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reino del caos y la anciana noche. Otras diez mil banderas al momento, por el oscuro aire tremoladas, brillaron con colorés orientales, á cuya luz se viera un bosque espeso de picas, de bruñidos capacetes, y escudos muchos fuertemente unidos, que el formidable ejército ostentaban. Al punto en ordenados batallones se pone en marcha la tremenda hueste al son de dulces flautas y de pífanos, al tono dorio y pausas acordados: tono que en otro tiempo el noble pecho de los antiguos héroes encendia en los combates, no con rabia inútil, sino con reflexivo y firme aliento, despreciador del susto y de la muerte: tono grave y solemne, que inspiraba tranquilos pensamientos, arrojando de los mortales ó inmortales pechos la angustia, el duelo, el susto y el quebranto. Marchaba, pues, unida y animosa la falange de espírtus en silencio, y al dulce son de las acordes flautas la ardiente arena alegres discurrian; Hasta que ya avanzados se pararon mostrando un ancho fuerte formidable con las feroces relumbrantes armas; y cual las huestes del heróico tiempo con lanzas y paveses muy cerrados, esperaban la voz del gran caudillo. Entonces él por las armadas filas tendió la esperta vista, y travesando rápido los inmensos batallones,

vió el órden de los suyos, sus semblantes,

su aire y estatura, cual de Dioses :

al fin sumó su número, y henchido

su corazon entonces de soberbia

se glorió en su poder vano y protervo.
Porque jamás desde su infancia el mundo
viera ejército tal, ni comparados
con él los mas famosos, parecieran
otro que cual la enana infantería

que lidia con las grullas, aunque á un tiempo
se ayuntasen la prole gigantea

de Flegra y los heróicos escuadrones que lidiaron en Teba y Troya en uno revueltos en sus Dioses auxiliares:

los que ensalza y describe el fabuloso
cuento de Artus, seguido por sus fuertes
caballeros britanos y bretones:

los que despues, ya infieles, ya cristianos
en Montalvan justaron, ó Aspremonte,
en Marruecos, Damasco, ó Trebisonda;
y los que en fin Biserta envió de Africa
cuando allá Carlo Magno y los sus Pares
fueron en Roncesvalles derrotados.
Tanto dista el ejército tartáreo
de las mortales fuerzas ! Todavía
guardaban sujecion al gran caudillo.
El entre los demas sobresaliendo
en aire y gentileza, estaba erguido
como una torre; ni del todo hubiera
su lustre original perdido y gloria;
antes como un arcángel relucia

con luz empero y resplandor menguados.
Cual al romper del dia el sol naciente
lanza al través de niebla matutina
su luz remisa, ó tras la luna oculto
en pardo eclipse, á la mitad espanta
de las naciones crédulas, y anuncia
ruinas y sustos á medrosos Reyes;
así, aunque escurecido todavía,
entre todos brillaba el alto arcángel;
del rayo celestial las cicatrices
señalaba profundas su semblante,

y los fieros cuydados le anublaban :
empero heróico aliento y concentrada
soberbia á la venganza siempre pronta
anunciaba su ceño. Aunque feroces
todavía en sus ojos parecian

gran lástima y cruel remordimiento,
al ver de su traicion los compañeros,
ó mas bien los secuaces (cuán distintos
de lo que un tiempo fueran !) condenados
tambien con él á pena perdurable :
mil millones de espírtus por su culpa,
arrojados del cielo, de la eterna

Jumbre inmortal por su traicion privados,
y fieles á su alianza, aunque perdido
su nativo esplendor: asi de fuego

del cielo heridos los montanos robles,
ó los pinos de un bosque, annque desnudos
de su frondosa pompa, y chamuscados
sobre el marchito suelo, todavía
duran erguidos los eternos troncos.
Dispuesto á razonar, hace que al punto
plieguen las dobles filas de ala á ala ;
luego enmedio sus grandes le tomaron.
Tres veces quiso hablar, y tres las lágrimas
cual verter puede un ángel, á sus ojos
á pesar de su orgullo se asomaron.
Por fin rompió y mezcladas con suspiros
hallaron su camino estas palabras.

« Oh, ejército de espírtus inmortales,
héroes sin par! Oh, al Todopoderoso
solmente comparables! Nuestra empresa
no tuvo infame fin, aunque esta horrible
prision, y tan acerba y espantosa
mudanza el triste caso testifiquen.
Mas qué penetracion, qué agudo ingenio,
por mas que diestro combinar supiese
lo presente y pasado, adivinara

que un tal poder, tan grande y tan unido, como el que aquí miramos, cederia

vencido y rechazado? Y quién no obstante aun despues de tal rota, habrá que dude que estas fuertes legiones, cuya ruina tiene vacío el cielo, reanimadas

podrán con nuevo ardor subir de un vuelo á recobrar sus tronos primitivos? En cuanto á mí, testigos sean los altos moradores del cielo, si dudoso

en la resolucion ó en los peligros cobarde, malogré vuestra esperanza : pero el supremo Rey, que hasta aquel dia ocupara su trono muy seguro, solo en su antigua posesion fundado, ó en la opinion y tolerancia nuestra, descubriendo la gloria majestuosa de su Real dignidad, mantuvo oculto el lleno de sus fuerzas, y este engaño nos deslumbró y atrajo nuestra ruina. En fin, ya desde hoy son conocidos nuestro poder y el suyo; y si seria locura provocarle á nueva guerra, fuera infamia evitarla provocados ; porque de nuestro sér la mejor parte no está vencida aun, y el alto ingenio nos queda para obrar por escondidos fraudes aquello do el poder no alcanza. Esto á lo menos hallará en nosotros, que no vence del todo á su contrario quien solo en fuerza le aventaja y vence. Ya sabeis que criarse nuevos mundos pueden en el vacío, y que el muy Alto, segun la tradicion que desde antiguo corria por el cielo, proyectaba Formar para estos tiempos uno, plantase cierta gente venturosa, caro objeto de todas sus delicias, é igual en dicha á sus celestes hijos. Probemos, pues, y á él, ó á otro hagamos nuestra primer salida, que no siempre

donde

han de vivir en esta sima hundidos

los hijos de la luz, ni por mas tiempo
cubiertos de las sombras baratrales.
Pero esto debe consultarse agora
con maduro consejo; pues perdida

la esperanza de paz, quién hay que opine
por la vil sumision? Guerra, pues, guerra
abierta ú oculta resolver debemos, >>
Dijo y luego aprobando su discurso
millones de querubes, las espadas,
por el aire vibradas, relumbraron,
iluminando en torno el ancho infierno,
y todos ensañados contra el trono
del muy Alto, con armas resonantes
dieron en los broqueles reciamente,
tanto que el fiero son de insulto y guerra
llegó al alta techumbre del Empíreo.
Estaba cerca un monte, cuya horrible
cima lanzaba fuego y denso humo,
cubierto en lo demas de una lustrosa
costra, señal de
oro, que encubrian
impregnadas de azufre sus entrañas.
Allá voló prontísima una inmensa
brigada de guerreros, como suelen
ante un real campamento, bien armados
de picos y de sobles correr listos
los piquetes de bravos gastadores
á alzar una trinchera ó parapeto.

Guiábalos Mammon, Mammon, de cuantos

espíritus cayeron del Empíreo,

espíritu el mas vil, pues en el mismo

cielo siempre sus ojos y deseos

fijos del rico pavimento al oro,
pisado allí de todos, le admiraba
sobre la clara y refulgente gloria

que
inundaba de Dios el trono santo.
De él primero aprendieron los mortales
á robar de la tierra el centro oscuro :

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