Imágenes de página
PDF
ePub

to, sino que á propuesta suya formó otra junta de cuatro vicarios con los títulos de tenientes generales, entre los cuales dividió el gobierno de la península, con superioridad á todos los consejos, vireyes y capitanes generales de las provincias.

El consejo de Castilla continuaba con el mismo número de diez y seis plazas togadas que habia determinado Felipe II, y sobre la planta de Felipe III, aunque el influjo de los grandes y privados disminuia el que debía tener en el gobierno interior su establecimiento. Cárlos II aumentó los consejeros hasta veinte en la planta del año de 1601, como se lee en el auto 50, tít. 4, libro 2 de la Recopilacion.

La córte y los tribunales estaban poseidos del genio del monarca, desconfiando de todo, y sin resolucion para aplicar remedios eficaces á los gravísimos males que arruinaban la monarquía, los cuales aunque no dejaban de conocerse, las preocupaciones nacionales, y el extremado apego á los usos y prácticas antiguas, no permitian ejecutarlos con la firmeza y enerjia necesaria para las grandes reformas.

<< Toda Europa, decia à aquel rey un respetable obispo (1), define por capital raiz de nuestros males, la tenacidad con que conservamos nuestros estilos, cuando la misma experiencia y mala constitucion de nuestras cosas están aconsejando que se muden muchos, los cuales ya han dejenerado en perniciosos abusos, que están desaprobando la práctica y el juicio de las demas naciones, y aun los amargos frutos que cojemos de ellos....

«La fatalidad de esta córte es tal, que siempre se halla dificultad en salir de cualquier camino trillado, por mas que se esperimente errado, peligroso y torcido; y en mudar cualquiera estilo que se dirija á la utilidad y ambicion de los particulares, por mas que se reconozca muy perjudicial al bien comun y real servicio....

«Todavía conserva el cielo á V. M. tanto terreno, que bastaría para formar muchos principados. Mas la desgracia está en que se cultiva todo á costa de V. M. y fructifica para otros, sobre que vi muchas veces llorar al Santo Pontífice Inocencio XI, ponderando que por lo vasto de los dominios era V. M. el mayor príncipe de la cristiandad, y por el mal gobierno y extravío de lo que fructifican, hacia V. M. en las fuerzas menor representacion en la Europa que algunos otros príncipes, los cuales apenas tienen tantos dominios como solo el estado de Milan..........»

La historia de nuestra legislacion presenta innumerables hechos con que pudiera demostrarse prácticamente la verdad y solidez de aquellas reflecsiones, y que la ruina de esta monarquía dimanó, por la mayor parte, de la poca resolucion para combatir los abusos introducidos á la sombra de las máesimas, opiniones y prácticas antiguas.

grandeza para ostentar blasones. La ciencia es mas comun en los hombres honrados, aunque humildes por su cuna, que en los ilustres por su nacimiento. Los gloriosos predecesores de V. M. el Sr. D. Fernando el Católico, dechado digno de los mayores monarcas, y el Sr. D. Felipe II, visabuelo de V. M., príncipes en cuyos reinados se vieron los mayores ministros que suelen tener las monarquías dichosas, no siempre se valieron para los empleos primeros de los vasallos de mayor esplendor, sino de los de mas proporcionada suficiencia.......... Ibid., pág. 126.

(1) Representacion hecha á la Magestad del rey D. Cárlos II por el obispo de Solsona en el año de 1694, en que describe los males de este reino, impresa en el tomo 30 del Semanario Erudito.

Es muy notable el que ofrece la consulta del consejo en el año de 1694 de que se compone el auto 4, tít. 4, lib. 4 de la Recopilacion.

Habia mandado aquel rey al consejo, que teniendo presente su consulta del año de 1619, le propusiera los medios convenientes para evitar los abusos de los eclesiásticos, tanto en las haciendas como en las jurisdicciones.

El consejo, con aquel motivo, resumió en su consulta los que advertia en la cobranza de derechos por los tribunales eclesiásticos y la nuncia— tura; los graves perjuicios de las bulas y despachos de Roma sobre provisiones de beneficios y prebendas, pensiones, componendas, dispensaciones, coadjutorias, espolios, y otras cosas; los daños que resultaban al estado de la escesiva multitud de clérigos y regulares, y necesidad de su reforma; y los inconvenientes de la ilimitada facultad de adquirir bienes raices las iglesias y conventos. Conocia el consejo que no debia esperarse de Roma la reforma de tales desórdenes; que los mas ó casi todos podian remediarse promulgando nuevas pragmáticas, sin recurrir á aquella córte. Que asi lo habian aconsejado grandes ministros á Felipe 11. El ningun efecto de la célebre embajada de los Sres. Pimentel y Chumacero, y de otras diligencias practicadas en los reinados anteriores. Y en cuanto a la amortizacion, que no solo residian en nuestros soberanos las competentes facultades para limitar la facultad de adquirir bienes raices á las manos muertas, sino que esta limitacion se había observado en España por ley general mas de 130 años, y en el reinado de S. Fernando, no obstante las instancias que le hizo el papa Gregorio IX para su revocacion.

Pues á pesar de tan sólidos fundamentos y urjentísimos motivos para tomar la mas pronta resolucion sobre la reforma de los indicados abusos, y particularmente sobre la promulgacion ó renovacion de las leyes contra la amortizacion, pedida repetidas veces por el reino, todavía le parecia al consejo que hasta que practicada la del estado eclesiástico secular y regular, en el modo que proponia, y sabiéndose como quedarian en bienes temporales sugetos á contribucion, convendria se suspendiese el tratar de esta materia, dejándola reservada para tiempo en que pudiera promoverse con mayores esperanzas de conseguirse el efecto.

CAPÍTULO XIII.

Ojeada sobre las varias épocas de la Historia de España hasta el siglo XIX. Sábia política de los Borbones.

La prosperidad de las naciones no depende solamente, ni del clima y demás disposiciones naturales, ni de su buena constitucion política. La ambicion desmedida de un conquistador afortunado; un falso cálculo; una guerra desgraciada; un tratado desventajoso, y otros mil sucesos y casualidades azarosas, pueden en muy poco tiempo reducirlas á la mayor miseria: asi como los mas hermosos y sólidos edificios pueden arruinarse en un instante por un fuerte terremoto; los campos mas bien cultivados perder sus frutos por la piedra, la langosta y otras plagas destructoras; y la salud del cuerpo humano, con muy buen régimen, enfermarse y acabarse por accidentes imprevistos é inevitables.

España, dividida hasta fines del siglo XV en muchos reinos, no podia reunir todas sus fuerzas, ni uniformar su legislacion y su gobierno, y por

consiguiente carecia de un carácter y un espíritu general á toda la península.

Cada provincia, cada clase, y aun cada ciudad y cada villa, formaban un estado y una patria particular de intereses muy diversos de las demás, y tan celosas por la defensa de sus privilegios, usos y costumbres locales, que todo lo sacrificaban á su conservacion.

Los reyes sugetos con tales trabas, no podian obrar con la energía necesaria para rectificar la legislacion y administracion de la justicia, ni dar á la fuerza pública las direcciones mas convenientes al estado.

Siete siglos de contínua guerra costó la espulsion de los moros de la península. Ya S. Fernando los habia encerrado en Granada, á mitad del XIII; y en los dos siguientes, que fueron los de la mas ecsacta observancia de la antigua constitucion castellana, y de la mayor influencia de las córtes, no solamente se detuvo la conquista de aquel reino, sino se buscó varias veces la proteccion de los moros por los grandes y por los reyes.

En aquellos mismos dos siglos D. Sancho el Bravo destronó á su padre. Los Cerdas disputaron largo tiempo la corona, y tuvieron gran partido. Las tutorías de D. Fernando IV y D. Alonso XI llenaron el reino de vandos y de ladrones. D. Pedro el Cruel degolló inhumanamente, y sin proceso, muchos grandes, caballeros y sacerdotes, y entre estos un arzobispo y un dean de Santiago. Su hermano bastardo D. Enrique II se le rebeló y lo mató en el sitio de Montiel.

[ocr errors]

El mismo D. Enrique, para gratificar mas á los franceses por el ausilio que le habian dado para destronar á su hermano, impuso á sus vasallos la obligacion de no poder pasar á la Inglaterra, ni venir los ingleses á Castilla sin un seguro de los reyes de Francia, servidumbre vergonzosa que sufrieron hasta el reinado de Enrique IV (1).

Los portugueses derrotaron á D. Juan I, y lo privaron de aquel reino, del cual era légítimo heredero por el derecho de su muger. Poco despues disputó al mismo rey el duque de Alencastre su corona de Castilla, y tuvo que transigirse, casando á su sucesor con una inglesa y pagando además al duque seiscientas mil doblas. Apoderados los grandes del gobierno de D. Enrique III, llegó á verse en tanta pobreza, que se dice que empeñó cierto día su gaban para comer. D. Alvaro de Luna, privado de D. Juan II, tiranizó á los grandes y á los pueblos. Es verdad que fue degollado en un cadalso: mas este ejemplo no impidió el despotismo de D. Juan Pacheco, otro privado de Enrique IV, y principal autor de la escandalosa deposicion de aquel soberano. Cinco guerras civiles produjeron en aquellos dos siglos, reputados por muy felices, los horrorosos males ya indicados. Tal fue la libertad, tal la felicidad, y tales los efectos de la ponderada constitucion castellana antigua.

Reunidas las coronas de Castilla y Aragon por el matrimonio de D. Fernando y D. Isabel, los españoles, vencidos antes, y dominados por los cartagineses, romanos, godos y sarracenos, se pusieron bien presto en estado de acreditar mas sus talentos y su valor, dentro y fuera de la península. Acabaron la conquista del reino de Granada. Sus banderas tremolaron en los mas remotos climas, y en los pueblos que habian sido en otros tiempos sus conquistadores. La Italia fue mas de dos siglos gobernada por sus virreyes; la capital de los Césares y los papas tuvo que rendirse á un

(4) Véanse las pág. 336 y 337.

duque de Alba; y Francisco I, rey de Francia, estuvo preso en Madrid. El descubrimiento de las Américas, debido á la religion y profunda sagacidad de D. Isabel, proporcionó á la España nuevos triunfos y riquezas inmensas, que prepararon el poder colosal en que llegó á verse reinando Cárlos 1'y Felipe II.

Pero tanta grandeza y opulencia fue casi nada, en comparacion de las ventajas producidas por la sábia política de los reyes católicos en el gobierno interior de su monarquía.

Aunque no faltaban á los españoles muy buenas leyes, eran estas mal observadas, porque la prepotencia de los señores intímidaba frecuentemente á los magistrados y ministros de la justicia; y los facinerosos encontraban fáciles asilos y proteccion en sus lugares, en sus palacios y castillos. Los reyes católicos arreglaron nuevamente los tribunales, y los autorizaron de tal manera, que desde su tiempo una cédula firmada por dos ó tres alcaldes imponia mas respeto que antes un ejército.

[ocr errors]

Muchos fueros y privilegios, tanto de la nobleza como de los pueblos, fueron abolidos, y otros, aun sin formal revocacion, moderados é interpretados á favor de las regalías y del bien comun.

Asi cesaron los bandos y las discordias. Asi se reformaron muchos usos y costumbres feudales y forales. Y asi la subordinacion de todas las clases á la autoridad real restableció la páz y tranquilidad de que habia carecido España desde la invasion de los sarracenos.

Asi tambien florecieron en la península las ciencias y las artes, que son el fundamento mas sólido de la prosperidad y gloria de las naciones.

D. Isabel promovió muy particularmente la instruccion de la nobleza; y los ricos-hombres y caballeros, que antes se desdeñaban generalmente de saber siquiera leer y escribir, se aplicaron con esmero al estudio de las humanidades y otras ciencias.

El cardenal Cisneros fundó la universidad de Alcalá, y fomentó el estudio de las lenguas orientales; y tanto aquella escuela, como las de Salamanca y Valencia, se vieron muy presto llenas de sábios, muy superiores á los de los siglos antecedentes, y comparables á los mayores de las naciones mas cultas.

Todas las ciencias adquirieron grandes luces é incrementos con las plumas de Lebriga, Vives, Agustin, Čano, Granada, Covarrubias, Vazquez, Arias Montano, Mariana, Garcilaso, Cervantes y otros innumerables escritores, cuyos nombres y noticias de sus obras pueden leerse en la biblioteca de D. Nicolás Antonio.

¿Como decayó la monarquía española de tanta grandeza, y tanta gloria? ¿Como en el siglo XVII perdió los Paises-Bajos y el Portugal, y quedó reducida á un esqueleto de lo que poco antes habia sido? ¿Como desapareció mas de la mitad de su poblacion? ¿Como siendo dueña de las inagotables minas de las Américas, apenas llegaban las rentas de su erario á seis millones de ducados, reinando Felipe III? ¿Como se arruinaron su agricultura y sus fábricas? ¿Y como su comercio pasó casi todo á manos de sus mayores enemigos?

No es de este lugar la indagacion de las verdaderas causas de tan triste metamòrfosis. Bastará indicar que todos los grandes imperios contienen dentro de sí mismos los principios de su disolucion. Que cuanto mas se estienden tanto mas se debilitan sus recursos. Que el gran poder de Cárlos 1 y Felipe II dió celos á los demás soberanos de Europa, por lo cual

se coligaron pública y secretamente para fatigarlos con guerras interminables en diversos puntos, que al fin lograron apurar sus tesoros y debilitar sus fuerzas.

Además de esto, ni los sucesores de aquellas dos monarcas tuvieron sus talentos, ni los duques de Lerma y Olivares, sus ministros, los del cardenal Cisceros; y es incalculable el influjo de la buena ó mala direccion. de los negocios en la prosperidad y en las desgracias de las naciones. Con una misma forma de gobierno, sea el que fuere, se levantan ó decaen segun es la capacidad de los que los dirijen, y las circunstancias en que

obran.

Otras causas se señalan comunmente de la decadencia de la monarquia española, cuales son las espulsiones de los judíos y moriscos ; la emigración á las Américas, y la excesiva multitud de empleados eclesiásticos y civiles.

Pero, como quiéra que tales causas pudieron influir en la despoblacion y diminucion de los copiosos manantiales de la riqueza pública, privando á España de algunos millones de labradores, artesanos y comerciantes, y mucho pudieran repararse aquellos daños á no haberse cometido los errores económicos indicados en algunas obras del conde de Campomanes y otros buenos escritores de estos tiempos.

Felipe V, no obstante la languidez en que encontró su monarquía cuando principió á reinar, y las nuevas desgracias que le aumentaron con la larga guerra de sucesion, en bien pocos años cicatrizó sus llagas, y le comunicó mayores fuerzas que las que habia tenido en sus épocas mas glo

riosas.

En menos de un siglo la poblacion de la peninsula se aumentó con mas de tres millones de almas, sin contar los incrementos que tambien tuvo la de las Américas.

Toda la milicia española en el reinado de Felipe II, apenas llegaba á 80,000 hombres, como lo refiere su cronista Cabrera; y en el de Cárlos III pasaba de 140,000.

La mayor escuadra de los siglos anteriores fuè la llamada invencible, que el mismo Felipe II, armó para sujetar á la inglaterra en el año 4588, la cual se componia de 135 galeras y galeones, con otros 40 barcos menores, que conducian 19,000 soldados; siendo la mayor parte de aquellos buques italianos y portugueses. Y Felipe V cuando apenas habian pasado diez años despues de la paz de Utrech, juntó una armada de 22 navíos de línea, 4 galeras, 2 balandras, una galeota y 340 buques de trasporte con 30,000 hombres de desembarco. Y sus hijos Fernando VI y Carlos III llegaron á aumentar su marina hasta 74 navíos de alto bordo; de 200 fragatas, javeques y otros buques de guerra, construidos en arsenales propios, fabricados á sus espensas.

Las rentas ordinarias de la corona hasta fines del siglo XVII apenas llegaban á veinte millones de ducados, á fines del siglo XVIII pasaban ya de setenta.

Tales y tan rápidos aumentos de la poblacion, rentas y fuerzas del estado no pudieran conseguirse sino multiplicando los medios de subsistir y enriquecerse las familias, estendiendo y mejorando la agricultura, la industria, las ciencias y las artes.

Una nacion podrá en algun caso hacer esfuerzos estraordinarios y heróicos sacrificios para defender su independencia, ó para figurar entre las

« AnteriorContinuar »