Rodrigo, el último godo, Número 71

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Ramón Menéndez Pidal
Ediciones de "La Lectura,", 1926
 

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Página 204 - ¡Ay! que ya presurosos suben las largas naves: ¡ay! que tienden los brazos vigorosos a los remos, y encienden las mares espumosas por do hienden.
Página 78 - Las huestes de Don Rodrigo — desmayaban y huían cuando en la octava batalla — sus enemigos vencían. Rodrigo deja sus tiendas — y del real se salía: solo va el desventurado, — que no lleva compañía. El caballo de cansado — ya mudar no se podía : camina por donde quiere, — que no le estorba la vía.
Página 204 - La lanza ya blandea el árabe cruel, y hiere el viento, llamando a la pelea; innumerable cuento de escuadras juntas veo en un momento. Cubre la gente el suelo...
Página 203 - Ya dende Cádiz llama el injuriado Conde, a la venganza atento y no a la fama, la bárbara pujanza, en quien para tu daño no hay tardanza. Oye que al cielo toca con temeroso son la trompa fiera, que en África convoca el moro a la bandera, que al aire desplegada va ligera.
Página 205 - Y tú, Betis divino, de sangre ajena y tuya amancillado, darás al mar vecino ¡ cuánto yelmo quebrado, cuánto cuerpo de nobles destrozado ! El furibundo Marte cinco luces las haces desordena igual a cada parte; la sexta ¡ay! te condena, ¡oh cara patria! a bárbara cadena.
Página 203 - Llamas, dolores, guerras, muertes, asolamientos, fieros males entre tus brazos cierras; trabajos inmortales, a ti ya tus vasallos naturales: a los que en Constantina rompen el fértil suelo, a los que baña el Ebro, a la vecina Sansueña, a Lusitana, a toda la espaciosa y triste España.
Página 88 - ... y de un tasajo que acaso allí echado había. El pan era muy moreno, al rey muy mal le sabía; las lágrimas se le salen, detener no las podía acordándose en su tiempo los manjares que comía. Después que hubo descansado, por la ermita le pedía; el pastor le enseñó luego por donde no erraría. El rey...
Página 90 - Fuéle luego revelado, de parte de Dios, un día, que le meta en una tumba con una culebra viva, y esto tome en penitencia por el mal que hecho había.
Página 205 - Acude, acorre, vuela, traspasa la alta sierra, ocupa el llano; no perdones la espuela, no des paz a la mano, menea fulminando el hierro insano.
Página 172 - España fue aquí funesto principio una mujer sin ventura y un hombre de amor rendido. Florinda perdió su flor, el rey padeció el castigo; ella dice que hubo fuerza, él que gusto consentido. Si dicen quién de los dos la mayor culpa ha tenido, digan los hombres: la Cava y las mujeres: Rodrigo.

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