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b) Que Alfonso VI fué derrotado por Yusuf en Lebrija (Abén el Athir).

c) Que el verdugo de Abén Diahf se llamaba Abén el Hadidí (Id.).

d) Que el ejército de Alvar Fáñez y una división del ejército del Cid fueron derrotados por Yusuf y que el Campeador murió de pesar al tener conocimiento de la derrota (Abén el Cardebús).

Tercera Que las discrepancias de la historia de Dozy con respecto á las crónicas (ninguna de las cuales está fundamentada y siendo muchas de ellas errores manifiestos), consisten :

a) En colocar el combate del Cid con Jimeno Garcés con posterioridad á las batallas de Llantada y Volpejar, siendo así que la Gesta lo coloca antes de dichos combates, y que no existe texto alguno en que apoyar esta alteración de la cronologia.

b) En decir que Alfonso VI casó al Cid con Jimena para restablecer la armonía entre castellanos y leoneses, cosa que en ningún texto se halla comprobada.

c) En asegurar que Alfonso VI desterró al Cid porque no podía olvidar la traición de Volpejar, afirmación que se encuentra en el mismo caso que la anterior.

d) En establecer la suposición gratuita de que el Conde de Barcelona no quiso aceptar los servicios de Rodrigo.

e) En suprimir el regreso del Cid á Castilla, que según la Gesta se verificó antes de 1089, y en colocarlo en este año, añadiendo que tal viaje lo emprendió el Cid con el objeto de pactar con el rey las condiciones de la conquista de Valencia, extremo de que no se hace mención en ningún documento árabe ni cristiano.

f) En el error de atribuir á Alfonso VI tratos secretos con Abén Diahf, confundiéndolos con los que mediaron entre éste y el rey de Zaragoza.

Tal es El Cid según los nuevos documentos. Leído lo que antecede,

á nadie extrañará que hayamos dicho que el resultado obtenido por el autor no justifica aquel título pomposo.

Dozy, al comenzar su trabajo, formuló estas preguntas: «¿ De dónde procede tal prestigio unido á tal nombre? ¿Qué ha hecho ર el Cid para que España esté de él tan orgullosa; para que le haya erigido en el tipo de todas las virtudes caballerescas; para que ante él se hayan echado en olvido todos sus hermanos en las armas, todos los héroes españoles de la Edad Media? Además, el Cid de los Cantares, de los romances, de las comedias, ¿ es el mismo Cid de la Historia, ó no es más que una gallarda creación de los poetas de la Península ? »

Cuando el lector llega á las últimas líneas de la biografía del Campeador escrita por el crítico de Leyden y recuerda las preguntas mencionadas, comprende claramente cuál era el fin principal que perseguía al emprender su estudio y hasta qué punto se había propuesto zurcir las noticias del Cid de modo que resultase una enorme desproporción entre el personaje real y la aureola de que aparece rodeado. Con fanatismo rabioso de iconoclasta, pretendió despojar á la figura de Rodrigo Díaz de sus galas tradicionales y arrojar por los suelos la representación del héroe, al que no solamente consideraba sin títulos para gozar de los honores de la fama, sino merecedor de perpetua execración, procurando que el lector dedujese de su crítica desaforada que ni España tiene motivo alguno para estar orgullosa de haber sido su patria, ni los poetas fueron más que impostores, cuando cantaron sus acciones valerosas, ni el pueblo tuvo fundamento para elevarle á la categoría de dechado de todas las virtudes caballerescas, sin meditar siquiera, cuando con tal desprecio se expresaba, que bastaría una sóla de las empresas de Rodrigo para justificar su renombre europeo y la general admiración que se rinde á su memoria, ya que ningún otro país puede presentar un caudillo de aquel tiempo con arrestos semejantes para acometer y realizar con fuerzas propias la conquista de un reino, vencer la astucia musulmana, dominar á los moros de Valencia y tener á raya,

mientras le duró la vida, á las feroces tribus berberiscas que á fines de la undécima centuria cayeron sobre España y cuyo formidable empuje no pudieron resistir los reyes de tres Estados cristianos. Cualesquiera que sean las ponderaciones empleadas por la musa popular ó por la musa erudita para narrar sus hazañas, el Cid tendrá siempre grandeza soberana, pues aunque el Rodrigo de la realidad haya sido hiperbolizado por las gestas y romances, es preciso también reconocer que a veces lo que se llaman ficciones poéticas, no son más que la túnica espléndida con que la Poesía reviste á los héroes que se hicieron merecedores de sus cantos para que entren dignamente en los dominios de las glorias legendarias.

Julio PUYOL.

MEMORIAL DE CRIANÇA, Y VANQUETE VIRTUOSO PARA CRIAR HIJOS DE GRANDES, Y OTRAS COSAS. COMPUESTO POR

VN CORTESANO

En Çaragoça, 1548.

LA ORDEN QUE LLEUA ESTA OBRA, Y LO QUE

EN ELLA SE CONTIENE.

Vn memorial de criança para criar los hijos de señores y hazellos auisados.

Vn vanquete de manjares virtuosos.

Vna platica de sobre comida que hazen ciertos caualleros vnos con otros sobre la qualidad de la virtud.

Vnos prouerbios, auisos y amonestamientos que haze vna vieja discreta a los del vanquete.

Dichos y auisos de vn sabio truhan llamado don Francesillo, todo al proposito de lo de arriba.

La salsa de toda la obra y lo postrero son vnos consejos de vna vieja a vn su hijo bouo, y la respuesta del a ella.

PROLOGO.

AL ILLUSTRE Y MUY MAGNIFICO SEÑOR DON PEDRO DE URRIES, VARON DE RIESI, Y SEÑOR DE AYORBE, C.

GASPAR DE TEXEDA.

Aunque naturalmente, illustre señor, todos desseamos saber, y mas los de mejor entendimiento, no en esso ni por esso se puede conocer ni juzgar el bien de vna persona. Que si algunos se fatigan por saber, es por diuersos fines. Vnos lo hazen por ganar, otros por fama, otros por alcançar la rayz y los secretos de las

REVUE HISPANIQUE, XXIII.

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cosas. Por donde parece que ya estos no estudian por la dulçura con que se huelgan los eleuados ingenios, sino porque les deleyta la esperança del gualardon. Y ansi dizen los antiguos, que para conocer a vno a de ser mirado, no en lo que se occupa, sino en lo que se deleyta, porque algunas cosas se hazen contra voluntad, y ninguna deleyta por fuerça. Esta delectacion de hazer cosas de alabança, magnificas y grandes, luze tanto en la illustre persona de vuestra merced, que da a entender al mundo en lo que se deuen exercitar las personas grandes, y que con esta guia passays adelante el renombre de vuestra casa y estado, de quien los Reyes an hecho gran cuenta. Con esta razon bien puedo mouer otra de la fama loable que vuestra merced tiene, ansi en la corte (donde se estima cada joya por su valor) como en estos reynos de su naturaleza, donde tambien conocen los quilates de cada vno y se sabe la bondad, la grandeza, el animo y valor de vuestra persona. Pues las mercedes largas de vuestra liberalidad no se pueden esconder tanto, que no se dize las hazeys con tanta libertad como tiene de alegria el que las recibe. Con todas estas virtudes conbida vuestra merced avn a los extraños a que digan lo que yo diria, si no pareciesse manera de adulacion. Y ansi callando vuestros loores offrezco a vuestra merced vna representacion virtuosa que los antiguos tienen por señuelo para llamar a los que no atinan el camino de la virtud. Reciba lo vuestra merced como por vn memorial de criança para hijos de grandes ; que aun que la persona muy magnifica del señor don Hugo de Urries (para quien yo lo he hecho) este tan proueyda de todo como quien esta en casa llena, todavia aprouechara, para que otros con loable embidia se ensayen a parecerle. Y no lo hago con presuncion de dar consejo (porque esto aun en vn sabio seria atreuimiento) sino con vna fiel voluntad de seruir os y mostrar el camino a los que hazen obras de mas tomo que la mia, para que las enderecen a quien por tantas partes lo merece.

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