Imágenes de página
PDF
ePub

sus trabajos, y de la madera con toda diligencia se comenzaron á hacer los dichos bergantines.

Ascension, yendo por el rio del Paraguay arriba. Partidos los navíos que iban á hacer el descubrimiento de la tierra, dende á ocho dias escribió una carta el capitan Vergara, cómo los tres españoles se habian partido con número de mas de ochocientos indios por el puerto de las Piedras, debajo del Trópico en veinte y cuatro grados, á proseguir su camino y descubrimiento, y que los indios iban muy alegres y deseosos de enseñar á los españoles el dicho camino; y habiéndolos encargado y encomendado á los indios, se partia para el rio arriba á hacer el descubrimiento.

CAPITULO XXXV.

Cómo se volvieron de la entrada los tres cristianos y indios
que iban á descubrir.

Pasados veinte dias que los tres españoles hobieron partido de la ciudad de la Ascension á ver el camino que los indios se ofrescieron á les enseñar, volvieron á la ciudad, y dijeron que llevando por guia principal Aracare, indio principal de la tierra, habian entrado por el que dicen puerto de las Piedras, y con ellos hasta ochocientos indios, poco mas o menos; y habiendo caminado cuatro jornadas por la tierra por donde los dichos indios iban, guiando el indio Aracare, principal, como hombre que los indios le temian y acataban con mucho respeto, les mandó, desde el principio de su entrada, fuesen poniendo fuego por los campos por donde iban caminando, que era dar grande aviso á los indios de aquella tierra, enemigos, para que saliesen á ellos al camino y los matasen; lo cual hacian contra la costumbre y órden que tienen los que van á entrar y á descubrir por semejantes tierras y entre los indios se acostumbraba; y allende de esto, el Aracare públicamente iba diciendo á los indios que se volviesen y no fuesen con ellos á les enseñar el camino de las poblaciones de la tierra, porque los cristianos eran malos, y otras palabras muy malas y ásperas, con las cuales escandalizó á los indios; y no embargante que por ellos fueron rogados y importunados siguiesen su camino y dejasen de quemar los campos, no lo quisieron hacer; antes al cabo de las cuatro jornadas se volvieron, dejándolos desamparados y perdidos en la tierra, y en muy gran peligro, por lo cual les fué forzado volverse, visto que todos los indios y las guias se habian vuelto.

CAPITULO XXXVI.

Cómo se hizo tablazon para los bergantines y una carabela. En este tiempo el Gobernador mandó que se buscase madera para aserrar y hacer tablazon y ligazon, así para hacer bergantines para el descubrimiento de la tierra, como para hacer una carabela que tenia acordado de enviar á este reino para dar cuenta á su majestad de las cosas sucedidas en la provincia en el descubrimiento y conquista de ella; y el Gobernador personalmente fué por los montes y campos de la tierra con los oficiales y maestros de bergantines y aserradores; los cuales en tiempo de tres meses aserraron toda la madera que les paresció que bastaria para hacer la carabela y diez navíos de remos para la navegacion del rio y descubrimiento de él; la cual se trajo á la ciudad de la Ascension por los indios naturales, á los cuales mandó pagar

CAPITULO XXXVII.

De cómo los indios de la tierra se tornaron á ofrescer. Y visto que los cristianos que habia enviado á descubrir y buscar camino para hacer la entrada y descubrimiento de la provincia se habian vuelto sin traer relacion ni aviso de lo que convenia, y que al presente se ofrescian ciertos indios principales naturales de esta ribera, algunos de los cristianos nuevamente convertidos y otros muchos indios, ir á descubrir las poblaciones de la tierra adentro, y que llevarian consigo algunos españoles que lo viesen, y trujesen relacion del camino que ansí descubriesen, habiendo hablado y platicado con los indios principales que á ello se ofrecieron, que se llamaban Juan de Salazar Cupirati, y Lorenzo Moquiraci, y Timbuay, y Gonzalo Mayrairu, y otros; v vista su voluntad y buen celo con que se movian á descubrir la tierra, se lo agradeció y ofresció que su majestad, y él en su real nombre, se lo pagarian y gratificarian ; y á esta sazon le pidieron cuatro españoles, hombres pláticos en aquella tierra, les diese la empresa del descubrimiento, porque ellos irian con los indios y pornian en descubrir el camino toda la diligencia que para tal caso se requeria; y visto que de su voluntad se ofrescian, el Gobernador se lo concedió. Estos cristianos que se ofrescieron á descubrir este camino, y los indios principales con hasta mil y quinientos indios que llamaron y juntaron de la tierra, se partieron á 15 dias del mes de diciembre del año de 542 años, y fueron navegando con canoas por el rio del Paraguay arriba, y otros fueron por tierra hasta el puerto de las Piedras, por donde se habia de hacer la entrada al descubrimiento de la tierra, y habian de pasar por la tierra y lugares de Aracare, que estorbaba que no se descubriese el camino pasado á los indios, á que nuevamente iban, y que no fuesen induciéndoles con palabras de motin; y no lo queriendo hacer los indios, se lo quisieron hacer dejar descubrir por fuerza, y todavía pasaron delante; y llegados al puerto de las Piedras los españoles, llevando consigo los indios y algunos que dijeron que sabian el camino por guias, caminaron treinta dias contino por tierra despoblada, donde pasaron grandes hambres y sed; en tal manera, que murieron algunos indios, y los cristianos con ellos se vieron tan desatinados y perdidos de sed y hambre, que perdieron el tino y no sabian por dónde habian de caminar; y de esta causa se acordaron de volver y se volvieron, comiendo por todo el camino cardos salvajes, y para beber sacaban zumo de los cardos y de otras yerbas, y á cabo de cuarenta y cinco dias volvieron á la ciudad de la Ascension; y venido por el rio abajo, el dicho Aracare les salió al camino y les hizo mucho daño, mostrándose enemigo capital de los cristianos y de los indios que eran amigos, haciendo guerra á todos; y los indios y cristianos llegaron flacos y muy trabajados. Y vistos los daños tan notorios que el dicho Aracare indio habia hecho y hacia, y cómo estaba declarado por enemigo capital, con parescer de los oficiales de vuestra majestad y religiosos, mandó el Gobernador proceder contra él, y se hizo el proceso, y mandó

que á Aracare le fuesen notificados los autos, y así se lo notificaron, con gran peligro y trabajo de los españoles que para ello envió, porque Aracare los salió á matar con mano armada, levantando y apellidando todos sus parientes y amigos para ello; y hecho y fulminado el proceso conforme á derecho, fué sentenciado á pena de muerte corporal, la cual fué ejecutada en el dicho Aracare indio, y á los indios naturales les fué dicho y dado á entender las razones y causas justas que para ello habia habido. A 20 dias del mes de diciembre vinieron á surgir al puerto de la ciudad de la Ascension los cuatro bergantines que el Gobernador habia enviado al rio del Paraná á socorrer los españoles que venian en la nao que envió dende la isla de Santa Catalina, y con ellos el batel de la nao, y en todos cinco navíos vino toda la gente, y luego todos desembarcaron. Pedro Destopiñan Cabeza de Vaca, á quien dejó por capitan de la nao y gente, el cual dijo que llegó con la nao al rio del Paraná, y que luego fué en demanda del puerto de BuenosAires; y en la entrada del puerto, junto donde estaba asentado el pueblo, halló un mastel enarbolado hincado en tierra, con unas letras cavadas que decian : «Aquí está una carta;» y fué hallada en unos barrenos que se dieron; la cual abierta, estaba firmada de Alonso Cabrera, veedor de fundiciones, y de Domingo de Irala, vizcaíno, que se decia y nombraba teniente de gobernador de la provincia; y decia dentro de ella cómo habian despoblado el pueblo del puerto de Buenos-Aires, y llevado la gente que en él residia á la ciudad de la Ascension por causas que en la carta se contenian; y que de causa de hallar el pueblo alzado y levantado, habia estado muy cerca de ser perdida toda la gente que en la nao venia, así de hambre como por guerra que los indios guaranies les daban; y que por tierra, en un esquife de la nao, se le habian ido veinte y cinco cristianos huyendo de hambre, y que iban á la costa del Brasil; y que si tan brevemente no fueran socorridos, y á tardarse el socorro un dia solo, á todos los mataran los indios; porque la propria noche que llegó el socorro, con haberles venido ciento y cincuenta españoles pláticos en la tierra á socorrerlos, los habian acometido los indios al cuarto del alba y puesto fuego á su real, y les mataron y hirieron cinco ó seis españoles ; y con hallar tan gran resistencia de navíos y de gente, les pusieron los indios en muy gran peligro; y así, se tuvo por muy cierto que los indios mataran toda la gente española de la nao si no se hallara allí el şocorro, con el cual se reformaron y esforzaron para salvar la gente; y que allende de esto, se puso grande diligencia á tornar á fundar y asentar de nuevo el pueblo y puerto de Buenos-Aires, en el rio del Panará, en un rio que se llama el rio de San Juan, y no se pudo asentar ni hacer á causa que era á la sazon invierno, tiempo trabajoso, y las tapias que se hacian las aguas las derribaban. Por manera que les fué forzado dejarlo de hacer, y fué acordado que toda la gente se subiese por el rio arriba, y traerla á esta ciudad de la Ascension. A este capitan Gonzalo de Mendoza, siempre la víspera ó dia de Todos Santos le acontescia un caso desastrado, y á la boca del rio, el mismo dia, se le perdió una nao cargada de bastimento y se le ahogó gente harta, y viniendo navegando acontesció un acaso extra

ño. Estando la víspera de Todos Santos surtos los navíos en la ribera del rio junto á unas barranqueras altas, y estando amarrada á un árbol la galera que traia Gonzalo de Mendoza, tembló la tierra, y levantada la misma tierra se vino arrollada como un golpe de mar hasta la barranca, y los árboles cayeron en el rio y la barranca dió sobre los bergantines, y el árbol do estaba amarrada la galera dió tan gran golpe sobre ella que la volvió de abajo arriba, y así la llevó mas de media legua llevando el mastel debajo y la quilla encima; y de esta tormenta se le ahogaron en la galera y otros navíos catorce personas entre hombres y mujeres; y segun lo dijeron los que se hallaron presentes, fué la cosa mas temerosa que jamás pasó; y con este trabajo llegaron á la ciudad de la Ascension, donde fueron bien aposentados y proveidos de todo lo necesario; y el Gobernador con toda la gente dieron gracias a Dios por haberlos traido á salvamiento y escapado de tantos peligros como por aquel rio hay y pasaron.

CAPITULO XXXVIII.

De cómo se quemó el pueblo de la Ascension.

A 4 dias del mes de hebrero del año siguiente de 543 años, un domingo de madrugada, tres horas antes que amaneciese, se puso fuego á una casa pajiza dentro de la ciudad de la Ascension, y de allí saltó á otras muchas casas; y como habia viento fresco, andaba el fuego con tanta fuerza, que era espanto de lo ver, y puso grande alteracion y desasosiego á los españoles, creyendo que los indios por les echar de la tierra lo habian hecho. El Gobernador á la sazon hizo dar al arma para que acudiesen á ella y sacasen sus armas, y quedasen armados para se defender y sustentar en la tierra; y por salir los cristianos con sus armas, las escaparon, y quemóseles toda su ropa, y quemáronse mas de docientas casas, y no les quedaron mas de cincuenta casas, las cuales escaparon por estar en medio un arroyo de agua, y quemáronseles mas de cuatro ó cinco mil hanegas de maíz en grano, que es el trigo de la tierra, y mucha harina de ello, y muchos otros mantenimientos de gallinas y puercos en gran cantidad, y quedaron los españoles tan perdidos y destruidos y tan desnudos, que no les quedó con que se cubrir las carnes; y fué tan grande el fuego, que duró cuatro dias; hasta una braza debajo de la tierra se quemó, y las paredes de las casas con la fortaleza de él se cayeron. Averiguóse que una india de un cristiano habia puesto el fuego; sacudiendo una hamaca que se le quemaba, dió una morcella en la paja de la casa; como las paredes son de paja, se quemó; y visto que los españoles quedaban perdidos y sus casas y haciendas asoladas, de lo que el Gobernador tenia de su propria hacienda los remedió, y daba de comer á los que no lo tenian, mercando de su hacienda los mantenimientos, y con toda diligencia les ayudó y les hizo hacer sus casas, haciéndolas de tapias, por quitar la ocasion que tan fácilmente no se quemasen cada dia; y puestos en ello, y con la gran necesidad que tenian de ellas, en pocos dias las hicieron.

CAPITULO XXXIX. Cómo vino Domingo de Irala.

A 15 dias del mes de hebrero vino á surgir á este pueblo de la Ascension Domingo de Irala, con los tres bergantines que llevó al descubrimiento del rio del Paraguay; el cual salió en tierra á dar relacion al Gobernador de su descubrimiento; y dijo que dende 20 de octubre, que partió del puerto de la Ascension, hasta el de los Reyes, 6 dias del mes de enero, habia subido por el rio del Paraguay arriba, contratando y tomando aviso de los indios naturales que están en la ribera del rio hasta aquel dicho dia; que habia llegado á una tierra de una generacion de indios labradores y criadores de gallinas y patos, los cuales crian estos indios para defenderse con ellos de la importunidad y daño que les hacen los grillos, porque cuantas mantas tienen se las roen y comen; críanse estos grillos en la paja con que están cubiertas sus casas, y para guardar sus ropas tienen muchas tinajas, en las cuales meten sus mantas y cueros dentro, y tápanlas con unos tapaderos de barro, y de esta manera defienden sus ropas, porque de la cumbre de las casas caen muchos de ellos á buscar qué roer, y entonces dan los patos en ellos con tanta priesa, que se los comen todos; y esto hacen dos ó tres veces cada dia que ellos salen á comer, que es hermosa cosa de ver la montanera con ellos; y estos indios habitan y tienen sus casas dentro de unas lagunas y cercados de otras; llámanse cacocies chaneses; y que de los indios habia tenido aviso que por la tierra era el camino para ir á las poblaciones de la tierra adentro; y que él habia entrado tres jornadas, y que le habia parescido la tierra muy buena, y que la relacion de dentro de ella le habian dado los indios; y allende de esto, en estos pueblos de los indios de esta tierra habia grandes bastimentos, adonde se podian fornescer para poder hacer por allí la entrada de la tierra y conquista; y que habia visto entre los indios muestra de oro y plata, y se habian ofrescido á le guiar y enseñar el camino, y que en todo su descubrimiento que habia hecho por todo el rio, no habia hallado ni tenido nueva de tierra mas aparejada para hacer la entrada que determinaba hacer; y que teniéndola por tal, habia entrado por la tierra adentro por aquella parte, que por haber llegado en el mismo dia de los Reyes á ella, le habia puesto por nombre el puerto de los Reyes, y dejaba los naturales de él con gran deseo de ver los españoles, y que el Gobernador fuese á los conoscer; y luego como Domingo de Irala hobo dado la relacion al Gobernador de lo que habia hallado y traia, mandó llamar y juntar á los religiosos y clérigos y á los oficiales de su majestad y á los capitanes; y estando juntos, les mandó leer la relacion que habia traido Domingo de Irala, y les rogó que sobre ello hobiesen su acuerdo, y le diesen su parescer de lo que se habia de hacer para descubrir aquella tierra, como convenia al servicio de Dios y de su majestad (como otra vez lo tenia pedido y rogado); porque así convenia al servicio de su majestad, pues tenian camino cierto descubierto, y era el mejor que hasta entonces habian hallado; y todos juntos, sin discrepar ninguno, dieron su parescer, diciendo que convenia mucho

al servicio de su majestad que con toda presteza se hiciese la entrada por el puerto de los Reyes, y que así convenia y lo daban por su parescer, y lo firmaban de sus nombres; y que luego sin dilacion ninguna se habia de poner en efecto la entrada, pues la tierra era poblada de mantenimientos y otras cosas necesarias para el descubrimiento de ello. Vistos los paresceres de los religiosos, clérigos y capitanes, y conformándose con ellos el Gobernador, paresciéndole ser así cumplidero al servicio de su majestad, mandó aderezar y poner á punto los diez bergantines que él tenia hechos para el mismo descubrimiento, y mandó á los indios guaranies que lev endiesen los bastimentos que tenian, para cargar y fornescer de ellos los bergantines y canoas que estaban prestos para el viaje y descubrimiento, porque el fuego que habia pasado antes le habia quemado todos los bastimentos que él tenia, y por esto le fué forzado comprar de su hacienda á los indios los bastimentos, y él les dió á los indios muchos rescates por ellos, por no aguardar á que viniesen otros frutos, para despachary proveer con toda brevedad; y para que mas brevemente se hiciese, y le trajesen los bastimentos sin que los indios viniesen cargados con ellos, envió al capitan Gonzalo de Mendoza con tres bergantines por el Paraguay arriba á la tierra y lugares de los indios sus amigos y vasallos de su majestad, que les tomase los bastimentos, y mandó que los pagase á los indios y les hiciese muy buenos tratamientos, y que les contentase con rescates, que llevaba mucha copia de ellos; y que mandase y apercibiese á las lenguas que habian de pagar á los indios los bastimentos, los tratasen bien, y no les hiciesen agravios y fuerzas, so pena que serian castigados; y que así lo guardasen y cumpliesen..

CAPITULO XL.

De lo que escribió Gonzalo de Mendoza.

Dende á pocos d'as que Gonzalo de Mendoza se hubo partido con los tres navíos escribió una carta al Gobernador, por la cual le hacia saber cómo él habia llegado al puerto que dicen de Giguy, y habia enviado por la tierra adentro á los lugares donde le habian de dar los bastimentos, y que muchos indios principales que le habian venido á ver y comenzado á traer los bastimentos; y que las lenguas habian venido huyendo á se recoger á los bergantines porque los habian querido matar los amigos y parientes de un indio que andaba alzado, y andaba alborotando la tierra contra los cristianos y contra los indios que eran nuestros amigos; que decian que no les diesen bastimentos, y que muchos indios principales que habían venido á pedirle ayuda y socorro para defender y amparar sus pueblos de dos indios principales, que se decian Guacani y Atabare, con todos sus parientes y valedores, y les hacian la guerra crudamente á fuego y á sangre, y les quemaban sus pueblos, y les corrian la tierra, diciendo que los matarian y destruirian si no se juntaban con ellos para matar y destruir y echar de la tierra á los cristianos; y que él audaba entreteniendo y temporizando con los indios hasta le hacer saber lo que pasaba, para que proveyese en ello lo que conviniese; porque allende de lo susodicho, los indios no le traian ningun bastimento,

por tenerlos tomados los contrarios los pasos; y los españoles que estaban en los navíos padescian mucha hambre.

Y vista la carta de Gonzalo de Mendoza, mandó el Gobernador llamar á los frailes y clérigos y oficiales de su majestad y á los capitanes, los cuales fueron juntos, y les hizo leer la carta; y vista, les pidió que le diesen parescer lo que sobre ello les parescia que se debia de hacer, conformándose con la instruccion de su majestad, la cual les fué leida en su presencia; y que conformándose con ella, le diesen su parescer de lo que debia de hacer y que mas conviniese al servicio de su majestad; los cuales dijeron que, pues los dichos indios hacian la guerra contra los cristianos y contra los naturales vasallos de su majestad, que su parescer de ellos era, y así lo daban, y dieron y firmaron de sus nombres, que debia mandar enviar gente de guerra contra ellos, y requerirles primero con la paz, apercibiéndolos que se volviesen á la obediencia de su majestad; que si no lo quisiesen hacer, se lo requiriesen una, y dos, y tres veces, y mas cuantas pudiesen, protestándoles que todas las muertes y quemas y daños que en la tierra se hiciesen fuesen á su cargo y cuenta de ellos; y cuando no quisiesen venir á dar la obediencia, que les hiciese la guerra como contra enemigos, y amparando y defendiendo á los indios amigos que estaban en la tierra.

Dende a pocos dias que los religiosos y clérigos y los demás dieron su parescer, el mismo capitan Gonzalo de Mendoza tornó á escrebir otra carta al Gobernador; en la cual le hacia saber cómo los indios Guacani y Atabare, principales, hacian cruel guerra á los indios amigos, corriéndoles la tierra, matándolos y robándolos, hasta llegar al puerto donde estaban los cristianos que habian venido defendiendo los bastimentos; y que los indios amigos estaban muy fatigados, pidiendo cada dia socorro á Gonzalo de Mendoza, y diciéndole que si brevemente no los socorria, todos los indios se alzarian, por excusar la guerra y daños que tan cruel guer

ra les hacia de contino.

CAPITULO XLI.

De cómo el Gobernador socorrió á los que estaban con Gonzalo de Mendoza.

Vista esta segunda carta, y las demás querellas que daban los naturales, el Gobernador tornó á comunicar con los religiosos, clérigos y oficiales, y con su parescer mandó que fuese el capitan Domingo de Irala á favorescer los indios amigos, y á poner en paz la guerra que se habia comenzado, favoresciendo los naturales que recebian daño de los enemigos; y para ello envió cuatro bergantines, con ciento y cincuenta hombres, demás de los que tenia el capitan Gonzalo de Mendoza allá; y mandó que Domingo de Irala con la gente, que fuesen derechos á los lugares y puertos de Guacani y Atabare, y les requiriese de parte de su majestad que dejasen la guerra y se apartasen de hacerla, y volviesen y diesen la obediencia á su majestad ; que fuesen amigos de los españoles; y que cuando siendo así requeridos y amonestados una, y dos, y tres veces, y cuantas mas debiesen y pudiesen, con el menor daño que pudiesen les hiciesen guerra, excusando muertes y robos

y otros males, y los constriñesen apretándoles para que dejasen la guerra y tornasen á la paz y amistad que antes solian tener, y lo procurase por todas las vias que pudiese.

CAPITULO XLII.

De cómo en la guerra murieron cuatro cristianos que hirieron.. Partido Domingo de Irala y llegado en la tierra y lugares de los indios, envió á requerir y amonestar á Atabare y á Guacani, indios principales de la guerra, y con ellos estaba gran copia de gente esperando la guerra; y como las lenguas llegaron á requerirles, no los habian querido oir, antes enviaron á desafiar á los indios amigos, y les robaban y les hacian muy grandes daños, que defendiéndoles y apartándoles habian habido con ellos muchas escaramuzas, de las cuales habian salido heridos algunos cristianos, los cuales envió para que fuesen curados en la ciudad de la Ascension, y cuatro ó cinco murieron de los que vinieron heridos, por culpa suya y por excesos que hicieron, porque las heridas eran muy pequeñas y no eran de muerte ni de peligro; porque el uno de ellos, de solo un rascuño que le hicieron con una flecha en la nariz en soslayo, murió, porque las flechas traian yerba; y cuando los que son heridos de ella no se guardan mucho de tener excesos con mujeres, porque en lo demás no hay de qué temer la yerba de aquella tierra. El Gobernador tornó á escrebir á Domingo de Irala, mandándole que por todas las vias y formas que él pudiese trabajase por hacer paz y amistad con los indios enemigos, porque así convenia al servicio de su majestad; porque entre tanto que la tierra estuviese en guerra, no podian dejar de haber alborotos y escándalos y muertes y robos y desasosiegos en ella, de los cuales Dios y su majestad serian deservidos; y con esto que le envió á mandar, le envió muchos rescates para que diese y repartiese entre los indios que habian servido, y con los demás que le paresciese que podrian asentar y perpetuar la paz; y estando las cosas en este estado, Domingo de Irala procuró de hacer las paces; y como ellos estuviesen muy fatigados y trabajados de la guerra tan brava como los cristianos les habian hecho y hacian, deseaban tener ya paz con ellos; y con las muchas dádivas que el Capitan General les envió, con muchos ofrescimientos nuevos que de su parte se les hizo, vinieron á asentar la paz y dieron de nuevo la obediencia á su majestad, y se conformaron con todos los indios de la tierra; y los indios principales Guacani y Atabare, y otros muchos juntamente en amistad y servicio de su majestad, fueron ante el Gobernador á confirmar las paces, y él dijo á los de la parte de Guacani y Atabare que en se apartar de la guerra habian hecho lo que debian, y que en nombre de su majestad les perdonaba el desacato y desobediencia pasada, y que si otra vez lo hiciesen que serian castigados con todo rigor, sin tener de ellos ninguna piedad; y tras de esto, les dió rescates, y se fueron muy alegres y contentos. Y viendo que aquella tierra y naturales de ella estaban en paz y concordia, mandó poner gran diligencia en traer los bastimentos y las otras cosas necesarias para fornescer y cargar los navíos que habian de ir á la entrada y des

cubrimiento de la tierra por el puerto de los Reyes, por do estaba concertado y determinado que se prosiguiese; en pocos dias le trujeron los indios naturales mas de tres mil quintales de harina de mandioca y maíz, y con ellos acabó de cargar todos los navíos de bastimentos, los cuales les pagó mucho á su voluntad y contento, y proveyó de armas á los españoles que no las - tenian, y de las otras cosas necesarias que eran me

nester.

CAPITULO XLIII.

De cómo los frailes se iban buidos.

Estando á punto apercebidos y aparejados los bergantines, y cargados los bastimentos y las otras cosas que convenian para la entrada y descubrimiento de la tierra, como estaba concertado, y los oficiales de su majestad y religiosos y clérigos lo habian dado por parescer, callada y encubiertamente inducieron y levantaron al comisario fray Bernaldo de Armenta y fray Alonso Lebron, su compañero, de la órden de san Francisco, que se fuesen por el camino que el Gobernador descubrió, dende la costa del Brasil por entre los lugares de los indios, y que se volviesen á la costa, y llevasen ciertas cartas para su majestad, dándole á entender por ellas que el Gobernador usaba mal de la gobernacion que su majestad le habia hecho merced, movidos con mal celo por el odio y enemistad que le tenian, por impedir y estorbar la entrada y descubrimiento de la tierra que iba á descubrir (como dicho tengo); lo cual hacian porque el Gobernador no sirviese á su majestad ni diese ser ni descubriese aquella tierra; y la causa de esto habia sido porque cuando el Gobernador llegó á la tierra la halló pobre, y desarmados los cristianos, y rotos los que en ella servian á su majestad; y los que en ella residian se le querellaron de los agravios y malos tratamientos que los oficiales de su majestad les hacian, y que por su proprio interese particular habian echado un tributo y nueva impusicion muy contra justicia y contra lo que se usa en España y en Indias, á la cual impusicion pusieron nombre de quinto, de lo cual está hecha memoria en esta relacion, y por esto querian impedir la entrada, y el secreto de esto de que se querian ir los frailes, andaba el uno de ellos con un Crucifijo debajo del manto, y hacian que pusiesen la mano en el Crucifijo y jurasen de guardar el secreto de su ida de la tierra para el Brasil; y como esto supieron los indios principales de la tierra, parescieron ante el Gobernador, y le pidieron que les mandase dar sus hijas, las cuales ellos habian dado á los dichos frailes para que se las industriasen en la doctrina cristiana; y que entonces habian oido decir que los frailes se querian ir á la costa del Brasil, y que les llevaban por fuerza sus hijas, y que antes que llegasen allá se solian morir todos los que allá iban; y porque las indias no querian ir y huian, que los fraites las tenian muy sujetas y aprisionadas. Cuando el Gobernador vino á saber esto, ya los frailes eran idos, y envió tras de ellos y los alcanzaron dos leguas de allí, y los hizo volver al pueblo. Las mozas que llevaban eran treinta y cinco; y ansimismo envió tras de otros cristianos que los frailes habian levantado, y los alcanzaron y truje

ron, y esto causó grande alboroto y escándalo, así entre los españoles como en toda la tierra de los indios, y por ello los principales de toda la tierra dieron grandes querellas por llevalles sus hijas; y así, llevaron al Gobernador un indio de la costa del Brasil, que se llamaba Domingo, muy importante al servicio de su majestad en aquella tierra; y habida informacion contra los frailes y oficiales, mandó prender á los oficiales, y mandó proceder contra ellos por el delito que contra su majestad habian cometido; y por no detenerse el Gobernador con ellos, cometió la causa á un juez para que conociese de sus culpas y cargos, y sobre fianzas llevó los dos de ellos consigo, dejando los otros presos en la ciudad, y suspendidos los oficios, hasta tanto que su majestad proveyese en ello lo que mas fuese servido. CAPITULO XLIV.

De cómo el Gobernador llevó á la entrada cuatrocientos hombres.

A esta sazon ya todas las cosas necesarias para seguir la entrada y descubrimiento estaban aparejadas y puestas á punto, y los diez bergantines cargados de bastimentos y otras municiones; por lo cual el Gobernador mandó señalar y escoger cuatrocientos hombres arcabuceros y ballesteros, para que fuesen en el viaje, y la mitad de ellos se embarcaron en los bergantines, y los otros, con doce de caballo, fueron por tierra cerca del rio, hasta que fuesen en el puerto que dicen de Guaviaño, yendo siempre la gente por los pueblos y lugares de los indios guaranies, nuestros amigos, porque por allí era mejor; embarcaron los caballos, y porque no se detuviesen en los navíos esperándolos, los mandó partir ocho dias antes, porque fuesen manteniéndose por tierra y no gastasen tanto mantenimiento por el rio, y fué con ellos el factor Pedro Dorantes y el contador Felipe de Cáceres; y dende á ocho dias adelante el Gobernador se embarcó, después de haber dejado por su lugarteniente de capitan general á Juan de Salazar de Espinosa, para que en nombre de su majestad sustentase y gobernase en paz y en justicia aquella tierra, y quedando en ella docientos y tantos hombres de guerra, arcabuceros y ballesteros, y todo lo necesario que era menester para la guarda de ella, y seis de caballo entre ellos; y dia de Nuestra Señora de Septiembre dejó hecha la iglesia, muy buena, que el gobernador trabajó con su persona en ella siempre, que se habia quemado. Partió del puerto con los diez bergantines y ciento y veinte canoas, y llevaban mil y docientos indios en ellas, todos hombres de guerra, que parecian extrañamente bien verlos ir navegando en ellas, con tanta municion de arcos y flechas; iban muy pintados, con muchos penachos y plumería, con muchas planchas de metal en la frente, muy lucias, que cuando les daba el sol resplandecian mucho, y dicen ellos que las traen porque aquel resplandor quita la vista á sus enemigos, y van con la mayor grita y placer del mundo; y cuando el Gobernador partió de la ciudad, dejó mandado al capitan Salazar que con la mayor diligencia que pudiese, hiciese dar priesa, y que se acabase de hacer la carabela que él mandó hacer porque estuviese hecha para cuando volviese de la entrada, y pudiese dar con ella aviso á su majestad de la entrada y de todo lo suscedido

« AnteriorContinuar »