El Repertorio americano, Volúmenes 1-3

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Bossagne, Barthés i Lowell, 1827
 

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Página 213 - Pues por que los ministros del Evangelio que sucederán a los que primero vinieron, en la cultura de esta nueva viña del Señor no tengan ocasión de quejarse de los primeros, por haber dejado a oscuras las cosas de estos naturales de esta Nueva España, yo, fray Bernardino de Sahagún, fraile profeso de la Orden de Nuestro Seráfico P.
Página 35 - EN UNA TEMPESTAD Huracán, huracán, venir te siento, y en tu soplo abrasado respiro entusiasmado del señor de los aires el aliento. En las alas del viento suspendido vedle rodar por el espacio inmenso, silencioso, tremendo, irresistible, en su curso veloz. La tierra en calma, siniestra, misteriosa, contempla con pavor su faz terrible. ¿Al toro no miráis? El suelo escarban de insoportable ardor sus pies heridos: la frente poderosa...
Página 39 - ¿cómo el vuelo de las edades rápidas no imprime alguna huella en tu nevada frente? Corre el tiempo veloz, arrebatando años y siglos, como el Norte fiero precipita ante sí la muchedumbre de las olas del mar. Pueblos y reyes viste hervir a tus pies, que combatían cual hora combatimos, y llamaban eternas sus ciudades, y creían fatigar a la tierra con su gloria. Fueron: de ellos no resta ni memoria.
Página 39 - El arco oscuro a mí llegó, cubrióme, y su grandeza fue mayor y mayor, hasta que al cabo en sombra universal veló la tierra. Volví los ojos al volcán sublime, que velado en vapores transparentes, sus inmensos contornos dibujaba de occidente en el cielo.
Página 41 - Fileno hace, Y que de su labio humilde Hasta el Eterno se parten. Por largos años el cielo Para la dicha te guarde De la esposa que te adora Y de los hijos amantes.
Página 37 - Cuánto es bella la tierra que habitaban Los aztecas valientes! En su seno En una estrecha zona concentrados Con asombro se ven todos los climas Que hay desde el Polo al Ecuador. Sus llanos Cubren a par de las doradas mieses Las cañas deliciosas. El naranjo Y la...
Página 37 - ¿Do está el alma cobarde que teme tu rugir...? Yo en ti me elevo al trono del Señor: oigo en las nubes el eco de su voz; siento a la tierra escucharle y temblar.
Página 222 - ... es gran vergüenza nuestra que los indios naturales, cuerdos y sabios antiguos, supieran dar remedio a los daños que esta tierra imprime en los que en ella viven, obviando a las cosas naturales con contrarios ejercicios, y nosotros nos vamos al agua abajo con nuestras malas inclinaciones.
Página 1 - ... y de amor patrio la celeste llama ve en sus ojos arder; y la ternura, el candor y piedad otro divisa en su graciosa y plácida sonrisa. Pero ¿será feliz?

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