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bre, como la honra de todo el Instituto benedictino, comprometido, al parecer, por aquel escandaloso proceso. Doña Teresa hizo constar que todo habia sido maraña urdida por Fr. Alonso de Leon, enemigo acérrimo del confesor, y por el comisionado de la Inquisicion Diego Serrano, que aturdió á las monjas, y falsificó sus declaraciones, y les hizo firmar cuanto él quiso, minis et terroribus. Probó hasta la evidencia que jamás habia penetrado en su monasterio la herejía de los alumbrados, ni otra alguna, y que eran atroces calumnias las torpezas que se imputaban á las religiosas. Dijo que realmente ella y las demás se habian creido endemoniadas, y que el confesor las exorcisaba de buena fé; pero que quizá hubiera sido todo efecto de causas naturales (fenómenos nerviosos, que hoy diríamos). «Sólo Dios sabe (añade la priora) cuán lejos estuve de los cargos que me hicieron, los cuales fueron puestos con tal union, enlace y malicia, que siendo verdaderas todas las partes de que se componian en cuanto á mis hechos y dichos, resultaba un conjunto falso y tan maligno, que no bastaba decir la verdad sencilla de lo sucedido para que pareciese la inocencia..... y así, con la verdad misma me hice daño, por las malas y falsas consecuencias que se sacaban contra mí. »

Hay tal sinceridad y candor en todas las declaraciones de la priora, hasta en lo que dice del demonio Peregrino, de quien se juzgaba poseida, que ni por un momento puede dudarse de su inculpabilidad. No así de la del confesor, que parece hombre liviano y enredador, aunque no fuera hereje. Él confesó tratos deshonestos, pero con cierta beata, nunca con las monjas.

La Inquisicion mandó revisar los autos: hizo calificar de nuevo las proposiciones 1 por los más famosos teólogos de várias Órdenes, y por sentencia de 5 de Octubre de 1638, restituyó á las monjas en su buen nombre, crédito y opinion, dándoles testimonio público de esta absolucion, de la cual se envió un traslado al Papa y otro al rey. Del confesor nada se dice: lo cual prueba que no le alcanzó el desagravio 2.

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Fueron calificadores: Fr. Pedro de Urbina, de la Órden de San Francisco; Fr. Gabriel Gonzalez y Fr. Juan García, del Órden de Santo Domingo; Fr. Luis de Cabrera, de la Orden de San Agustin; Fr. Márcos Salmeron, de la Merced; Juan de Montalvo, Juan Martinez de Ripalda y Juan Antonio Usóz, Jesuitas; y los doctores D. Antonio Calderon y D. José Argaez. 2 Hay una copia de esta segunda sentencia en el tomo CXVIII de Papeles Varios, manuscrito de la Colombina.

VII. EL QUIETISMO.-MIGUEL DE MOLINOS (1627-1696).—EXPOSICION DE LA DOCTRINA DE SU «GUÍA ESPIRITUAL»

E la vida de este famoso heresiarca, antes de su viaje á Roma, apenas quedan noticias. De él, como de otros disidentes nuestros, puede decirse que no fué profeta en su pátria, ni le conoció nadie, hasta que los extraños le levantaron en palmas. Era un clérigo oscuro, natural de Muniesa, en la diócesis de Zaragoza, y se habia educado en Valencia, donde tuvo un beneficio y fué confesor de unas monjas. Se jactaba de haber sido discípulo de los Jesuitas del colegio de San Pablo, á quienes apoyó en sus cuestiones con la Universidad.

Fué á Roma en solicitud de una causa de beatificacion el año 1665, pontificado de Clemente IX. De los documentos que tenemos á la vista consta que moraba cerca del Arco de Portugal, en la calle del Corso, y que de allí se trasladó á otra casa de la calle de la Vite. Asistia muy de contínuo á la congregacion llamada Escuela de Cristo, en San Lorenzo in Lucina, que más adelante se estableció en Santa Ana de Monte-Cavallo, hospicio de Religiosos descalzos de Santa Teresa; luego cerca de la iglesia de San Marcelo, en las casas del Cardenal de Aragon, y, finalmente, en la iglesia de San Alfonso, de Padres Agustinos descalzos españoles. Esta congregacion fué el primer foco del Quietismo, y Molinos llegó á dominarla á su albedrío, arrojando de ella á más de cien hermanos que le eran hostiles. Pronto su fama de piedad y religion le abrieron las puertas de las principales casas de Roma. Parecia buena y sana su doctrina, como que recomendaba sin cesar las obras espirituales del venerable Gregorio Lopez y del Padre Falcon 1.

Era (conforme le describen las relaciones italianas del tiempo) «hombre de mediana estatura, bien formado de cuerpo, de buena

1 Vida del Doctor D. Miguel de Moli- | nos Aragonés | condenado en Roma por el Sacrosancto y tremendo | Tribunal de la Inquisicion. | «Umbras fugit veritas.» | Triunfo de la verdad | y de la Santidad de nuestro Señor | Papa Inocencio XI. | Contra el dicho Miguel de Molinos | sus errores y maldades. | (Relacion escrita, á no dudarlo, por un testigo ocular. Es más completa que todas las que hemos visto. Se conserva en Roma, en la Biblioteca de la embajada de España, manuscritos E-11 y T-II, núm. 103.)

-Sommario del processo et abiura del Molinos. (Pág. 289 de un manuscrito de la Biblioteca Casanatense de Roma, intitulado Varii Succesi Curiosi; X-VII-46.)

presencia, de color vivo, barba negra y aspecto sério». Pasaba por director espiritual sapientísimo, y por hombre muy arreglado en vida y costumbres, aunque no muy dado á prácticas exteriores de de

vocion.

El fundamento de esta reputacion estribaba en un libro tan breve como bien escrito, especie de Manual ascético, cuyo rótulo á la letra dice: Guía Espiritual que desembaraza el alma y la conduce al interior camino, para alcanzar la perfecta contemplacion 1. No imprimió esta obrilla el mismo Molinos, sino su fidus Achates, Fr. Juan de Santa María, que recogió para ella aprobaciones de Fr. Martin Ibañez de Villanueva, trinitario calzado, calificador de la Inquisicion de España; del Padre Francisco María de Bologna, calificador de la Inquisicion romana; de Fr. Domingo de la Santísima Trinidad; del Padre Martin Esparza, jesuita, y del Padre Francisco Jerez, capuchino, definidor general de su Órden. La primera edicion se hizo en 1675; reimprimióse al año siguiente en Venecia, y con tal entusiasmo fué acogida, que en seis años llegaron á veinte las ediciones en diversas. lenguas. Hoy son todas rarísimas: yo la he visto en latin, en francés y en italiano, pero jamás en castellano, y es lástima, porque debe de ser un modelo de tersura y pureza de lengua. Molinos no estaba contagiado en nada por el mal gusto del siglo XVII, y es un escritor de primer órden, sóbrio, nervioso y concentrado: cualidades que brillan aún á través de las versiones.

Con todo eso, la Guía Espiritual es uno de los libros ménos conocidos y ménos leidos del mundo, aunque de los más citados. Yo voy á presentar un fiel resúmen de ella, que muestre su importancia en la historia de las especulaciones místicas. Es fácil analizarla, porque Molinos, al contrario de su paisano Servet (con quien tiene otros puntos de contacto), se distingue por la claridad y el método.

El editor, Fr. Juan de Santa María, quiere persuadirnos de que Molinos escribió la Guía «sin otra lectura ni estudio que la oracion y el martirio interior, sin más artificio que los movimientos del corazon, sin otra mira que la de responder á la inspiracion, y, por decirlo así, á la violencia divina». Á despecho de tales pretensiones, comunes en todos los iluminados, v. gr., en Juan de Valdés, Moli

1 Me valgo para este análisis de la traduccion francesa rotulada Guide Spirituelle pour degager l'ame des objets sensibles et pour la conduire par le chemin intérieur á la contemplation parfaite, et á la Paix intérieure, par Michel de Molinos, Prétre et Docteur en Théologie. Traduite sur la derniére édition Italienne, imprimée à Venise avec Approbation et Privilége. Amsterdam, chez A. Wolfgang..... et chez P. Savouret, 1688. (Al fin del Récueuil, de Gilberto Burnet, que citaré luego.)

nos era hombre de grandes lecturas místicas, así ortodoxas como heterodoxas, y con frecuencia cita y aprovecha, torciéndolos á su propósito, conceptos y frases de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz, lo mismo que de Ruysbroeck y de Tauler, ó del Areopagita y de San Buenaventura.

Molinos empieza por definir la mística ciencia de sentimiento, que se adquiere por infusion del espíritu divino, no por la lectura de los libros ni por sabiduría humana. Dos caminos hay para llegar á Dios: uno, la meditacion y el razonamiento; otro, la fé sencilla y la contemplacion. El primero es para los que comienzan; el segundo para los ya adelantados, en quienes es preciso que el amor vuele, dejando al entendimiento atrás. Cuando el alma ha roto los lazos de la razon, Dios obra en ella, y la llena de luz y de sabiduría. En tal estado, basta una fé general y confusa, y áun negativa, que, con serlo, excede siempre á las ideas más claras y distintas que se forman de Dios. mediante las criaturas.

La meditacion es cosa distinta de la contemplacion, aunque una y otra sean formas de oracion; pero la primera es obra de. la inteligencia; la segunda del amor. Puede definirse la contemplacion «una vista sincera y dulce sin reflexion ni razonamiento». Para alcanzarla, es fuerza abandonar todos los objetos creados, así espirituales como materiales, y ponerse en manos de Dios. En el interior del alma se halla su imágen, se escucha su voz, como si no hubiera en el mundo más que él y nosotros.

La contemplacion se divide en acquisita, ó activa, é infusa, ó þasiva. La primera es imperfecta, y está en mano del hombre llegar á ella, si Dios le llama por ese camino, y le dá los auxilios de la gracia. Las señales de esto son: 1.", incapacidad de meditar; 2., tendencia á la soledad; 3.", fastidio y disgusto de los libros espirituales; 4.*, firme propósito de perseverar en la oracion; 5.o, vergüenza de sí misma, horror extremo del pecado y profundo respeto á Dios. En cuanto á la contemplacion infusa, que Molinos describe con palabras de Santa Teresa en el Camino de Perfeccion (cap. XXV), es una pura gracia de Dios, que la dá á quien Él quiere.

El objeto de la Guía es desterrar la rebelion de nuestra voluntad y conducirla á la paz y recogimiento interior. No hay que arredrarse por las tinieblas, por la sequedad y las tentaciones. Son medios de que Dios se vale para purificar el alma. «Es fuerza que sepais (dice Molinos) que vuestra alma es el centro, el asiento y el reino de Dios. Si quereis que el Soberano Rey yenga á sentarse en el trono de vues36

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tra alma, debeis tenerla limpia, tranquila, vacía y sosegada: limpia de pecados y de defectos; tranquila y exenta de errores; vacía de pensamientos y deseos; sosegada en las tentaciones y aflicciones.»

Cuando el alma se encuentra privada del razonamiento, debe perseverar en la oracion y no afligirse, porque su mayor felicidad se halla en ese estado. Esta sequedad y estas tinieblas son el camino más breve y seguro para llegar á la contemplacion. Sufrir y esperar, pues, que Dios hará lo restante. Hay que marchar con los ojos cerrados, sin pensar ni razonar absolutamente. Á Dios hemos de buscarle, no fuera, sino dentro de nosotros mismos. El alma no debe afligirse ni dejar la oracion, aunque se sienta oscura, seca, solitaria y llena de tentaciones y tinieblas. La oracion tierna y amorosa es sólo para los principiantes que aún no pueden salir de la devocion sensible. Al contrario, la sequedad es indicio de que la parte sensible se va extinguiendo, y, por lo tanto, buena señal; como que produce todos. estos bienes: 1.o, perseverancia en la oracion; 2.o, disgusto de todas las cosas mundanas; 3.o, consideracion de nuestros defectos propios; 4.o, advertencias secretas, que impiden cometer tal ó cual accion y mueven á corregirse; 5.0, remordimiento de cualquier falta ligera; 6.o, deseos ardientes de sufrir y hacer cuanto Dios quiera; 7.o, inclinacion poderosa á la virtud; 8.o, conocerse el alma á sí misma y despreciar las criaturas; 9.o, humildad, mortificacion, constancia y sumision. De ninguno de estos efectos se dá cuenta el alma por entonces, pero los reconoce despues.

Hay dos especies de devocion: la esencial y verdadera, y la accidental y sensible. Debe huirse de la segunda, y áun despreciarla, si se quiere adelantar en la vía interior.

Ni ha de creerse que cuando el alma permanece quieta y silenciosa está en la ociosidad; antes el Espíritu Santo trabaja entonces en ella, y las tinieblas que Dios envia son el camino más derecho y seguro: aniquilan el alma y disipan todas las ideas que se oponen á la contemplacion pura de la verdad divina.

No llegará el alma á la paz interior si antes Dios no la purifica. Los ejercicios y mortificaciones no sirven para eso. El deber del alma consiste en no hacer nada proprio motu, sino someterse á cuanto Dios quiera imponerle. El espíritu ha de ser como un papel en blanco, donde Dios escriba lo que quiera. Ha de permanecer el alma largas horas en oracion muda, humilde y sumisa, sin obrar, ni conocer, ni tratar de comprender cosa alguna. Será acrisolada con todo linaje de tormentos interiores y exteriores, y se desatarán contra ella todas

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