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despues su empeño con enviar algunas tropas auxiliares (1). Ni falta escritor extrangero que se propase á injuriar la buena memoria de aquel ilustre monarca, atribuyendo á una pasion criminal y vergonzosa el regreso á sus estados, y la mudanza del propósito de ir á la tierra santa, con el pretexto de que conocia no era agradable á Dios este viage, y que le dispensaba de hacerlo oponiéndole tantos obstáculos y contradicciones (2). Hallamos en esta, narracion tan confundidos unos hechos, y tan equivocados otros por ignorancia ó por malicia, que hemos creido conveniente ilustrar esta parte de nuestra historia, con presencia de algunos diplo mas y documentos inéditos, tomando el asunto desde tiempo anterior, para dar mejor á conocer la conducta noble y generosa del rey Don Jayme respecto á las cruzadas de ultramar.

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32. No pudo auxiliarlas en los primeros años de su reynado, segun el espíritu de aquel tiempo, por lo mucho que le ocupáron los negocios de su reyno y la conquista de Mallorca. Resuelto despues á hacer la guerra á los moros del reyno de Valencia, publicó en Monzon el año de 1232 la bula de la cruzada gada por el papa Gregorio IX á todos los que saliesen cruzados á esta jornada para el año inmediato (3). Con este llamamiento y aliciente concurriéron muchos caballeros y gente granada de Aragon y Cataluña, de quienes hacen honrosa mencion nuestros historiadores, con cuyo auxilio sitio Don Jayme á Valencia obligando á Zayen rey moro de aquella ciudad á capitular firmando un tratado en 28 de Setiembre de 1238, por el que le cedió ademas todo el territorio desde el Júcar para levante. Así pudo el rey de Aragon entrar triunfante con su exército en la ciudad el 9 de Octubre dia de San Dionisio segun antigua tradicion, y continuar en los años siguientes la conquista y reduccion de lo restante de aquel reyno (4). Apénas habia descansado de tan glo

(1) El P. Bussieres y Dupleix, refiriéndose á la crónica de los condes de Monfort: cítalos Aleson en sus adiciones.

(2) Maimbourg, Hist. des Crois. lib. XII, tom. 4, pág. 373 y sig.

(3) Zurita, Anal. de Arag. lib. III, cap. 15. Bleda, Hist. de los Moros, lib. IV,

cap. 14.

(4) Gomez Miedes, Hist. del rey Don Jayme, lib. IX, cap. 3 y sigs. Escolano, Hist. de Valencia, lib. III, cap. 6, §. 8. Véase al fin el apéndice núm. XI.

riosas fatigas quando ya comenzó Inocencio IV á instarle para que contribuyese con sus fuerzas á la reconquista de la tierra santa, concediendo indulgencia plenaria á todos los vasallos suyos que coadyuvasen á esta empresa, como consta del breve expedido por aquel Papa á 25 de Enero de 1245, año segundo de su pontificado (1); pero otras atenciones muy graves, ya domésticas, ya de sus súbditos y ya de los príncipes comarcanos, que le ocupáron de continuo en los años sucesivos hasta el de 1266 en que verificó la conquista de Murcia no le dexáron por entonces acudir á aquel llamamiento. Entre tanto su hija tercera la infanta Doña Sancha pasó en peregrinacion á visitar los santos lugares el año de 1251, y murió en el hospital de S. Juan de Jerusalen, habiendo residido en él mucho tiempo en trage desconocido, sirviendo á los enfermos con indecible caridad y amor (2).

33. Ni del corazon de su padre faltó jamas el ánimo de verificar aquella empresa, como lo manifestó quando supo el buen recibimiento que habian tenido sus embaxadores del soldan de Babilonia, con cuya amistad y auxilio contaba para llevarla á efecto; y con iguales miras habia enviado á Juan Alarich con embaxada al gran Kan emperador de los tártaros, para entender su voluntad y determinacion acerca de la conquista de Jerusalen, y certificarse de su poder y forma que tenia en esta jornada (3). Resolvió al fin executarla, hallándose en Toledo á fineș de 1268 para asistir á la primera misa de su hijo el infante Don Sancho arzobispo de aquella iglesia metropolitana; porque allí supo la llegada á Cataluña de dos embaxadores de aquellos príncipes de oriente, y recibió al mismo tiempo las instancias del empera dor de Constantinopla Miguel Paleologo para que no retardase la execucion de su empeño, el qual tomó desde entonces con tal calor que no pudiéron apartarle de él ni las reflexîones de su

(1) Véase el apéndice núm. XII.

(2) Zurita, Anal de Arag. part. 1, lib. 3, cap. 46. Fúnes, Crín. de la relig. de San Juan, lib. I, cap. 23.

(3) Gomez Miedes, Hist. del rey Don Jayme, lib. XVI, cap. 6 ; y lib. XVII, cap. 18.

yerno Don Alonso el sabio, ni las instancias y lágrimas de sus hijos. Viéndole pues tan resuelto y obstinado prometió ayudarle Don Alonso con 1000 maravedis de oro y con 100 caballos, y se ofreciéron á servirle tambien en esta jornada Don Pelay Perez Correa maestre de Santiago con 100 caballeros de su órden, y Don Gonzalo Pereyra lugar-teniente general de la de San Juan en los reynos de España (1). La ciudad de Barcelona contribuyó para los gastos con 800 sueldos barceloneses (2), y los naturales de Mallorca con 500 sueldos de plata, habiendo pasado el rey Don Jayme á aquella isla con solo una galera y un bergantin, así para proveer lo conveniente á su gobierno y defensa, como para recoger las naos y otras provisiones con que le sirviéron los isleños en esta ocasion (3).

34. Desde el mes de Mayo habia celebrado en Barcelona varias contratas con muchos caballeros y otros particulares para que á mediados de Agosto se presentasen allí unos con los soldados, caballos y armas á que respectivamente se comprometiéron, y otros con las embarcaciones armadas y equipadas que se necesitaban para la expedicion (4). Componiase la esquadra de 30 naves gruesas y 12 galeras todas catalanas, ademas de muchos bergantines y fragatas; y se embarcáron 800 hombres de armas con tres caballos para cada uno, los almugávares tambien de á caballo y la demas gente de á pie, en número segun fué fama de 200 infantes. Embarcóse tambien el rey y dió la vela de la rada de Barcelona el 4 de Setiembre; pero hallándose sobre Menorca sobrevino tan furiosa tempestad que dispersó el convoy de manera que una parte corrió hasta la Siria, parte arribó á Cerdeña con pérdida de algunos buques, y parte aportó á las costas del Languedoc muy maltratada con gran peligro de aquel soberano. Este desembarcó en el puerto de Aguasmuertas, y dirigiéndose á Mom

(1) Zurita, Anal. lib. III, cap. 74. Gomez Miedes, Hist. de Don Jayme, lib. XVII, cap. 18 y sig. Mondéjar, Mem. de Don Alonso el Sabio, lib. IV, cap. 35 y 36. (2) Véase el apéndice núm. XIII.

(3) Gomez Miedes, Hist. de Don Jayme, lib. XVIII, cap. 2.

(4) Estos convenios ó contratas se hallan en el arch. gen. de la cor. de Arag. y copias en la colec. de Sans, art. I, núm. 11 y sig.

peller regresó por tierra á Cataluña (1). Las naves que llegáron á Acre pudiéron animar y abastecer de víveres á los cristianos, que acababan de tener grandes pérdidas y padecian suma carestía; pero viendo al cabo de algun tiempo que ni parecia el rey ni las tropas de sus aliados los emperadores de la Tartaria y de Constantinopla, regresáron á Barcelona, tocando ántes en las islas de Creta y de Sicilia y habiendo dexado en Acre muchos militares de á caballo y otros ballesteros y hombres de armas, con las provisiones y caudales necesarios para su socorro y el de los embaxadores aliados que habian transportado para que regresasen á su pais (2).

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(1) Gomez. Miédes, Hist. del rey Don Jayme, lib. XVIII, cap. III y sig. Zurita, Anal. lib. 3, cap. 74. Jauna, Hist. gen. de Jerusalen, lib. XII, cap. 6, art. 4. (2) Los historiadores extrangeros como Maimbourg, (Hist. des Crois. lib. XII, tom. 4, P. 374,) y Jauna (Hist. gen. de Jerus. lib. XII, cap. 6, art. 4,) dicen que estos buques que arribáron á Tolemaida ó Acre regresáron muy pronto sin haber hecho cosa alguna de utilidad ó ventajosa á los cruzados. Para desvanecer este concepto falso ó equivocado nos parece muy oportuno citar los documentos que existen en los registros del archivo general de la corona de Aragon (Reg. 10, Jacob. I, de 1265 ad 1275 en varios folios) de donde los copió nuestro académico el Sr. Sans y cuyo resúmen bastará para dar idea de los socorros que aquellas naves suministráron á los cristianos que se hallaban en situacion muy crítica y apurada.

I. Noticias registradas del dia en que respectivamente entráron en el puerto de Acre, las naves de Rehedor, otra cuyo dueño se ignora, de Guillermo Ros, de N. Costa, de Pedro Ris que conduxo al embaxador del emperador de Constantinopla, de Pascual Muntobru, de N. Pintor, de Berenguer Cuc, de Gillermo Dalmau, de Bernardo Saporta, de N. Mollet, con expresion de los sugetos ó gentes de guerra y de los caballeros armados que transportáron, del dinero que se entregó á cada uno por cuenta de racion, y de lo que importó todo. Del registro de la nave de Muntobru se deduce que el cabo principal de guerra que llegó á Acre fué Pedro Ferrandiz.

2.

Dos relaciones de los granos que se recibieron en el puerto de Acre á cuenta del rey Don Jayme de Aragon de las naves que habian llegado allí de Barcelona. 3. Relacion de las cosas ó efectos que se recibiér en el puerto de Acre de varias naves y sugetos que se expresan, cuyo valor ascendió á 50569 bezantes.

4. Noticia registrada de los caudales que por equivalente á racion se suministráron' en Acre á los Ricos-hombres, caballeros y demas gente de guerra con sus caballos, que de dicho puerto se volviéron á Barcelona.

5. Noticia registrada de los ballesteros que quedáron en Acre y de los caudales que se les suministráron por cuenta de racion. Segun este registro y el siguiente á los que quedáron en Acre se les socorrió con tres meses de su sueldo y raciones.

6 Noticia registrada de los caudales que en lugar de racion se suministráron en Acre los caballeros que con caballos armados se quedáron en aquel puerto y de lo que se suministró al embaxador del emperador griego y al del emperador de Trapisonda. Estos documentos, que cada uno forma un registro separado muy expresivo, indican bastantemente los socorros que recibieron los cristianos en la Palestina de las Tom. V. N. 2.

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35. Tal fué el éxito desgraciado de esta expedicion, pero léxos de desmayar por esto el papa Gregorio X procuro pocos años despues fomentar y dar vigor á la guerra de la tierra, santa, con cuyo objeto y el de unir la iglesia griega con la latina juntó concilio en Leon de Francia año de 1274, y allí trató con el rey de Aragon de los aprestos que serian necesarios contra el soldan y para defender las fortalezas que conservaban los cristianos en Asia. Ofrecia el papa ir personalmente á esta jornada, y Don Jayme despues de dar su voto y manifestar su opinion, añadió que acompañaria tambien con su persona á la del sumo pontífice en esta expedicion sin embargo de su vejez, siguiéndole con un buen exército: y que en el caso de que no fuese su Santidad enviaria 10 caballos muy escogidos, pagados por todo el tiempo que durase la guerra. Expuso tambien los servicios que habia hecho á la religion cristiana, conquistando tres reynos de moros é introduciendo en ellos la fe católica, en cuya consideracion pedia que su Santidad le coronase por su mano con las ceremonias acostumbradas en tales casos; pero negándose á ello el papa si primero no renovaba la promesa de pagarle el censo en que su padre habia gravado su reyno á favor de la santa sede, no solo se excusó Don Jayme de contestar á esta demanda, prefiriendo su propio honor y el bien de su pueblo á una satisfaccion tan estéril, sino que se despidió del pontifice con mucha sequedad, perdiendo este entonces por su falta de condescendencia los socorros que habia procurado y consentido reunir para la jornada de ultramar (1). Apénas murió Gregorio X quando su sucesor Inocencio V á causa de la guerra promovida por el rey de Fez y Marruecos, que ayudaba á los moros de Murcia y Granada contra el rey Don Jayme, mandó al arzobispo de Sevilla Don Raymundo Losana en el año de 1276 pasase al reyno de Aragon á pu

naves del rey de Aragon, así de tropas y caballos, como de armas, víveres y caud2les. Segun nuestro historiador Feliú (tom. II, lib. 11, cap. 12,) solo con la fama de la ida del rey Don Jayme, que con tanta justicia y gloria se habia grangeado el epiteto de Conquistador, se retiró el exército turco y dexó libres por entónces á los cristianos.

(1) Zurita, Anal. lib. III, cap. 87. Gomez Miédes, Hist. de Don Jayme, lib. XIX, cap. 7.

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