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LXII

Descubrimiento de la mar del Sur.

Era Vasco Núñez de Balboa hombre que no sabía estar parado, y aunque tenía pocos españoles para los muchos que menester eran, según don Carlos Panquiaco decía, se determinó ir a descobrir la mar del Sur, porque no se adelantase otro y le hurtase la bendición de aquella famosa empresa, y por servir y agradar al rey, que dél estaba enojado. Aderezó un galeoncillo que poco antes llegara de Santo Domingo, y diez barcas de una pieza. Embarcóse con ciento y noventa españoles escogidos, y dejando los demás bien proveidos se partió del Darién, 1.° de setiembre año de 13. Fué a Careta; dejó allí las barcas y navío y algunos compañeros. Tomó ciertos indios para guía y lengua, y el camino de las sierras que Panquiaco le mostrara. Entró en tierra de Ponca, que huyó como otras veces solía. Siguiéronle dos españoles con otros tantos caretanos, y trajéronle con salvoconducto. Venido, hizo paz y amistad con Balboa y cristianos, y en señal de firmeza dióles ciento y diez pesos de oro en joyuelas, tomando por ellas hachas de hierro, contezuelas de vidrio, cascabeles y cosas de menor valor, empero preciosas para él. Dió también muchos hombres de carga y para que abriesen camino; porque, como no tienen contratación con serranos, no hay sino unas sendillas como de ovejas. Con ayuda, pues, de aquellos hombres hicieron camino los nuestros, a fuerza de brazos y hierro, por montes y sierras, y en los ríos puentes, no sin grandísima soledad y hambre. Llegó en fin a Cuareca, do era señor Torecha, que salió con mucha gente no mal armada a le defender la entrada en su tierra si no le contentasen los extran

jeros barbudos. Preguntó quién eran, qué buscaban y a dó iban. Como oyó ser cristianos, que venían de España y que andaban predicando nueva religión y buscando oro, y que iban a la mar del Sur, díjoles que se tornasen atrás sin tocar a cosa suya, so pena de muerte. Y visto que hacer no lo querían, peleó con ellos animosamente. Mas al cabo murió peleando, con otros seiscientos de los suyos. Los otros huyeron a más correr, pensando que las escopetas eran truenos, y rayos las pelotas; y espantados de ver tantos muertos en tan poco tiempo, y los cuerpos unos sin brazos, otros sin piernas, otros hendidos por medio, de fieras cuchilladas. En esta batalla se tomó preso a un hermano de Torecha en hábito real de mujer, que no solamente en el traje, pero en todo lo al, salvo en parir, era hembra. Entró Balboa en Cuareca; no halló pan ni oro, que lo habían alzado antes de pelear. Empero halló algunos negros esclavos del señor. Preguntó de dónde los habían, y no le supieron decir o entender mas de que había hombres de aquel color cerca de allí, con quien tenían guerra muy ordinaria. Estos fueron los primeros negros que se vieron en Indias, y aun pienso que no se han visto más. Aperreó Balboa cincuenta putos que halló allí, y luego quemólos, informado primero de su abominable y sucio pecado. Sabida por la comarca esta victoria y justicia, le traían muchos hombres de sodomía que los matase. Y según dicen, los señores y cortesanos usan aquel vicio, y no el común; y regalaban a los alanos, pensando que de justicieros mordían los pecadores; y tenían por más que hombres a los españoles, pues habían vencido y muerto tan presto a Torecha y a los suyos. Dejó Balboa allí en Cuareca los enfermos y cansados, y con sesenta y siete que recios estaban subió una gran sierra, de cuya cumbre se parecía la mar austral, según las guías decían. Un poco antes de llegar arriba mandó parar el escuadrón y corrió a lo alto. Miró hacia mediodía, vió

la mar, y en viéndola arrodillóse en tierra y alabó al Señor, que le hacía tal merced. Llamó los compañeros, mostróles la mar, y díjoles: «Veis allí, amigos míos, lo que mucho deseábamos. Demos gracias a Dios, que tanto bien y honra nos ha guardado y dado. Pidámosle por merced nos ayude y guíe a conquistar esta tierra y nueva mar que descobrimos y que nunca jamás cristiano la vido, para predicar en ella el santo Evangelio y baptismo, y vosotros sed lo que soléis, y seguidme; que con favor de Cristo seréis los más ricos españoles que a Indias han pasado, haréis el mayor servicio a vuestro rey que nunca vasallo hizo a señor, y habréis la honra y prez de cuanto por aquí se descubriere, conquistare y convirtiere a nuestra fe católica.» Todos los otros españoles que con él iban hicieron oración a Dios, dándole muchas gracias. Abrazaron a Balboa, prometiendo de no faltalle. No cabían de gozo por haber hallado aquel mar. Y a la verdad, ellos tenían razón de gozarse mucho, por ser los primeros que lo descubrían y que hacían tan señalado servicio a su príncipe, y por abrir camino para traer a España tanto oro y riquezas cuantas después acá se han traído del Perú. Quedaron maravillados los indios de aquella alegre novedad, y más cuando vieron los muchos montones de piedras que hacían con su ayuda, en señal de posesión y memoria. Vió Balboa la mar del Sur a los 25 de setiembre del año de 13, antes de mediodía. Bajó la sierra muy en ordenanza; llegó a un lugar de Chiape, cacique, rico y guerrero. Rogóle por los farautes que le dejase pasar adonde iba de paz y le proveyese de comida por sus dineros; y si quería su amistad, que le diría grandes secretos y haría muchas mercedes de parte del poderosísimo rey, su señor, de Castilla. Chiape respondió que ni quería darle pan ni paso ni su amistad. Burlaba oyendo decir que le harían mercedes los que las pedían; y como vió pocos españoles, amenazólos, braveando mucho, si no se volvían. Salió luego con un

GÓMARA: HIStoria de las INDIAS.-T. I.

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gran escuadrón bien armado y en concierto a pelear. Balboa soltó los alanos y escopetas, y arremetió a ellos animosamente, y a pocas vueltas los hizo huir. Siguió el alcance y prendió muchos, que, por ganar crédito de piadoso, no los mataba. Huían los indios de miedo de los perros, a lo que dijeron, y principalmente por el trueno, humo y olor de la pólvora, que les daba en las narices. Soltó Balboa casi todos los que prendió en esta escaramuza, y envió con ellos dos españoles y.ciertos cuarecanos a llamar a Chiape, diciendo que si venía lo ternía por amigo y guardaría su persona, tierra y hacienda; y si no venía, que talaría los sembrados y frutales, quemaría los pueblos, mataría los hombres. Chiape, de miedo de aquello; y por lo que le dijeron los de Cuareca acerca de la valentía y humanidad de ́ los españoles, vino y fué su amigo, y se dió al rey de Castilla por vasallo. Dió a Balboa cuatrocientos pesos de oro labrado, y rescibió algunas cosillas de rescate, que tuvo en mucho por serle cosa nueva. Estuvo allí Balboa hasta que llegaron los españoles que dejara enfermos en Cuareca; fué luego a la marina, que aun estaba lejos. Tomó posesión de aquel mar en presencia de Chiape, con testigos y escribano, en el golfo de San Miguel (1), que nombró así por ser su día.

LXIII

Descubrimiento de perlas en el golfo de San Miguel.

Regocijaron nuestros españoles la fiesta de Sant Miguel y auto de posesión como mejor pudieron. Dejó no sé cuántos españoles allí Balboa por asegurar las espaldas. Pasó en nueve barcas, que le buscó Chiape,

(1) 29 de septiembre de 1513. (Nota D.)

un gran río, y fué con ochenta compañeros y con el mismo Chiape por guía, a un pueblo, cuyo señor se decía Coquera, el cual se puso en armas y defensa. Peleó y huyó; empero vino luego a ser amigo de los españoles por consejo y ruego de los chiapeses, que fueron a requerirle con la paz. Dió a Balboa seiscientos y cincuenta castellanos de oro en joyas. Con estas dos victorias cobraron muy gran fama por aquella costa los españoles, y con tener por amigos a Chiape y Coquera pensaban allanar y traer a su devoción toda la comarca. Así que armó Balboa las mesmas nueve barcas, hinchólas de vituallas y fué con ochenta españoles a costear aquel golfo, por ver qué cosa era la tierra, islas y peñascos que tenía. Chiape le rogó que no entrase allá, por cuanto aquella luna y las dos siguientes solían correr tormentas y vientos recios de travesía, que anegaban todas las barcas. El dijo que no dejaría de entrar por eso, ca otras mayores y más peligrosas mares había navegado, y que Dios, cuya fe se tenía de predicar por allí, le ayudaría; y embarcóse. Chiape se metió con él, porque no le tuviesen por cobarde y mal amigo. Apenas se desviaron de tierra, cuando se hallaron dentro en tantas y tan terribles olas, que no podían regir las barcas ni ir atrás ni adelante. Pensaron perecer allí; mas quiso Dios que tomaron una isla, donde albergaron aquella noche. Creció tanto la marea, que casi la cubrió. Maravilláronse los nuestros dello, como en el otro golfo de Urabá o costa setentrional no cresce nada o muy poco. A la mañana quisieron irse con la jusente; mas no pudieron, por hallar las barcas llenas de arena y cascadas; y si miedo tuvieron de morir en agua el día antes, miedo tuvieron de morir entonces en tierra, ca no les quedó qué comer. Empero con aquel mesmo miedo limpiaron las barcas, remendaron lo quebrado con cortezas de árboles, calafetearon las hendeduras con hierba y fueron a tomar tierra a un abrigo. Acudió luego a ellos Tumaco, señor de aquella parte, con mu

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