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llegó á la villa de la Trinidad. Pero viendo que esta nueva órden venia ya con señales de obstinacion irremediable, empezó á discurrir con menos templanza en el modo de volver por sí. Considerábase por una parte aplaudido y aclamado de todos los que le seguian, y por otra abatido y condenado á una prision como delincuente. Reconocia que Diego Velazquez tenia empleado algun dinero en la primera formacion de aquella armada; pero que tambien era suya y de sus amigos la mayor parte del gasto, y todo el nervio de la gente. Revolvia en su imaginacion todas las circunstancias de su agravio; y poniendo los ojos en los desaires que habia sufrido hasta entonces, se volvia contra sí, llegando á enojarse con su paciencia, y no sin alguna causa; porque esta virtud se deja irritar y afligir dentro de los límites de la razon, pero en pasando de ellos, declina en bajeza de ánimo y en falta de sentido. Congojábale tambien el mal logro de aquella empresa, que se perderia enteramente si él volviese las espaldas; y sobre todo le apretaba en lo mas vivo del corazon el ver aventurada su honra, cuyos riesgos, en quien sabe lo que vale, tienen el primer lugar en la defensa natural.

Sobre estos discursos, á este tiempo, y con esta irritacion, tomó Hernan Cortés la primera resolucion de romper con Diego Velazquez; de que se convence lo poco que le favoreció Antonio de Herrera, poniendo este rompimiento en la ciudad de Santiago, y en un hombre acabado de obligar. Estamos á lo que refiere Bernal Diaz del Castillo en esta noticia; y no es el autor mas favorable, porque Gonzalo Fernandez de Oviedo asienta que se mantuvo en la dependencia del gobernador Diego Velazquez, hasta que ya dentro de Nueva España llegó el caso de obrar por sí, dando cuenta al emperador de los primeros sucesos de su conquista.

No parezca digresion agena del asunto el habernos detenido en preservar de estos primeros deslucimientos á nuestro Hernan Cortés. Tan lejos tenemos las causas de la lisonja en lo que defendemos, eomo las del odio en lo que impugnamos: pero cuando la verdad abre camino para desagraviar los principios de un hombre que supo hacerse tan grande con sus obras, debemos seguir sus pasos, y complacernos de que sea lo mas cierto lo que está mejor á su fama.

Bien conocemos que no se debe callar en la historia lo que se tuviere por culpable, ni omitir lo que fuere digno de reprension; pues sirven tanto en ella los ejemplos que hacen aborrecible el vicio, como los que persuaden á la imitacion de la virtud : pero esto de inquirir lo peor de las acciones, y referir como verdad lo que se imaginó, es mala inclinacion del ingenio, y culpa conocida en algunos escritores que leyeron á Cornelio Tácito, con ambicion de imitar lo inimitable; y se persuaden á que le beben el espíritu en lo que malician ó interpretan con menos artificio que veneno.

Volviendo pues á nuestra narracion, resuelto ya Hernan Cortés á que no le convenia disimular su queja, ni era tiempo de consejos, medios que ordinariamente son enemigos de las resoluciones

grandes, trató de mirar por sí, usando de la fuerza con que se hallaba segun la hubiese menester; y antes que Pedro de Barba se determinase á publicar la órden que tenia contra él, puso toda su diligencia en apartar de la Habana á Diego de Ordaz, de quien se recelaba mas, despues que supo los intentos que tuvo de hacerse nombrar por gobernador en su ausencia y así le ordenó que se embarcase luego en uno de los bajeles, y fuese á Guanicanico, poblacion situada de la otra parte del cabo de San Anton, para recoger unos bastimentos que se habian encaminado por aquel parage mientras él llegaba con el resto de la armada : y asistiendo á la ejecucion de esta órden con sosegada actividad, se halló brevemente desembarazado del sugeto que podia hacerle alguna oposicion, y pasó á verse con Juan Velazquez de Leon, á quien redujo fácilmente á su partido, porque estaba algo desabrido con su pariente, y era hombre de mas docilidad y menos artificio que Diego de Ordaz.

Con estas prevenciones se dejó ver de sus soldados, publicando la nueva persecucion de que estaba amenazado; corrió la voz, y vinieron todos á ofrecérsele, conformes en la resolucion de asistirle aunque diferentes en el modo de darse á entender: porque los nobles manifestaban su ánimo como efecto natural de su obligacion; pero los demas tomaron su causa con sobrado fervor, rompiendo en voces descompuestas, que llegaron á poner en cuidado al mismo que favorecian, verificándose en su inquietud y en sus amenazas lo que suele perder la razon cuando se deja tratar de la muchedumbre. Pero antes que tomase cuerpo este primer movimiento de la gente, conociendo Pedro de Barba lo que aventuraba en la dilacion, buscó á Hernan Cortés, y entró desarmando todo aquel aparato con decir á voces que no trataba de poner en ejecucion la órden de Diego Velazquez, ni queria que por su mano se obrase una sinrazon tan conocida; con que se convirtieron las amenazas en aplausos, y aseguró luego la sinceridad de su ánimo, despacha ido públicamente á Gaspar de Garnica con una carta para Diego Velazquez, en que le decia que ya no era tiempo de detener á Cortés, porque se hallaba con mucha gente para dejarse maltratar, ó reducirse á obedecer; y le ponderaba, no sin encarecimiento, inquietud que ocasionó su órden en aquellos soldados, y el peligro en que se vió aquel pueblo de alguna turbacion: concluyendo la carta con aconsejarle que llevase á Cortés por el camino de la confianza, cobrando el beneficio pasado con nuevos beneficios;y se aventurase á fiar de su agradecimiento, lo que ya no se podia esperar de la persuasion ni de la fuerza (1).

la

(1) Los tres capítulos que Solís emplea en dar cuenta de la prematura desconfianza de Diego Velazquez respecto de Cortés, son una verdadera fábula tomada de Herrera, y confirmada por la autoridad de Bernal Diaz del Castillo; á quien se ha dado siempre sobrado crédito como actor en aquel magnífico drama. Sin embargo

Hecha esta diligencia, se puso todo el cuidado en abreviar la partida, y fue necesario para sosegar la gente, que mal hallada,

esos pormenores han dado lugar á que se juzgue con harta severidad la conducta de Hernan Cortés bajo el aspecto de la gratitud y de la obediencia que debia á Diego Velazquez; singularmente los estrangeros, ávidos de ocasiones que les proporcionen el placer de deprimir la grandeza de nuestros hechos, se han apoderado de la desavenencia entre Velazquez y Cortés para presentar al segundo bajo un punto de vista poco favorable, despojándole de todo cuanto habia en su alma de noble y generoso. Las aclaraciones que vamos á dar en esta nota, bastarán á nuestro entender para dejar desvanecidos esos errores acerca de un punto, que dejará desde luego de ser histórico.

El objeto principal, y puede decirse esclusivo, que llevó Diego Velazquez en el armamento de la pequeña escuadra que encomendó al capitan Juan de Grijalva, fue el hacer descubrimientos en la costa de tierra firme en direccion al Sur y traficar con los rescates ó cambios que de su oro y pedrerías hacian los indios por bujerías y ropas que les daban los europeos. Ni Velazquez le mandó poblar en aquellas costas, ni fue otro el motivo de su enojo con Grijalva, que el poco lucro que este habia sacado de los rescates. La nueva escuadra que confió á Cortés, llevó el mismo objeto, así como el de auxiliar á Grijalva, cuyo paradero ignoraba Velazquez, segun puede verse en la instruccion que dió á Cortés por escrito, y en la que nada le previene acerca de levantar poblaciones en las costas. (Coleccion de documentos inéditos para la historia de España, tomo primero. )

El declararse Cortés independiente de la autoridad de Velazquez, no tuvo lugar como se supone en las Antillas, sino en San Juan de Ulúa, segun se deduce del memorial que un año despues de la partida de Hernan Cortés, presentó Benito Martinez al Rey en nombre de Diego Velazquez, pidiendo se castigase á aquel brevemente. Para juzgar pues, de ese suceso es preciso no mirarle tan solo bajo el aspecto militar, sino tener tambien en cuenta la combinacion de circunstancias que para ello mediaron. Velazquez buscó á Cortés para la empresa mercantil á que dió principio Grijalva, porque á la sazon se hallaba rico de dinero y tenia ciertos navíos propios suyos, y muchos amigos en Cuba: de manera que ambos se concertaron y asociaron para reunir una buena armada de la que seria capitan general Hernando Cortés en nombre del Rey. En esta asociacion Diego Velazquez solamente puso la tercera parte del número de buques convenidos, y Cortés las restantes y todos los gastos de equipo, segun se halla consignado en la Relacion que de los principios de la conquista de Nueva España, hizo al Rey la Justicia y Regimiento de Vera-Cruz á 10 de julio de 1519. ( Coleccion de documentos inéditos, ya citados.) Por estos antecedentes se vé que el contrato de Velazquez y Cortés, antes tiene el aspecto mercantil que no el militar; en cuyo género de comercio mostró bien su codicia el bueno de Velazquez durante la espedicion de Grijalva, y aun en el equívoco de la armada de Cortés, segun lo afirmaron al Rey la Justicia y Regimiento de Vera-Cruz. Ademas de esas circunstancias que como vá dicho dan á la empresa de Velazquez todo el aspecto de una especulacion mercantil, media otra que atenúa en gran manera el cargo que pudiera hacerse á Cortés como militar. Cuando este llegó á San Juan de Ulúa, sus soldados se decidieron á levantar poblacion en aquella tierra en que tan buenos rescates habian logrado; y concertándose sus gefes para ello, intimaron á Cortés su voluntad requiriéndole á ello en toda forma. Fundábanse en que no llevando otro objeto segun las instrucciones de Velazquez, que hacer rescates con los indios para volverse á la isla Fernandina (Cuba), las utilidades de la empresa únicamente redundarian en beneficio de aquel y de Cortés, y ellos tan solo sacarian su salario, y las penalidades, riesgos y fatigas de la espedicion. Cortés se tomó un dia de término para contestar á semejante demanda; y en efecto lo verificó dando su asentimiento á semejante peticion, aun cuando en ello aventuraba el indemnizarse de los gastos de la armada; pero añadiendo que posponia todo género de consideraciones al deseo de servir á S. M. y estender sus dominios. En consecuencia de esta determinacion, procedió á fundar la rica villa de la Vera-Cruz, y

al parecer, sin la cólera que habia concebido, volvia nuevamente á inquietarse con una voz que corrió, de que Diego Velazquez trataba de venir á ejecutar personalmente aquella violencia, como dicen que lo tuvo resuelto; pero aventurára mucho, y no lo hubiera conseguido, porque suele ser flaco argumento el de la autoridad para disputar con los que tienen la razon y la fuerza de su parte.

CAPITULO XIV.

Distribuye Cortés los cargos de su armada: parte de la Habana, y llega á la isla de Cozumel (1) donde pasa muestra, y anima sus soldados á la empresa. Habíase agregado un bergantin de mediano porte á los diez bajeles que estaban prevenidos, y así formó Cortés de su gente once compañías, dando una á cada bajel; para cuyo gobierno nombró por capitanes á Juan Velazquez de Leon, Alonso Hernandez Portocarrero, Francisco de Montejo, Cristóbal de Olid, Juan de Escalante, Francisco de Morla, Pedro de Alvarado, Francisco Saucedo y Diego de Ordaz, que no le apartó para olvidarle, ni se resolvió á tenerle ocioso dejándole desobligado y reservando para sí el goberno de la capitana, encargó el bergantin á Ginés de Nortes. Dió tambien el cuidado de la artillería á Francisco de Orozco, soldado de reputacion en las guerras de Italia; y el cargo de piloto mayor á Anton de Alaminos, diestro en aquellos mares, por haber tenido esta misma ocupacion en los dos viages de Francisco Fernandez de Córdoba y Juan de Grijalva. Formó sus instrucciones, previniendo con cuidadosa prolijidad las contingencias, y llegado el dia de la embarcacion, se dijo con solemnidad una misa del

ǎ nombrar alcaldes y regidores de ella, de quienes recibió el juramento en forma. Despues de esto, como espiraba el poder que de Velazquez habia recibido Cortés, y esta es circunstancia que debe tenerse muy en cuenta, la Justicia y Regimiento de Vera-Cruz, en nombre de S. M. le nombró Justicia mayor y capitan de las armas rcales, recibiéndole el juramento acostumbrado. Esto es cuanto oficialmente aparece respecto del alzamiento de Cortés. Si él como hombre sagaz y astuto, halló medio de inducir los ánimos de los suyos para que intentasen lo que sin duda deseaba, ese es un hecho que pertenece al fuero interno del individuo. Lo cierto es que sin embargo de las quejas y demandas de Diego Velazquez al Rey, nada pudo conseguir contra el héroe de Nueva España: lejos de eso existe una carta de Cárlos V á Cortés, fecha en Valladolid á 15 de octubre de 1522 ( documentos inéditos), en que no tan solo aprueba tácitamente todo lo hecho por aquel, sino que le confiere el cargo de Gobernador y Capitan general de Nueva España, prohibiendo al adelantado Velazquez ponga el menor impedimento á la ejecucion de su voluntad. Esta determinacion y el no haber producido resultado alguno contra Cortés el espediente promovido sobre el asunto en el Consejo de Indias, á cuyo conocimiento lo pasó el Emperador, á pesar de tener por enemigo á su Presidente, prueban que no se halló entonces mérito suficiente para juzgar de la conducta de Cortés tan desventajosamente como se ha hecho en tiempos posteriores.

(1) Santa Cruz suelen llamarla tambien ; y con ese nombre la designa Diego Velazquez en sus instrucciones á Cortés.

Espíritu Santo, que oyeron todos con devocion, poniendo á Dios en el principio para asegurar los progresos de la obra que emprendian; y Hernan Cortés, en el primer acto de su jurisdiccion, dió para el regimiento de la armada el nombre de San Pedro, que fue lo mismo que invocarle y reconocerle por patron de aquella empresa, como lo habia sido de todas sus acciones desde sus primeros años. Ordenó luego á Pedro de Alvarado que adelantándose por la banda del Norte, buscase en Guanicanico á Diego de Ordaz, para que juntos le esperasen en el cabo de San Anton, y á los demas que siguiesen la capitana; y en caso que el viento ó algun accidente los apartase, tomasen el rumbo de la isla de Cozumel, que descubrió Juan de Grijalva, poco distante de la tierra que buscaban, donde se habia de tratar y resolver lo que conviniese para entrar en ella y proseguir el intento de su jornada.

Partieron últimamente del puerto de la Habana en diez de febrero del año de mil quinientos y diez y nueve, favorecidos al principio del viento; pero tardó poco en declararles su inconstancia, porque al caer del sol se levantó un recio temporal que los puso en grande turbacion, y al cerrar de la noche fue necesario que los bajeles se apartasen para no ofenderse, y corriesen impetuosamente dejándose llevar del viento, y eligiendo como voluntaria la velocidad que no podian resistir. El navío que gobernaba Francisco de Morla padeció mas que todos, porque un embate de mar le llevó de través el timon y le dejó á pique de perderse. Hizo diferentes llamadas con que puso en nuevo cuidado á los compañeros, que atentos al peligro ageno, sin olvidar el propio, hicieron cuanto les fue posible para mantenerse cerca, forcejeando á veces, y á veces contemporizando con el viento. Cesó la tormenta con la noche, y cuando se pudieron distinguir con la primera luz los bajeles, acudió Cortés y se acercaron todos al que zozobraba, y á costa de alguna detencion se remedió el daño que habia padecido.

En este tiempo Pedro de Alvarado, que como vimos se adelantó en busca de Diego de Ordaz, se halló con el dia arrojado de la tempestad mas dentro del golfo que pensaba, porque el mismo cuidado de apartarse de la tierra que iba costeando le obligó á correr sin reserva, tomando como seguridad el peligro menor. Reconoció el piloto por la brújula y carta de marear que habian decaido tanto del rumbo que traian, y se hallaban ya tan distantes del cabo de San Anton, que seria temeridad el volver atrás; y propuso como conveniente el pasar de una vez á la isla de Cozumel. Dejólo á su arbitrio Pedro de Alvarado, acordándole con flojedad la órden que traia de Hernan Cortés, que fue lo mismo que dispensarla; y así continuaron su viage y surgieron en la isla dos dias antes que la armada. Saltaron en tierra con ánimo de alojarse en un pueblo vecino á la costa, que el capitan y algunos de los soldados conocian ya desde el viage de Juan de Grijalva; pero le hallaron despoblado, porque los indios que le habitaban al reco

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