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motivo de las desavenencias de Paulo IV, es pieza de otra índole, y no de escritor adocenado. El autor se muestra hábil y sagaz político: procura explotar en beneficio de su secta los resentimientos de Felipe II y el ódio declarado de Paulo IV á los españoles; recopila cuidadosamente los agravios que los reyes de España habian recibido de Roma, y mezclando con la cuestion política la religiosa, acaba por pedir libertad de conciencia para los suyos, y guerra sin cuartel al Papa. La táctica del autor es la misma que la de Alfonso de Valdés en el Diálogo de Lactancio; y si realmente perteneciera á Juan Perez esta carta, daria asidero á la opinion que le identifica con el agente de Cárlos V en Roma durante el saco: tan enterado se muestra de los negocios de aquella córte, y tan escarmentado y desengañado de las tretas y amaños de los curiales. Con todo eso, el estilo me parece ménos vigoroso y más desleido que el de Juan Perez: baja de punto muchas veces, y al tratar de la mala vida de las gentes de iglesia, dá en groserías dignas de Cipriano de Valera. Juan Perez era demasiado místico y grave para caer en tales scurrilidades.

XVIII.—¿FUÉ PROTESTANTE EL INTÉRPRETE JUAN DE LUNA, CONTINUADOR DEL «LAZARILLO DE TORMES »?

ALERÍA de caricaturas trazadas con singular gracia y despejo, cuadro acabado de costumbres truhanescas, espejo y luz de lengua castellana, fácil, rápida y nerviosa, es el Lazarillo de Tormes príncipe y cabeza de la novela picaresca entre nosotros. No hay español que, en oyendo su título, no traiga gustoso á la memoria aquellas escenas de crudo y desgarrado realismo: las tretas de Lazarillo para gustar la longaniza; el ciego que se estrella contra el poste; el clérigo que esconde los bodigos en el arca; el famélico escudero de Toledo, y los amaños y tramposerías del vendedor de Bụlas. Este último pasaje, en que, con los ensanches que dá la libertad

cion de sus Repúblicas, y cada uno de sus vasallos, | en particular, para poderlos evitar, y ser | preservados en vida, y enriquezidos de | todo bien temporal y eterno. | (Biblioteca de Usóz. Noventa y dos páginas, y dos hojas en blanco al fin. Tipo y papel como los de la Imágen del Antecristo. El autor usa el provincialismo munchos por muchos, de igual modo que Juan Perez.) Usóz reimprimió estos dos opúsculos en el tomo II de sus Reformistas:

Imágen del Antecristo, | i | Carta á D. Felipe II, | ahora fielmente reimpresas. | A. 1849. | (Imprenta de Alegría; XLVII-172 páginas.)

Guardia ha ensalzado mucho las doctrinas políticas de esta epistola.

satírica, se ponia de manifiesto una de las llagas sociales que dieron armas y pretexto á la Reforma, y de la cual tan amargamente se lamentan nuestras Constituciones sinodales de aquel entonces, fué mandado borrar por la Inquisicion, que registró el libro en sus Índices, hasta que Juan Lopez de Velasco le tornó á imprimir, corregido, con las obras de Castillejo.

Del autor primitivo nada se sabe. Antigua tradicion atribuye la novela á D. Diego de Mendoza. Otros, quizá mejor informados, y á su frente el Padre Sigüenza, creen autor de ella á Fr. Juan de Ortega, monje jerónimo.

El Lazarillo tuvo dos continuaciones: de la primera, impresa en Amberes en 1555, no ocurre hablar aquí. Es de todo punto nécia é impertinente, y el anónimo continuador dió muestras de no entender el original que imitaba. Convirtióle en una alegoría insulsa, cuya accion pasa en el reino de los atunes. Lo que habia empezado por novela de costumbres, acababa por novela submarina, con lejanas reminiscencias de la Historia verdadera, de Luciano.

La otra segunda parte es cosa muy distinta, y merece leerse, aunque no iguala á la primera. ¡Lástima que las aventuras no sean muy limpias, y que el autor confunda de vez en cuando el regocijo con la licencia! Pero cuenta bien: con chiste, con ligereza y con brío.

Su obra se imprimió dos veces: una en París, 1620, y otra tambien en el extranjero, aunque dice falsamente Zaragoza, en 1652; pero así y todo era casi desconocida cuando Aribau la incluyó en el tomo de Novelistas anteriores á Cervantes, de la coleccion Rivadeneyra 1.

El continuador se llama H. de Luna, intérprete de lengua española, y desde la primera página manifiesta su enemiga contra el Santo Oficio, «á quien tanto temen, no sólo los labradores y gente baja, más los señores y grandes: todos tiemblan cuando oyen estos nombres, inquisidor é inquisicion, más que las hojas del árbol con el blando céfiro». Todo el cuento está lleno de pesadas burlas contra fráiles y clérigos, y despierta desde luego la sospecha de que el autor fuera luterano ó calvinista. Pero como nunca, ni áun remotamente, alude á cuestiones de doctrina, seria temeridad afirmarlo. ¿No pudo ser un judaizante ó un refugiado político de los que tuvieron que ver con la Inquisicion por las revueltas de Zaragoza y fuga de Antonio Perez, ó cualquier bellaco á quien el Santo Tribunal hubiera procesado por casos de bigamia, sodomía ú otros análogos? ¿No pudo ser

I Págs. 111 á 128.

tambien un aventurero de ingénio satírico y despierto, que viéndose en Francia con libertad y sin trabas, escribió todo lo que su apicarada condicion le sugeria? Si fuera protestante, algo de la fraseología de la secta, algo del saborcillo místico y evangélico se le habria pegado; y nada de eso hay en su libro: ni siquiera una cita de las epístolas de San Pablo. No sé por qué, pero me parece que Luna se separa del grupo de los Casiodoros y Corros, para entrar en el de los vagabundos españoles, intérpretes y maestros de la lengua pátria, que con más ó ménos honestos y plausibles títulos, y no por causas políticas ó religiosas, sino impulsados por la necesidad, sexto sentido del hombre, ó por su natural inclinacion á la vida suelta y buscona, pasaron los puertos y vivieron en Francia. Así el gramático Ambrosio de Salazar; así Julian de Medrano, el de la Silva curiosa, y el doctor Cárlos García, autor de La desordenada codicia de los bienes agenos.

De Luna hay, además, un manual de conversacion, en doce diálogos, rico en graciosos y castizos idiotismos, y en frases, refranes, prolóquios y modos de decir, de excelente alcurnia y buen sabor '.

1 Diálogos Familiares, en los quales se contienen los discursos, modos de hablar, proverbios y palabras Españolas más comunes: Muy útiles y provechosos para los que quieren aprender la lengua Castellana. Compuestos y corregidos por 1. de Luna, Cast. intérprete de la lengua Española. Dirigidos al Illustrissimo, Alto y Poderosíssimo Príncipe, D. Luys de Borbon, Conde de Soeson. En París, en casa de Miguel Daniel, en la Isla del Palacio, en el Rey David. 1619. Con privilegio del Rey. (Reimpreso por el Sr. Sbarbi en el tomo I de su Refranero General Español; Madrid, Fuentenebro, 1874.)

LIBRO V

CAPÍTULO PRIMERO

SECTAS MÍSTICAS.-ALUMBRADOS.—QUIETISTAS.—MIGUEL DE MOLINOS.-EMBUSTES Y MILAGRERÍAS

I. Origenes de la doctrina.-II. Un fráile alumbrado en tiempo de Cisneros. La beata de Piedrahita. Alumbrados de Toledo. Noticia de sus errores. Proceso de Magdalena de la Cruz.III. La doctrina de los alumbrados en el Cathecismo de Carranza. Procesos de varios santos varones falsamente acusados de iluminismo: el venerable Juan de Ávila, los primeros jesuitas, Fr. Luis de Granada, Santa Teresa, San Juan de la Cruz, etc.-IV. Los alumbrados de Llerena. Hernando Álvarez y el Padre Chamizo. Cuestiones del Padre La Fuente con los Jesuitas.-V. Los alumbrados de Sevilla. La beata Catalina de Jesús y el Padre Villalpando. Edicto de gracia del Cardenal Pacheco. El Padre Mendez y las cartas de D. Juan de la Sal, Obispo de Bona. Impugnaciones de la herejía de los alumbrados por el Dr. Farfán de los Godos y el Maestro Villava.-VI. Otros procesos de alumbrados en el siglo XVII. La beata María de la Concepcion. Las monjas de San Plácido y Fr. Francisco García Calderon.VII. El Quietismo. Miguel de Molinos (1627-1696). Exposicion de la doctrina de su Guía Espiritual. VIII. Proceso y condenacion de Molinos. Idem de los principales quietistas italianos. Bula de Inocencio XI.-IX. El Quietismo en Francia. El Padre Le Combe y Juana Guyon. Condenacion de las Máximas de los Santos, de Fenelon -X. El Quietismo y la mística ortodoxa.

I. ORÍGENES DE LA DOCTRINA

ON qué pocas ideas viven una secta y un siglo! Bastóles á los protestantes la doctrina de la justificacion por los solos méritos de Cristo y sin la eficacia de las obras. Bastóles á los alumbrados y quietistas la idea de la contemplacion pura, en que, perdiendo el alma su individualidad, abismándose en la infinita esencia, aniquilándose, por decirlo así, llega á tal estado de perfec

cion é irresponsabilidad, que el pecado cometido entonces no es pecado.

Lejos de ser esta herejía una secuela ó degeneracion de nuestra grande escuela mística, es muy anterior en su desarrollo al crecimiento de esta escuela. No nace en el siglo XVII, ni tampoco en el XVI, ni áun en la Edad Media, sino que se remonta á los primeros siglos cristianos. Y aún no habia Cristianismo en el mundo, cuando ya enseñaban los Brachmanes ó Gimnosofistas de la India que el fin último y la perfeccion del hombre consiste en la extincion y aniquilacion de la actividad propia, hasta identificarse con Dios, y librarse así de las cadenas de la trasmigracion. Todo el panteismo indio descansa en el mismo principio, que no rechazan los yoguis ó discípulos de Patandjali. Y sabido es que los budhistas, con ser ateos (segun la opinion más recibida), ponen por término y corona de su sistema el Nirwana, es decir, la muerte y aniquilacion absoluta de la conciencia individual. Y, sin embargo, la moral de los budhistas, por una rara inconsecuencia, es pura y severa, en cuanto lo consentian las nieblas de la ciega gentilidad.

La escuela neo-platónica de Alejandría, por una parte, y el Gnosticismo por otra, resucitaron casi simultáneamente estas enseñanzas orientales; y desde Simon Mago hasta los Ofitas y Carpocracianos, desde éstos hasta los Nicolaitas, Cainitas y Adamitas, que más que sectas religiosas fueron ocultas asociaciones de malhechores y foragidos, enseñóse con gran séquito y lamentables efectos morales, que siendo todo puro para los puros, los actos cometidos durante el éxtasis, y en la contemplacion de la mónada primera, eran inocentes, aunque pareciesen pecaminosos. ¿Quién iba á juzgar ni condenar á los elegidos, á los perfectos, á los creyentes, á los que poseian la absoluta sabiduría, pues nada menos que esto queria decir el nombre de Gnósticos? Todos los gnósticos son iluminados; pero ninguno se parece tanto á los de España como Carpocrátes, hasta en el menosprecio absoluto de las buenas obras, de las prácticas exteriores y de toda vida activa.

Por otro camino, y sin tropezar en nefandas impurezas, enseñaron Plotino, Porfirio y Jamblico, que en la union extática el alma y Dios se hacen uno, quedando el alma como aniquilada por el golpe intuitivo, hasta olvidarse de que está unida al cuerpo, y perder, finalmente, la nocion de su propia existencia. Pero tenian por cosa dificilísima el llegar á esta union; Plotino no la alcanzó más que cuatro veces, y esto despues de muchas purificaciones, sobriedad y silencio, mortificando y haciendo callar los sentidos. Jamblico, ó quien quie

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