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diez y siete dias, que nunca por entradas que mandé hacer, ni por mensajeros que les hice, como he dicho, les pude atraer, por la mucha espesura de montes y grandes sierras y quebradas, y otras muchas fuerzas que tenian.

Aquí supe de muy grandes tierras, la tierra adentro, ciudades de cal y canto, y supe de los naturales cómo esta tierra no tiene cabo, y para conquistarse, segun es grande y de muy grandísimas poblaciones, es menester mucho espacio de tiempo, y por el recio invierno que entra no paso mas adelante á conquistar; antes acordé me volver á esta ciudad de Guatemala, y de pacificar de vuelta la tierra que atrás dejaba, y por cuanto hice y en ello trabajé, nunca los pude atraer al servicio de su majestad; porque toda esta costa del sur, por donde fuí, es muy montosa, y las sierras cerca, donde tienen el acogida; así que yo soy venido á esta ciudad por las muchas aguas, adonde, para mejor conquistar y pacificar esta tierra tan grande y tan recia de gente, hice y edifiqué en nombre de su majestad una ciudad de españoles, que se dice la ciudad del Señor Santiago, porque desde aquí está en el riñon de toda la tierra, y hay mas y mejor aparejo para la dicha conquista y pacificacion, y para poblarlo de adelante; y elegí dos alcaldes ordinarios y cuatro regidores, segun vuestra merced allá verá por la eleccion.

Pasados estos dos meses de invierno que quedan, que son los mas recios de todo, saldré de esta ciudad en demanda de la provincia de Tapalan, que está quince® jornadas de aquí, la tierra adentro, que, segun soy informado, es la ciudad tan grande como esa de Méjico, y de grandes edificios, y de cal y canto, y azoteas; y sin esta, hay otras muchas, y cuatro ó cinco de ellas han venido aquí á mí á dar la obediencia á su majestad, y dicen que la una de ellas tiene treinta mil vecinos; no me maravillo, porque, segun son grandes los pueblos de esta costa, que la tierra adentro haya lo que dicen; este verano que viene, placiendo á nuestro Señor, pienso pasar docientas leguas adelante, donde pienso su maestad será muy servido y su estado aumentado, y vuesra merced terná noticia de otras cosas nuevas. Desde sa ciudad de Méjico hasta lo que yo he andado y conuistado hay cuatrocientas leguas; y crea vuestra mer

ced que es mas poblada esta tierra y de mas gente que toda la que vuestra merced hasta agora ha gobernado.

En esta tierra habemos hallado una sierra do está un volcan, que es la mas espantable cosa que se ha visto, que echa por la boca piedras tan grandes como una casa, ardiendo en vivas llamas, y cuando caen, se hacen pedazos y cubren toda la sierra de fuego. Adelante de esta, sesenta leguas, vimos otro volcan que echa humo muy espantable, que sube al cielo, y de anchor de compás de media legua el bulto del humo. Todos los rios que de allí decienden, no hay quien beba el agua, porque sabe á azufre, y especialmente viene de allí un rio caudal muy hermoso, tan ardiendo, que no le podia pasar cierta gente de mi compañía que iba á hacer una entrada; y andando á buscar vado, hallaron otro rio frio que entraba en este, y allí donde se juntaba hallaron vado templado que lo pudieron pasar. De las cosas de estas partes no hay mas que hacer saber á vuestra merced sino que me dicen los indios que de esta mar del Sur á la del Norte hay un invierno y un verano de andadura.

Vuestra merced me hizo merced de la tenencia de esa ciudad, y yo la ayudé á ganar y la defendí cuando estaba dentro con el peligro y trabajo que vuestra merced sabe; y si hobiera ido en España, por lo que yo á su majestad he servido, me la confirmara y me hiciera mas mercedes; hanme dicho que su majestad ha proveido; no me maravillo, pues que de mí no tiene noticia, y de esto nadie tiene la culpa sino vuestra merced, por no haber hecho relacion á su majestad de lo que yo le he servido, pues me envió acá : suplico á vuestra merced le haga relacion de quién yo soy, y lo que á su majestad he servido en estas partes, y donde ando, y lo que nuevamente le he conquistado, y la voluntad que tengo de le servir en lo que adelante, y cómo en su servicio me han lisiado de una pierna, y cuán poco sueldo hasta agora he ganado yo y estos hidalgos que en mi compañía andan, y el poco provecho que hasta agora se nos ha seguido. Nuestro Señor prósperamente crezca la vida y muy magnífico estado de vuestra merced por largos tiempos.-De esta ciudad de Santiago, á 28 de julio de 1524 años.-Pedro de Albarado.

RELACION

HECHA

POR DIEGO GODOY A HERNANDO CORTÉS,

EN QUE TRATA DEL DESCUBRIMIENTO DE DIVERSAS CIUDADES Y PROVINCIAS, Y GUERRA QUE TUVO CON LOS INDIOS, Y SU MODO DE PELEAR; DE LA PROVINCIA DE CHAMULA, DE LOS CAMINOS DIFÍCILES Y PELIGROSOS, Y REPARTIMIENTO QUE HIZO DE LOS PUEBLOS.

MUY magnífico Señor : Desde el pueblo de Cenacantean escribí á vuestra merced todo lo que hasta entonces me paresció que habia que hacer saber á vuestra merced, y esta será para hacer saber á vuestra merced todo lo dernás que después ha sucedido, de que me pareció que es bien à vuestra merced hacer relacion; y sabrá vuestra merced que en mártes, tercero dia de pascua de Resurreccion, que fueron 29 dias de marzo, por ia mañana el teniente se partió con la gente para ir á un pueblo que se dice Huegueyztean, que de allí áCenacante an habia venido de paz á Francisco de Medina, antes que el teniente allí viniese, que le habia enviado desde Chiapa, y tambien habia ido de paz al teniente á Chiapa; y á mí, con seis de caballo y siete ballesteros, envió por otro camino, para ir á visitar otra provincia que se dice Chamula, que asimismo me había ido de paz al teniente á Chiapa, y para desde allí ir después donde iba el teniente, porque no es muy léjos lo uno de lo otro; y por el camino que me guiaron, habia, hasta llegar á cinco pueblos pequeños de la dicha provincia, que todos están á vista unos de otros, tres leguas de muy perverso camino, que muy poco de él podimos ir cabalgando; y como llegamos al primer pueblo, hallamos que estaba todo despoblado, que en todo él no habia la menor cosa del mundo que comer, ni una olla ni piedra; y este pueblo estaba en un alto, y bajamos de él á una cañada que se hacia para subirá los otros pueblos, que desde este que digo muy bien se veian; los cuales estaban en una ladera muy alta, muy cerca unos de otros, y para subir á ellos se hacia una cuesta muy alta y agra, que de diestro los caballos con gran pena podian subir; y comenzando á subir, vimos en lo alto en el mismo camino un escuadron de gente de guerra y las lanzas enhiestas, que son tan largas como lanzas jinetas; y yendo así por la cuesta arriba, vimos cómo por la loma de la dicha ladera venian, á trechos unos de otros, muchos indios corriendo con sus armas á se juntar con los que estaban sobre el camino, y apellidándose y llamándose unos á otros; y viendo esto, y como la tierra que atrás quedaba para volver

НА.

peleando era tan peligrosa, que poniéndose con nosotros en contienda, corriamos mucho riesgo, y corriéndolo nosotros, lo corrian todos los demás españoles que con el teniente estaban, acordé que era mejor dejar la subida y tornarnos al pueblo que atrás quedaba, que digo que estaba despoblado; y de allí enviéles á hablar, y les envié á decir con un indio de Cenacantean que por qué lo habian hecho mal, que no habian aderezado el camino para que fuésemos; que los caballos no podian subir arriba; que viniesen allí donde estábamos, los seîores ó algunos principales, para les hablar lo que el teniente nos habia mandado que les dijésemos y hiciésemos saber; y nos enviaron á decir que no querian venir, ni que fuésemos allá; que qué los queriamos; que nos volviésemos; si no, que allí estaban con sus armas apercebidos para recebirnos. E viendo esto, y acordándoseme de la de Almería, que me paresció semejante á ella, porque no nos acaesciese algun desman, como se puede creer, segun lo que después sucedió, que fuera milagro escapar ninguno de nosotros, por no poder pelear á caballo ni retraernos, nos volvimos; porque volviendo el teniente con toda la gente sobre ellos, se podia bien castigar; y volviendo la guia, nos llevó por un camino de atajo, por el cual fuimos á salir á puesta de sol adonde el teniente estaba aposentado, que era en el camine, en una muy buena vega muy grande, á par de un rio, y cercado de muy hermosos pinales, á vista de tres pueblos de Cenacantean, que estaban en una sierra que allí junto se hacia, que habrá hasta esta vega de Cenacantean dos leguas y media; y allí llegados, le hice saber al teniente lo que habiamos visto, y que me parescia que era bien que aquellos no quedasen sin castigo; y á él así le paresció.

Otro dia por la mañana, 30 de marzo, miércoles, partimos para ir sobre el dicho pueblo de Chamula, y quedando en la dicha vega todo el fardaje y algunos dolientes, y con ellos Francisco de Ledesma, regidor, con diez de caballo para guarda del real; y nos guiaron por otro camino, que iba á la dicha cabecera de la dicha provincia, y llegamos á ella á hora de las diez del

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dia, y antes de llegar á ella se hace una muy gran cuesta hácia bajo, muy peligrosa, en la cual á la vuelta algunos caballos cayeron en harta hondura, aunque no peligraron, por no ser de piedras y haber en ella algu

nas matas.

nera no habia medio para les poder entrar; que no se asomaba hombre, cuando veinte lanzas le tenian puestas en los ojos. E como anocheció allí en las dichas casas, que eran dos ó tres, desde donde peleamos, tuvimos la noche velando con mucho recado, y no menos de dentro hicieron; que toda la noche hicieron muy grandes areitos y gritas, y tañendo atabales, y muchas veces nos tiraban piedras y algunas flechas, y se oia cómo arrancaban piedras para tirar, porque sonaba al tiempo que la descargaban en el suelo.

Luego, Señor, como fué de dia, comenzamos á combatir el albarrada; y ya que el sol salia, vinieron las hachas Ꭹ azadones y barretas por que se habia enviado; y venido, se comenzó á deshacer el albarrada; y como comenzamos á los apartar, nuestros amigos trajeron haces de paja y fuegos, y pusiéronlo encima de la albarrada á las tablas para las quemar; y tan presto como comenzó á arder el fuego, socorrieron con muchas ollas de agua para lo matar. Antes de esto habian hecho un ardil, que nos echaban mucha agua caliente, envuelta en ceniza y cal; y estando así peleando, echaron un poco de oro desde dentro, diciendo que dos petacas tenian de aquello, que entrásemos á las tomar, como gente que nos mostraba tener en poco. E ya que era mas de mediodía, cuasi á hora de vísperas, teniamos hechos dos portillos, por los cuales nos juntábamos tanto con ellos, que pié á pié peleábamos; y ellos como de cabo tener quedo tanto, que los ballesteros, sin encarar, á manteniente les ponian las ballestas á los pechos, y no hacian sino apretar las llaves y derribar; y estando de esta manera, vino una grandísima agua y una niebla tan escura, que apenas unos á otros nos podiamos ver; fué forzado desviarnos del albarrada á las casas, y duró el agua una hora, y pasada, y esparcida la nie

Bajado, Señor, abajo de la cuesta, alrededor del pueblo, que está en un cerro muy alto, se hace una cañada; y creyendo que luego se pudiera tomar, los de caballo nos partimos en tres cuadrillas, para cercar el dicho pueblo y dar en la gente que hubiese con parte de nuestros amigos; y el teniente con los peones y los demás de los amigos, porque caballo en ninguna manera podia subir, si no era con mucho peligro y de diestro, comenzó á subir por una ladera, por do iba el camino muy angosto y á partes de peña tajada. E llegados ya arriba, antes de llegar al pueblo, á par de unas casas le recibieron con muchas piedras y flechas y con muchas lanzas como las que tengo dichas, que son las armas con que ellos mas pelean, y con unas pavesinas que les cubre todo el cuerpo desde la cabeza hasta los piés, las cuales cuando quieren huir ligeramente, arrollan y toman debajo del sobaco, y muy presto, cuando quieren esperar, las tornan á extender; y aquí peleó un rato con ellos, hasta que los retrajo y metió por una muy fuerte albarrada de esta manera, que tenia de alto dos buenos estados, y tan gruesa como cuatro piés, y mas, toda de piedra y tierra, entretejida con árboles y hecha de mucho tiempo, y por la parte mas áspera tenia una escalera de gradas muy angosta, que subia hácia arriba, por donde entraban adentro; y encima de la dicha albarrada todo del luengo puestas tablas muy gruesas, tan altas como otro estado, y muy reciamente atadas con muy buenos maderos por fuera y por de dentro, y muy fuertes bejucos y cuerdas. E antes de llegar á la dicha albarrada, al pié de ella estaba hecha una pali-bla, tornamos al combate, y hallámonos burlados; que, zada de madera, metida en el suelo y cruzada una con otra, y atada tan fuertemente, que todos estábamos muy espantados; y desde la dicha albarrada de piedra, todo y por de dentro, desde un cerrillo que se hacia, lleno de monte, peleaban tan fuertemente y tiraban tanta piedra, que no habia medio de poderle entrar por ninguna parte; y estando así, arremetieron ciertos españoles á la dicha escalera, creyendo entrarles; y no fueron llegados arriba, cuando los levantaron en peso con las lanzas, y los hicieron volver rodando por ella; y lo mismo hicieron por dos ó tres veces que acometieron por entrarles; lo cual era imposible, porque de dentro era hondo, y de esta manera se defendian, y hirieron muchos españoles y de nuestros amigos; aunque con la artillería y ballestas se les hacia harto daño, porque ellos se descubrian tambien para pelear, que no podia ser menos, y muy pocos tiros se echaban perdidos, que no se empleasen.

Viendo, Señor, que no querian huir, los de caballo, que abajo los estábamos esperando, acordamos de dejar los caballos y hacernos peones, y subimos arriba, y peleamos todo aquel dia hasta que fué de noche, que todo aquel dia se gastó en deshacer la estacada de madera que estaba delante de la dicha albarrada, y el teniente envió al real por hachas y azadones y barretas para derribar el albarrada de piedra; porque de otra ma

segun parece, la noche antes, como se vieron apretar,
y aquel dia no habian hecho sino alzar el hato y muje-
res y cuanto tenian, y subiendo el albarrada, no habia
hombre dentro; y porque paresciese que estaban alli,
dejaron las lanzas arrimadas al albarrada, que se pares-
cian por de fuera; y entramos por el pueblo adelante,
el cual era muy trabajoso de andar, porque cada cinco
ó seis casas era una fortaleza en ser fuertes; y los arro-
yos del agua que habia llovido eran tan grandes, que
no podiamos andar sin dar muchas caidas, y los ami-
gos siguieron hasta abajo, y tomaron muchas mujeres
y mochachos y algunos hombres; tenian asimismo las
lanzas arrimadas á las puertas de las casas, porque pen-
sásemos que estaban dentro, y aquí estuvimos todo es-
te dia y la noche, dondé hallamos harto de comer, que
bien lo habiamos menester, á causa que los dos dias no
habiamos comido ni teniamos qué, ni aun los caballos,
y no hallamos otra cosa. Supimos de los presos que el
dia antes se habian muerto docientos hombres, y que
aquel dia, que habian muerto tantos, que no los conta-
ron; y nos dijeron cómo habian estado allí gente de la
otra provincia de Huegueyztean. Viérnes, 1.o dia del
mes de abril, nos tornamos al real; y porque
sasen los españoles, que todos los mas estaban heridos,
y se hiciese almacen, que mucho se habia gastado, es-
tuvimos allí, y el sábado adelante.

descan

Domingo, 3 dias del mes de abril, después de haber oido misa, partimos de aquí para el dicho pueblo y provincia de Huegueyztean; y el camino hasta llegar á vista de esta, cabecera de esta provincia, es todo muy bueno y llano, de buenos pinales y monte raso; y antes de llegar á esta provincia está una gran cuesta, que se abaja hácia abajo, y el pueblo está sobre otra cuesta; y vimos cómo de otro pueblo por una loma iba corriendo mucha gente, con sus armas, á se meter en la dicha cabecera; y llegados allá, luego parecieron las albarradas que tenian muy grandes, mas no eran tan fuertes como las de Chamula; y como hobiesen gustado y visto lo que en Chamula se habia hecho, desampararon el pueblo y albarradas, y se pusieron en huida muchos de ellos por una ladera de unos cerros, y toda la mas gente por un valle que abajo se hacia de maizales; y por no llevar buen concierto, no se mataron ó prendieron mas de quinientas personas, todos hombres; porque el teniente no quiso aguardar que la gente fuese toda junta, y adelantóse con cinco ó seis de caballo, que con él fuimos, y tiramos por el camino adelante tras los que iban por la ladera, porque nos hallamos en lo alto; y como era mal camino, no podiamos alcanzar sino muy pocos, que se mataron, y algunas mujeres, que se tomaron; y los de abajo iba todo lleno el valle, que era lástima ir así, porque tardó mucho la gente, que ya todos eran idos; todos dejaron las armas que llevaban, como hombres que iban perdidos; y los cinco ó seis de caballo que iban con el teniente seguimos hasta llegar á otro pueblo pequeño, media legua adelante, bien fuerte, y allí esperamos la gente, y el teniente asentó allí el real.

Otro dia lúnes el teniente envió á Alonso de Grado á un pueblo con cierta gente, que se parescia, desde allí de una casa blanca que habia, hasta él, dos buenas leguas, segun los que allá fueron decian, porque decian haberse acogido allí la gente, y paresció estar muy fuerte, porque era en lo mas alto de la sierra, y volvió el mismo dia en la noche, y dijo no haber hallado nada. Parécense desde esta cabecera de Huegueyztean diez ó doce pueblos al derredor de ella, todos en la sierra, y le son sujetos; el valle que pasa por abajo es muy hermoso de labranzas, y pasa por él un rio pequeño.

Todos los pueblos de esta tierra son de esta manera, que tienen guerra unos con otros. Desde aquí envió el teniente un indio de los que se hobieron, á hablar á los señores, que viniesen de paz, y los esperó el dicho dia lúnes, y mártes todo el dia, que no vino ninguno.

Miércoles, 6 dias del mes de abril, nos partimos de estos dichos pueblos, de vuelta para Cenacantean, y seguimos camino para Cematan, porque viendo que los pueblos que se daban de paz, tan presto se rebelaban, todos los españoles perdieron esperanza, aunque la llevarnos buena; viendo que se descobrian muchas poblaciones, y todos venian de paz, iban codiciosos para pedir por allí repartimientos: con esto luego se les trocaron las voluntades, diciendo que cra bien pasar adelante, porque aquella tierra no era para que ninguno osase en ella tomar indios. E viendo esto el teniente, pareciéndole lo mismo, que no hobo ninguno que no

pareciese, nos tornamos, como digo, la vuelta de Cenacantean, y desde aquí fué Alonso de Grado á Chiapa, y le recibieron muy bien, y á otros españoles que fueron á ver otros pueblos que allí el teniente les habia depositado.

Estando, Señor, aquí en este dicho pueblo de Cenacantean, supe cómo Francisco de Medina habia sido causa que estas dichas dos provincias se alzasen; hice contra él informacion y le prendí, y le tomé su confesion; y porque aunque allí se castigara, los indios no lo podian saber, porque nunca mas volvieron de paz, y porque estábamos de camino, le dí al tiempo de la partida sobre fianzas, para en llegando á esta villa proceder contra él; y yo, Señor, le tengo en la cárcel á buen recado, y se hará justicia; y porque vuestra merced sepa de qué manera los hizo alzar, envio á vuestra merced traslado del proceso, porque por él vuestra merced lo verá, y por esto sobre este caso no me alargo mas.

Lúnes, 11 dias del mes de abril, nos partimos de este pueblo de Cenacantean, y fué el señor con el teniente y con algunos indios; el cual siempre fué con nosotros hasta Cematan, y después hasta llegar á la tierra de paz con muy buena voluntad; y este dia que digo, fuimos á dormir, tres leguas, en unos pinales de frente de un pueblo sujeto á Cenacantean, donde nos tenian hechos muy buenos ranchos, y abierto y deservado el camino, y aquí nos proveyeron los indios muy bien de comida, y el mártes adelante fuimos á otros ranchos otras tres lede guas, donde vinieron ciertos pueblos con comida, los cuales el teniente tomó relacion, como hacia de todos los que ante él venian; y por esto de ello yo no haré relacion à vuestra merced, porque yo no la puedo

tomar.

Miércoles, Señor, adelante fuimos á otros ranchos á tres leguas y media; aquí vinieron ciertos naguatutos de una provincia que se dice Anapanasclan, que ya otras veces habian venido de paz, y con ellos ciertos indios de Michampa, y con los dichos naguatutos el teniente habia enviado, y trajeron un poco de oro, y una javilla con casquillos para saetas, que dijeron que el español que está en Soncomisco se las habia mandado hacer para Pedro de Albarado. Esta provincia 6 pueblos, segun yo supe, de cerca de Soncomisco y sus amigos, no sé si se le son sujetos los indios que vinieron; eran de muy buena voluntad para con los españoles, 5, que debe ser buena cosa, á lo que todos creimos; dijéronnos cómo Pedro de Albarado habia entrado en Uclatan, y habia tenido guerra, y habia muerto mucha gente. Dijeron que desde su tierra á Uclatan no habia mas de siete jornadas, y desde Chiapa á su tierra de estos, tres jornadas; de manera que por lo que los indios decian, puede haber de esta villa á Uclatan cien leguas, ó poco mas, cuando mucho. Aquí, Señor, vinieron otros indios de otros pueblos, de paz al teniente, y de un pueblo que se dice Hueyteupan y de otr que se dice Tesistebeque, y trajeron un poco de oro; envió el teniente con ellos dos españoles á ver estos pueblos.

Juéves adelante nos partimos de estos ranchos, y fuimos á dormir otras tres leguas, donde habian hecho

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