EL CARDENAL ALBERONI. (1) (CONCLUSION.) XVII Dúdaban todavía las córtes de Europa de la caida del Cardenal, creyendo fuese simulada para terminar la guerra. No faltaban sin-embargo pruebas de lo contrario, pues el Gobierno español trató de apoderarse de cuanto aquél tenia depositado en poder de los Pitti, en el Banco de San Jorge y en otras partes, y procuró averiguar si era cierta la voz que corria de que habia confiado gruesas sumas á un amigo íntimo suyo de Génova, llamado D. Francisco Grimaldo, siendo inútiles las pesquisas hechas con este objeto. Entretanto, se embarcaba Alberoni en Antibes en una fragata que le envió la República y que le condujo á Sestri de Levante. Aquí le aguardaban una carta del duque de Parma, su natural soberano, en la que le prohibia entrar en sus Estados, y otra del Cardenal Paulucci, secretario de Estado de Su Santidad, á quien el ministro caido habia escrito desde Barcelona, participándole su viaje. En ella el Papa le ordenaba que no usase del breve que se le habia concedido para que pudiese ser consagrado por cualquier obispo. Estos hechos dieron (1) Véanse los cuadernos correspondientes al 13 y 28 de Noyiembre y 13 y 28 de Diciembre de 1881 de la REVISTA DE ESPAÑA. |