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con aplauso por la Academia, se pasó al real Consejo en cumplimiento de su honroso encargo.

Tal es el quadro de las operaciones de la Academia en el trienio que comprende hasta fines del año de 1807. Solo falta en él la relacion de las pérdidas que experimentó la Academia por el fallecimiento de varios de sus individuos: pérdidas siempre dolorosas y muchas veces irreparables.

De la clase de número, falleció el 10 de Setiembre de 1806 el Señor Don Juan Antonio Pellicer, bibliotecario decano de S. M., literato conocido del público por su Ensayo de una biblioteca de traductores españoles, por su edicion del Quixote ilustrada con notas de su peculiar gusto y erudicion, y por diferentes opúsculos relativos á las antigüedades de Madrid, á que fué singularmente aficionado.

Falleció asimismo en 22 de Abril de 1807 el Señor Don Isidoro Bosarte, secretario de la real Academia de San Fernando, sugeto muy versado en el conocimiento de las bellas artes y de la antigüedad, y de vastísima lectura y erudicion. Aunque el amor de la novedad le hizo alguna vez seguir caminos poco trillados y seguros, no careciéron de aplauso sus indagaciones sobre los monumentos antiguos de artes de Barcelona, su gabinete de lectura española, y algunas disertaciones suyas leidas en la cátedra de historia literaria.

De la clase de académicos correspondientes, ademas del Señor Don Zacarías Betti, literato veronés, cuyo fallecimiento verificado algunos años ántes ignoró hasta esta época la Academia, muriéron los Señores Don Juan de Bordanave, canónigo de la catedral de Lima y catedrático de su universidad; el P. Mro. Fr. Luis Camiña, monge benedictino; el dean de la santa iglesia de Jaen Don Josef Martinez Mázas, persona de muchos conocimientos en las antigüedades y ciencias eclesiásticas; el P. Mro. Fr. Juan Sobreira y Salgado, del órden de San Benito, abad que fué de Sopetran, que falleció en el monasterio de San Martin de esta corte; el P. Mro. Fr. Iñigo Rabuñade, que falleció en el de Sahagun, asistiendo al capítulo general en el mes de Mayo del año 1805;

el

el Señor Don Fernando Eliseo Freyre de Andrade, alferez mayor de la ciudad de la Coruña, donde murió por Agosto de 1806; el decáno jubilado de la Sala de Alcaldes de Corte Don Josef de la Olmeda, marques de los Llanos de Alguazas, autor de algunas obras de legislacion; el Señor Don Josef Francisco Camacho, canónigo de San Hipólito de Córdoba, que se dedicó con particular estudio al de las antigüedades de aquella ciudad; y el Señor Don Pedro Antonio Sanchez Bahamonde, canónigo de la santa iglesia metropolitana de la ciudad de Santiago y catedrático de su universidad; cuyas memorias económico-políticas sobre los ganados del reyno de Galicia y sobre los abastos de su capital, acreditan la extension de sus conocimientos, la facilidad y gracia de su pluma y el zelo patriótico que las dirigia. Y si bien en la memoria que escribió sobre el famoso diploma atribuido al Rey Don Ramiro I, se echa ménos al parecer alguna parte del candor y crítica que deben formar el carácter de un literato, y sobre todo de un académico de la historia, ha de atribuirse no á un vicioso extravío de principios, sino á las circunstancias de su ministerio, que le obligaban á apurar por su parte el exámen no solo de la verdad, sino tambien de todo quanto podia tener sus apariencias, siendo este el camino de que llegue finalmente á encontrarse lo cierto, y á rectificarse y fixarse la opinion general en materias históricas.

De la clase de académicos honorarios, falleciéron en este trienio Fr. Joaquin de Madrid, religioso capuchino, que al abrazar el estado religioso dexó el título de marques de Pejas; el Señor Don Josef Joaquin Queipo de Llano, conde de Toreno; y el ilustrísimo Señor Don Juan de Llanoponte, obispo de Oviedo, prelado muy recomendable por sus prendas y por su inclinacion á favorecer y fomentar las empresas de la Academia.

Murió tambien en Zaragoza el 12 de Enero de 1806 el ilustrísimo Señor Don Manuel Abad y Lasierra, arzobispo de Selimbria, inquisidor general, y últimamente obispo de Astorga, prelado ciertamente sabio y respetable, literato versadísimo en nuestra antigua diplomática y paleografía, y muy benemérito de la Academia por la manda que le hizo de sus apreciables manuscritos.

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Perdió asimismo la Academia en 3 de Diciembre del mismo año al Señor marques de Ureña, intendente graduado de exército, á quien son deudoras las letras y las artes de algunas producciones, hijas de sus no vulgares conocimientos y buen gusto, como lo acredita particularmente su tratado sobre el ornato, arquitectura y música del templo: en 7 de Enero de 1807 al ilustrísimo señor Don Antonio Tavira, obispo de Salamanca, cuyo nombre solo basta para su elogio, y que es muy acreedor á la particular gratitud y memoria de la Academia por el zelo con que se prestó á auxîliar sus tareas, y señaladamente las investigaciones acerca de las antigüedades de Cabeza del Griego en 27 de Abril del mismo año al excelentísimo Señor Don Francisco de Bruna, del consejo de Estado y decano de la real Audiencia de Sevilla y aún de toda la magistratura española, que conservó hasta la mas avanzada ancianidad su amor á la literatura y á los establecimientos útiles, de que dió señalados testimonios en la escuela de artes de aquella ciudad, erigida y dotada á su instancia, en la copiosa coleccion que formó de antigüedades de todas clases, y en las memorias leidas en la Academia sevillana de buenas letras en II de Mayo al ilustrísimo Señor conde de Isla, decano y gobernador interino del consejo real, que honró la toga con su integridad y demas prendas; y en 22 de Setiembre al Señor Don Nicolas de Várgas, intendente de exército retirado en esta corte, el qual dexó en su abundante y selecta coleccion de objetos de historia natural, de monumentos de las bellas artes y de diferentes antigüedades las pruebas de su inteligencia en estas materias y de su aficion á los estudios provechosos y amenos.

CON

CONTINUACION

DE LA NOTICIA HISTÓRICA

DE LA ACADEMIA

HASTA FINES DEL AÑO DE 1813,

EXTRACTADA DE SUS ACTAS.

Este período de la historia de la Academia, aunque de

tiempo por otra parte tan lleno de grandes acaecimientos políticos, por haber sido la época de nuestras calamidades, de nuestra constancia y de nuestra feliz suerte, no ha podido ser el mas fecundo en los trabajos y adelantamientos de su instituto: tan cierto es que el estrépito de las armas auyenta y hace callar á las pacíficas musas Ni era posible otra cosa: la conmocion popular de Aranjuez, la inesperada abdicacion de la corona del rey Don Carlos IV, la proclamacion de nuestro monarca Don Fernando VII, la súbita turbacion de la alegria y esperanzas de los pueblos de España con los grandes incidentes y conseqüencias de la invasion de los france ses, no podian dexar de sentirse en este Cuerpo, formado de individuos que por sus circunstancias y destinos no podian menos de participar de las resultas de estos movimientos.

En fin del año de 1807 habia sido nombrado Director el Señor Don Juan Perez Villamil , y dando gracias á la Academia por su eleccion, propuso, entre otros útiles trabajos, que se continuase la recopilacion de excerptas de historiadores griegos y latinos en lo perteneciente á España. Para

ac

activar esta empresa, todos los académicos se repartiéron como á porfia los historiadores y geógrafos antiguos, y otros escritores clásicos. Asimismo propuso el Señor Villamil la publicacion de un cuerpo completo de nuestros antiguos cronicones.

Con el propio objeto, en principio del año 1808, el Señor Don Ambrosio Ruibamba ofreció á la Academia la con-. tinuacion de sus ilustraciones á la geografía de Claudio Tolomeo , y las que tenia escritas al libro III de Estrabon, y á los demas geografos menores: y se acordó la formacion de un mapa de la España segun la doctrina y graduaciones de aquel antiguo geografo. La Academia atendia con igual esmero á la ilustracion de las cronicas de Don Alonso el Sabio y de Don Fernando IV, recogiendo y exâminando gran copia de documentos del reynado de ámbos príncipes, quando sobreviniendo las inquietudes y ocupada la corte por tropas extrangeras, entre grandes esperanzas y temores, faltó en gran manera el reposo y la seguridad, se disminuyó la acostumbrada concurrencia á las juntas, y faltó tambien por necesidad la asistencia de varios individuos beneméritos, arrastrados del impulso y fuerza de las circunstancias.

El Señor Don Manuel Abella leia en este tiempo una ilustracion al reynado de Don Alonso I de Aragon, llamado el Batallador, y por encargo de la Academia hizo y leyó en ella un discurso para felicitar al rey nuestro señor con motivo de su exâltacion al trono. En la junta de geografía se exâmináron las descripciones topográficas de algunos pueblos de la provincia de Burgos, remitidas por Don Manuel Cesareo del Castillo. El Señor Don Diego Clemencin y el Señor Don Lorenzo Villanueva presentáron las excerptas de los historiadores de que se habian encargado. Se ocupó tambien la Academia á propuesta del consejo de hacienda en la formacion de los tipos é inscripciones que se debian poner en las monedas de proclamacion del rey Don Fernando VII. Al mismo tiempo, para responder á una consulta de dicho consejo, el Señor antiquario Don Josef Antonio Conde leyó á la Academia un informe sobre el valor de los florines de oro de Aragon por los años de 1414.

Se

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