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cocuyo paresce que arde, y así espantan a muchos. Si las destilasen saldría dellas agua maravillosísima (1). La nigua es como una pequeñita pulga, saltadera y amiga de polvo; no pica sino en los pies; métese entre cuero y carne; pare luego sus liendres en mayor cantidad que cuerpo tiene, las cuales en breve engendran otras, y si las dejan, multiplican tanto, que ni las pueden agotar ni remediar sino con fuego o con hierro; pero si de presto las sacan, como arador, es poco su daño. El remedio para que no piquen es dormir los pies calzados o bien cubiertos. Algunos españoles perdieron desto los dedos de los pies, y otros todo el pie.

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Manatí es un pez (2) que no le hay en las aguas de nuestro hemisperio; críase en mar y en ríos; es de la hechura de odre, con no más de dos pies, con que nada, y aquellos a los hombros; va estrechando de medio a la cola; la cabeza como de buey, aunque tiene la cara más sumida y más carnuda la barba; los ojos pequeñitos, el color pardillo, el cuero muy recio y con algunos pelillos; largo veinte pies, gordo los medios, y tan feo es, que más ser no puede; los pies que tiene son redondos y con cada cuatro uñas, como elefante; paren las hembras como vacas, y así tienen dos tetas con que dar de mamar a sus hijos. Comiendo manatí paresce carne más que pescado; fresco sabe a ternera; salado, a atún, pero es mejor y consérvase mucho; la

(1) El cucuyo, Pyrophorus noctilucus L., es coleóptero luminoso, como refiere Gómara. (Nota D.)

(2) El manatí, Trichecus manatus L. es mamífero y no pez, como creyó Gómara-acuático y herbívoro. (Nota D.)

manteca que sacan dél es muy buena y no se rancia; adoban con ella su mesmo cuero, y sirve de zapatos y otras cosas; cría ciertas piedras en la cabeza, que aprovechan para la piedra y para la ijada; suétenlos matar pasciendo yerbas orillas de los ríos, y con redes siendo pequeños, que así tomó uno bien chiquito el cacique Caramateji y lo crió veinte y seis años en una laguna que llaman Guainabo, donde moraba; salió tan sentido, aunque grande, y tan manso y amigable, que mal año para los delfines de los antiguos; comía de la mano cuanto le daban; venía llamándole Mato, que suena magnífico; salía fuera del agua a comer en casa; retozaba a la ribera con los muchachos y con los hombres; mostraba deleitarse cuando cantaban; sufría que le subiesen encima, y pasaba los hombres de un cabo a otro de la laguna sin zabullirlos, y llevaba diez de una vez sin pesadumbre ninguna; y así tenían con él grandísimo pasatiempo los indios. Quiso un español saber si tenía tan duro cuero como decían: llamó «Mato, Mato», y en viniendo arrojóle una lanza, que, aunque no lo hirió, lo lastimó; y de allí adelante no salía del agua si había hombres vestidos y barbudos como cristianos, por más que lo llamasen. Cresció mucho Hatibonico, entró por Guainabo y llevóse al buen Mato manatí a la mar donde nasciera, y quedaron muy tristes Caramateji y sus vasallos.

XXXII

De los gobernadores de la Española.

Gobernó la isla ocho años Cristóbal Colón, en los cuales él y su hermano Bartolomé Colón conquistaron parte della, y poblaron mucho. Repartió la tierra y más de un millón de indios que mantenía entre soldados; pobladores y criados de los reyes, que favorecidos

eran, y entre sus hermanos y sí, para pecheros y tributarios, para traer en las minas y ríos donde había oro. Señaló también la quinta o cuarta parte dellos para el rey. De manera que todos trabajaban para españoles cuando fué allá Francisco de Bobadilla por gobernador, que envió presos a España al Cristóbal Čolón y a sus hermanos, año de mil y quinientos menos uno. Estuvo tres años y más en la gobernación, y gobernó muy bien. Entregóselo Roldán Jiménez con sus compañeros. Sacóse gran suma de oro aquel tiempo. Sucedióle en el gobierno Nicolás de Ovando, que pasó a la isla el año de 502 con treinta navíos y mucha gente. Francisco de Bobadilla metió en aquellas naves más de cien mil pesos de buen oro para el rey y otras personas, que fué la primera gran riqueza que allí se había visto junta. Metió también muchos granos de oro, y uno para la reina, que pesaba tres mil y trecientos castellanos de oro puro, el cual le halló una india de Miguel Díez, aragonés. Embarcóse con ruin tiempo, y ahogóse luego en la mar con más de trecientos hombres, entre los cuales fueron Roldán Jiménez y Antonio de Torres, capitán de la flota. No escaparon seis naos de toda la armada. Perdiéronse los cien mil pesos y el grano de oro, que nunca otro tal se hallará. Nicolás de Ovando gobernó la isla siete años cristianísimamente, y pienso guardó mejor que otro ninguno de cuantos antes y después dél han tenido cargos de justicias y guerra en las Indias los mandamientos del rey; y sobre todos, el que veda la ida y vivienda de aquellas partes a hombres sospechosos en la fe y que sean hijos o nietos de infames por la Inquisición. Conquistó la provincia de Higuei, Zabana y Guacaiarima, que era de gente bestial, ca ni tenían casas ni pan. Pacificó la Xaragua con quemar cuarenta indios principales y ahorcar al cacique Guaorocuya y a su tía Anacaona, mujer que fué de Caonabo, hembra absoluta y disoluta en aquella isla. Hizo muchos pueblos de cris

tianos y envió gran dinero a España para el rey. Y para venirse acá buscó dineros prestados, aunque tenía más de ocho mil ducados de renta y salario, que fué argumento de su limpieza. Fué comendador de Larez y volvió comendador mayor de Alcántara. Tras él fué por gobernador don Diego Colón, almirante de las Indias, el cual rigió la isla de Santo Domingo y otras, teniendo por su alcalde mayor al bachiller Marcos de Aguilar, seis o siete años; y por quejas que dél al Rey Católico daban fué removido del cargo y llamado a España, donde litigó con el fiscal algunos años sobre los privilegios y preeminencias de su almirantazgo y rentas. El cardenal y arzobispo de Toledo fray Francisco Jiménez de Cisneros, que por muerte del rey don Fernando y ausencia de su nieto don Carlos gobernaba estos reinos, envió a la Española por gobernadores a fray Luis de Figueroa, prior de la Mejorada; a fray Alonso de Santo Domingo, prior de Sant Juan de Ortega, y a Bernardino de Manzanedo, fraile también jerónimo, los cuales tuvieron por asesor al licenciado Alonso Zuazo y tomaron cuenta a los oficiales del rey y residencia a los licenciados Marcelo de Villalobos, Juan Ortiz de Matienzo y Lucas Vázquez de Aillón, jueces de apelaciones. Estos frailes quitaron los indios a cortesanos y ausentes, porque sus criados los maltrataban, y redujeronlos a pueblos para los doctrinar mejor. Mas fuéles dañoso venir a poblado con españoles, porque les dieron viruelas, mal a ellos nuevo, y que mató infinitos. En tiempo destos frailes creció la granjería del azúcar. Después que los frailes jerónimos volvieron a España hubo audiencia y chancillería con sello real en Santo Domingo, y los primeros oidores della fueron Marcelo de Villalobos, Juan Ortiz de Matienzo, Lucas Vázquez de Aillón, Cristóbal Lebrón. Dende a pocos años fué presidente Sebastián Ramírez de Fuenleal, nascido en Villaescusa, y siempre se rige después acá por presidente y oidores.

XXXIII

Que los de la Española tenían prognóstico de la destrucción de su religión y libertad.

Contaban los caciques y bohitis, en quien está la memoria de sus antigüedades, a Cristóbal Colón y españoles que con él pasaron, cómo el padre del cacique Guarionex y otro reyezuelo preguntaron a su zemi e ídolo del diablo lo que tenía de ser después de sus días. Ayunaron cinco días arreo, sin comer ni beber cosa ninguna. Lloraron y disciplináronse terriblemente; y sahumaron mucho sus dioses, como lo requiere la cerimonia de su religión. Finalmente, les fué respondido que, si bien los dioses esconden las cosas venideras a los hombres por su mejoría, las querían manifestar a ellos, por ser buenos religiosos; y que supiesen cómo antes de muchos años vernían a la isla unos hombres de barbas largas y vestidos todo el cuerpo, que hendiesen de un golpe un hombre por medio con las espadas relucientes que traerían ceñidas. Los cuales hollarían los antiguos dioses de la tierra, reprochando sus acostumbrados ritos, y vertirían la sangre de sus hijos, o cativos los llevarían. E que por memoria de tan espantosa respuesta habían compuesto un cantar, que llaman ellos areito, y lo cantaban las fiestas tristes y llorosas, y que acordándose desto, huían de los caribes y dellos cuando los vieron. Eche agora cada uno el juicio que quisiere; que yo digo lo que decían. Todas estas cosas pasaron al pie de la letra como aquellos sacerdoles contaban y cantaban; ca los españoles abrieron muchos indios a cuchilladas en las guerras, y aun en las minas, y derribaron los ídolos de sus altares, sin dejar ninguno. Vedaron todos los ritos y cerimonias que hallaron. Hiciéronlos esclavos en la re

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