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Bélgica, unida á Holanda por acuerdo del Congreso de Viena que no consideró sus diferencias de idiomas, creencias y costumbres, fué también sacudida por la revolución de Julio; y los católicos y los liberales, unidos para recabar la autonomia desde 1828, proclamaron su independencia el 25 de Agosto de 1830, rechazando á los ejércitos holandeses, que se presentaron ante Bruselas á las órdenes del principe Federico, y eligiendo para su trono á Leopoldo de Coburgo, que juró la nueva constitución basada en la soberanía del pueblo.

En Dinamarca creó Federico VI las asambleas de los Estados provinciales, y Cristián VIII dejó redactado un proyecto de Constitución.

Suecia y Noruega volvieron al absolutismo, que conservaron durante el reinado de Carlos XIII y los primeros años de la monarquía de Bernadotte, hasta que éste no tuvo más remedio que seguir el ejemplo de los demás soberanos, y transformó el Consejo en Ministerio en 1840.

Suiza se dió por la Dieta de los 22 Estados el Pacto federal de 1815, y fué reconocida la neutralidad de su territorio.

En Portugal surgió, con la restauración, la guerra civil que sostuvieron entre sí los absolutistas y constitucionales, hasta que la cuadruple alianza consolidó en el trono á Da María de la Gloria.

En España, y durante la primera infancia de Espronceda, se desarrolla la guerra de la independencia, que empezó con las victorias del Bruch y los descalabros de Cabezón y Rioseco; que continuó con el triunfo memorable de Bailén; que asombró al mundo con los sitios de Zaragoza y Gerona, y que casi puede decirse que terminó en los Arapiles, en 1812, año en que las Cortes, refugiadas en Cádiz, promulgaron la primera Constitución española.

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España se había liberalizado durante el cautiverio de su Rey; pero cuando, después del tratado de Valencey (del 3 de Diciembre

de 1813), regresó Fernando á Madrid, el 13 de Mayo de 1814, hizo volver las cosas al estado en que se hallaban antes de su partida, empezando un período de declarada reacción.

Ya encontrándose en Valencia, alentado por las tropas de Elío, firmó, el 4 de aquel mes (de Mayo) un decreto-manifiesto, restableciendo su poder absoluto y anatematizando la obra de los constitucionales de Cádiz; y, antes de llegar á la coronada villa, ordenó la prisión de los principales diputados, entre quienes figuraban el ilustre poeta Quintana, el actor Maiquez, el sabio sacerdote Muñoz Torrero y otros muchos á cual más notables por sus talentos y virtudes cívicas.

Una vez en la corte, los decretos reaccionarios fueron en aumento, y el 17 de Diciembre de 1815 ordenó el déspota monarca que, después de diez y nueve meses de prisión, fuesen sacados de sus cárceles los detenidos más ilustres y condenados á cumplir las siguientes condenas: D. Agustín Argüelles, ocho años en el fijo de Ceuta; D. José María Calatrava, D. Manuel García Herrero, D. Francisco Martínez de la Rosa y D. Francisco Sánchez Barbero, igual tiempo en los presidios de Melilla, Alhucemas y el Peñón; D. Ramón Feliu y D. José Canga-Argüelles, la misma pena en los castillos de Benasque y Peñíscola, y D. Diego Muñoz Torrero y D. Joaquín Lorenzo Villanueva, siete años en los conventos de Erbón y Salleda.

D. Manuel Ramos Arispe, D. Juan Nicasio Gallego y D. Manuel López Cepero fueron recluidos en las cartujas de Valencia, Jerez, y Sevilla.

Para librarse de la persecución absolutista huyeron oportunamente al extranjero Alcalá Galiano, Flores Estrada, Antillón, Luján, Toreno, Isturiz, Caneja y muchos más.

El desenfreno de la reacción empieza entonces á provocar los alzamientos militares. En el mismo año de 1815 se levanta el general Porlier en Galicia en favor de la libertad, pero fracasa y es ahorcado. Le sigue D. Vicente Richard, y sufre la misma suerte en 1816. Lacy y Miláns se levantan en Cataluña en 1817,

proclamando la Constitución del año 12, y también fracasan; el segundo pudo escaparse, mas el primero murió fusilado. Los levantamientos de Valencia fueron igualmente anegados en

sangre.

La América española, que había empezado á sublevarse durante las guerras napoleónicas, seguía agitada por la insurrección; mientras en la inglesa ardía la guerra civil. Muchos de nuestras colonias se habían declarado independientes, y la guerra fué general en Méjico, Venezuela, el Plata, Nueva Granada, Chile, Colombia, Perú, etc., hasta que todas consiguieran emanciparse y ser reconocidas por los Estados Unidos en 1822 y por Inglaterra en 1825. También el Brasil, portugués, recobró su autonomía, con el carácter de Imperio, en 1822.

Pues bien cuando todavía abrigaba Fernando VII esperanzas de sofocar la insurrección americana, el general Riego, al frente de un ejército destinado á embarcarse para luchar contra los insurrectos, considerando que lo primero para la madre patria era salvarla de la esclavitud en que la tenía la camarilla del Rey, se sublevó en Cabezas de San Juan el 1 de Enero de 1820, al grito de viva la Constitución del año 12 ! El coronel Quiraga le secundó, apoderándose, con siete batallones, de la Carraca y de la isla de León, y en Barcelona, Zaragoza, Coruña y Pamplona hicieron repercutir el movimiento Arco Agüero, López Baños y O'Daly.

Al fin triunfaron los esfuerzos de los liberales. Madrid se alzó el 9 de Marzo, y Fernando VII se vió obligado á jurar la Constitución y á convocar las Cortes.

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Las gentes, que durante más de cinco años se habían visto privadas de reuniones, empezaron á formar sociedades patrióticas, y en poco tiempo se constituyeron las de Los Amigos de la Libertad, en el café de Lorenzini; La Cruz de Malta, en el de la calle Caballero de Gracia; La Fontana de Oro, en el de la Carrera de

San Jerónimo; Los Amigos del Orden, La Landaburiana, Los Comuneros y otros, cuyos individuos se hallaban inficionados de las teorias filosóficas y literarias de la época, que tanto influyeron en el espíritu de Espronceda.

El escepticismo estaba de moda y la literatura romántica empezaba á propagarse.

Aquél había tenido su origen en las teorías de los deistas ingleses. En posesión Inglaterra, desde la revolución de 1688, de gran libertad política y de la tolerancia confesional, sus filósofos del siglo XVIII no hicieron otra cosa que justificar con sus teorías lo que acababa de nacer en el orden de los hechos, supeditando las creencias religiosas al dominio de la razón.

Locke, el autor de las Cartas sobre la tolerancia, Shaftesbury y Bolingbroke, fueron los inventores de la Religión natural, que sólo reconocía la existencia de un Dios que rige al mundo y la de un alma inmortal.

Estas doctrinas llegaron pronto á Francia, oprimida por el absolutismo de los últimos Luises y por la intolerancia religiosa, y desde el mismo siglo XVIII empezó en las clases ilustradas el movimiento de oposición á la Iglesia y á la Monarquía, naciendo los espíritus fuertes que, sin atacar abiertamente á la religión oficial, profesaban la indiferencia y fomentaban el descontento político.

Como á los escritores franceses no les era dado, en un principio, profesar descaradamente las doctrinas recibidas de Inglaterra, empezaron á propagarlas de manera muy cautelosa, en novelas, cuentos y relatos de viajes, con nombres que las disimulaban, hasta que acabaron por hacer su ostentación, sacando, á la vez, de ellas principios más radicales, y reformas más extensas que sus predecesores los filósofos ingleses, á los que aventajaron en radicalismos Montesquieu, Voltaire, Rousseau, Diderot, Helvecio, Holbach, Mably. Raynal y otros eminentes publicistas, que divulgaron sus ideas colaborando en la Enciclopedia, la que era leida y releída en todas partes, cuando Espronceda empezaba á pensar.

Marchaban por entonces al frente de los cultivadores de la bella literatura Chateaubriand, Lamartine, Eugenio Sue, Balzac, Jorge Sand y Alfredo de Musset en Francia. Estaban en boga en Alemania las obras de Goethe, Schlegel, Leibnitz, Humboldt, Kant, Hegel, Fischer, Grimm, Beck y Enrique Heine. En Inglaterra se destacaba entre todos los escritores la gran figura de Lord Byron, en Escocia Walter Scott, en Italia Leopardi; y en España florecían, entre otros muchos ingenios, Lista, Hermosilla, Quintana, Gallego, el duque de Rivas, Martínez de la Rosa, Moratín, Breton de los Herreros, Gil y Zárate, Melendez Valdés, Iriarte y Reinoso.

Plutarco, Epicteto y Raynal, opina D. Antonio Cortón ', eran, por entonces, los autores favoritos de Espronceda, quién ya se daba cuenta de los acontecimientos políticos que agitaban á Europa cuando, después del golpe de Riego, empezaba á gozar España de cierta libertad; pues, como ya dejo indicado, nació en el mismo año en que empezó la guerra de la independencia española, y contaba á la sazón doce abriles.

LOS PRIMEROS AÑOS DEL POETA

La fecha del nacimiento del poeta ha sido ignorada, hasta ahora, por todos sus biógrafos (menos por el último, el Sr. Cortón); Rodríguez Solís la colocaba en la primavera de 1809; Ferrer del Río, el padre Blanco y otros la fijaban en 1810.

Esta falta de precisión sólo puede atribuirse á indolencia ó al escaso interés de los citados escritores, que han considerado más cómoda la tarea de copiarse unos á otros que la de consagrarse á investigar, hasta que se hubiesen orientado hacia el Archivo general Castrense, donde les habrían proporcionado una certifica

ción como ésta :

1. Autores célebres. Espronceda. Tip. de « La Última Moda » (Casa editorial Velazquez 42). Madrid, 1906, pág. 35.

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