por los llanos del cielo, en lid dudosa, hicieron vacilar su santo trono. Por fin, se perdió el campo; mas qué importa? aun dura el albedrío, el odio eterno, la guerra al gran contrario: eterna guerra, Así el ángel infiel, mientra el despecho y así su compañero le responde: « los bravos serafines á la guerra, caso de aquella rota ignominiosa que nos privó del cielo, derribando nuestro brillante ejército á este abismo, do yace destruido, cuanto pueden ser las puras sustancias destruidas. Empero aun vive el ánimo invencible, bien que oscurecida nuestra gloria, y todas nuestras dichas, en este hondo piélago de miserias anegadas, y el antiguo vigor renacer siento. Pero si el vencedor Omnipotente (que tal le creo, pues vencernos pudo) solo nos ha dejado nuestras fuerzas y espíritu sin mengua, para hacernos sufrir y soportar los crueles males que su insaciable ira nos prepara ; ó si, ya que el derecho de la guerra nos hace esclavos suyos, quiere solo que cual esclavos viles le sirvamos en este horrible infierno, ejecutores por la honda oscuridad de sus designios: de qué nos servirá sentir sin mengua nuestra angélica fuerza, ó del sér nuestro la eterna duracion, eterna solo para sufrir sin fin eternos males? >> A esto Satán así responde al punto: << Caido querubin, mostrar flaqueza en la prosperidad, ó en la desgracia, cosa es por cierto infame. No presumas que podrá el bien de las acciones nuestras ser objeto jamás. El mal solmente lo puede ser, el mal tan aborrido de la alta voluntad que repugnamos. Y pues de nuestro mal su Providencia el bien sacar pretende, nuestro empeño sea, que del bien mismo el mal resulte; y esta gloria, que ó miente mi esperanza, ó será muy copiosa, nos consuele : la gloria de afligirle, de inquietarle y trastornar sus últimos designios. Ya ves que el vencedor detuvo el brazo de los fieros ministros de sus iras, que airados nos cargaban, y á las puertas los obligó á volver del alto cielo. Una lluvia de azufre tempestuosa, que arrojó tras nosotros, cerró el paso á esta honda cueva, en que de allá caimos ya ni la luz medrosa del relámpago deslumbra en el infierno, ni resuena por su hueca estension del trueno horrendo el retumbante son. Acaso toda su furia ha consumido en la venganza. de este golfo encendido, allí busquemos, por qué medios de hoy mas del enemigo turbarémos la gloria, ó la que tristes perdimos cobrarémos, ό por cuáles nuestro destino suavizar se puede; qué alivio en fin nos muestra la esperanza, ó á que estremo el despecho nos arroja. » Así Satán á Belcebub le habla, y mientra su semblante levantado sobre la honda, los ojos centellantes relucian, el resto de su cuerpo, monstruosamente grande, en el ardiente golfo tendido á una y otra parte, ocupaba flotando un trecho inmenso : tal cual las viejas fábulas nos pintan á los monstruosos hijos de la tierra que hicieron guerra á Jove Briareo, y el que su nombre al antro dió Thifonio: ó como Leviathan, la mas enorme criatura que habita el mar cerúleo, tal vez un navichuelo en noche oscura perdido en las espumas de Noruega le topa allí rendido á torpe sueño, y el piloto creyéndole una isla (así los marinantes lo refieren) en su escamosa piel aferra el ancla, guareciendo trás él del viento insano: tan grande el Archidiablo y tan enorme parecia tendido sobre el golfo de fuego, y nunca de él salido hubiera, ni su altanera frente levantado, si el gran Rector del cielo, á cuyo arbitrio se regula el destino, á sus astucias no hubiese permitido un curso libre, para que mientras busca con delitos reiterados el mal de otras criaturas, labre su propia perdicion, y vea que sus negros designios de la inmensa bondad de Dios sacar pudieron solo gracia y misericordia para el hombre, seducido por él : ira y venganza y eterna confusion para sí mismo. De repente levanta sobre el lago su gigante estatura. A un lado y otro las llamas rechazadas, en undosos remolinos se cortan y retiran, y descubren en medio un ancho valle. Entonces él con estendidas alas emprende el alto vuelo sobre el aire, que estrañó el peso insólito pendiente, y travesando el gran vacío oscuro, posó en la seca tierra, si tal nombre cuadra á un suelo que abrasa de continuo con inflamado azufre y fuego sólido, como con llamas flúidas el lago. Pues tal en su color aparecia como cuando la fuerza soterraña por su antigua virtud, cual otros dioses, al tirano que hoy triunfa: sea en buen hora. A Dios, dichosos campos, donde siempre moran el alma paz y la alegría : salve, horrible mansion! Infierno, salve! Y tú, profundo abismo, abre tu centro al nuevo habitador, cuyos designios jamás el tiempo mudarán ni el hado! Él vivirá en sí mismo, y en sí puede hacer cielo al infierno, infierno al cielo. Si es su sér uno siempre, nada importa que mude de lugar, pues será siempre |