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ras, heridas y muertes en tal estado. A estos vicios añadian el de su furiosa pasion al juego, en el cual eran tan locos, que cuando ya habian perdido todo su caudal, se jugaban hasta su libertad, y quedaban esclavos de los ganadores (1).

Y un escritor tan filósofo como Tácito ¿habia de motejar las costumbres de los paisanos, celebrando y proponiéndoles por modelo las de aquellos bárbaros?

CAPÍTULO V.

Fundacion de la Monarquia española.

Ya se ha dicho que la única profesion de los antiguos germanos era la milicia, y que cuando no tenian guerra en su pais, salian á buscarla fuera, poniéndose al servicio de algun príncipe estranjero. En la civil de Roma, que dió fin à su república, los godos sirvieron á Pompeyo. En el año 256 de la era vulgar invadieron la Grecia y otras provincias, en donde dominaron, hasta que los espelió de allí el emperador Claudio. En el de 334 hacian grandes estragos en las fronteras del imperio, hasta que derrotados por Constantino, se establecieron al otro lado del Danubio (2).

Por disensiones ocurridas entre los mismos godos, se dividieron en dos partidos, uno al mando de Fridigerno y otro al de Atanarico. Este buscó la proteccion del emperador Valente, con cuyos auxilios venció a su competidor, y agradecido á su protector, se sujetó á su imperio, y abrazó su religion, que era la arriana. Duró muy poco la sumision de Atanarico. Rebelado su bien hechor, peleó contra el, y lo quemó vivo, pegando fuego á un pueblo, en donde se habia refugiado (3).

Reinando Teodosio II, volvieron los godos á unirse con los romanos; mas tambien duró muy poco aquella union. Los que servian á Honorio hijo de Teodosio, no contentos con sus sueldos y otros premios ó envidiosos de que á los vándalos y otros bárbaros se les hubieran dado tierras, donde establecerse en las Galias y en España, ó porque su largo trato con los romanos les dió á conocer las ventajas de la propiedad rural, que antes menospreciaban, le pidieron tierras en Italia, donde pudieran arraigarse, y gozar los derechos de ciudadanos romanos. Propusieron su proyecto al emperador, amenazándole que no concediéndoles aquella gracia, ocuparian ellos mismos algunos territorios á la fuerza.

El senado, perplejo entre los inconvenientes de permitir á una nacion libre y guerrera su establecimiento cerca de la capitál, ó esponerse á su venganza, aconsejó al emperador que toda vez que la Galia meridional y la España debian reputarse ya como perdidas por la cesion que se habia hecho de ellas á otros bárbaros, podia permitirse á los godos buscar y apropiarse alli las tierras que apetecian; con lo cual, ademas de alejarlos de la Italia, era muy probable que ellos mismos se destruyeran, peleando con los otros, a quienes poco antes se habia hecho la misma gracia.

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Era entonces ministro de Honorio y generalísimo de sus tropas Stilicon, hijo de un vándalo. La desconfianza de los emperadores en sus tropas nacionales los obligaba á servirse de estranjeros; á negociar paces y alianzas con los jefes de los bárbaros; á ceder á estos las provincias menos seguras; á formar con ellos la mayor parte de su guardia y de su ejército, y aun á preferirlos á los naturales en sus ascensos y aumentos de sus sueldos.

Se pact, pues, con los godos la proyectada cesion; pero de muy mala fé por parte de Stilicon. Pensaba éste sorprenderlos y batirlos en su marcha en algun sitio escabroso. Con efecto, al pasar por los Alpes para sus nuevos destinos, les saliò al encuentro con un ejército romano; pero lejos de conseguir su malvado designio, fué vencido por el que mandaba el jefe godo Alarico, quien irritado por tal perfidia volvió atrás; sitió á Roma; la saqueó, y desengañado Honorio, mandó matar á su traidor Ministro,

Algunos autores han fundado en el citado pacto de aquel emperador con los godos el derecho con que estos fundaron en España su nueva monarquía. Otros añaden que se afirmó mas aquel derecho con el Matrimonio de Ataulfo, sucesor de Alarico, con Gala Placidia, hermana de Honorio, suponiendo que éste le dió en dote las Españas.

¡Vanos títulos, inventados por la politica para cohonestar las usurpaciones mas injustas y lisonjear el despotismo! La lejitimidad de las monarquías y de todos los gobiernos no tiene otro orígen mas cierto ni otro fundamento mas sólido que el consentimiento del pueblo, tácito ó espreso, libre ó violentado por alguna fuerza irresistible. ¿Qué derechos tenia Honorio para abandonar una de las provincias mas leales y mas cultas de su imperio á los bárbaros feroces que la destrozarán y esclavizarán? Y aun cuando fueran ciertos los tratados, la dote y otros tales actos con que se ha querido lejitimar la fundacion de aquella monarquía, ¿cuanto no la resistieron los españoles? Gran parte de sus ciudades se mantuvieron constantemente adictas al imperio largo tiempo; y los godos no dominaron en toda la Península, hasta que dos siglos despues de aquellos supuestos títulos acabó Suintila su conquista.

Pablo Orosio, historiador español que vivia por aquel tiempo, refiere que la entrada de los godos en España no fue para dominar en ella, sino solamente para ayudar á Honorio á sujetar á los otros bárbaros que la tiranizaban, y que en dos años le habian hecho daños que antes los romanos en doscientos (1).

«No sabemos, decia el jesuita Moret, que los godos tuvieran otro derecho para dominar á España, mas que el de las armas, y aquel mismo que para invadir y saquear á Roma Alarico, y volver su sucesor Ataulfo a calentarse en sus llamas, para devastar á Italia y correr robando las Galias. Las entradas que despues hicieron los godos en la península no fueron para apropiarsela á sí mismos, sino como auxiliares del imperio, y para sujetar á los rebeldes, por cuyos servicios se les cedió la Aquitania. Finalmente, Eurico, aprovechándose diestramente de las turbaciones del imperio, estendió, y afirmó mas su monarquía en Francia y en España. Esta fué la verdadera causa de haber ensanchado su señorío los godos este fué su derecho; no hay que buscar otro; y de este mismo de las armas

(1) Historia rom., lib. VII, cap. 41 et 42.

y violencias se valieron sus sucesores, guerreando á los romanos, que por largos tiempos fueron perdiendo las tierras de España á trozos, como á quien defendiendo su capa se la rasgan á pedazos los ladrones (1).

CAPITULO IV.

Innovaciones en las costumbres primitivas de los godos.

Ataulfo orgulloso con sus victorias y su Matrimonio con Placidia, proyectaba nada menos que la transformacion de todo el imperio romano en otro nuevo, que habia de llamarse Gothia; pero lo retrajeron de aquella idea la reflexion sobre el carácter indomable de los godos, y los consejos de su muger, quien pudo persuadirle que adquiriria mas gloria ayudando al imperio á recobrar su esplendor antiguo, que empeñándose en fundar otro muy diverso (2).

Los godos se habian dividido en dos naciones, distinguidas por los sitios en donde se establecieron, esto es, en orientales y occidentales, que eso significaban en su idioma las palabras ostrogodos y visogodos. Los ostrogodos se apoderaron de la Italia, mandados por su rey Teodorico, despues de haber vencido á Odoacro y á los héroles que la dominaban. Los visogodos fijaron su domicilio en la parte meridional de Francia y en la septentrional de España.

Aunque Ataulfo habia desistido de su proyecto de formar un nuevo imperio, el diverso estado en que se encontraban, tanto los godos como los romanos, no podia dejar de producir muy grandes innovaciones en las leyes y costumbres de los unos y los otros.

Los godos primitivos no conocian la propiedad rural; y en sus nuevos establecimientos se apropiaron, en unos la tercera parte, y en otros dos de las mejores tierras. Esta sola novedad debió producir otras muy grandes en sus inclinaciones, usos y habitudes; porque privados antes de tal derecho carecian de infinitos medios de subsistir de enriquecerse y de gozar la gran variedad de frutos y placeres de que abundaban los romanos, y se veian précisados á buscar en la fatigiosa caza y en la peligrosa guerra los pocos que conocian.

Así se vió que luego que los visogodos se establecieron en esta península, cambiaron, como decia Orosio, las armas por los arados (3); amaron la agricultura que antes aborrecian; y la necesidad de valerse para ́ella de españoles, los fué inclinando á tratarlos con menos fiereza, y á adoptar muchas de sus costumbres.

Tambien debieron influir en las alteraciones de las ideas germánicas los nuevos conocimientos, y mayor facilidad que encontraban ya los godos de gozar muchas comodidades, que antes ignoraban. Los antiguos habian vivido en chozas ó barracas, separadas unas de otras, mezclados y tendidos en el suelo hombres y mugeres, amos y criados; y en sus nuevos establecimientos habitaban en ciudades ó villas, y en palacios ó casas mucho mas cómodas, bien muebladas, y unidas unas con otras. Antes ais

Investigaciones históricas de las antigüedades del reino de Navarra, cap. 5.
Orosius, bist. lib. VII, cap. 43.

Histor. lib. VII, cap. 44.

ladas las familias, y con menos necesidades, tenian pocos motivos para visitarse, y presentarse en público con decencia. Despues se fueron multiplicando sus relaciones sociales, y con ellas aumentandose mas o menos su cultura, segun era la de las ciudades donde moraban. Antes no trataban sino con personas de su misma nacion, de su misma lengua, y habituadas á un mismo género de vida. Despues se vieron rodeados de romanos, que aunque vencidos, eran muy superiores á ellos en el número; mucha en instruccion, y les enseñaban mil medios de enriquecerse y regalarse, menos penosos que la caza y los combates. Antes no formaban mas que una nacion uniforme en su manera de existir, y de gobernarse. La nueva monarquía goda constaba de dos naciones muy diferentes en todo; y aunque la goda dominante era la mas privilegiada para el servicio de la soberanía y de los empleos mas honorificos y mas lucrosos, la dominada equilibraba aquellas ventajas con la del número y la de la ilustracion. Pudo decirse de esta lo que muchos siglos antes se habia dicho de los griegos.

Græcia capta ferum victorem cepit, et artes
Intulit agresti Latio.

A aquellas grandes ventajas de los vencidos sobre los vencedores se añadian otras incalculables, que les proporcionaba la religion. Los obispos y sacerdotes de la monarquía goda casi todos eran españoles ó romanos, que así se llamaban los españoles de aquel tiempo; y los sacerdotes en todos han gozado inmensa consideracion en los gobiernos, y mucho mas en los de las naciones bárbaras é ignorantes.

Los mismos godos aunque dominantes, no eran ya tan libres como en la Germania. Sus grandes se apropiaron bien presto en esta peninsula la mayor parte de los derechos que allí habia gozado toda la nacion. La visogoda casi no era mas que un ejército dividido en milenas, quingentenas, centenas y decenas, mandadas militarmente; y en un gobierno militar el mayor provecho suele ser para los gefes.

Todas estas causas fueron produciendo un nuevo gobierno, y un nuevo derecho, bien diverso del imperial, y del germánico primitivo, el cual puede llamarse romano-bárbaro, ó visogodo.

CAPITULO VII.

Política de los reyes Godos. Código de Eurico.

La larga comunicacion de los bárbaros con los romanos, al mismo tiempo que les enseñaba las ventajas de muchas de sus leyes y costumbres iluminaba tambien la politica de sus gefes para no abusar de su poder, ni del llamado derecho de la guerra. Además de esto, ó sus nuevos reyes les convenia mucho captar á los naturales, para afirmar con sus ausilios la autoridad sobre sus compañeros de armas, muy propensos siempre á la rebelion.

Véase como Teodorico, rey de los ostrogodos, hablaba á los italianos. «Otros reyes, les decia, en sus conquistas de las ciudades buscan su rui

na. Yo me he propuesto vencer de tal manera, que los vencidos sientan no haber caido antes bajo 'mi dominio (4).»

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Así fué que no impuso á los pueblos de Italia ninguna contribucion ni carga nueva, mas que las acostumbradas en el gobierno imperial, y la ocupacion de la tercera parte de las tierras que se habian apropiado antes los hérulos.

En lo demás continuó las instituciones antiguas del senado, el consu→ lado, el oficio palatino, y los demás empleos de justicia, policía y administracion pública que existian en Roma y en sus provincias.

La máxima fundamental de la política de Teodorico fué la de estrechar todo lo posible la union de los godos con los romanos. Para esto mandó formar un edicto, ó pequeño código, compuesto de leyes de las dos naciones y que sirviera de regla á los jueces en la administracion de la justicia (2).

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La fórmula con que se expedian los titulos de condes de las provincias dará á conocer mas bien la gran prudencia con que gobernaba aquel rey de los ostrogodos. «Como con el favor de Dios, decia, sabemos que los dos viven mezclados con vosotros, para evitar discordias entre compañeros hemos tenido por necesario enviaros por conde al sublime N., quien hasta ahora nos ha dado pruebas de sus buenas costumbres, para que si se mueve algun pleito entre dos godos, lo juzgue con arreglo à nuestros edictos. Si el pleito fuere entre un godo y un romano, se asesorarà con un jurisconsulto romano para su decision. Pero los pleitos de los romanos entre sí los juzgarán los magistrados (cognitores) que nombramos separadamente en las provincias, para que à cada ciudadano le sean guardados sus derechos, y que aunque los jueces sean diversos alcance á todos la justicia. Así ambas naciones gozarán de dulce paz, con el favor de Dios. Sabed que nuestro amor es igual para con todos; pero que nos agradará mas quien respete mas las leyes. Nada queremos incivilmente. Detestamos la soberbia y los soberbios. Nuestra piedad abomina la violencia. Venzan los derechos en los pleitos, no los brazos. Para eso pagamos á los jueces; para eso premiamos tantos oficiales con diversos dones, para calmar las enemistades. Oiga uno y otro pueblo lo que deseamos. Los godos amad á los romanos, como vecinos vuestros en sus posesiones. Y vosotros, romanos debeis estimar tambien mucho á los godos, los cuales en la paz aumentan vuestra poblacion, y en la guerra defienden la república. Y asì conviene que obedezcais al juez que os he destinado, y que hagais todo lo que él crea necesario para la observancia de las leyes, para el bien de nuestro imperio, y para vuestra felicidad (3). »

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La misma política observaron otros reyes bárbaros en las monarquias que se crearon sobre las ruinas del imperio. Véase como principia el còdigo dado por Gundebaldo á los borgoñones á principios del siglo VI. «Por amor à la justicia, con la cual se aplaca á Dios, y se adquiere el poder en la tierra, habiendo consultado antes á los condes, y á nuestros próceres, hemos procurado ordenar lo conveniente para su mas recta administracion,

(1) Casiodorus, Variar., lib. III, n. 43.

(2) Puede leerse aquel edicto en la coleccion de las leyes antiguas de los bárbaros, publicada por Canciani, tomo I.

(3) Formula comitiva Gothorum per singulas provincias. Cassiodorus, Variar, lib. VII, núm. 3.

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