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sens milesimus quadringentesimus nonagesimus tertius quando fuerunt per Nuncios et Capitaneos vestros inventae aliquae praedictarum insularum. Auctoritate omnipotentis Dei nobis in beato Petro concessa ac vicariatus Iesu Christi, qua fungimur in terris cum omnibus illarum dominiis civitatibus, castris, locis et villis, iuribusque et iurisditionibus ac pertinentiis universis, vobis, haeredibusque et successoribus vestris (Castellae et Legionis regibus) in perpetuum tenore praesentium donamus, concedimus, et asignamus, vosque et haeredes ac successores praefatos illarum Dominos cum plena libera et omnimoda potestate, auctoritate, et iurisdictione, facimus, constituimus, et deputamus, Decernentes nihilominus per huiusmodi donationem, concessionem, et assignationem nostram nulli Christiano principi, qui actualiter praefatas insulas et terras firmas possederit usque ad praedictum diem nativitatis Domini nostri lesu Christi ius quesitum, sublatum intelligi posse aut auferri debere. Et insuper mandamus vobis in virtute sanctae obedientiae (ut sicut pollicemini et non dubitamus pro vestra maxima devotione et regia magnanimitate vos esse facturos) ad terras firmas et insulas praedictas viros probos et Deum timentes doctos peritos, et expertos, ad instruendum incolas et habitatores praefatos in fide catholica et bonis moribus imbuendum destinare debeatis, omnem debitam diligentiam in praemissis adhibentes. A quibuscunque personis cuiscunque dignitatis, etiam imperialis et regalis status, gradus, ordinis vel conditionis sub excommunicationis latae sententiae poenae quam eo ipso si contra fecerint incurrant, districtius inhibemus ne ad insulas et terras firmas inventas et inveniendas, detectas et detegendas versus occidentem et meridiem, fabricando et construendo lineam à polo arctico ad polum antarcticum sive terrae firmae et insulae inventae et inveniendae sint, versus aliam quancumque partem, quae línea distet à qualibet insularum quae vulgariter

nuncupatur de los Açores y cabo Verde centum leucis versus occidentem et meridiem ut praefertur, pro mercibus habendis vel quavis alia de causa accedere praesumant absque vestra ac haeredum et succesorum vestrorum praedictorum licentia speciali. Non obstantibus constitutionibus et ordinationibus apostolicis, caeterisque contrariis quibuscunque, in illo, à quo imperia et dominationes ac bonae cunctae procedunt, confidentes, quòd dirigente Domino actus vestros si huiusmodi sanctum et landabile propositum prosequamini brevi tempore, cum felicitate et gloria totius populi Christiani, vestri labores et conatus exitum felicissimum consequentur. Verum quia difficile feret praesentes literas ad singula quaeque loca in quibus expediens fuerit deferri: volumus ac motu et scientia similibus decernimus, quòd illarum transumptis manu publici Notorii inde rogati subscriptis et sigillo alicuius personae in ecclesiastica dignitate constitutae, seu curiae ecclesiasticae munitis, ea prorsus fides in inducio et extra ac aliâs ubilibet adhibeatur quae presentibus adhiberetur si essent exhibitae vel ostensae. Nulli ergo omino hominum liceat hanc paginam nostrae commendationis, hortationis, requisitionis, donationis, concessionis, asignationis, deputationis, decreti, mandati, inhibitiones et voluntatis, infringere vel ei ausu temerario contraire. Si quis autem hoc attentare praesumpserit, indignationem omnipotentis Dei ac beatorum Petri et Pauli apostolorum eius se noverit incursurum. Datis Romae apud sanctum Petrum. Anno incarnationis dominicae millesimo quadringentesimo nonagesimo tertio, quarto nonas Maii Pontificatus nostri anno primo.

XX

Vuelta de Cristóbal Colón a las Indias.

Como los Reyes Católicos tuvieron tan buenas respuestas del Papa, acordaron que volviese Colón con mucha gente para poblar en aquella nueva tierra y para comenzar la conversión de los idólatras, conforme a la voluntad y mandamiento de su santidad. Y así, mandaron a Juan Rodríguez de Fonseca, deán de Sevilla, que juntase y basteciese una buena flota de navíos para las Indias, en que pudiesen ir hasta mil y quinientas personas. El dean aprestó luego diez y siete o diez y ocho naos y carabelas, y desde allí entendió siempre en negocios de Indias, y vino a ser presidente dellas. Buscaron doce clérigos de ciencia y conciencia, para que predicasen y convirtiesen, juntamente con fray Buil, catalán, de la orden de sant Benito, que iba por vicario del Papa con breve apostólico. A fama de las riquezas de Indias, y por ser buena la armada, y por sentir tanta gana en los reyes, hubo muchos caballeros y criados de la casa real que se dispusieron a pasar allá, y muchos oficiales mecánicos, como decir plateros, carpinteros, sastres, labradores y gente así. Compráronse a costa también de los reyes muchas yeguas, vacas, ovejas, cabras, puercas y asnas para casta, porque allá no había semejantes animales. Compróse asimesmo muy gran cantidad de trigo, cebada y legumbres para sembrar; sarmientos, cañas de azúcar y plantas de frutas dulces y agras; ladrillos y cal para edificar; y en conclusión, otras muchas cosas necesarias a fundar y mantener el pueblo o pueblos que se hiciesen. Gastaron mucho los reyes en estas cosas y en el sueldo de cerca de mil y quinientos hombres que fueron en esta armada, que sacó de Cáliz Cristó

1493.

bal Colón a 25 de setiembre de 1493, el cual, llevan
do su derrota más cerca de la Equinocial que la pri-
mera vez, fué a reconocer tierra en la isla
que nombró
la Deseada; y sin parar llegó al puerto de Plata de la
isla Española, y luego a puerto Real, donde quedaron
los treinta y ocho españoles; y como supo que los ha-
bían muerto a todos los indios, porque les forzaban
sus mujeres y les hacían otras muchas demasías, o por-
que no se iban ni habían de ir, se tornó a poblar en
la Isabela, ciudad hecha en memoria de la reina; y la-
bró una fortaleza en las minas de Cibao, donde puso
por alcaide al comendador mosén Pedro Margarite.
Despachó luego con las doce naos, porque no se per-
diesen, a Antonio de Torres, que trajo la nueva de la
muerte del capitán Arana y de sus compañeros, mu-
chos granillos de oro, y entre ellos uno de ocho onzas,
que halló Alonso de Hojeda, algunos papagayos muy
lindos, y ciertos indios caribes (1), que comen hom-
bres naturales de Aiay, isla que llamaron Santa Cruz;

él fuése con tres carabelas a descubrir tierra, como le mandaron los reyes, y descubrió a Cuba por el lado meridional, y a Jamaica y a otras menudas islas. Cuando volvió halló muchos españoles muertos de hambre y dolencias, y otros muchos muy enfermos y descoloridos. Usó de rigor con algunos que habían sido desacatados a sus hermanos Bartolomé y Diego Colón y hecho mal a indios. Ahorcó a Gaspar Férriz, aragonés; y a otros. Azotó a tantos, que blasfemaban dél los demás; y como parecía recio y malo, aunque fuese justicia, ponía entredicho el vicario fray Buil para estorbar muertes y afrentas de españoles. El Cristóbal Colón quitábale su ración y la de los clérigos. Y ansí anduvo la cosa muy revuelta mucho tiempo, y el uno y el otro escribieron sobre ello a los reyes, los cuales enviaron allá a Juan de Aguado, su repostero, que los

(1) Véase la nota de la página 44.

hizo venir a España como presos, a dar razón de sí delante sus altezas; aunque dicen algunos que primero se vino el fraile y otros quejosos y querellantes que informaron muy mal al rey y a la reina. Llegó Cristóbal Colón a Medina del Campo, donde la corte residía; trajo a los reyes muchos granos de oro, y algunos de a quince y veinte onzas; grandes pedazos de ámbar cuajado, infinito brasil (1) y nácar, plumas y mantillas de algodón, que vestían los indios. Contóles el descubrimiento que había hecho; loóles grandemente aquellas islas de ricas y maravillosas, porque en diciembre, y cuando en España es invierno, criaban las aves por los árboles del campo; que por marzo maduraban las uvas silvestres; que granaba el trigo en setenta días, sembrado en enero; que se sazonaban los melones dentro de cuarenta días, y se hacían los rábanos y lechugas en menos de veinte días, y que olía la carne de palomas a almizcle, y la de crocodilos, de los cuales había muchos y en cada río; que cazaban en mar peces grandísimos con uno muy chiquito que llaman guaicán, y los españoles reverso; y que pensaba que había canela, clavos y otras especias, según el olor que muchos valles echaban. Y tras esto, dióles los procesos de los españoles que había justiciado, por desculparse mejor. Los reyes le agradecieron sus servicios y trabajo; reprehendiéronle los castigos que hizo, y avisáronle se hubiese de allí adelante mansamente con los españoles que los iban a servir tan lejos tierras; y armáronle ocho naves con que tornase a descubrir más, y llevase gente, armas, vestidos y otras cosas necesarias.

(1) Palo rojo tintóreo de especies del gén. Caesalpinia. (Nota D.)

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