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EPÍLOGO

RESISTENCIA ORTODOXA

I. La casa de Austria en sus relaciones con el Luteranismo. Supuesta herejia de doña Juana la Loca, Cárlos V y el príncipe D. Cárlos.-II. Espiritu general de la España del siglo XVI. Reformas de Órdenes religiosas. Compañía de Jesús. Concilio de Trento. Prelados sábios y santos.-III. La Inquisicion. Supuesta persecucion y opresion del saber. La lista de sábios perseguidos, de Llorente.-IV. Prohibicion de libros. Historia externa del Indice Expurgatorio.-V. El Indice Expurgatorio internamente considerado. Desarrollo de la ciencia española bajo la Inquisicion.

I. LA CASA DE AUSTRIA EN SUS RELACIONES CON EL LUTERANISMO.—SUPUESTA HEREJÍA DE DOÑA JUANA LA LOCA, CÁRLOS V Y EL PRÍNCIPE DON CÁRLOS.

LEGO al fin de mi exposicion histórica de las disidencias religiosas del siglo XVI, con el remordimiento y el escrúpulo de haber dedicado tan largas vigilias á tan ruin y mezquino asunto. Sólo la curiosidad erudita me ha sostenido en esta fatigosa labor, donde, fuera de los nombres de Juan de Valdés y de Miguel Servet, insignes el uno entre los lingüistas, y el otro entre los fisiólogos, ni una figura simpática, ni una idea nueva y generosa, se han atravesado en mi camino. ¡Pobre de España, si España, en el siglo XVI, hubiera sido eso! Un grupo de disidentes, sectarios de reata los más, mirados con desdén y con ódio, ó ignorados en absoluto por el resto de los españoles, es lo que he encontrado. Originalidad nula; estilo seco y sin poder ni vida; lengua hermosa, no por mérito de los escritores, sino porque todo el mundo escribia bien en

tonces. ¿Qué es lo que puede salvarse de toda esa literatura protestante? Los diálogos literarios, y no teológicos, de Valdés; la traduccion de la Biblia de Casiodoro. Todo lo demás poco importaria que se perdiese. Confieso que comencé este estudio con entusiasmo é interés grande, y que le termino con amargo desaliento. Yo quisiera que los españoles, áun en lo malo, nos hubiéramos aventajado al resto de los mortales; pero tengo que confesar que, fuera de las audacias de Servet y del misticismo de Molinos, ningun hereje español se levanta dos dedos de la medianía. Y, sin embargo, tiene su utilidad este trabajo, siquiera para mostrar que el génio español muere y se ahoga en las prisiones de la herejía, y sólo tiene alas para volar al cielo de la verdad católica.

¡Cuánto mejor me hubiera estado describir la católica España del siglo XVI, que con todos sus lunares y sombras (que no hay período que no los tenga) resiste la comparacion con las edades más gloriosas del mundo! Hubiéramos visto, en primer lugar, un pueblo de teólogos y de soldados, que echó sobre sus hombros la titánica empresa de salvar con el razonamiento y con la espada la Europa latina de la nueva invasion de bárbaros septentrionales; y en nueva y portentosa cruzada, no por seguir á ciegas las insaciadas ambiciones de un conquistador, como las hordas de Ciro, de Alejandro y de Napoleon; no por inícua razon de Estado, ni por el tanto más cuánto de pimienta, canela ó gengibre, como los héroes de nuestros dias; sino por todo eso que llaman idealismos y visiones los positivistas, por el dogma de la libertad humana y de la responsabilidad moral, por su Dios y por su tradicion, fué á sembrar huesos de caballeros y de mártires en las orillas del Albis, en las dunas de Flándes y en los escollos del mar de Inglaterra. ¡Sacrificio inútil, se dirá, empresa vana! Y no lo fué, con todo eso, porque si los cincuenta primeros años del siglo XVI son de conquistas para la Reforma, los otros cincuenta, gracias á España, lo son de retroceso; y ello es que el Mediodía se salvó de la inundacion, y que el Protestantismo no ha ganado desde entonces una pulgada de tierra, y hoy, en los mismos países donde nació, languidece y muere. Que nunca fué estéril el sacrificio por una causa santa, y bien sabian los antiguos Décios, al ofrecer su cabeza á los dioses infernales antes de entrar en batalla, que su sangre iba á ser semilla de victoria para su pueblo. Yo bien entiendo que estas cosas harán sonreir de lástima á los políticos y hacendistas, que, viéndonos pobres, abatidos y humillados á fines del siglo XVII, no encuentran palabras de bastante menosprecio para una nacion que batallaba contra media

Europa conjurada, y esto, no por redondear su territorio ni por obtener una indemnizacion de guerra, sino por ideas de teología..... la cosa más inútil del mundo. ¡Cuánto mejor nos hubiera estado tejer lienzo y dejar que Lutero entrara ó saliera donde bien le pareciese! Pero nuestros abuelos lo entendian de otro modo, y nunca se les ocurrió juzgar de las grandes empresas históricas por el éxito inmediato. Nunca, desde el tiempo de Júdas Macabeo, hubo un pueblo que con tanta razon pudiera creerse el pueblo escogido para ser la espada y el brazo de Dios; y todo, hasta sus sueños de engrandecimiento y de monarquía universal, lo referian y subordinaban á este objeto supremo: Fiet unum ovile, et unus pastor. Lo cual hermosamente parafraseó Hernando de Acuña, el poeta favorito de Cárlos V:

Ya se acerca, Señor, ó ya es llegada

La edad dichosa en que promete el cielo
Una grey y un pastor sólo en el suelo,
Por suerte á nuestros tiempos reservada.
Ya tan alto principio en tal jornada
Nos muestra el fin de vuestro santo celo,
Y anuncia al mundo para más consuelo
Un monarca, un imperio y una espada.

En aquel duelo terrible entre Cristo y Belial, España bajó sola á la arena; y si al fin cayó desangrada y vencida por el número, no por el valor de sus émulos, menester fué que éstos vinieran en tropel y en cuadrilla á repartirse los despojos de la amazona del Mediodía, que así y todo quedó rendida y estenuada, pero no muerta, para levantarse más heróica que nunca cuando la revolucion atea llamó á sus puertas y ardieron las benditas llamas de Zaragoza.

Al frente de este pueblo se encontró colocada por derecho de herencia una dinastía, extranjera de orígen, y en cierto modo poco simpática, guardadora no muy fiel de las costumbres y libertades de la tierra (aunque harto más que la dinastía francesa que le sucedió), sobrado atenta á intereses, pretensiones, guerras y derechos de familia, que andaban muy fuera del círculo de la nacionalidad española; pero dinastía que tuvo la habilidad ó la fortuna de asimilarse la idea madre de nuestra cultura, y seguirla en su pujante desarrollo, y convertirse en gonfaloniera de la Iglesia, como ninguna otra casa real de Europa.

Y, sin embargo, se ha dudado del catolicismo de algunos de sus

príncipes, y libros hay en que con mengua de la crítica se habla de las ideas reformistas de doña Juana la Loca, del emperador y del príncipe D. Cárlos.

¡Protestante doña Juana la Loca! El que semejante dislate se haya tomado en sério y merecido discusion, dá la medida de la crítica de estos tiempos. Confieso que siento hasta vergüenza de tocar este punto, y si voy á decir dos palabras, es para que no se atribuya á ignorancia ó á voluntaria omision mi silencio. Por lo demás, la historia es cosa tan alta y sagrada, que parece profanacion mancharla con semejantes puerilidades y cuentos de viejas, pasto de la nécia y malsana curiosidad de los periodistas y ganapanes literarios de estos tiempos. Un Mr. Bergenroth, prusiano, comisionado por el gobierno inglés para registrar los Archivos de la Península que pudieran contener documentos sobre las relaciones entre Inglaterra y España, hábil copista y paleógrafo, pero ajeno de criterio histórico, y no muy hábil entendedor de los documentos que copiaba 1, halló en Simancas, é imprimió triunfalmente en 1868, ciertos papeles, que á su parecer demostraban que doña Juana no habia sido loca, sino luterana, y perseguida y atormentada como tal por su padre Fernando el Católico, y por su hijo Cárlos V. Por lo mismo que la noticia era enteramente absurda, y salia además de los lábios de un extranjero, aleman por añadidura, y como tal infalible, hizo grande efecto entre cierta casta de eruditos españoles, creyendo los infelices que era una grande arma contra la Iglesia el que doña Juana hubiera sido hereje. No quedó sin contestacion tan absurda especie, y hoy, despues de los folletos de D. Vicente de la Fuente, de Gachard y de Rodriguez Villa, es ya imposible consignar semejante aberracion en ninguna historia formal. La locura de doña Juana fué locura de amor, fueron celos de su marido, y bien fundados, y muy anteriores al nacimiento del Luteranismo: como que ya estaba monomaniaca en 1504. De su

I Vid. Calendar of letters, despatches and State papers, relating to the negotiations between England and Spain, preserved in the archives at Simancas, and elsewhere. (Dos tomos; 1852 y 1868. Comprende documentos de los años 1485-1525.)

-Supplement to volume I and volume II of letters, despatches, and State papers, relating to the negotiations between England and Spain, etc., etc. (1868; LXXX-467 páginas.)

2 Doña Juana la Loca, vindicada de la nota de herejía, por D. Vicente de la Fuente; Madrid, Dubrull, 1870 (43 páginas en 8.o).

-Sur Jeanne la Folle et les documents concernant cette princesse..... par Mr. Gachard; Bruxelles, C. Muquardt, 1869 (36 páginas en 8.o). (Extrait des Bulletins de l'Academie Royale de Belgique, segunda série, tomo XXXVII.)

Rodriguez Villa, Bosquejo histórico de la Reina Doña Juana. formado con los principales documentos relativos á su persona. (Madrid, 1874, imp. de Aribau )

Hay un folleto de Altme, er, y otro de R. Roesler, que no he visto, sobre el mismísimo enojoso asunto.

piedad antes de esta crísis no puede dudarse. En 15 de Enero de 1499 escribia de ella el prior de los Dominicos de Santa Cruz de Segovia, que atenia buenas partes de buena cristiana, y que habia en su casa tanta religion como en una estrecha observancia». (Pág. 55 de los documentos de Bergenroth.) ¿Y qué diremos del famoso trato de cuerda que Mosen Ferrer, uno de los guardadores de doña Juana, mandó darle para obligarla á comer?'. Si doña Juana estaba loca, ¿no era necesario, para salvar su vida, tratarla como se trata á los locos y á los niños, sujetándole los brazos con cuerdas ó de cualquiera otra manera, y haciéndola tomar el alimento por fuerza? ¿Qué tortura ni qué protestantismo puede ver en esto quien tenga la cabeza sana? Sabemos por cartas del marqués de Dénia, otro de sus carceleros, que en 1517 la pobre reina oia misa con gran devocion (página 177) y tenia un confesor de la Órden de San Francisco, dicho fray Juan de Ávila. Y si luego no quiso en algun tiempo confesarse, fué porque estaba rematadamente loca é iban sus manías por ese camino, sobre todo despues que el susodicho marqués (que siempre la trató inícuamente) le quitó el confesor y se empeñó en que escogiera á un dominico. Parece que en sus últimos años aquella infeliz demente manifestaba horror á todo lo que fuese accion de piedad 2, y no recibia los Sacramentos; pero, ¿qué prueba esto, tratándose de una mujer tan fuera de sentido, que decia á Fr. Juan de la Cruz que «un gato de algália habia comido á su madre é iba á comerla á ella»? Afortunadamente, Dios le devolvió la razon en su última hora, y la permitió hacer confesion general y solemne protesta de que moria en la fé católica, asistiéndola y consolándola San Francisco de Borja.

3

¿Y quién pudo nunca dudar del acendrado catolicismo del grande emperador? Verdad es que tiene sobre su memoria el feo borron del saco de Roma, y el acto cesarista y anticanónico del Interim, y las torpezas y vacilaciones que le impidieron atajar en los comienzos la sedicion luterana, de lo cual bien amargamente se lamentaba él en sus últimos años. Pero, ¿cómo poner mácula en la pureza de sus sentimientos personales? Ni siquiera se atrevió á tanto el calumniador Gregorio Leti. ¡Protestante el hombre que áun antes de Yuste observaba las prácticas religiosas con la misma exactitud que un monje! ¡El que llamó desvergüenza y bellaquería á la intentona de los protes

1 Pág. 143 del Suplemento de Bergenroth: Le tuvo de mandar dar cuerda, por conservarle la vida». (Carta de Mosen Ferrer.)

2 Cienfuegos, Vida de San Francisco de Borja.

3 Lo cuenta éste en carta publicada por Gachard y copiada de Simancas. (Estado, leg. 109.)

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