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83. Arrojados por una tempestad los mismos navegantes de Lubeck y de Brema en el año de 1158 al parage en que el Dwina desagua en el Báltico, tuviéron ocasion de descubrir la Livonia, y de aprovecharse de los recursos y ventajas que ofrecia para el comercio. Con este fin estableciéron allí una colonia, que se aumentó rápidamente y contribuyó mucho á la conversion de los livonios conversion que sirvió despues de pretexto á los príncipes de Dinamarca y de Alemania para conquistarlos. Este zelo de propagar el cristianismo en aquellos vastos continentes se hizo mas general en el siglo inmediato. El órden teutónico, que llegó á ser soberano baxo la proteccion del imperio, y varios príncipes y obispos de la parte meridional del Báltico, emprendiéron con mucho fervor esta conquista espiritual; pero necesitando para ella de los navegantes de aquella confederacion, les dispensáron los mas amplios privilegios, extendiéndolos tambien á otras ciudades marítimas de la baxa Alemania, y con especial distincion á la de Lubeck (1).

84. Así se dilataba la navegacion y se enriquecia el tráfico de estos pueblos por el occidente y por el mar de Alemania, logrando en todas partes exênciones y gracias de mucha consideracion. Se permitió á sus vecinos formar en Londres una compañía, establecer allí su casa y almacenes, y celebrar sus juntas. El pueblo ingles, tan zeloso ahora de su comercio marítimo, dexó por mucho tiempo á estos extrangeros consolidar sin oposicion y extender sin rivalidad su imperio comerciante en el seno mismo de la Gran-Bretaña. Su actividad les hizo penetrar á fines del siglo XIII desde la Livonia hasta Novogorod la grande, una de las principales ciudades de la Rusia, donde estableciéron sus factorías, en las quales exerciéron su jurisdiccion los magistrados de Lubeck. Y por estos medios creció el poder y autoridad de las ciudades ya confederadas entónces, de tal manera que para defender los privilegios que intentaba disputarles el rey de Noruega armáron una esquadra numerosa, y lográron triunfar de la resistencia de aquel príncipe (2).

(1) Mallet, en el mismo lugar, pág. 22, (2) Mallet en el mismo lugar, pág. 24.

85. Si estos felices acontecimientos aumentaban el crédito, el respeto y la autoridad de la confederacion entre los estados vecinos, tambien contribuyéron á consolidar su constitucion y dilatar su dominio desde el Escalda y las islas de Zelanda hasta la Livonia, entrando en ella como á porfía muchas ciudades del interior del imperio y aún provincias enteras que lo solicitáron con gran empeño. Esta union se fué estrechando mas y mas con la necesidad de sostener una guerra muy obstinada con el rey de Dinamarca, y pudo ya á la mitad del siglo XIV hacerse respetar, y darse á conocer de toda la Europa con el nombre de Liga Hanseática (1).

86. Árbitra exclusiva del comercio del norte, cuyos paises habia en gran parte descubierto y civilizado con su industria, le comunicaba por medio de sus navegantes á los pueblos del mediodía, manteniendo para esto con mucha discrecion sus relaciones amistosas y mercantiles con las repúblicas de Italia. Estas por su parte, no ménos atrevidas é industriosas, comenzáron á comunicarse directamente con los puertos del Báltico; pero como la navegacion era tan dilatada y tan imperfecto el estado de la naútica, que para un viage redondo desde Venecia empleaban unos 8 meses, de 6 á 7 desde Génova y Pisa, y poco menos desde Barcelona, se estimó de recíproca conveniencia partir la distancia, estableciendo en medio del camino una escala ó empo-. rio comun entre los pueblos marítimos del norte y los del mediodía de la Europa, y ninguno pareció mas proporcionado que la ciudad de Brújas, plaza ya conocida por su contratacion en los estados de Flandes, cuya riqueza y prosperidad adquirió desde entonces un incremento asombroso. Allí pues se depositaban por una parte las lanas y otras primeras materias de Inglaterra, los paños y manufacturas de los Paises-baxos, los efectos navales del norte como maderas, brea, brea, cáñamos, lonas y diferentes géneros y artefactos; y por otra quanto se exportaba del Mediterráneo , ya de las preciosas producciones de la India, ya de las propias y naturales, ó de las fábricas de Italia, de Francia y de

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España. Las primeras se cargaban en baxeles de venecianos, genoveses y españoles para distribuirse por los paises del mediodía mientras las segundas las repartian los navíos de las ciudades hanseáticas por toda la Alemania y reynos septentrionales. Los unos introducian de este modo el luxo, gusto y aficion á las drogas y mercaderías del oriente entre los habitantes del norte; y los otros recibian ademas de los efectos propios ó industriales de aquellos pueblos una considerable cantidad de oro y plata de las minas -de varias provincias de Alemania, las mas ricas y abundantes que se conocian entonces en Europa (1).

87. Sin embargo de que los viages á Flándes fuesen mirados aún de los marinos italianos como los últimos esfuerzos del arte naútico, nos consta quan repetidos eran por los españoles de las costas del Océano y del Mediterráneo á fines del siglo XIII. Los navarros que en virtud de un tratado ajustado en 31 de Octubre de 1248 por Don Teobaldo I con la ciudad de Bayona, y renovado y ratificado en 20 de Agosto de 1253, hacian libremente su comercio por aquel puerto, sujeto entonces al rey de Inglaterra, obtuviéron en 8 de Diciembre de 1286 una real cédula de Don Sancho IV de Castilla en favor de los comerciantes de Navarra para que pudiesen embarcar en San Sebastian sus mercaderías con destino á Flándes y otras partes: gracia que les amplió el rey Don Pedro en el año de 1351 libertando de la contribucion del diezmo á quanto embarcasen en aquel puerto con tal que no fuesen géneros de Castilla, pudiendo tambien descargar allí los que viniesen para Navarra (2). Los guipuzcoanos conducian ya entonces en naves propias el hierro, la sidra y vinos no solo á Astúrias, Galicia, Andalucía, Portugal y Cataluña, sino con mayor freqüencia y actividad á los reynos ó estados del norte, por cuya razon ántes de mediado el siglo XIV habian ya establecido con los demas vascongados una lonja nacional en Brújas y una com

(1) Robertson. Recherches hist. sur l'Inde, tom. 1, pág. 179. El mismo, Intred. á la Hist. de Cárlos V, nota 29.

(2) Moret, Anal. de Nav. lib. XXI, cap. V, §. 6, núm. 18; y lib. XXII, cap. I, § 2, núm. 5. Dicc. hist. geog. de las Prov. Vascong. art. Guipúzcoa, tom. i, pág. 332 y sig.

pañía de mercaderes en la Rochela (1); de que resultó ser tal el crédito y buena fama de sus marinos que no solo contribuyéron con sus naves á todas las expediciones de nuestros reyes desde la conquista de Sevilla, sino que los de Francia los atraian con grandes sueldos á su servicio. Así Felipe el Hermoso á fines del siglo XIII hizo tratados con las ciudades de Fuenterrabía y San Sebastian sobre el número de navíos con que debian auxîliarle. Á Felipe de Valois sirvieron con mucha freqüencia y utilidad en virtud de la alianza que renovó con Alonso XI; y todavía continuáron los españoles aquellos servicios navales á Cárlos V rey de Francia, con quien se estrecho mas la amistad y confederacion del soberano de Castilla. Reynando Cárlos VI, dice el P. Daniel, se comenzó á hablar en Francia de una nueva clase de navíos de gran magnitud 'que llamaban carracas é iban de España y Génova, á cuya presencia apénas osaban parecer los navíos ingleses: cuya noticia nos ha parecido tan estraña y singular quanto es indudable que mas de siglo y medio ántes eran conocidas estas embarcaciones en la marina española. Algun tiempo despues Cárlos VII empleó con mucha ventaja en el bloqueo y toma de Bayona á mitad del siglo XV doce naves de Vizcaya llamadas pinazas. Y finalmente hasta el reynado de los reyes católicos ni dexáron las naves castellanas de auxîliar ó formar una parte muy principal de las fuerzas navales de Francia, ni esta potencia dexó de depender de los socorros extrangeros hasta que Francisco I ya muy entrado el siglo XVI creó una marina propia y respetable (2).

88. Si estos auxilios dados á los reyes de Francia son un indicio seguro de la fuerza y valor de la marina castellana en aquel tiempo, es prueba no ménos concluyente de esta verdad el respeto y consideracion que merecia á los soberanos de Inglaterra. En 28 de Julio de 1306 aprobó Eduardo II las treguas hechas entre los vecinos de Bayona y las gentes de los puertos marítimos de Castilla, en que se comprendian los de Guipúzcoa, Vizca

(1) Dice, hist. geog. en el mismo lugar, y en ei art. San Sebastian, tom. II, pág. 322. Capmany, Mem. de la mar. y com de Barc. tom. I, parte 2, cap. 10. (2) El P. Daniel, Hist. de la Milic. franc. lib. XIV, cap. 4, tom. II, págs. 617, 636, 643 y sig.

ya y costa de Santander; las quales se renováron en 1309 por los procuradores de Bayona y los del rey Don Fernando IV (1). Interesadas las ciudades de Flándes en la frecuencia y seguridad del tráfico que allí hacian los españoles, y molestaban é interrumpian los ingleses con sus piraterías, imploráron la proteccion del rey de Inglaterra Eduardo III; y lográron que este monarca condescendiendo á la solicitud de las ciudades de Gante, Ipre y Brujas concediese en 12 de Abril de 1340 salvoconducto á favor de las naves y mercaderes castellanos, catalanes y mallorquines que hiciesen el viage de Flándes y Bravante (2). La carta que el mismo rey escribió á los de Bayona en Westmister á 8 de Setiembre de 1350 para que hiciesen guerra á los vascongados, prueba el respeto con que los mirabą, pues dice que con sus navíos corrian los mares de aquella isla, arruinaban su comercio, amenazaban invadir sus costas y pretendian el dominio exclusivo de los mares (3). Para terminar estas hostilidades, poco ventajo sas á los ingleses, se hizo un tratado en Londres á primero de Agosto de 1351 entre todos los súbditos del rey Eduardo y los del rey de Castilla y del señorío de Vizcaya, éstipulando una tregua de 20 años por mar y tierra, y que los vascongados pudieran pescar libremente en los puertos y costas de Inglaterra y Bretaña. Sin embargo parece duró poco esta tranquilidad, pues en el año de 1353 se concluyéron otros dos tratados de paz, uno á 29 de Octubre en la iglesia de Santa María de Fuenterrabía entre los diputados de la ciudad de Bayona y lugar de Bearritz, y los de Castro-urdiales San Sebastian, Guetaria, Fuenterrabía, Motrico y Laredo, villas marítimas de Castilla; y el otro en la misma ciudad á 21 de Diciembre entre los diputados de Bayona y de Bearritz y los de Bermeo, Placencia, Bilbao, Lequeytio y Hondarroa, villas y lugares marítimos del señorío ó condado de Vizcaya : paces que fueron confirmadas por el rey de Inglaterra en el palacio

(1) Dicc. geng. hist. de la Acad. tom. I, art. Guipúzcoa, p. 345.

(2) Rymer, Fed. et Acta publ. Anglia, tom. II, P. IV, p. 72. Capmany, Colec. Dipl. tom. II, núm. 64, p. 110.

(3) Rymer, Fed. et Acta publ. Angliæ, de donde la copió el Señor Llaguno en las adiciones á las notas de la crón. del rey Don Pedro; Adic. V, p. 583.

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