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con tal que al cabo tu rigor mitigue,
y que te obligue á lastimar mi cuita
fausto y propicio.

Mas ¡ ay! que en tanto que á tu sordo Númen mi voz con ruego fervoroso clama

con nueva llama el corazon derrites

fiero y terrible.

Manifestacion del estado de España bajo de la influencia de Bonaparte en el gobierno de Godoy (65).

ODA.

No existe, Arnesto, ya ni remembranza
de los claros varones,

que á la frente de ibéricas legiones
llevaron el terror y la matanza

de la una á la otra zona

en su esfuerzo, en su brazo, en su tizona.
La ponderosa lanza que terciaba

Villandrando en sus hombros,

y á do quier que forzado la vibraba,
lanzaba muerte, asolacion y escombros,
yace ha tiempo olvidada,

envuelta en polvo y del orin tomada.

Las ruinas de Sagunto son padrones
que al pie del Turia undoso

esplican con silencio majestuoso,
que fueron sus indómitos campeones,
confusion del Romano:

hoy vergüenza y baldon del Castellano !
El atrevido, el ínclito Estremeño,

que con las huestes fieles

fió su vida al Ponto en frágil leño,
y se orló en otro mundo de laureles;
desde la fria tumba

nos da en rostro con Méjico y Otumba.

Sí, Arnesto, disipóse cual espuma el tiempo bienhadado,

en que el valor de España vió asombrado el lacio imperio, el Moro y Motezuma: hubo, Arnesto, hubo dia

en que la patria tuvo nombradía. Mas hoy triste, llorosa y abatida,

de todos despreciada,

sin fuerzas casi al empuñar la espada,

que ha sido en otros tiempos tan temida, mueve apenas la planta,

y los ojos del suelo no levanta.

A su lado se ve el pálido miedo,

la encogida pobreza,

la indolente y estólida pereza,

y la ignorancia audaz que con el dedo señala á pocos sabios,

y con risa brutal cierra sus labios.
La religion del cielo descendida,
con tanto acatamiento

por abuelos á nietos transmitida,
ve en el retiro de su augusto asiento
que los hijos que crecen

bajo su sombra, la ajan y escarnecen.
Los ministros sacrílegos de Astrea
penetran en el templo,

y con maldad horrible, sin ejemplo,
pisan, rompen el velo de la Dea,
y el fiel de su balanza

lo inclinan al poder ó á la venganza.
El adulterio por los patrios lares
entra y sale corriendo,

y las palmas con júbilo batiendo, cuenta ufano los triunfos á millares:

los justos se comprimen,

llora Himeneo, las virtudes gimen.

La devorante fiebre ultramarina

al suelo bispano pasa,

deja yermo el Tugurio, al pueblo arrasa, y el sacro Bétis la cabeza inclina

sobre su barba cana,

viendo el estrago de la peste insana.
Nuestras naos preñadas de riqueza
de las minas indianas

surcan el golfo, navegando ufanas
al puerto hercúleo: ay! qué de tristeza,
de males y de estrago

las de Albion preparan sobre el lago!
Al mismo tiempo de su templo Jano

va las puertas abriendo,

y

el aldabon los clavos sacudiendo,

forma un ruido que aterra el pecho humano: da el bronce el estampido,

salta la sangre, escúchase el quejido.

En tanto España, flaca y amarilla,

el ropage rugado,

destrenzado el cabello, y á su lado postrados los leones de Castilla, alza las manos bellas

á los cielos, de bronce á sus querellas. Hasta cuándo, prorumpe, Dios eterno, ha de estar levantada

la veneranda, la terrible espada

de tu justicia inmensa? Tu amor tierno, tu piedad sacrosanta

á mis hijos no acorre en pena tanta ?
Los talleres desiertos, del arado
arrumbado el oficio,

el saber sin estima, en trono el vicio,
la belleza á la puja, Marte airado,
sin caudillo las tropas.....

tornan, señor, los tiempos de D. Opas?
En esto habia de parar mi gloria?

Mi fin ha de ser este?

y falsías, y guerra, y hambre, y peste, los postrimeros fastos de mi historia ?

mi llanto continuado

no podrá contener tu brazo airado?

Vuelve, señor, el rostro á mis pesares, vuelve al arco la guerra,

pureza al éter, brazos á la tierra,

el debido respeto á tus altares, prez y valía al bueno,

á Temis libertad, paz á Miseno.

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IDILIOS.

A UN SUPERSTICIOSO (66).

ORQUÉ Consultas, dime, con las estrellas, Fabio, y vas en sus mansiones tu horóscopo huscando? Son ellas por ventura á quienes fué encargado dar principio á tus dias, ó término á tus años? Las vidas de los hombres no penden de los astros; que en el olimpo tienen moderador mas alto.

Aquel gran Sér que supo con poderosa mano los orbes cristalinos sacar del hondo caos;

que enciende el sol y guia
su luminoso carro;

que mueve entre las nubes,
de estruendo y furia armado,
su coche y forma el trueno;
que vibra el fuerte rayo;
refrena el viento indócil
y aplaca el mar turbado:
aquel es de tu vida
el dueño soberano,
y él solo en sí contiene
la suma de tus años.
Implórale, y no fies

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