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los historiadores que los poetas épicos. El mismo Robertson, no obstante su crédito literario, está bien distante de alcanzar semejante título, sin embargo de no haberse detenido ningun español á comentar sus dos notables historias de América y de Carlos V; porque entonces algo sin duda menguaria su reputacion, precisamente por la parte en que mas se apoya para rebajar la de Solís, cual es la exactitud histórica.

Repetimos de nuevo que no tenemos empeño alguno en ocultar los principales defectos de que adolece la obra de Solis; pero entre censurarle segun leyes de buena crítica, y negarle todas las cualidades de historiador, como lo hace Robertson, hay una distancia inmensa. Su estilo elegante y noble, alguna vez afectado por ceñirse con esceso á la construccion latina; su narracion fácil, grave y amená á un mismo tiempo; sus pensamientos nobles, elevados, no todos comunes, aunque no siempre de igual profundidad filosófica, alguna vez afectados por el prurito de parecer sentencioso; descubren sin embargo el talento del autor y su no vulgar instruccion.

Si fijamos la atencion en los caractéres, no podremos menos de admirar la consecuencia de los dos que mas resaltan en la composicion; á saber, el de Hernan Cortés y el de Motezuma. El primero valiente sin segundo, perseverante, sufrido, prudente, sagaz y reflexivo, tan terrible en el combate como compasivo despues de la victoria; sin faltar en ello á la verdad histórica corroborada con el testimonio de quien menos le favorece cual es Bernal Diaz del Castillo, ha logrado el autor formar de su héroe un ser casi ideal que interesa, entusiasma y admira. Motezuma, altivo y fiero por naturaleza, pero débil, irresoluto, y aun pusilánime por circunstancias accidentales, llega á escitar el mas vivo interés viéndole descender de su grandeza hasta el último vilipendio á que puede llegar un monarca, como arrastrado á ello por una mano invisible, por un signo fatal é inevitable que habia cabado su sepulcro bajo el último escabel de su trono. Aquí brilla á un tiempo el historiador y el poeta; y forzoso es convenir que sin faltar á la verdad del primero, supo ostentar Solís la gallarda imaginacion del segundo. Si estos caractéres seducen por los accidentes con que acertó á engalanarlos, no desmerecen sin embargo á su lado las precisas y rápidas pinceladas con que en breve espacio delineó la presuncion, impericia y necia arrogancia de Panfilo de Narvaez. Mas pudo haber hecho Solís en punto á caractères, si no hubiese fijado en esos dos su principal atencion; puesto que Sandoval, Alvarado y Cristóbal de Olid, el Ayax de su ejército, pudieron ocupar el segundo término del cuadro; pero los redujo á figurar solo como guerreros llenos de ardimiento y valor, entre otros muchos que les disputaban ese lauro.

Si, las prendas de buen estilo, de narracion clara, noble, sentenciosa y grave, acomodada á la naturaleza de las cosas que describe y refiere; si el adornarla con pensamientos á veces profundos de moral, de religion, de politica y de arte militar; en suma si el guardar unidad de objeto en la accion y acrecentar su interés dando relieve y grandeza á los caractères, calor y vida á las situaciones, viveza y dignidad á los diálogos, sin faltar á la verdad en lo sustancial de los hechos; si todos estos rasgos de ingenio, repetimos nuevamente, son, à juicio de los entendidos, otros tantos defectos suficientes por si mismos para considerar despojado á Solis de todas las cualidades de historiador, desde luego suscribimos al dictámen de Mr. Robertson; pero mientras no se demuestre

la certeza de su opinion, tendremos de nuestra parte el derecho de recusar la autoridad de un fallo que mas bien parece dictado por espíritu de nueva escuela literaria, que no por los principios de la critica imparcial.

La suma discordancia de nuestros autores relativamente á las cosas de América, causa de la escesiva libertad que Solis se tomó para adoptar las opiniones mas acomodadas á su intento; la notable falta de exactitud que respecto de aquellos se advierte en las relaciones del mismo Cortés, por su cuidado, nada estraño, en dar á los acontecimientos el barniz mas recomendable á los ojos de Carlos V; la frecuencia con que omitia circunstancias, disimulaba algunas, daba diverso semblante á otras, ó encarecia sobradamente muchas de ellas; todo reunido nos imponia en cierto modo la obligacion de emprender largas y fastidiosas indagaciones históricas, antes de dar á luz esta nueva edicion de la conquista de Mėjico. Pero como por una parte esas indagaciones producirian forzosamente estensas y numerosas notas, cuyo conjunto formaria mayor volúmen que la obra misma; y como por otra habian de aparecer, por su propia naturaleza, descosidas, sin sujecion á plan ni unidad de ninguna especie; nos hemos limitado á poner al pie de sus respectivas páginas las que por su brevedad pueden sin interrumpir la atencion del lector, ilustrar algunos puntos curiosos; asi como hemos colocado al final las que por su importancia histórica merecian mayor estension, dejando al lector en libertad de consultarlas separadamente despues de concluida la lectura, á fin de no perder el hilo de la narracion. Y con tanto mas motivo nos hemos atenido á este pensamiento, cuanto que, en nuestro juicio nunca las notas suplen suficientemente los vacios de una historia, y por lo tanto seria mas ventajoso y útil que aprovechando los infinitos materiales desparramados en nuestras historias de América, y los muchos documentos sepultados en el archivo de Simancas, entre los voluminosos legajos pertenecientes al antiguo Consejo Real de Indias, se dedicase una pluma inteligente ayudada con auxilios del gobierno, á escribir concienzudamente la historia fiel y completa de aquellas ricas y vastas regiones. Las historias hasta ahora conocidas, inclusa la de Robertson, están muy distantes de llenar ese vacio de tamaña importancia para nuestros anales politicos y militares y en ello no culpamos á esos historiadores, sino á dificultades que no les fue posible superar.

La escrita por Solis ocupa el segundo lugar despues de la de Herrera atendida la estension, importancia y mérito histórico de la de este diligente escritor; pues aunque la del primero aventaje á la del segundo en cualidades literarias y especialmente en la disposicion del plan, como su autor se propuso desde luego hacer de ella, segun ya hemos dicho, una leyenda agradable, una especie de poema histórico, en donde la erudicion y la crítica cediesen su puesto al lujo de la narracion y á las galas de la elocuencia, hubo de atenerse al asedio y rendicion de Méjico, preparada, emprendida y llevada á cabo por Hernan Cortés, principal objeto del entusiasmo de Solis. Así pues, dejó á otras plumas el cuidado de completar la historia de la total pacificacion de Nueva España, que si bien dirigida en gran parte por el mismo Cortés, fue consumada sin embargo por el valor y pericia de sus capitanes, escepto su penosa y memorable marcha á Honduras para sofocar la rebelion de Cristóbal de Olid, y la que emprendió para reconocer el golfo y costas de la península llamada las Californias. En la presente edicion ha parecido oportuno completar

el cuadro de la conquista de Nueva España hasta el fallecimiento de Cortés; en lo cual se advierten dos ventajas: la primera presentar el conjunto de las hazañas y disgustos de ese héroe memorable; y la segunda ahorrar á los lectores la enojosa fatiga de acudir á las crónicas para llenar ese vacío que dejó Solís, y que Robertson tampoco cuidó de suplir en su historia de América. Ocioso será decir que en el resúmen histórico que sigue al cuerpo de la obra, no se han tenido presentes las pretensiones de historiador : lejos de eso tan solo se ha cuidado de presentar con sencillez, laconismo y brevedad, los sucesos mas notables de ese periodo político y militar de Hernan Cortés : porque de otro modo lo oscuro y dudoso de cuanto refieren los coronistas hubiera hecho necesario un trabajo crítico muy detenido, tan solo digno de una historia estensa y concienzuda de aquella célebre conquista, trabajo ímprobo para el cual son harto débiles nuestros hombros.

Manifestados con imparcialidad los principales defectos de que adolece la obra de Solis, como historia; y templada la agria censura que de ella hace Mr. Robertson; réstanos únicamente disculpar á nuestro autor del ciego entusiasmo que en él se descubre à favor del héroe de su poema : entusiasmo que segun dijimos anteriormente, puede considerarse como único origen de los errores históricos de su obra. De todos los aventureros que se arrojaron á probar fortuna en las espediciones al nuevo continente, fue sin duda Hernan Cortés uno de los mas admirables por la elevacion de sus pensamientos, por la rectitud de sus ideas, por su generoso desprendimiento, por su piadoso celo y hasta por los rasgos de humanidad que en él resplandecen durante el curso de sus conquistas; sin que esa prenda quede oscurecida por algunos rasgos inevitables de severidad de que le han acusado los estrangeros con sobrada acrimonia, valiéndose de las piadosas declamaciones de Fr. Bartolomé de las Casas, y del enojo implacable del italiano Benzoni. Tan valiente como caballero, supo con su denuedo y prudencia llevar á cabo una empresa colosal, falto de los recursos materiales que para verificarlo eran indispensables; y leal á su patria y á su rey, aumentó el poder y riqueza de la primera añadiendo una joya de gran precio à la diadema del segundo, al mismo tiempo que resistía con generosa nobleza las sugestiones de algunos que le aconsejaban la emancipacion. Sin embargo, ni sus relevantes prendas, ni la pureza de sus intenciones, ni el haber dado repetidas pruebas de que solo tenia por móvil de sus acciones la noble ambicion de acrecentar la gloria de su pais trayendo á su obediencia y al conocimiento de la religion católica multitud de pueblos entregados á los errores de la idolatria, nada pudo salvarle de la borrasca que el brillo mismo de su nombre atraia sobre su cabeza. En vano habia conquistado con sus hazañas el aprecio y distinciones con que en un principio le honrára Carlos V : en vano habia hecho enmudecer á los mas encarnizados enemigos de su gloria haciendo honroso alarde de sus hondas cicatrices recibidas en cien combates, de los tesoros arrancados al nuevo continente, y de la franqueza y tranquila confianza con que él mismo se presentó en la corte á dar cuenta de sus acciones; los cortesanos, plantas parásitas que viven del jugo de las mas lozanas y frondosas, lograron desviar del héroe la confianza de su príncipe y privarle del único amparo que le pusiera en su vejez á cubierto de los tiros de la envidia. Escrito estaba que habia de bajar al sepulcro de igual manera que Cristóbal Colon, devorado en silencio por el amargo desconsuelo de recibir los desdenes de la ingratitud

por premio de sus inmensos sacrificios. Pero Colon y Cortès fueron dos grandes hombres; y Juan Rodriguez de Fonseca que de la mitra de Badajoz pasó á ceñirse la de Burgos, sin dejar la presidencia del Consejo de Indias, no podia menos de mirar con recelo á unos hombres temibles á su poder por su opinion y grandeza: era necesario para su propio sosiego hundirlos en la nada, y los hundió: hazaña con que á un mismo tiempo ensalzó la gloriosa memoria de sus victimas y su propio desdoro ante el severo tribunal de la posteridad.

A la vista de este cuadro que por no parecer difusos hemos reducido á las mas diminutas proporciones, no parecerá estraño que un Solis amante de los hombres eminentes, celoso de la gloria de su pais, y en ocasion de dar el debido tributo de gratitud nacional á la memoria del héroe de Nueva España, se olvidase por un momento de los deberes de historiador para usar de las prerogativas de poeta, y se propusiese levantar un monumento de gloria al denodado guerrero que despues de haber sometido aquellas estensas regiones al cetro de Castilla, volvió á su patria para acabar sus dias en la oscuridad y el abandono.

Concluiremos, pues, haciendo una indicacion que en nuestro dictámen debe tenerse muy en cuenta al juzgar la obra de Solis. Cuando este escribia no eran desconocidas las buenas máximas por las cuales debe guiarse el historiador; y de ello nos dá una prueba en su mismo prólogo ó introduccion. Pero al mismo tiempo prevalecian en el gusto dominante de los eruditos las formas usadas por los historiadores latinos, y á ellas hubo de acomodarse Solis. La condicion de obligarse los escritores á dar razon circunstanciada de los usos, leyes, costumbres, religion, comercio, ciencias, artes y literatura de los pueblos, no se introdujo en Europa hasta que Voltaire dió el ejemplo de ese modo de escribir la historia, bajo un estilo fácil, breve y elegante en su Siglo de Luis XIV. Y rigurosamente hablando puede decirse que hasta entonces no era la crítica el arma de mas pujanza en manos de los historiadores, ni la sensatez y cordura el fundamento de sus juicios: examinense las historias escritas en Europa hasta principiar el último tercio del siglo XVII, y no se pondrá en duda esta asercion. Solis, por consiguiente no está en el caso de ser juzgado por las mismas leyes que observaron Robertson y demas historiadores del siglo pasado, puesto que para él fueron desconocidas. Por último repetiremos nuevamente que Solis mas que historiador es un poeta que se propuso levantar un trofeo de perpétua gloria al conquistador de Méjico, no sin la agradable lisonja de que tal vez al lado del nombre de Cortés se leyese con aplauso en la posteridad el de su ilustrado panegirista.

JOSÉ DE LA REVILLA.

VIDA

DE DON ANTONIO DE SOLIS,

ESCRITA

POR DON GREGORIO MAYANS Y SISCAR.

Uno de los varones mas esclarecidos que han ilustrado la nobilísima ciudad de Alcalá de Henares fue don Antonio de Solís y Rivadeneira. Nació en ella, y fue bautizado en la iglesia magistral dia veinte y ocho de octubre del año de Jesucristo Señor nuestro mil seiscientos y diez. Debió esta dicha Alcalá al licenciado Juan Gerónimo de Solís Ordoñez, y á doña Ana María de Rivadeneira, sus padres; natural aquel de Albalate de las Nogueras, y esta de Toledo.

Luego que don Antonio pudo dar algunas muestras de su gran ingenio, llenó de firmes esperanzas el corazon de sus padres, y de espectacion á todos los que le lograron tratar. Descubria un ánimo capaz de grandes virtudes, un agudísimo ingenio y un juicio superior á su tierna edad. Costábale tan poco hablar discretamente, como proferir las palabras. Cualquiera que le dijeran era proporcionado eslabon para que centellease gracias y brillantes dichos aquel admirable entendimiento; y como esto es gracia natural que no se adquiere con arte ó industria alguna, causaba admiracion estraña á sus mismos maestros, á quienes, aun siendo enseñado, restituia con usuras otra superior enseñanza, de que lograban ellos ser oyentes, mas no discípulos. Luego aprendió don Antonio á leer y escribir luego supo latin. Iba á pasos largos aquel gran ingenio. Aplicóse al conocimiento y práctica de la retórica, como quien conocia muy bien que es el guardaropa de los adornos del entendimiento humano. De la filosofía solo quiso aprender la dialéctica, llave maestra de todas las otras ciencias. Contentóse con ella, quizá porque en aquellos tiempos (como con daño público frecuentísimamente sucede hoy) se enredarian los ingenios con sofisterías inútiles, sin penetrar de lindes adentro en la filosofía natural, que tanto importa para la sociedad humana y para levantar el entendimiento al conocimiento de Dios.

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