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colásticos sucedian hasta nuestros dias semejantes desórdenes, por la demasiada libertad y desenfreno de la gente estudiantina, que á veces se extendió hasta impedir la administracion de justicia, alborotar los pueblos y ponerlos en facciones: motivo de que se les hayan ido cercenando sus fueros, hasta reducirlos á cierto órden de moderacion en que hoy los vemos. Con cuya experiencia ya D. Alonso el Sabio en sus Partidas habia decretado algunas providencias convenientes para atajar tales bullicios. Véase la ley VI al fin, tít. 34, Partida 2., y de paso se volverá otra vez á hacer concepto de que los salmaticenses no eran los únicos grandes estudios que á la sazon habia en el reino, y convenia moderar por las leyes, dándoles regla general en ciertos puntos. Y como al tiempo que ellas se escribieron, entre los años 1256 y 1263, suponemos ya extinguidos los de Palencia, es de necesidad entender en la mente de las leyes las de Valladolid, y acaso otros que se nos ocultan y aparecerán cuando menos se piense, así como ha aparecido la mayor antigüedad de los nuestros, que antes no se sabia, é iba jugada entre la borrasca de opiniones altercadas. De modo que por lo que toca á los de nuestra ciudad, aun cuando no tuvieran los testimonios é inducciones de existencia, que ya he puesto, seria necesario suponerlos por las citadas leyes de Partidas. Vuelvo á rogar á los lectores de entendimiento, que las combinen y mediten, y que reflexionen bien este punto, de que hasta ahora tampoco se habia hecho misterio, ni aun siquiera ofrecídose á los nuestros á la imaginacion, para que se vea cuales han andado nuestras cosas, y á que manos hemos confiado las primeras y mas gloriosas importancias de la nacion.

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Otra causa hubo en Palencia por este tiempo que pudiera muy bien haber desterrado de allí los estudios por sí sola, cuando no hubiera otra. Esta fué las sempiternas turbaciones que reinaron en aquella ciudad y duraron casi por espacio de un siglo, cuando mas, cuando menos encendidas entre la gente del pueblo y su gobierno, y la iglesia y sus obispos, en razon del señorío de la ciudad, ejercicio de la jurisdiccion, nombramiento de justicias, legislacion de fueros, cobranzas de pechos y tributos, excusados del cabildo y otras muchas relaciones que tocaba en lo íntimo de la libertad pública y constitucion política de tan antigua, tan noble y tan principal ciudad. Y sin embargo el obispo y clero de la iglesia mayor pretendian tocarles todo este globo por virtud de los antiguos privilegios de restauracion y sucesivas mercedes de los Reyes, extendiéndolos sin duda mas allá del renglon eclesiástico á que los debieran haber reducido sanamente entendidos. Todo lo cual ocasionó en Palencia por muchas ocasiones grandes y funestos alborotos, parcialidades y bandos, hasta llegar á armarse el un partido contra el otro y venir á las manos, dándose batallas escandalosas y sangrientas.

Que en Palencia se hubiesen verificado por este tiempo algunas alteraciones tumultuarias, á cuya pacificacion necesitó concurrir la persona misma del Santo Rey Don Fernando, consta del informe que nos hace la Crónica general escrita de órden de su hijo; la cual en la IV Part., fol 413, col. 3, entre los sucesos del año 1239 ó 40, nos anuncia el siguiente.

"El Rey D. Fernando fincando en Búrgos doliente, << pues que se sintió guarido, salió de Búrgos é comenzó <«< á andar por la tierra faciendo justicia, é castigandol é

parandol bien, ca era muy bien menester. E estando en « Palencia falló y muchos querellosos, enderezólos bien ante que ende salió, é mató y muchos malfechores."

Acaso los autores á vista de este suceso creyeron que los bullicios palentinos fuesen dimanados de los estudiantes, y trabaron de ahí la especie de haber extinguido San Fernando los estudios en Palencia y trasladádolos á Salamanca ; pero si semejante principio ha sido su fundamento, se convence su engaño de que posteriormente en 1243 existian allí por testimonio del arzobispo D. Rodrigo.

Lo que no tiene duda es que estos disturbios palentinos que habian ya empezado por los años 1190 (1), se tiraron á oprimir en diferentes ocasiones por medio de algunas concordias, en que intervinieron los mismos Reyes, yéndoles tanto en la tranquilidad de una ciudad de los primeros respetos en Castilla. Pero con la misma facilidad las volvian á romper los ciudadanos y el clero siempre mal avenidos, hasta que por fin despues de haber tentado en vano el último medio el Rey D. Alonso el Sabio, por instrumento en Segovia de 19 de junio de 1256 (que tengo presente), se consiguió en tiempo de su hijo D. Sancho el Bravo y del obispo D. Juan Alonso su tio (que así le llama él) por virtud de una sentencia arbitraria, que dieron en el mismo Palencia á 20 de marzo de 1283 D. Juan, obispo de Calahorra, D. Juan Alvarez, mayordomo mayor de la Casa de este Rey, entónces Infante y Gobernador del reino en sublevacion á su padre, D. Fernan Perez, dean de Sevilla y de Palencia,

(1) Véanse los documentos que alega Pulgar, lib. y tom. 2, página 244 y 317, col. 2.

y Gomez García, canónigo de Toledo; la cual confirmó D. Sancho por carta de dos dias despues allí en el 22, en la cual expidió inserta la que he citado de su padre Don Alonso, y en esta se hallan vertidos de latin en romance los fueros que dió al pueblo y ciudad de Palencia su obispo D. Raymundo el 2.o, en 21 de agosto de 1181. De todos los cuales documentos de mi propia adquisicion, ninguna noticia tuvo el doctor Pulgar, y deben agregarse á los que él cita,

Ahora, pues, esto supuesto, digo de este modo: si en estas discusiones los estudiantes de Palencia se pusieron de parte de la iglesia, como es muy verosímil, por ser los estudios procedidos de ella y de su cargo, gobierno y regencia, he aquí un motivo mas para que hubiesen incurrido en la indignacion del senado y pueblo Palentino, y tirado este á extirparlos, mirando en ellos otros tantos enemigos, y no los menos temibles por su número, su intrepidez y su mas fácil inquietud,

Aun cuando la gente estudiantina se mantuviese indiferente, sin adherir á partido, era preciso se derramase, porque Marte y Minerva nunca han hecho buena union, nunca podido habitar bajo de unos mismos techos, siendo consiguiente que en los pueblos que reina la inquietud, se destierren las musas, amantes del sosiego y enemigas del estruendo y furor militar del duro Marte, que tanto las incomoda. Pudieron, pues, faltar desde entónces; nadie dirá que esta no sea una conjetura muy racional, y que no pocas veces ha comprobado la experiencia.

Accedió en este intermedio otro tercer motivo, á que alguno podria atribuir la ruina de las escuelas palentinas. Este fué aun de mas negro aspecto. La herejía de los

albigenses que habia picado en Leon, tocó tambien en Palencia y hizo allí sus incomodidades. Testigo de vista D. Lúcas de Tuy, entónces diácono de Leon, y presente en aquella ciudad, en sus libros contra ellos, publicados por el P. Mariana, donde habla de lo que en esta ocasion padecieron ambas ciudades (1); como tambien una carta del papa Gregorio X que cita Raynaldo dirigida al obispo de Palencia, D. Tello, para que absuelva y admita á la reconcilacion á los que han abjurado (2). Pero este suceso á buena fe (á no ser que hubiesen quedado algunas reliquias posteriores) fué con anterioridad en tiempo de San Fernando y del obispo D. Tello por los años 1236 y 37, y ya hemos visto que lejos de haber trastornado, no interrumpió el curso de los estudios de Palencia; ántes bien entónces seria cuando ellos se mostrasen en su mayor explendor', manifestando la potencia y saber de sus doctores, como arguye el hecho de que extirpada ya aquella plaga, permanecian en 1243 dignos de la memoria del arzobispo de Toledo, metropolitano de Palencia y primado de España.

Otro motivo se presenta, y para mí mas verosímil, en la introduccion de las dos grandes religiones de Santo Domingo y San Francisco en Palencia, que se verificó en este intermedio, con la fundacion de sus conventos. El de San Francisco se fundó el año 1246 el mismo dia de la muerte del obispo D. Tello, y á pasos lentos fué creciendo cada dia mas. El de Santo Domingo habia tenido principio por este Santo Patriarca el año 1219 en esta

(1) Lib. 3, cap. 9, extractado en esta parte por Pulgar cit. ¡ibro Ꭹ tom. 2, pág. 304 á 307, y por el M. Risco en el tom. 35 de la Esp. Sagr., pág. 295, 296, 304, 302 y 304 á 307.

(2) Ap. Pulgar allí cit. pág. 304, col. 1.

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