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gen, creia yo fuese la cosa que mas ilustrada se hallase y mas decorada en las plumas de nuestros escritores en sus libros y memorias, despues de tanto como se ha escrito entre nosotros aun en materias de menos relacion. Creia, digo, que en un asunto tan escogido y precioso no hubiesen perdonado fatiga para ponerle en el mayor estado de claridad. ¿Qué otro mas digno? ¿Cuál mas análogo con las investigaciones de los hombres de letras? ¿Cuál de mayor honor á la nacion, de mayor explendor, de mayor ornamento? Sin embargo, no me salieron ciertas mis presunciones, y se ahogaron entónces todas mis esperanzas. Entrando á consultarlos, no hallé mas que tinieblas en lugar de luces; por claridad, obscuridades; y por órden, confusion. Un caos tremendo cubria toda la redondez de este bello artículo, y le tenia sepultado en un abismo incomprensible de tinieblas. Las de Egipto no pudieran ser mas espesas.

Ya me decian que en los quinientos años que pasaron desde aquella fatal catástrofe, ningunos estudios tuvimos en Castilla (y lo mismo en Leon), ningunas escuelas, medio ninguno de dar educacion á nuestra juventud, ningun arbitrio de sacar hombres de letras que pudiesen decirse de algun provecho. Por todo ese tiempo gimió la triste nacion despedazada en dos trozos, uno bajo el yugo sarracénico, el otro amagado continuamente de caer en su esclavitud.

No hizo poco la miserable gente si se libró de un peligro que á cada paso la representaba la muerte delante de los ojos. Con un pie en la guerra y otro en la sepultura, no podia pensar en otra cosa que ser á cada instante la víctima del rabioso furor agareno. ¡Cómo, pues, podia haber entónces estudios! ¡0 cómo podia haber

hombres de letras! Las iglesias arruinadas, las ciudades por tierra, pobre y desmantelado el reino, apenas podia alcanzar para las precisas milicias.

Todo el negocio era entónces afilar bien las espadas, adelgazar las puntas de las lanzas, y no los cañones de escribir, inútiles para arrojar del ámbito de la Península una inundacion de enemigos molestos, que lo abrasaban todo. En estos siglos rígidos el tiznado Vulcano, el duro y fiero Marte, esos dos crueles homicidas del género humano, esos insignes turbadores de la quietud pública, eran los que hacian la voz de los Parlamentos. Ellos con su estruendo llenaban todos los espacios, con sus golpes hacian crugir la máquina del universo. La pacífica Minerva, la melodía suave de las musas, el canto sonoro de los cisnes, estas divinas producciones no eran oidas entre tanto estrépito. Intimidadas las musas ó bien se hicieron á la fuga, ó habitaron la obscuridad sin atreverse å presentar en algun teatro visible.

Así fué pasando la triste nacion con las incomodidades que no son decibles el largo espacio de quinientos años, hasta que al fin de estos se apiadó Dios de ellos y empezaron á respirar algun tanto: Clamaverunt ad Dominum et dedit eis Salvatorem Aod. Les envió por libertador á Alonso VIII, con razon llamado el Noble, el cual fué el primero que levantó el destierro á Minerva, y la restituyó á Castilla, dando principio por los años 1200, (aunque en esta época varian mucho nuestros autores) á los primeros estudios que en ella hubo, situándolos en Palencia. A cuya emulacion Alonso IX de Leon, su primo, como quieren unos, ó D. Fernando el Santo, hijo de este, como escriben otros, ó su hijo D. Alonso el Sabio, como pretende alguno, hizo lo mismo por lo tocante

á su reino, estableciendo los de Salamanca con mejor fortuna.

Estos prevalecieron favoreciéndolos con particular empeño esos dos últimos Reyes: los otros acabaron por HO haber tenido igual proteccion. Pero la duda es si fenecieron allí por falta de salarios, como quieren unos, ó si fueron trasladados como sientan otros, en una opinion á Salamanca, en otra á Valladolid, y aun en tercera á las dos partes en diferentes tiempos. Y aun cuando lo hayan sido á Salamanca, por quien lo fueron, si por D. Fernando el Santo, como sostiene una opinion la mas comun, ó por D. Sancho el Bravo, su nieto, como pretende otra, aunque no tan válida; ó si habiendo de prevalecer la que los traslada enteramente á Valladolid, dieron principio á los de aquí, ó solo aumento, fundados ya de antemano los valisoletanos; ó si no siendo cierto lo uno ni lo otro, los de Valladolid son de orígen posterior é independiente, erigidos por el Papa Clemente VI á solicitud del Rey D. Alonso XI por los años 1346. En lo cual no menos se vuelven á dividir nuestros escritores en diferentes opiniones, queriendo otros no haya sido el fundador este Clemente, sino el V por los años 1309 ó 10, por consiguiente sin intervencion de D. Alonso XI, que aun no era nacido. A cuyas dos opiniones se opone otra en tercería, pretendiendo excluirlas y probar que ni el uno ni el otro Papa fueron los fundadores, constando ya la existencia anterior de estos estudios en 1293, en que al modo de los de Valladolid y con sus privilegios se fundaron los de Alcalá por D. Gonzalo García Gudiel, arzobispo de Toledo, á concesion del Rey D. Sancho el IV. De donde sale que estos dos estudios el Valisoletano y Complutense tampoco son de orígen tan moderno como el que se habia publi

cado por no pocos autores en fraude de su legítima antigüedad.

He aquí el estado en que tenemos aun en el dia de hoy esta materia. Un estado de complicacion, confusion y desórden, en que fuera, no digo indolencia sino delito dejarla en dias de tantas luces. Una materia tan escogida y preciosa, tan digna de mejor suerte, y que bien ilustrada haria el honor de la nacion, al paso que ahora descompuesta y desordenada, como se ve, hace sino la afrenta, á lo menos la mengua de tantos hombres sabios que la han debido tomar por su cuenta con preferencia, y empeñarse en aclararla hasta donde fuese posible llegar con la averiguacion.

Yo, pues, el último de todos (y de todos modos) pero penetrado bien de su grande importancia he querido dejarme picar de este puntillo de honor por la nacion y tomar á mi cargo esta materia escogida, examinándola de raiz para ver si puedo adelantar en ella algunas luces que la pongan en estado de claridad y comprension á los lectores. Yo separaré aquellas opiniones, yo las pondré por método, haré el extracto de cada una, de los partidarios que tenga, de la razon con que respectivamente se hallen estos partidarios, y con la sonda de la crítica por guia y las observaciones y memorias de que haya podido prevenirme para tratar este asunto menos indignamente que hasta aquí, creo poder arribar á hacer ver el siguiente órden de cosas.

1.a Que nuestros autores comunmente han equivocado los aumentos de nuestros estudios con sus principios, señalando por principios los que en realidad fueron aumentos, en grave detrimento de su antigüedad y del crédito literario de la nacion y de su honor.

a

2. Que esta nacion en todos tiempos, aun en los de su mayor calamidad, tuvo estudios, ya mas o menos en número, ya mas o menos autorizados; tuvo escuelas públicas, medios de educar literariamente su juventud, arbitrio de sacar hombres de letras y de provecho tanto para la iglesia como para el gobierno, y lo que es lo principal escritores muy doctos. De todo lo cual se darán ejemplos y pruebas suficientes.

3. Que D. Alonso VIII de Castilla no dió principio á los estudios de Palencia, ni D. Alonso IX de Leon, su primo, á los de Salamanca, ni D. Alonso XI, ni el Papa Clemente VI á los de Valladolid, ni el cardenal Jimenez á los de Alcalá, sino cada cual aumentó á los suyos. Que todos estos estudios se hallaban ya fundados y eran mas antiguos, habiendo empezado en sus principios por eclesiásticos y pasado con el tiempo á seculares, como otros muchos de la nacion y del orbe. Que los de Palencia existian en aquella iglesia en tiempo de los godos, y con varias intermisiones y restauraciones llegaron á la mitad del siglo XIII, por cuyo tiempo acabaron allí por causa desconocida. Pero allí, digo, sin haber sido trasladados á Salamanca ni Valladolid. En cuyo supuesto se pretendieron restablecer ya extinguidos en la misma ciudad de Palencia por los años 1263, bien que sin efecto.

4. Que por consiguiente no es cierto que á lo que hizo D. Alonso IX de Leon por lo tocante á los suyos de Salamanca, ya hubiese sido fundamento, ya ampliacion, hubiese precedido el de Castilla con su ejemplo, ni que se hubiese movido aquel á su emulacion, no constando cual de estos estudios sea anterior. En efecto el Salmaticense es de orígen mas antiguo que aquel

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