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culpa suya, sino malicia de otros o invidia de la que llaman fortuna. Y no me maravillo de las historias antiguas que cuenten hechos grandísimos por chicos o escuros principios, pues no sabemos quién de poco acá halló las Indias, que tan señalada y nueva cosa es. Quedáranos siquiera el nombre de aquel piloto, pues todo lo al con la muerte fenesce. Unos hacen andaluz a este piloto, que trataba en Canaria y en la Madera cuando le acontesció aquella larga y mortal navegación; otros vizcaíno, que contrataba en Inglaterra y Francia; y otros portugués, que iba o venía de la Mina o India, lo cual cuadra mucho con el nombre que tomaron y tienen aquellas nuevas tierras. También hay quien diga que aportó la carabela a Portogal, y quien diga que a la Madera o a otra de las islas de los Azores; empero ninguno afirma nada. Solamente concuerdan todos en que fallesció aquel piloto en casa de Cristóbal Colón, en cuyo poder quedaron las escripturas de la carabela y la relación de todo aquel luengo viaje, con la marca y altura de las tierras nuevamente vistas y halladas.

XIV

Quién era Cristóbal Colón.

Era Cristóbal Colón natural de Cugureo, o como algunos quieren, de Nervi, aldea de Génova, ciudad de Italia muy nombrada. Descendía, a lo que algunos dicen, de los Pelestreles de Placencia de Lombardía. Comenzó de pequeño a ser marinero, oficio que usan mucho los de la ribera de Génova; y así anduvo muchos años en Suria y en otras partes de levante. Después fué maestro de hacer cartas de navegar, por do le nasció el bien. Vino a Portogal por tomar razón de la costa meridional de Africa y de lo más que porto

gueses navegaban para mejor hacer y vender sus cartas. Casóse en aquel reino, o, como dicen muchos, en la isla de la Madera, donde pienso que residía a la sazón que llegó allí la carabela susodicha. Hospedó al patron della en su casa, el cual le dijo el viaje que le había sucedido y las nuevas tierras que había visto, para que se las asentase en una carta de marear que le compraba. Fallesció el piloto en este comedio y dejóle la relacion, traza y altura de las nuevas tierras, y así tuvo Cristóbal Colón noticia de las Indias. Quieren también otros, porque todo lo digamos, que Cristóbal Colón fuese buen latino y cosmógrafo, y que se movió a buscar la tierra de los antipodas, y la rica Cipango de Marco Polo, por haber leído a Platon en el Timeo y en el Cricias, donde habla de la gran isla Atlante y de una tierra encubierta mayor que Asia y Africa; y a Aristóteles o Teofrasto, en el Libro de maravillas, que dice cómo ciertos mercaderes cartagineses, navegando del estrecho de Gibraltar hacia poniente y mediodía, hallaron, al cabo de muchos días, una grande isla despoblada, empero proveída y con ríos navegables; y que leyó algunos de los autores atrás por mí acotados. No era docto Cristóbal Colón, mas era bien entendido. E como tuvo noticia de aquellas nuevas tierras por relación del piloto muerto, informóse de hombres leídos sobre lo que decían los antiguos acerca de otras tierras y mundos. Con quien más comunicó esto fué un fray Juan Pérez de Marchena, que moraba en el monesterio de la Rábida; y así, creyó por muy cierto lo que dejó dicho y escripto aquel piloto que murió en su casa. Parésceme que si Colón alcanzara por esciencia dónde las Indias estaban, que mucho antes, y sin venir a España, tratara con genoveses, que corren todo el mundo por ganar algo, de ir a descubrillas. Empero nunca pensó tal cosa hasta que topó con aquel piloto español que por fortuna de la mar las halló,

XV

Lo que trabajó Cristóbal Colón por ir a las Indias.

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Muertos que fueron el piloto y marineros de la carabela española que descubrió las Indias, propuso Cristóbal Colón de las ir a buscar. Empero, cuanto más lo deseaba tanto menos tenía con qué; porque, allende de no tener caudal para bastecer un navío, le faltaba favor de rey para que, si hallase la riqueza que imaginaba, nadie se la quitase. Y viendo al rey de Portogal ocupado en la conquista de Africa y navegación de Oriente, que urdía entonces, y al de Castilla en la guerra de Granada, envíó a su hermano Bartolomé Colón, que también sabía el secreto, a negociar con el rey de Inglaterra, Enrique VII, que muy rico y sin guerras estaba, le diese navíos y favor para descobrir las Indias, prometiendo traerle dellas muy gran tesoro en poco tiempo. E como trajo mal despacho, comenzó a tratar del negocio con el rey de Portugal don Alonso el Quinto, en quien tampoco halló favor ni dineros para ir por las riquezas que prometía, ca le contradecía el licenciado Calzadilla, obispo que fué de Viseo, y un maestre Rodrigo, hombres de crédito en cosmografía, los cuales porfiaban que ni había ni podía haber oro ni otra riqueza al occidente, como afirmaba Colón; por lo cual se paró muy triste y pensativo; mas no perdió por eso punto de ánimo ni de la esperanza de su buenaventura que después tuvo. Y así, se embarcó en Lisbona y vino a Palos de Moguer, donde habló con Martin Alonso Pinzón, piloto muy diestro, y que se le ofreció, y que había oído decir cómo navegando tras el sol por vía templada se hallarían grandes y ricas tierras, y con fray Juan Pérez de Marchena, fraile francisco en la Rábida, cosmógrafo

y
humanista, a quien en puridad descubrió su cora-
zón, el cual fraile lo esforzó mucho en su demanda y
empresa, y le aconsejó que tratase su negocio con el
duque de Medina-Sidonia, don Enrique de Guzmán,
gran señor y rico, e luego con don Luis de la Cerda,
duque de Medinaceli, que tenía muy buen aparejo en
su puerto de Santa María para darle los navíos y
gente necesaria. Y como entrambos duques tuvieron
aquel negocio y navegación por sueño y cosa de ita-
liano burlador, que así habían hecho los reyes de ln-
glaterra y Portugal, animólo a ir a la corte de los
Reyes Católicos, que holgaban de semejantes avisos,
y escribió con él a fray Fernando de Talavera, confe-
sor de la reina doña Isabel. Entró, pues, Cristóbal
Colón en la corte de Castilla el año de 1486. Dió pe-
tición de su deseo y negocio a los Reyes Católicos
don Fernando y doña Isabel, los cuales curaron poco
della, como tenían los pensamientos en echar los
moros del reino de Granada. Habló con los que le
decían privar y valer con los reyes en los negocios;
mas como era extranjero y andaba pobremente ves-
tido, y sin otro mayor crédito que el de un fraile me-
nor, ni le creían ni aun escuchaban; de lo cual sentía
él gran tormento en la imaginación. Solamente Alon-
so de Quintanilla, contador mayor, le daba de comer
en su despensa, y le oía de buena gana las cosas que
prometía de tierras nunca vistas, que le era un entre-
tenimiento para no perder esperanza de negociar
bien algún día con los Reyes Católicos. Por medio,
pues, de Alonso de Quintanilla tuvo Colón entrada y
audiencia con el cardenal don Pero González de
Mendoza, arzobispo de Toledo, que tenía grandísima
cabida y autoridad con la reina y con el rey, el cual lo
llevó delante dellos después de haberlo muy bien exa-
minado y entendido. Los reyes oyeron a Colón por esta
vía y leyeron sus memoriales; y aunque al principio tu-
vieron por vano y falso cuanto prometía, le dieron

1486

esperanza de ser bien despachado en acabando la guerra de Granada, que tenían entre manos. Con esta respuesta comenzó Cristóbal Colón a levantar el pensamiento mucho más que hasta entonces, y a ser estimado y graciosamente oído de los cortesanos, que hasta allí burlaban dél; y no se descuidaba punto en su negociación cuando hallaba coyuntura. Y así, apretó el negocio tanto, en tomándose Granada, que le dieron lo que pedía para ir a las nuevas tierras que decía, a traer oro, plata, perlas, piedras, especias y otras cosas ricas. Diéronle asimesmo los reyes la decena parte de las rentas y derechos reales en todas las tierras que descubriese y ganase sin perjuicio del rey de Portugal, como él certificaba. Los capítulos deste concierto se hicieron en Santa Fe, y el privilegio de la merced en Granada y en 30 de abril del año que se ganó aquella ciudad. Y porque los reyes no tenían dineros para despachar a Colón, les prestó Luis de Sant Angel, su escribano de ración, seis cuentos de maravedís, que son, en cuenta más gruesa, diez y seis mil ducados.

Dos cosas notaremos aquí: una, que con tan poco caudal se hayan acrescentado las rentas de la corona real de Castilla en tanto como le valen las Indias; otra, que en acabándose la conquista de los moros, que había durado más de ochocientos años, se comenzó la de los indios, para que siempre peleasen los españoles con infieles y enemigos de la santa fe de Jesucristo.

XVI

El descubrimiento de las Indias, que hizo Cristóbal Colón.

Armó Cristóbal Colón tres carabelas en Palos de Moguer a costa de los Católicos Reyes, por virtud de las provisiones que para ello llevaba, Metió en ellas

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