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la felicidad con que se aumentaban sus fuerzas, sino el mismo vigor de su ánimo, y aquella maravillosa constancia, que no siendo impropia en su valor natural, la estrañaba como efecto de influencia superior.

Llegaron á esta sazon unos mensageros en diligencia, despachados á Cortés por los caciques de Chalco y Tamanalco, pidiéndole socorro contra un ejército del enemigo, que se quedaba previniendo en Méjico para sujetar los lugares de su distrito, que se conservaban en la devocion de los españoles. Tenia Guatimozin ingenio militar, y como se ha visto en otras acciones suyas, notable aplicacion á las artes de la guerra. Desvelábase continuamente su cuidado en los medios por donde podria conseguir la victoria de sus enemigos; y habia discurrido en ocupar aquella frontera, para cerrar la comunicacion de Tlascala, y cortar los socorros de la Vera-Cruz: punto de tanta consecuencia, que puso á Hernan Cortés en obligacion precisa de socorrer aquellos aliados, sobre cuya fé se mantenia libre de mejicanos el paso de que mas necesitaba. Despachó luego con este socorro á Gonzalo de Sandoval con trescientos españoles, veinte caballos, y algunas compañías de Tlascala y Tezcuco, en el número que pareció suficiente, respecto de hallarse aquellas provincias con las armas en las manos.

Ejecutóse la salida sin dilacion, y la marcha con particular diligencia, con que llegó á tiempo el socorro; y los caciques amenazados tenian prevenida su gente, que incorporada con la que llevó Sandoval, formaba un grueso muy considerable. Hallábase cerca el enemigo que se alojó la noche antes en Guastepeque, y se tomó resolucion de salir á buscarle primero que llegase á penetrar los términos de Chalco. Pero los mejicanos con bastante satisfaccion de sus fuerzas, y con noticia de que habian llegado españoles en defensa de los chalqueses, ocuparon anticipadamente unas barrancas ó quiebras del camino para esperar en parage donde no los pudiesen ofender los caballos. Reconocióse la dificultad al tiempo casi de acometer, y fue necesaria toda la resolucion de Gonzalo de Sandoval y todo el valor de su gente para desalojarlos de aquellos pasos dificultosos: faccion que se consiguió á fuerza de brazos, y no sin alguna pérdida, porque murió peleando valerosamente un soldado español que se llamaba Juan Dominguez, sugeto que merecia la estimacion del ejército por su particular aplicacion al manejo y enseñanza de los caballos. Perdieron gente los mejicanos en esta disputa; pero quedaron con bastante pujanza para volverse á formar en lo Ilano; y Gonzalo de Sandoval, vencido con poca detencion el impedimento del camino, volvió á cerrar con ellos tan ejecutivamente, que los tuvo rotos y deshechos antes que acabasen de rehacerse. Peleó un rato la vanguardia del enemigo con desesperacion; y pudiera llamarse batalla este combate si durara un poco mas su resistencia; pero desvaneció brevemente aquella niultitud desconcertada, perdiendo en el alcance, que se mandó seguir con toda ejecucion, la mayor parte de sus tropas. Quedó Gonzalo de Sandoval señor de

la campaña, y eligió puesto donde hacer alto para dar algun tiempo al descanso del ejército, con ánimo de pasar antes de la noche á Guastepeque, donde se habia retirado la mayor parte de los fugitivos.

Pero apenas se pudieron lograr la quietud y el refresco de la gente de que ya necesitaba para restaurar las fuerzas, cuando los batidores que se habian adelantado á reconocer las avenidas, volvieron tocando arma tan vivamente, que fue necesario apresurar la formiacion del ejército. Venia marchando en batalla un grueso de hasta catorce ó quince mil mejicanos, y tan cerca que tardaron poco en dejarse percibir sus timbales y bocinas. Tuviéronse por tropas que venian de socorro á los que salieron delante, porque no era posible que se hubiesen ordenado con tanta brevedad los que se acabaron de romper; ni cabia el venir tan orgullosos con el escarmiento á las espaldas. Pero los españoles se adelantaron á recibirlos, y dieron su carga tan á tiempo, que desconcertadas las primeras tropas pudieron cerrar sin riesgo los caballos y acometer los demas como solian, ejecutando á los enemigos con tanto rigor, que se hallaron brevemente reducidos á volver las espaldas recogiéndose de tropel á Guastepeque, donde se daban por seguros. Pero avanzando al mismo tiempo los españoles, siguieron y ensangrentaron el alcance con tanta resolucion, que cebados en él se hallaron dentro de la poblacion, cuya entrada mantuvieron, hasta que llegando el ejército se repartió la gente por las calles, y se ganó á cuchilladas el lugar echando á los enemigos por la parte contrapuesta. Murieron muchos porque fue porfiada su resistencia, y salieron tan atemorizados que se halló á breve rato despejada toda la tierra del contorno.

Era tan capaz este pueblo, que resolviendo Gonzalo de Sandoval pasar en él la noche, tuvieron cubierto los españoles y mucha parte de los aliados: hízoze mas festiva la victoria con la permision del pillage, concedida solamente para las cosas de precio que no fuesen carga ni embarazasen el manejo de las armas. Llegó poco despues el cacique y algunos de los vecinos mas principales que dieron la obediencia, disculpándose con la opresion de los mejicanos, y trayendo en abono de su intencion la misma sinceridad con que venian á entregarse desarmados y rendidos. Hallaron agasajo y seguridad en los españoles; y poco despues de amanecer, reconocida la campaña, que se halló sin rumor de guerra por todas partes, estuvo resuelta por Sandoval, con acuerdo de sus capitanes, la retirada. Pero los chalqueses, que tenian mas adelantada la diligencia de sus espías, recibieron aviso de que se iban juntando en Capistlan todos los mejicanos de las rotas antecedentes, y le protestaron que seria el retirarse lo mismo que dejar pendiente su peligro. Sobre cuya noticia pareció conveniente deshacer esta junta de fugitivos antes que se rehiciesen con nuevas tropas.

Distaba Capistlan dos leguas de Guastepeque hácia la parte de Méjico, y era lugar fuerte por naturaleza, fundado en lo mas eminente

de una sierra difícil de penetrar, con un rio de la otra banda que, bajando rápidamente de los montes vecinos, bañaba los mayores precipicios de la misma eminencia. Hallóse cuando llegó el ejército puesto en defensa; porque los mejicanos que le habian ocupado tenian coronada la cumbre; y celebrando con los gritos la seguridad en que se consideraban, dispararon algunas flechas, menos para herir que para irritar. Iba resuelto Gonzalo de Sandoval á echarlos de aquel puesto, para dejar sin recelo de nueva invasion á las provincias de la vecindad; y viendo que solo se descubrian otros caminos igualmente dificultosos para el ataque, ordenó á los de Chalco y Tlascala que pasasen á la vanguardia y empezasen á subir la cuesta como gente mas habituada en semejantes asperezas. Pero no le obedecieron con la prontitud que solian, confesando, con lo mal que se disponian, que recelaban la dificuldad como superior á sus fuerzas, tanto que Gonzalo de Sandoval, no sin alguna impaciencia de su detencion, se arrojó al peligro con sus españoles, cuya resolucion dió tanto aliento á los tlascaltecas y chalqueses que, conociendo á vista del ejemplo la disonancia de su temor, cerraron por lo mas agrio de la cuesta, subiendo mejor que los españoles y peleando como ellos. Era tan pendiente por algunas partes el camino, que no se podian servir de las manos sin peligro de los pies; y las piedras que dejaban caer de lo alto herian mas que los dardos y la flechas, pero las bocas de fuego y las ballestas iban haciendo lugar á las picas y á las espadas; y durando en los agresores el valor á despecho de la oposicion y del cansancio, llegaron á la cumbre casi al mismo tiempo que los enemigos se acabaron de retraer á la poblacion, tan descaecidos que apenas se dispusieron á defenderla, ó la defendieron con tanta flojedad, que fueron cargados hasta los precipicios de la sierra, donde murieron pasados á cuchillo todos los que no se despeñaron; y fue tanto el estrago de los enemigos en esta ocasion, que segun lo hallamos referido afirmativamente, corrieron al rio por un rato arroyos de sangre mejicana tan abundantes, que bajando sedientos los españoles á buscar su corriente, fue necesario que aguardase la sed, ó se compusiesen con el horror del refrigerio.

Salió Gonzalo de Sandoval con dos golpes de piedra que llegaron á falsear la resistencia de las armas, y heridos considerablemente algunos españoles entre los cuales fueron de mas nombre, ó merecieron ser nombrados Andres de Tapia y Hernando de Osma. Las naciones amigas padecieron mas, porque tuvo gran dificultad el asalto de la sierra, y entraron con mayor precipitacion en el peligro.

Pero hallándose ya Gonzalo de Sandoval con tres ó cuatro victorias conseguidas en tan breve tiempo, deshechos los mejicanos que infestaban aquella tierra, y aseguradas las provincias que necesitaban de sus armas, se puso en marcha el dia siguiente la vuelta de Tezcuco, donde llegó por los mismos tránsitos sin contradiccion que le obligase á desnudar la espada.

Apenas se tuvo en Méjico noticia de su retirada,. cuando aquel

emperador envió nuevo ejército contra la provincia de Chalco; bastante seña de la resolucion con que deseaba ocupar el paso de Tlascala. Supieron los chalqueses la nueva invasion de los mejicanos en tiempo que no podian esperar otro socorro que el de sus armas; y juntando apresuradamente las tropas con que se hallaban y las que pudieron adquirir de su confederacion, salieron á campaña, mejorados en el sosiego del ánimo y en la disposicion de la gente. Buscáronse los dos ejércitos, y acometiéndose con igual resolucion, fue reñida y sangrienta la batalla; pero la ganaron con grandes ventajas los de Chalco, y aunque perdieron mucha gente hicieron mayor daño al enemigo, y quedó por ellos la campaña, cuya noticia tuvo grande aplauso en Tezcuco, y Hernan Cortés particular complacencia de que sus aliados supiesen obrar por sí entrando en presuncion de que bastaban para su defensa. Debióse principalmente á su valor el suceso, y obró mucho en él la mejor disciplina con que pelearon, siendo en aquellos ánimos de gran consecuencia el haberse hallado en otras victorias, perdido el miedo á la nacion dominante, y descubierto por los españoles el secreto de que sabian huir los mejicanos.

CAPITULO XVII.

Hace nueva salida Hernan Cortés para reconocer la laguna por la parte de Suchimilco; y en el camino tiene dos combates peligrosos con los enemigos que halló fortificados en las sierras de Guastepeque.

Quisiera Hernan Cortés que Gonzalo de Sandoval no se hubiera retirado sin penetrar por la parte de Suchimilco (1) á la laguna, que distaba pocas leguas de Guastepeque ; porque importaba mucho reconocer aquella ciudad, respecto de haber en ella una calzada bastantemente capaz que se daba la mano con las principales de Méjico. Y como el estado en que se hallaban los bergantines daba lugar para que se hiciese una nueva salida, se tuvo por conveniente aprovechar aquel tiempo en adquirir esta noticia : resolucion en que se consideró tambien la conveniencia de cubrir el paso de Tlascala dando calor á los chalqueses, que al parecer no estaban seguros de nuevas invasiones. Ejecutóse luego esta jornada, y la tomó Hernan Cortés á su cargo, teniéndola por digna de su cuidado. Llevó consigo á Cristóbal de Olid, Pedro de Alvarado, Andres de Tapia y Julian de Alderete con trescientos españoles, á cuyo número se agregaron las tropas de Tezcuco y Tlascala que parecieron bastantes, con el presupuesto de que hallaban con las armas en las manos al

(1) Xochimilco. La primera sílaba de este nombre, suplida por los españoles con la sílaba Su, declara aproximadamente la pronunciacion de la X entre los indios, y confirma lo dicho en otra nota sobre lo mismo.

cacique de Chalco y á las demas naciones amigas de aquel parage.

Dejó el gobierno militar de la plaza de armas á Gonzalo de Sandoval, y el político al cacique don Hernando, en quien duraban sin menoscabo el afecto y la dependencia; y aunque le llamaban siempre su edad y su espíritu á mas briosa ocupacion, tenia entendimiento para conocer que merecia mas obedeciendo.

Eran los cinco de abril de mil quinientos veinte y uno cuando salió Hernan Cortés de Tezcuco, y hallando el camino sin rumor de mejicanos, marchó en tanta diligencia que se alojó en Chalco la noche siguiente. Halló juntos y sobresaltados en aquella ciudad á los caciques amigos, porque no esperaban el socorro de los españoles, y se habia descubierto á la parte de Suchimilco nuevo ejército de los mejicanos que venian con mayores fuerzas á destruir y ocupar aquella tierra. Fueron las demostraciones de su contento iguales al conflicto en que se hallaban : arrojarse á los pies de los españoles y volver los ojos al cielo, atribuyendo á su disposicion, como la entendian, aquella súbita mudanza de su fortuna. Pensaba Hernan Cortés servirse de sus armas, y dejándolos en la inteligencia de que venia solo á socorrerlos, hizo lo que pudo para que se cobrasen del temor que habian concebido; y pasó despues á empeñarlos en la presuncion de valientes con los aplausos de su victoria.

Tenian estos caciques adelantadas sus centinelas, y dentro del pais enemigo algunas espías, que pasando la palabra de unas á otras, daban por instantes las noticias del ejército enemigo; y por este medio se averiguó que los mejicanos, con noticia ya de que iban españoles al socorro de Chalco, habian hecho alto en las montañas del camino, dividiendo sus tropas en las guarniciones de unos lugares fuertes que ocupaban las cumbres de mayor aspereza. Podia mirar á dos fines esta detencion: ó tener su gente oculta y desunida en aquellas eminencias hasta que se retirase Cortés para lograr el golpe contra sus aliados, ó lo que parecia mas probable, aguardar el ejército donde militaban de su parte las ventajas del sitio; y en uno y otro caso pareció conveniente buscarlos en sus fortificaciones por no perder tiempo en el viaje de Suchimilco.

Marchó con esta resolucion el ejército aquella misma tarde á un lugar despoblado cerca de la montaña, donde se acabaron de juntar las milicias de Chalco y su contorno: gente numerosa y de buena calidad que dió cuerpo al ejército y aliento á las demas naciones, que se acercaban al paso estrecho algo imaginativas. Empezóse á penetrar la sierra con la primera luz de la mañana, entrando en una senda que se dejaba seguir con alguna dificuldad entre dos cordilleras de montes que comunicaban al camino parte de su aspereza. Dejáronse ver en una y otra cumbre algunos mejicanos que venian á provocar desde lejos; y se prosiguió á paso lento la marcha, desfilada la gente segun el terreno, hasta desembocar en un llano de bastante capacidad, que se formaba en el desvío de las sierras para volverse á estrechar poco despues, donde

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