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LAS

GLORIAS NACIONALES.

TOMO CUARTO.

LOS ANALES

DE LA CORONA DE ARAGON,

COMPUESTOS POR GERÓNIMO ZURITA, EL CRONISTA DEL REINO.

LIBRO I.

S

PRELIMINAR.

poderlo afirmar por constante, y los que pasaron destos límites, perdieron del todo su crédito. Así seria, UELE acontecer á los que quieren escribir los prin- segun yo entiendo, querer engolfarse por un muy gran cipios y origen de algun reino ó grande república, desierto y arenoso, si habiendo de tratar, de los prinlo que vemos en la traza y descripcion de algunas cipios y origen del reino de Aragon, diese muy parregiones que nos son muy remotas, ó nuevamente ticular cuenta de las naciones que primero poblaron descubiertas, y generalmente en el retrato y sitio de la en España, y de los extranjeros que aportaron á ella, tierra. Porque á donde no alcanza la industria y dili- como á una India, por la fama de sus riquezas. Que gencia para dibujar, particularmente las postreras otra cosa serian los cuentos del rey Gargoris, y las tierras, y provincias del mundo, asientan en el rema-grandes aventuras de su nieto Habidis, y la sucesion te de sus tablas ciertas figuras, que nos representan ser aquellas regiones mucho mas estendidas, y pintan algunas montañas tan altas, que exceden á todas las otras del universo, y con esto figuran algunos grandes desiertos y partes inhabitables, porque por este dibujo, les parece que se señala, lo que no basta á comprehender. De la última manera sucede á los que emprenden escribir algunos principios de cosas muy olvidadas, porque en la relacion dellas, es forzado que pasen, como quien atraviesa un gran desierto, á donde corren peligro de perderse. De aquí resultó, que los cuentos de la origen de muy grandes imperios, y reinos, fueron á parar, como cosas inciertas y fabuJosas en diversos poetas que como buenos pintores, dejaron dibujadas aquel las trazas y otras figuras monstruosas, porque por ellas se pudiese imaginar, la distancia y grandeza de la tierra, y la estrañeza del sitio, y la ferocidad de las gentes, lo demás quedó á cargo de los que emprendieron escribir verdaderas relaciones de las cosas pasadas, en lo cual les fué lícito

TOMO IV.

de aquel reino, y los ganados de los geriones por cu-
ya codicia, dicen que vino Hércules á España, y las
armadas de los fenices, rodios, iberos y celtas, y de
las otras naciones orientales, y postreramente de los
cartagineses; y sus poblaciones y conquistas, sino
dibujar un desierto lleno de diversas fieras,
por donde
no se puede caminar, y son tan notorios los peligros.
Por este recelo yo me escusaré de repetir aquellos
principios, y aun dejaré de sumar las conquistas de
los romanos que sujetaron á España, y la redujeron
debajo de las leyes de sus provincias, pues en lo que
mas importaba detenerme, que era dar cuenta de
aquella tan furiosa entrada que hicieron los moros, y
de las causas della, y de la division de sus reinos; de
donde convenia tomar el principio de nuestros anales,
me es forzado recogerme, y desviarme por otras sen-
das; como si hubiera de pasar los desiertos de Arabia,
y las lagunas de los caldeos. Y así cuando propuse es-
cribir las memorias de lo sucedido, desde el principio
de los reyes de Aragon, me determiné, que en lo que

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y tan contínuas batallas, y sucedió á los árabes tan prósperamente, que pereció en ellas aquella nobleza tan celebrada de los godos y su reino. Mas aunque en la caida y disipacion del imperio romano, España habia sido rendida á los godos y alanos y suevos, y á las otras naciones que con ellos entraron, no fué ens tónces sojuzgada con aquella furia ni tan repentinamente, como en esta sazon que la conquistaron los moros, que se llamaron deste nombre, por la provincia Mauritania, por donde entraron, ni el estrago que hicieron los cimbros y alemanes, ni las crueldades y persecuciones de aquellas gentes, que por tanto tiempo la poseyeron, igualaron con la fiereza de que usaron estos paganos, estirpando el nombre y nacion de los godos, estando su imperio tan levanta

por mi propia diligencia no podia afirmar en las cosas antiguas por constante, se debia remitir á la fé y crédito que se debe á cada uno de los autores. Mas en lo que no se ha podido averiguar por mas cierto, de estar así recibido en comun opinion, no conviene dilatarlo, como han hecho algunos, que lo han querido ensalzar, con importunos y vanos encarecimientos, porque á mi juicio, se debe tener por edificio muy falso y de mal fundamento, querer con pesado rodeo de palabras, dejar mayor volúmen de cosas, cuya memoria está ya perdida. Esto es lo que con tanta razon ofende á los que aborrecen que se trate de los hechos pasados con ambicion, y como en competencia, discurriendo con artificiosa contextura, y ofuscando la verdad, y por esto hay algunos que estiman mas las relaciones de las cosas antiguas, como se escri-do, que se habia extendido á sojuzgar la mayor parte bieron en sus tiempos, y tienen mas crédito y autoridad, de la misma suerte que en la historia romana eran mas reverenciados los anales de los pontifices y sus autos y memorias públicas, porque en ellas se descubrian como en pintura ios lejos de la antigüe-❘ dad. Esta fué muy acatada entre todas gentes, por que siempre convino tener presente lo pasado, y considerar con cuanta constancia se debe fundar una perpértua paz y concordia civil, pues no se puede ofrecer mayor peligro, que la mudanza de los estados en la declinacion de los tiempos. Teniendo cuenta con esto, siendo todos los sucesos tan inciertos a todos, y sabiendo cuán pequeñas ocasiones suelen ser causa de grandes mudanzas, el conocimiento de las cosas pasadas nos enseñará, que tengamos por mas dichoso y bienaventurado el estado presente, y que estemos siempre con recelo del que está por venir.

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CAP. I. De la entrada de los moros en España. Siendo vencidas las provincias de Asia, por las naciones que salieron de Arabia, como á una empresa y conquista general de toda la tierra, y sujetándolas debajo de su secta, fué por ellos África acometida diversas veces. Continuando prósperamente sus victo rias, siendo ayudados de la ocasion, por causa de las disensiones que tenian dividido el imperio, á cuyo dominio estaban sujetas las provincias de Áfridesamparó la tierra Tiberio Apsimaro, que era capitan general del imperio en aquellas partes. Despues siendo nombrado el mismo Tiberio por sucesor en el imperio, en lugar de Leontio, conviniéndole para su empresa sacar el ejército que residia en África, quedó aquella tierra desierta, y fuéronse apoderando della los árabes, y con esta ocasion iban ganando la Numidia y las dos Mauritanias, sin poner límite à su señorío sino con el mar Atlántico, y con los últimos fines de aquella parte del mundo. Pasados algunos años que eran señores pacíficos de la mejor parte de Africa, en el tercer año del rey Rodrigo, que fué el postrero de los reyes godos que en España reinaron, prosiguiendo sus victorias, intentaron otra mayor empresa, y pasaron á la Bética, que fué provincia de la España ulterior, y la primera de las de Europa, por el estrecho que la divide de Africa, y fueron para ello incitados é inducidos por los hijos del rey Vitiza, que pretendian tener derecho á la sucesion del reino. Tambien concurrió con ellos el conde Julian con particular enemistad que tuvo al rey Rodrigo, por el adulterio que habia cometido con su hija. Hubo entre estas dos naciones tan diferentes y contrarias en leyes y costumbres, tales

de la Mauritania, que en el tiempo de la monarquía romana estuvo sujeta á la Bética, y eran señores los reyes godos de gran parte de las provincias Aquitania y Narbonense, que de su nombre se llamó Gotia. Toda esta grandeza fué destruida y desecha tan á deshora, que se manifestó bien ser castigo y venganza del cielo, y nos dió claramente á conocer, que de la misma suerte está sujeta á toda mudanza y caida la condicion y estado de los reinos, que de los hombres. En el progreso y aumento de la república romana, España fué una de las provincias que mas contienda y trabajo dió á los vencedores del mundo, y la que no pudo ser domada, hasta tanto que aquel imperio llegó á lo mas alto de su prosperidad y grandeza, y despues pareció seguir con él la misma fortuna, hasta que en la caida del imperio vino tambien á ser sojuzgada de los godos, y así quien cotejare los sucesos de aquellos tiempos con lo mas antiguo, no se persuadirá, que fuese una misma nacion y gente. De donde se viene á conocer manifiestamente, que suceden casos en el discurso de los tiempos, y concurren tales ocasiones y accidentes, que por ninguna manera basta á resistir consejo humano, y se dispone así y gobierna por la providencia divina. A tan gran destrozo y estrago como recibió España en esta entrada de los moros, se fueron encaminando todos los medios necesarios; de suerte que fueron ganando y conquistando la tierra, y consumiendo la memoria de lo pasado á toda su ventaja: y aunque por las memorias de los hechos que precedieron á esta entrada, no se entendiera, cuan terrible y furiosa fué esta conquista, que en tan breve tiempo consumió las fuerzas de aquel reino y su nombre, deberia bastar, si bien lo consideramos, que pasaron mas de ochocientos años, antes que fuesen los moros lanzados de aquella primera tierra que en España ganaron, durando con ellos la guerra casi desde que entraron en ella. Por las memorias que tenemos mas antiguas, que son muy pocas en hecho tan señalado, por no hacerse mencion ninguna dél por autores de aquellos tiempos nuestros ó extranjeros, se entiende haber sido diversas entradas las que en España se hicieron por los árabes, y parece en un anal, el mas antiguo que yo he visto de las cosas de España, hasta el año de mil doscientos y doce que es del monasterio de Ripoll, que en el año de nuestra redencion de setecientos y siete hizo una entrada en España un rey de los árabes, que en aqueIla relacion se llama Senia. Pero la mas señalada y famosa, fué en el de setecientos nueve. En estas memorias que yo he visto se declara, que la gran batalla á donde fué muerto el rey Rodrigo, 'fué en el año

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