardado esté en la urna: respeta de su brazo la fuerza omnipotente, y adórala postrado; que no de los planetas ni los volubles astros pendiente está tu vida, mas solo de su brazo.

A los dias de Almena (67).

Pasan en raudo vuelo

los dias y los años,

y van de los vivientes
la sucesion notando.
A la niñez florida
sigue con breves pasos
la juventud lozana
del bullicioso bando,
de dichas y placeres
cercada; pero cuando
duerme desprevenida,

del dulce amor en brazos,

le sale al paso, llena de males y cuidados, la triste edad rugosa,

la edad de afan y llanto.

Solos en esta varia

vicisitud triunfamos

tú, Almena, y yo, del tiempo, y el invariable estado

de las venturas nuestras
sin mengua conservamos;
pues sobre mi firmeza,
ni sobre tus encantos,
jamás darles pudieron
jurisdiccion los hados,
ni la implacable muerte,
ni los veloces años.

Al Sol (67).

Padre del universo, autor del claro dia, brillante sol, á cuyo influjo la infinita turba de los vivientes el sér debe y la vida :

Tú, que rompiendo el seno

del alba cristalina,

te asomas en oriente

á derramar el dia

por los profundos valles

y por las altas cimas,

De cuyo reluciente carro las diamantinas y voladoras ruedas con rapidez no vista hienden el aire vago de la region vacía:

En hora buena vengas de luces matutinas,

de rayos coronado

y llamas nunca estintas

á henchir las almas nuestras de paz y de alegría!

La tenebrosa noche, de fraudes, de perfidias y dolos medianera, se ahuyenta con tu vista, y busca en los profundos abismos su guarida.

El sueño perezoso, las sombras, las mentidas fantasmas, y los sustos, su horrenda comitiva, se alejan de nosotros, y en pos del claro dia el júbilo, el sosiego y el gozo nos visitan.

Las horas transparentes,

de clara luz vestidas,
señalan nuestros gustos

y miden nuestras dichas.
O bien brillante salgas
por las eoas cimas,
rigiendo tus caballos
con las doradas bridas;

O ya el luciente carro
con nuevo ardor dirijas
al reino austral, de donde
mas luz y fuego vibras ;

O en fin precipitado sobre las cristalinas occíduas aguas caigas con luz mas blanda y tibia: Tu rostro refulgente, tu ardor, tu luz divina

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del hombre serán siempre

consuelo y alegría.

Idilio de Montesquieu traducido por el Autor.

Un dia que en los bosques
frondosos de Idalía

andaba yo en compaña
de la niña Cefisa

hallé al Amor que oculto
entre flores dormia
cubierto de unos mirtos,

en cuyas ramecillas
del céfiro los soplos
apenas se sentian.
Las risas y los juegos,
perenne compañía
del Dios,andaban lejos
retozando á porfía,
y le dejaban solo.
Amor en aquel dia
en mi poder estuvo,
y yo pude á su vista
robar todas sus armas,
pues mientras él dormia,
carcax, arco, y saetas
á su lado yacian.
Del mayor de los divos
toma el arco Cefisa,
en él pone una flecha,
y á mí que no la via
la dirigió al instante.
Hirióme

, y yo con risa

le digo, vaya otra,

y hazme mayor herida,
que aquesta es'muy pequeña.

Al punto fué Cefisa

á poner otra; pero

del arco desprendida

cayó en su pie, y turbóse,
porque era la maldita
flecha la mas pesada

que en el carcax habia.
Por fin volvió á cogerla
tiróla, y la maligna

me hirió otra vez el pecho.
Qué haces, dije, Cefisa ?.
Pretendes inhumana
poner fin á mi vida?
Ella se fué entretanto
á do el amor yacia
en sueño sepultado.
Está dijo Cefisa

de tan frecuentes tiros

rendido á la fatiga.

Vamos á atar con flores sus pies y manecillas. No, dije yo, no lo hagas, que á su Deidad mil dichas debemos y favores. Pues voy, dijo la Ninfa, á dispararle un dardo de los que el malo tira con cuanta fuerza pueda. Pero no ves, Cefisa, que puedes despertarle? Y bien, si nos divisa, podrá hacer otra cosa que darnos mas heridas? No, no, dije, dejemos que duerma sin fatiga, y estémonos sentados cabe él en compañía, para que á nuestras almas inflame mas su vista.

Entonces recogiendo

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