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RETRATO DE HERNAN CORTÉS.

Este retrato grabado de Cortés es copia de otro de cuerpo entero, comprado por don Angel Calderon de la Barca, durante su residencial en Méjico, como enviado de la corte de Madrid. Es una copia fidelísima del cuadro que se ve en el hospital de Jesus; el cual es tambien copia de otro, pintado probablemente algunos años antes de la muerte de Cortés, y durante su última visita á España. No se sabe en que ha parado el original. El retrado de Méjico fue enviado á esta ciudad por la familia de los Monteleones, que desciende del conquistador, como lo evidencian las armas de estos puestas por el retratista en un ángulo del cuadro. Este retrato parece ser considerado por la familia como el mejor del conquistador, por lo que sin duda se ha mandado copias últimamente por el duque actual de Monteleone en Italia.

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La viñeta grabada aquí abajo representa las armas que le fueron concedidas por diploma del emperador Cárlos Quinto con fecha de 7 de marzo de 1525. Se declara en este instrumento, que una águila de dos cabezas representa las armas del imperio; un leon de oro, símbolo del valor y de la constancia, manifestados por Cortés en la conquista del Imperio Mejicano; las tres coronas de oro conmemorativas de los tres monarcas que tuvo sucesivamente por adversarios en la ciudad capital de Méjico, representada en las armas: y las siete cabezas encadenadas en la orla del escudo representan otros tantos príncipes indios á quienes sojuzgó en el valle.

RETRATO DE MOTEZUMA.

Dicen que el retrato original fue hecho por un artista ó pintor llamado Maldonado, que fue á Méjico en tiempo de la conquista. Pertenecia á los condes de Miravalle, y hace solo algunos años que vino á parar en manos del señor Smith Wilcox, cónsul de los Estados Unidos en Méjico. Hay que convenir que la cara representa un aspecto afable y agradablemente melancólico, muy de acuerdo con os trágicos sucesos de la vida del desgraciado monarca.

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La firma anterior, HERNANDO CORTÉS, con la rúbrica, que forma un complemento indispensable del nombre y apellido español, era la del Conquistador ántes de ser creado marques del Valle de Oajaca; firma dificil de hallar, porque en lo sucesivo firmó con el nuevo título de marques de Oajaea.

PROLOGO

A ESTA NUEVA EDICION.

La conquista del nuevo mundo por los españoles, fue uno de aquellos memorables acontecimientos que, por la singularidad de sus circunstancias, aun mas que por el hecho mismo, encarecen sobremanera el valor de los que le llevaron á cabo y la gloria de la nacion en donde se concibió tan atrevido pensamiento.

El espíritu belicoso de nuestros antepasados, no debilitado todavía despues de siete siglos de lucha tenaz con los hijos del islamismo, no satisfecha su ambicion de gloria con haber sentado el pendon de Castilla en las almenas de Italia y Flandes, renació con nuevos brios cuando á consecuencia de los descubrimientos de Colon, halló otro nuevo teatro en donde hacer gallarda ostentacion de sus hazañas, otro mundo que someter á la pujanza de sus armas vencedoras. El valor y la fortuna coronaron sus esfuerzos: el valor y la fortuna ofrecieron á la asombrada Europa, el magestuoso espectáculo de un acontecimiento grande y sorprendente, que no tiene igual en la historia moderna de las naciones.

Verificado con los mas escasos medios que pueden emplearse en la guerra; y por un puñado de combatientes cuyo valor y audacia suplia la escasez de su número, no podia menos de lisongear el orgullo nacional, y de excitar á nuestros escritores á dejar consignados en la historia multitud de hechos heróicos que hoy mismo parecen superiores al esfuerzo humano. No pocos se dedicaron, en efecto, á tan noble tarea, supliendo algunos la falta de estudio para escribir acertadamente la historia, con el laudable celo de perpetuar en la posteridad la gloriosa memoria de sus audaces compatriotas. Brindábales á verificarlo la circunstancia especial de hallarse en frecuente comunicacion con los mismos guerreros, testigos y actores de la conquista, y la facilidad de recojer de sus propios labios la narracion circunstanciada de cuantos hechos de armas tuvieron lugar en tan colosal empresa: medio tradicional, que si no es el mas seguro para hallar la verdad desnuda de los atavios que siempre le prestan las afecciones personales y el fervor de la fantasia, sirve á lo menos para aseverar en el fondo la certeza de los hechos.

El primero que dedicó su pluma á referir los memorables acontecimientos que tanta gloria grangearon á Hernan Cortés, único gefe de aquella célebre espedicion para la conquista de Nueva España, fue Francisco Lopez de Gomara, capellan particular del mismo Cortés, y por orden del cual sospechó Robertson que aquel escribió su crónica.

Sin embargo de no ser este escritor tan exacto como seria de desear, segun se deduce de su cotejo con Herrera, y con Bernal Diaz del Castillo, testigo ocular de la conquista, le siguieron en cuanto à la narracion de los sucesos, el doctor Illescas y el obispo Paulo Jobio. Pero ni estos ni otros varios que en aquel y en posteriores tiempos se dedicaron á consignar los acontecimientos de tan memorable empresa, fueron bastante prolijos en examinar los documentos anteriores que podian dar crédito á su narracion, diligencia que no perdonó Antonio de Herrera al escribir sus Décadas, que abrazan la historia general de la conquista de América apoyándose, respecto de la de Nueva España lo que el mismo Hernan Cortés referia en sus cartas á Carlos I; al manuscrito que aun no se habia impreso de la historia compuesta por Bernal Diaz del Castillo; y á lo que su recto juicio y sana crítica le daban como ajustado á razon en los demas historiadores que hubo de consultar. Pero este coronista, aunque diligente y laborioso, y adornado sin duda alguna de cualidades muy relevantes para escribir con fruto la historia, ni tuvo acierto en la disposicion del plan de su obra, justamente censurado por Solis y Robertson, ni fue tan diligente como era menester para la rectificacion de los hechos y abundancia de datos morales, cientificos, políticos y religiosos de pueblos enteramente desconocidos, ni su critica es tan severa que no dé fácil cabida en las páginas de su obra á hechos dudosos, á datos que carecen de fundamento seguro, y á exajeraciones y puerilidades reprobadas por la razon y la verdad. Sin embargo de esos lunares su obra es de aquellas que por muchos conceptos merece el aprecio de los entendidos.

Con posterioridad á los referidos historiadores, y ya en el último tercio del siglo XVII, publicó don Antonio Solis la presente Historia de la Conquista de Méjico. En ella se limita, como su propio titulo lo espresa, á referir las heróicas hazañas á que se debió la rendicion de la populosa capital de aquel vasto imperio.

El objeto que se propuso al ceñirse á la parte mas esencial de la conquista de Nueva España, lo declara llanamente el autor en el capítulo 2o de su historia; y por lo tanto á él remitimos á nuestros lectores. Solamente añadiremos á su esposicion, que sin duda no se atrevió á descubrir el pensamiento principal y dominante en su ánimo, al disponer el plan de su obra. Si por ventura nos equivocamos en nuestro juicio, no será ciertamente por falta de fundamentos en que apoyarle. La disposicion particular de esa historia; la unidad de accion que en ella se observa desde el momento en que Hernan Cortés toma el mando de la escuadra ; la abundancia poética de sus descripciones; la forma dramática que procura dar á la accion ; y el no perder jamás de vista al héroe principal, sin consentir que ningun otro le oscurezca en lo mas minimo; el modo de desenlazar la accion, de suspenderla, y terminarla en el punto mas interesante, complemento de aquella y de las hazañas de su protagonista ; todo descubre el anhelo de dar á su historia el interes y las gigantescas formas de la epopeya. Objeto laudable en sí mismo, si para llenarle cumplidamente no fuese forzoso á veces sacrificar la verdad en obsequio de la poesía, despojando á la historia de uno de sus mas bellos atributos que consiste en ser veridica. Acaso no es otro el origen de las inexactitudes de la de Solis : acaso él mismo las ocasionó, y no tuvo sobrada resolucion para desecharlas, hallando en sus simpatías por Cortés, y en los atrevidos y no siempre justos desahogos de Bernal Diaz del Castillo, suficiente escusa para reusar el testimonio de un testigo como este, actor

en ciento diez y nueve encuentros y batallas sostenidas contra todo el poder de las provincias mejicanas. Pero Solis le recusa en efecto en todo aquello que no va conforme con su modo particular de ver y de sentir; y al formar juicio crítico de la obra de Bernal Diaz, no puede disimular su repugnancia al ver en ella censurada varias veces la conducta de Cortés como particular y como gefe, cuando á sus ojos es el único modelo en su especie: he aquí sus palabras. « Pasa hoy por historia verda» dera (la de Bernal) ayudándose del mismo desaliño y poco adorno de >> su estilo para parecerse á la verdad y acreditar con algunos la since»ridad del escritor pero aunque le asiste la circunstancia de haber >> visto lo que escribió, se conoce de su misma obra que no tuvo la vista » libre de pasiones, para que fuese bien gobernada la pluma : muéstrase >> tan satisfecho du su ingenuidad, como quejoso de su fortuna, andan >> entre sus renglones muy descubiertas la envidia y la ambicion; y paran >> muchas veces estos afectos destemplados en quejas contra Hernan Cortés, >> principal héroe de esta historia, procurando penetrar sus designios » para deslucir y enmendar sus consejos, y diciendo muchas veces como » infalible, no lo que ordenaba y disponia su capitan, sino lo que mur>> muraban los soldados; en cuya república hay tanto vulgo como en las >> demas; etc. »

Esta censura es justa; y aun cuando por ella no quede Solís á cubierto de la nota de parcial en las cosas relativas à Cortés, tambien es cierto que no siempre puede darse entero crédito á Castillo, sin riesgo de incurrir en errores de gran cuantía respecto de la persona de su gefe. No pocas veces aquel guerrero historiador se alaba á sí mismo ó á sus compañeros de armas, de haber dictado á Cortés disposiciones ya politicas, ya militares, cuyo buen éxito fué coronado por la fortuna: entre las segundas cuenta Bernal Diaz el haberle aconsejado él y sus amigos, la destruccion de los buques, para quitar toda esperanza de salvacion á su pequeño ejército, colocándole en la alternativa de morir ó vencer. Solís combate la osada presuncion de Castillo con buenas razones, y especialmente con la propia contradiccion en que sobre ese punto incurre por su ninguna destreza en escribir. Ningun otro historiador contemporáneo trató nunca de despojar á Cortés de la alta gloria de que se hizo merecedor su nombre por una resolucion tan atrevida, que pudiera pasar por temeraria, si el éxito no hubiese justificado la prudente prevision de tan esforzado capitan. Si Bernal Diaz lo intentó, por simple vanagloria ó por malicia, no es fácil adivinarlo: pero no tiene duda que pudo aventurar impunemente ese y otros semejantes asertos, puesto que cuando escribia su historia, segun él mismo asegura, solamente vivian otros cuatro soldados mas de los que salieron de la isla de Cuba en compañía de Hernan Cortés á la conquista de Nueva España; y aun estos habrian fallecido cuando se dió su obra al público; por consiguiente nadie en el mundo podia desmentirle. Sin embargo de esa jactancia, que tanto repugna en la historia de Bernal Diaz, hace mucho honor á su ingenuidad la justa alabanza que igualmente tributa al valor y altos hechos de Cortés y demas capitanes de su ejército.

La Historia de la Conquista de Méjico ha sido tan celebrada entre nosotros como deprimida entre los estrangeros. Tocaba á nuestro justo orgullo aplaudir con entusiasmo una obra que, á sus buenas prendas literarias, reunia la circunstancia de conceder muy preferente lugar en los anales del mundo á innumerables hazañas ejecutadas gloriosamente

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