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lena de gente plática y valiente. At fin la atravesaron á pesar suyo, con universal admiracion de los que conocieron el peligro, con las buenas y fieles guias de los de Tesalia. Pasaron el estrecho llamado Termopilas, célebre por los trescientos espartanos que con Leonidas murieron, defendiendo el paso á Jerjes, y la libertad de Grecia. De allí bajaron à la ribera del río Celiso, que baja del monte Parnaso, y corre hacia el oriente, dejando á la parte del norte los pueblos llamados de los antiguos locrenses, opuncios, y epimenides, y à mediodia Acaya y Beocia. Llega este rio hasta Lebadia y Haliarte, donde se divide y pierde el nombre, y le muda en el de Esopo é Ismeno. Esopo corre por medio de la provincia Atica, hasta que entra en el mar. Ismeuo junto de Aulide desagua en el mar Euboico, llamado hoy de Negroponte. Por aquellas vecinas aldeas de locrenses se alojó nuestro campo para pasar el otoño é invierno, y tomar resolucion de lo que se habia de hacer la primavera siguiente.

CAP. LXIII.-El duque de Atenas recibe á los catalanes.

El duque de Atenas luego que supo que el ejercito de Jos catalanes habia pasado los montes, y atravesado la Blaquia, envió con mucha diligencia sus embajadores á las cabezas del ejército, temiendo que otros principes vecinos recibiesen a los catalanes en su servicio; porque como era milicia de tanta estimacion, todos procuraban tenerla en su favor, y así él con grandes ofrecimientos de pagas, y sueldos aventajados, les acordó la palabra que dieron en Casandria de venirle à servir cuando él envió á Roger Deslau. Los catalanes oida la embajada del duque, les pareció mas útiļ su amistad que la de los otros principes vecinos; y así se concluyó el trato con él, que fué el mismo con que sirvieron al emperador Andrónico. Con estos nuevos socorros el duque se puso en campaña á restaurar lo que sus enemigos habian ocupado de su estado. El mas vecino y poderoso enemigo era Angelo, príncipe de los blacos, y el emperador Andrónico, que como principe griego aborrecia el nombre latino, y queria echar de su estado al duque, y à los demás franceses que le seguían. El déspota de Larta, llamada de los antiguos Audracia, tambien le apretaba con sus armas. Contra los de estos tres enemigos, que aun divididos eran poderosos, comenzó la guerra el duque, y fué tan dichoso en ella, que no solamente reprimió lá furia y rigor de sus enemigos, y defendió su estado, pero tambien cobró treinta fuerzas que le habian usurpado. Ultimamente se trataron y concluyeron paces con todos, pero se hicieron muy aventajadas por parte del duque. Todos los sucesos de esta guera que los catalanes tuvieron con los enemi gos del duque, no hay historiador que lo refiera sino solo por mayor, ni ha quedado memoria ni papel alguno de donde se pudiera sacar algo que ilustrara estos sucesos, que fueron sin duda muy notables, porque los enemigos con que se hizo eran poderosos en número y valor. Gran desdicha de nuestra nacion, que haya enterrado el silencio hechos tan memorables, que pudieran perpetuar su estimacion en los siglos venideros,

CAP. LXIV.-Despide el duque con suma ingratituð á los catalanes que le habian servido sin quererles pagar, con que los unos y los otros se previenen para la guerra.

Luego que el duque se vió absoluto y pacífico señor de su estado, no trató de cumplir su palabra, pagando lo que habia ofrecido á los nuestros cuando los llamó á su servicio, ántes bien tratándoles con poca estimacion les fué maquinandʊ su ruina: cosa al parecer imposible, olvidarse de tan reciente y señalado beneficio, como fué restituirle en su estado, y reprimir tan poderosos enemigos. Admiró extrañamente esta novedad y mudanza á los catalanes y aragoneses, que esperaban de su mano vivir de allí adelante con honra y comodidad; porque como el duque se criara en Sicilia, en el castilo de Agosta, mostraba afición á los catalanes, y hablaba su lengua como si fuera natural y propia suya. Quedaron suspen→ sos de verle tan trocado, cuando mas prendas y obligaciones corrian. La traza que tuvo el duque para librarse de las descomodidades que la gente de guerra pudiera causar en su estado pacifico, fué la siguiente: Entresacó de nuestro ejército doscientos soldados de á caballo, los de mayor servicio y partes, y trescientos infantes, y repartió entre todos ellos algunas haciendas con harta moderacion por todo su estado. Quedaron estos contentísimos, y los demás tambien esperando de que el duque habia de usar de la misma liberalidad con ellos. Pero al tiempo que creyeron ver cumplidas sus esperanzas, les mandó el duque que dentro de un breve plazo seliesen de su estado, y cuando no le obedeciesen los trataria como á robeldes y enemigos. Los nuestros, aunque confusos y turbados de golpe tan poco prevenido, con el valor y determicion que solian, le respondieron que obedecerian con mucho gusto si les pagaba el sueldo que se les debía, pues tambien le habian servido, y los seis meses adelantados que les ofreció cuando vinieron á su servicio, que con este dinero podrian alcanzar bajeles para volver a su patria seguros, aunque mal pagados. Replicó á esto el du

verse

que con tanta soberbia, y con tanto desconocimiento de los servicios pasados, que dijo que se fuésen de su presencia, y se saliesen de su tierra, que él ni les debia, ni les queria pagar lo que con tanta desvergüenza le pedian: que aprestasen luego su salida, si no querian muertos ó cautivos. Esta respuesta obligó á los nuestros á que determinasen ántes morir que salir de su tierra sin que se les diese entera satisfaccion. Hiciéronle saber esta resolucion, y entretanto se apoderaron de algunos puestos importantes, adonde los pueblos aunque por fuerza les contribuían para sustentarse. Luego que el duque supo que los catalanes se querian defender, bizo grandes juntas de gentes, así de naturales como de extrañas, para echarles por fuerza de su estado, pudiéndolo hacer con ménos gasto, menos peligro, y médos nota de su ingratitud, si les despidiera dándoles las pagas que tan bien habian merecido. Al fin se rosolvió de echarles por fuerza, y para esto juntó un poderosísimo ejército bien desigual con nuestro corto poder, porque de atenienses, tebaños, platenses, locrenses, tocenses y magarenses, y ochocientos caballos franceses, llegó á tener seis mil y cuatrocientos caballos, y ocho mil infantes, aunque Montaper quiere que sean muchos mas; pero en este caso me ha parecido seguir à Nicéforo que lo escribe harto difusamente; y pudo tener mas noticia por hallarse mas cerca que Montaner, que ya no estaba presente en esta jornada, y el griego es muy neutral cuando no escribe los sucesos de su nacion, sino de las extrañas. Los doscientos caballos y trescientos infantes á quien el duque habia dado las haciendas que se ha dicho, viendo el peligro de sus compañeros, y creyendo que aquel mismo rigor se habia tambien despues de ejecutar en ellos, fuéronse at duque, y le dijeroù, como entendian que aquel ejército que tenía junto era para contra sus compañeros y ami→ gos; y que si esto era así verdad, ellos le renunciaban las haciendas que les dió, porque tenian por mejor suerte morir defendiendo à los suyos, que gozar riquezas en paz, pereciendo ellos. El duque confiado de sus fuerzas, que eran tan superiores à las nuestras, les res➡ pondió con palabras tan pesadas, y tan llenas de mil ul¬ trajes y afrentas, que cuando no vinieran tan resueltos de apartarse de su servicio; solo esta respuesta les obli→ gara á procurar vengarse. Las palabras en todos los hom→ bres han de ser muy medidas, y mas en los príncipes. porque de la descortesia no se puede esperar sino abor recimiento, y las mas veces deseo y cuidado de satisfac→→ cion y venganza. Palabras descompuestas causan justa indignacion aun en los mas humildes. La cortesia es lazo con que se prenden los corazones, y usada con los enemigos suele ser medio para ablandarlos en el mayor impetu de su furia. Con esto se fueron los quinientos á juntar con los demás catalanes y aragoneses, y les avisaron de la última resolucion del duque. De quien dice Nicéforo que estaba tan arrogante y soberbio, viendo debajo de su mano tanta y tan lucida gente, que ya sus designios eran mayores que destruir a los catalanes, porque esto lo pensaba hacer como de paso, y entrar despues en las provincias del imperio, haciendo una cruel y sangrienta guerra hasta llegar à Constanti opla. Pero todas estas trazas atajó Dios en sus principios, porque la sobrada confianza de sí mismo nunca se logra. CAP. LXV.-Victoria de los catalanes contra el duque de Atenas, y su muerte, con que los catalanes se apoderaron de aquellos estados, y dieron fin á su peregrinacion.

Los catalanes y aragoneses luego que supieron que el duque venia marchando con todo su campo la vuelta de sus alojamientos, hicieron lo que otras veces, cuando se vieron forzados de la necesidad, que fué poner el remedio en solo su valor. Determinaron salirle al encuentro, aunque se hubiese de pelear con tanta desigualdad. HaIlabanse en nuestro ejército, entre todas las tres naciones, tres mil y quinientos caballos, y cuatro mil in= fantes, cuando dejaron sus cuarteles para salir á recibir al duque. Llegaron á alojarse el primer dia en unos pra➡ dos por donde atravesaba una acequia muy grande, que les ofreció un ardid y trazaļimportante para su ruinaldel enemigo. La yerba de los prados estaba crecida un palmo alta, bastante para encubrir el terreno. Em.pantanaron todos aquellos campos vecinos, por donde juzgaron que la caballería enemiga babia de hacer sus primeros acometimientos. Para la suya dejaron algunos en seco, para que cuando fuese menester pudiese salir y escaramuzar por lo enjuto y firme: sucedióles bien la traza porque el duque al otro dia vino con todo el ejército, tan poderoso, que fué ocasion de su descuido en advertir los ardides del enemigo, y le pareció que salo el lucimiento de sus armas y galas hastaba para humillar sus enemi→ gos. En descubriendo á los nuestros ordenó sus escuadrones, y porque tenia mayor confianza de la cabalieria, la puso toda delante, y él en persona con una tropa de doscientos caballeros franceses, y los mas lucidos de la provincia, tomó la vanguarda. Nuestra gente, al tiempo que el duque se disponia para la batalla, quiso bacer lo mismo mezclando los escuadrones y tropas de los turcos

y turcoples entre las suyas: pero ellos se salieron afuera diciendo que no querian pelear, porque tenian por imposible que el duque viniese contra los catalanes, de quien habia sido tan bien servido, sino que debía ser traza con que los querian destruir á ellos como á gente de diferente religion. No se turbaron los catalanes y aragoneses en esta resolucion de los turcos, aunque por la brevedad no les podian desengañar, ni quisieron rebusar la batalla, antes con mas coraje salieron á escaramuzar, y cebar al enemigo que viniese á buscar su misma muerte El duque con la primer tropa de vanguarda vino cerrando contra un escuadron de infantería, que estaba de la otra parte de los campos empantanados, y con la furia que la caballería llevaba se metió sin poderlo advertir en medio de ellos, y al mismo tiempo los almugavares sueltos y desembarazados con sus dardos y espadas se arrojaron sobre los que cargados de hierro se revolcaban en el lodo y cieno con sus caballos. Llegaron las demás tropas para socorrer al duque, caveron en el mismo peligro. El duque, como mas conocido, fué de los primeros que murieron à manos de los que poco antes habia menospreciado y maltratado con palabras afrentosas. Este suele ser el fin de los arrogantes y desvanecidos, que de ordinario vienen à perecer donde creyeron que habian de triunfar.

Muerto el duque, y los que iban en su tropa, quedó lo restante del campo lleno de miedo y confusion, porque ya los catalanes y aragoneses les habian acometido por diversas partes, y los turcos y turcoples satisfechos de sus recelos, viendo que los nuestros degollaban la gente del duque, salieron de refresco contra ella, y dieron cumplimiento á la victoria. Pereció con el duque mucha gente principal, porque de setecientos caballeros que entraron en la batalla solos dos quedaron vivos. El uno fué Bonifacio de Verona, y el otro Roger Deslan, caballero de Rosellon, y muy conocido en nuestro ejército, por haber venido muchas veces con embajada del duque à nuestros capitanes, cuando moraban en Casandria. Fué la batalla muy terrible y sangrienta, y duró mas el alcance y el matar que el vencimiento; porque en siendo muerto el duque, y empantanadas las primeras tropas de la cabaHeria, hubo gran desórden en lo restante del ejército enemigo, con que fué fácil romperle. Ganada tan señalada victoria pasaron adelante, y en pocos dias se apoderaron de la ciudad de Tebas, y luego la de Atenas, con todas las fuerzas del estado del duque, rendidas las mas sin esperar sitio, porque toda la defensa se habia perdido en la batalla. Con esto quedaron nuestros catalanes y aragoneses señores de aquel estado y provincia, al cabo de trece años de guerra, y con esto dieron fin á toda su peregri nacion, y asentaron su morada, gozando de las haciendas y mujeres de los vencidos. Porque despues que se vieron sin contradiccion dueños de toda la mayor parte de los soldados se casaron con las personas mas principales y mas ricas de la provincia, y quedó fundado en ella un nuevo estado y señorío, que nuestros reyes de Aragon estimaron mucho, por ser ganado, nócon sus propias fuerzas, ni con la hacienda comun de sus reinos, sino por hombres particulares súbditos suyos: gran dicha de príncipes tener tales vasallos, que los trabajos, los gastos y los peligros vayan por su cuenta, y el fruto de las victorias, la conquista de los reinos, la gloria de haberlos adquirido, y el mando y gobierno de ellos sea por el principe en cuyos estados nacieron. Estaban los nuestros tan faltos de personas principales y caballeros que les gobernasen, que pidieron á Bonifacio de Verona, uno de los dos caballeros que les quedaron vivos en la batalla, que fuese su capitan. Pero Bonifacio, por parecerte que tendria la misma autoridad con ellos que tuvo Tibaut no quiso admitir lo que le ofrecian. Dos cosas por cierto extrañas hallo en este caso: la primera que pusiesen los ojos, para su capitan en un extranjero, y prisionero suyo; y la segunda que él no lo quisiese ser. Desengañados de su voluntad, hicieron capitan á Roger Deslau, y le dieron por mujer la que lo había sido del señor de Sola, mujer principal y rica. Con este capitan se gobernó algun tiempo aquel estado.

CAP. LXVI-Los turcos con el deseo de volver a la patrin de jan el servicio de los catalanes, y por el mismo camino que vinieron, vuelven á Galipoli.

Los turcos y turcoples viendo que los catalanes y aragoneses sus compañeros habian acabado su peregrinacion, y que estaban resueltos de fundar en aquel estado su asiento y vida, deseosos de volver á la patria, determinaron de apartarse de nuestra compañía, y aunque les propusieron diferentes partidos para que se quedasen, ofreciéndoles villas y lugares donde descansadamente pudiesen vivir, y participar igualmente con ellos del premio de sus victorias, ninguna cosa bastó à detenerles; porque decian que ya era tiempo de volver å su tierra, y ver sus amigos y deudos, y mas hallándose con tanta prosperidad y riquezas como tenian, con las cuales querian que su propia naturaleza fuese él centro de su descanso. Con esta resolucion se partieron amigablemente

los turcos y turcoples de nuestra compañia la vuelta de su pi tria. Tomaron el propio camino que trujeron cuando vinieron con los catalanes desde Galípo1i. Atravesaron toda Tracia, sin que persona alguna les resistiese, talando y destruyendo con grande inhumanidad todas las provincias por donde pasaron. Los turcoples con Melero su capitan eran cristianos, pero mas en el nombre que en los hechos. No quiso intentar nuevo trato para volver al servicio de Andrónico, ó porque dudó que no se lo admitirian, ó ya que lo admitiesen receló no fuese para despues de asegurarle darles la muerte; porque sabian que los griegos y su principe Andrónico estaban muy ofendidos de que en la batalla que los catalanes ganaron cabe Apros, ellos fueron los primeros que desampararon á Miguel, y despues dejaron las banderas imperiales de Andrónico á quien servian, y se juntaron con los catalanes y aragoneses sus mayores enemigos, y por siete años continuos destruyeron con ellos el imperio; causas hastantes para temer cualquier reconciliacion, que tan grandes ofensas nunca se olvidan. Desesperado Meleco de tomar este camino, le abrió otro la suerte para que descansase, porque el príncipe de Servia le ofreció buen acogimiento, con condicion que no habian de tomar las arinas, ní usarlas sino cuando el quisiese. Aceptólo Meleco, y quedaron en Servia él y los suyos en vida sosegada y quieta, bien diferente de lá que hasta alli tuvieron. Calel, capitan de los turcos, que llegaban al número de mil y trescientos caballos, y ochocientos infantes, entró en Macedonia, donde determinó de estar muy de asiento, hasta que con seguridad pudiese volver a su patria, y en este medio hizo tantos daños en aquella provincia, que fue forzoso, ya que faltaban las fuerzas para echarle con ellas, tratar de algunos conciertos con que le oblígasen á salir. El que pareció mas conveniente para entrambas partes fué, que Calel desampararia la provincia si le aseguraban el paso de Cristopol, y le daban navios con que pudiese pasar el estrecho; porque sin estas dos cosas, y faltandole cualquiera de ellas, era imposible volverá la Natolia su patria. Los turcos entonces platicaban poco-el ser marineros, porque como tenian aun provincias que ganar en tierra firme, no cuidaban de las que estaban de la olra parte del mar; y así no pudo tener Calel esperanza en los navíos de los de su nacion. El estrecho de Cristopol era imposible atravesarle, por la muralla que en él se habia levantado despues que los nuestros le pasaron. Avisaron al emperador Andrónico de los pactos con que los turcos daban palabra de salir de la provincia, y ponderando como era justo el peligro y riesgo que se ponia con su detencion, y lo que toda Macedonia padeceria si los turcos desesperados de que el paso y camino de su patria se les impidiese, y que podrían acometer à TesaJónica, ó alguna otra empresa semejante à que la desesperacion obliga, y acordándose cuan caro le costó el menospreciar a los catalanes, le hizo resolver presto en el negocio, y aceptar aquellos partidos, y ofrecer á los turcos el paso libre de Cristopol, y navíos para pasar el pequeño estrecho del Helesponto. Y porque nadie los pudiese ofender, envió tres mil caballos para guarda suya, con un famoso capitan llamado Senanqrip, estratepedarea, una de las dignidades principales de aquel imperio. Con esta gente Calel y los demás turcos pasaron el estrecho de Cristopol : y llegaron cerca de Galipoli, donde se les habia ofrecido que se les daria embarcacion. CAP. LXVII.-Los griegos rompen la fé prometida á los turcosì y descubierta la traicion, ganan un castillo donde se fartificaron.

Estando ya aguardando los navíos la gente y capitanes de Senanqrip, reconociendo las grandes riquezas que 103 turcos se llevaban, y que eran despojos de sus provincias, teniendo por gran vileza dejar aquellos bárbaros, siendo tan pocos, volviesen à su patria con ellos, determinaron quebrarles el seguro y la palabra real, juzgandolo por ménos inconveniente que sufrir tanta mengua. Tuvieron acuerdo de cómo y á quó tiempo les acometerian, pareció que fuese de noche tiempo oportuno para gente descuidada. No se trató el negocio con tanto secreto que los turcos no tuviesen noticia de lo que contra ellos se maquinaba, en tan gran ofensa de la misma razon y justícia, y del derecho universal de las gentes, que hace inviolablé la fé prometida aun al mismo enemigo. Levantaronse aquella noche, y'ocuparon un castillo, el mas vecino que se les ofreció, y pusiéronse en defensa con determinacion de morir vengados. Senanqrip y sus capitanes, como se vieron descubiertos, hubo gran confusion entre ellos si era bien acometerlès, ó dar aviso al emperador de lo que pasaba. Prevaleció este último parecer, y avisáronte fuego. Pero aunque el aviso llegó presto ý a su tiempo, Andrónico tardó en resolverse ; fa'la muy ordinaria de los príncipes, y la mas perniciosa, dilatar los remedios hasta que pasa la ocasión, y vienen a Hegar cuando ya no es posible que aprovechen; y esto en tanto es mas peligroso, cuanto el negocio es de mayer importancia, como lo son los tocantes á la guerra, donde los yerros pequeños suelen ser causa de pérdidas de rei

nos y monarquías. Tardar en la eleccion de los pareceres que se han de seguir, es peor que ejecutar el que se tieDe por menos conveniente. Viose bien en este caso, de cuanto mayor importancia fuera para Andrónico, ó mandar que luego se pelease con los turcos, ó darles navios para pasar el estrecho, porque cualquiera de estas dos cosas que hiciera, que eran las que le tenian suspenso y dudoso, fuera mas acertada, que nó con la tardanza de resolverse darles tiempo para que les viniese socorro, y Jugar de fortificarse, y prevenirse, como lo hicieron. Porque desengañados los turcos de que los griegos no les guardarian palabra, como gente desesperada, hicieron grande esfuerzo en avisar a los de su misma nacion, que estaban de la otra parte del estrecho, y estos como supieron el peligro en que se hallaban Calel y los suyos, y las grandes riquezas que tenian, con bajeles pequeños y en muchos viajes pasaron gran multitud de turcos en su Socorro, y viéndose tantos juntos, Do solamente trataron de defenderse, pero comezaron a correr la tierra como pláticos en ella.

CAP. LXVIII—Los turcos vencen á Miguel y hacen grandes daños en Tracia.

Hasta que el emperador Andrónico, temiendo que aquellos pocos enemigos iban tomando fuerzas, se acabó de resolver en acabarlos de una vez resolución que por poco le costara la vida a Miguel Paleólogo su hijo, porque él en persona emprendió la jornada con la gente de guerra que tenia, y gran multitud de villanos que los traia mas la codicia de recoger los despojos, que de pelear. Tenian todos por cierto, que en viendo los turcos al emperador Miguel, y el fausto y vanidad de los cortesanos, se rendirian, y fué tanto el descuido de los griegos, que como si fuéran á caza vinieron la vuelta de los turcos, sia ordenar escuadrones, olvidados de todo punto del manejo ordinario de la guerra, ó fuese por ignorancia, ó por parecerles inútil cualquier prevencion para tan poca gente. Los turcos, como no tenian otro remedio sino pelear, ó morir vilmente, dejaron las mujeres, niños y haciendas dentro los reparos de sus fortificaciones, con bastante número para su defensa, y salieron á encontrarse con el enemigo setecientos caballos. Venia el emperador Miguel muy descuidado, pensando hallar á los turcos nó en la campaña, sino defendiendo el poco espacio de tierra que habian fortificado, y cuando descubrieron la tropa de los setecientos caballos que les salian á recibir, fué tanta la turbacion de los griegos, y desórden de los villanos, que antes de ser acometidos fueron rotos. Gerró junta la tropa de los setecientos caballos turcos por la parte donde vieron los estandartes y el guion del emperador Miguel, que ni estaba en parte segura, ni con la defensa que debiera. Los villanos a este tiempo ya habían vuelto las espaldas, y desamparado el puesto que se les encargó, y tras ellos muchos soldados de quien Miguel tenia alguna confianza, y así se vió en un punto sin pelear vencido. Perdió el guion, y aunque con voces y ruegos procuró detener los que huian, no fué oido ni creido. Viéndose solo, y que los turcos le apretaban, volvió las riendas à su caballo, lleno de lágrimas y tristeza, y huyó con los demás. Los turcos le siguieron, y si algunos capitanes y soldados honrados no volvieran el rostro al enemigo para entretenerle, hubiérante sin duda alcanzado; pero los turcos detenidos de estos pocos que Jes hicieron resistencia, dejaron de seguir el alcance, y pusieron todas sus fuerzas en rendir a los que se de. fendian, que à poco rato los acabaron, y con esto dieron fin y remate á la victoria. Saquearon los alojamientos y tiendas de Miguel, y en la que él estaba alojado hallaron mucho dinero y joyas de grandisimo valor, y entre ellas una corona imperial con piedras finísimas de precio inestimable. Esta vino á manos de Calel, y haciendo donaire de la dignidad imperial se la puso en la cabeza, afrentando de palabra al que con tanto deshonor suyo la había perdido. Una de las causas de esta rota de Miguel, fué pelear con gente à quien habia quebrado la palabra, que como el guardarla se debe por derecho universal de las gentes, y todas las leyes divinas y humanas nos obligan a ello, permite Dios tales sucesos, y que los bárbaros triunfen de los cristianos como en castigo de tan execrable maldad. Debieran jos griegos acordarse lo que les costó pocos años antes no guardarla á los nuestros, pues estaba á pique de perderse el imperio griego, si los cataJanes y aragoneses tuvieran algun principe que les alentara. Despues de esto los turcos, soberbios y atrevidos con la victoria tan sin pensar alcanzada, corrieron por toda la provincia de Tràcia talando y destruyendo lo que podian, sin que Andrónico se les opusiese; y esto por espacio de dos años, con tanto temor de los naturales, que dejaron de salir á cultivar la tierra.

CAP. LXIX-Philes Paleólogo vence á los turcos, con que todos quedaron muertos ó presos.

Mientras el emperador procuraba traer milicia extranjera para levantar ejercito, por no poderle formar de la propia, Philes Paleólogo, pariente suyo, hombre tenido

hasta entonces por encogido, y que solo trataba de estarse quieto en su casa, le pidió que le diese licencia y poder para juntar la gente que quisiese, ofreciéndose de tomar á su cargo la jornada. Andrónico advirtió la bondad del hombre, y pareciéndole que debia ser enviado de Dios para remedio de tanios malos sucesos, pues no bastó un grande ejército para vencer tan poco número de turcos; y así puso solo su esperanza en la bondad de Philes, á quien dió dineros, armas y caballos, y la gente que quiso. Salio Philes en campaña, y antes encargó á todos que se confesasen, porque de otra manera era imposible alcanzar algun buen suceso. Distribuyó la mayor parte del dinero en limosnas con los pobres, y en los monas→ terios, para que estuviesen en continua oracion: remedios generales para todos los trabajos, con los cuales se aplaca la ira y se alcanza la misericordia de Dios. Hecho esto, envió por muchas partes á descubrir al enemigo. Tuvo luego aviso que Calel con mil doscientos caballos corria las campañas de Bizia, donde habia hecho una gran presa. Con esta nueva caminó tres dias, después que partió de las aldeas vecinas á Constantinopla, y asentó su alojamiento cabe el rio que los naturales de la provincia llaman Xerogipso. Y al cabo de dos dias que allí estuvo, cerca de la media noche, llegó el aviso como los turcos estaban cerca, cargados de grandes despojos. Reparóse Philes para la batalla, y al salir del sol se descubrieron clara y distintamente de ambas partes. Los turcos con gran priesa pusieron los carros al rededor de los cautivos y presa, haciendo su acostumbrada oracion, así lo cuentan Gregoras, y echándose polvos sobre la cabeza. Al tiempo de pelear, Philes acometió al enemi➡ go; pero el que gobernaba el cuerno derecho, matando por sus propias manos dos turcos, fué herido en un pió de suerte, que se hubo de salir de la batalla. Esto turbó de manera la gente que peleaban en aquel lado, que casi estuvo desbaratada, si Philes con su valor no los anima¬ ra y detuviera. Peleóse gran rato, pero la victoria inclinó á la parte de Philes, y los turcos desbaratados y vencidos, habiendo gran parte de ellos muerto en la batalla huyeron. Siguióse el alcance hasta que los turcos llegaron á un castillo donde se habian fortificado. Prosiguió su victoria Philes, y en pocos dias llegó à ponerles sitio. El emperador, cuando supo el buen suceso de la jornada, envió algunas galeras de genoveses a guardar el esTrecho, para que á los cercados no les pudiese venir socorro. Viéndose los turcos tan desesperados, por tener todos los caminos de su remedio cerrados, determinaron salir del castillo de noche, y morir como hombres. A Philes le llegaron dos mil caballos tribalos, y muchos genoveses, con¡que se apretase mas el sitio. Los turcos por ver á Philes mas poderoso no mudaron de parecer, ántes con nuevo coraje y brio salieron de noche, y acometieron los cuarteles del campo; pero fueron rebatidos y echados con gran pérdida suya. Otra noche volvieron á probar su fortuna, y dieron en las tiendas y alojamientos de los tribalos, de donde volvieron muy maltratados. Resolvieron por último remedio desa mparar el castillo, y tomar la vuelta del mar donde estaban las galeras de los genoveses, en quien pensaban hallar alguna misericordia por no tenerlos ofendidos. Era la noche muy Oscura, y asi muchos de los turcos pensando ir hacia el mar, daban en manos de los griegos, que los mataban sin piedad. Los demás llegaron a la lengua del agua; dice Nicéforo que los genoveses mataron muchos de ellos, y muchos cautivaron; pero Montaner añade que esto fue debajo de palabra que los pasarian á la Natolia sin hacerles daño, y que cuando los tuvieron dentro en sus ga-. leras, les echaron en cadena y mataron. Como quiera que ello sea, los turcos compañeros de los catalanes y aragoneses acabaron en esta jornada, despues de haber ellos solos inquietado el imperio cerca de tres años, retirándose quinientas millas que hay, ó poco menos, desde Atenas hasta Galipoli; y aun para destruirles, con ser tan pocos, hubo Andrónico de valerse de los tribalos y latinos, y con todo se tuvo por milagro que Dios obró por medio de Philes, porque cuando vieron á Miguel desbaratado y vencido, les pareció que ya no serian hastantes fuerzas humanas para resistirles, sino que se habia de acudir á las divinas.

CAP. LXX. De algunos sucesos de los catalanes y aragoneses

en Atenas.

Los catalanes y aragoneses, ya firmes y seguros en las provincias de Atenas y Beocia, gobernáronse algun tiempo por Roger Deslau, como arriba dijimos; pero poco despues, ó por muerte de Roger, porque se cansaron de su gobierno, y le arrimaron, enviaron embajadores al rey don Fadrique, à quien amaban de corazon, por mas agravios y menosprecios que de él hubiesen recibido, y le suplicaron fuese recibido de darles principe y señor que les gobernase. El rey con esta embajada túvose por satisfecho del sentimiento pasado, por no haber querido admitir al infante don Fernando su sobrino en su nombre. Pero como Rocafort, de quien se tenia por cierto que fué el autor de este consejo, era ya muerto, y ahora

le ofrecia lo mismo que entonces pretendia, no pasó adelante con su enojo, aun que para mí eutiéndo que por mas vivo que estuviera su desabrimiento, no dejara perder tan buena ocasion de acrecentar á su hijo con un estado tan grande. Tuvo el rey don Fadrique su consejo de la persona que les enviaria, y pareció por entonces nombrar al infante Manfredo, su hijo segundo, por príncipe y señor de aquellos estados, y por tal te juraron los embajadores en nombre de toda la compañía. Pero por ser aun Manfredo de pocos años, no quiso el rey su padre que fuése por entonces, sino enviar á Berenguer Estañol, hombre de mucho valor y prudencia, 'para que mientras el infante creciese, les gobernase en su nombre. Contentarouse con esto los embajadores, que tambien traian facultad de la compañía de poderle admitir. Partió Berenguer Estañol juntamente con ellos con sus galeras para Atenas, donde fué bien recibido, por verse ya los catalanes y aragoneses debajo de la proteccion de sus principes naturales; y hubieranio procurado antes, si Rocafort por sus particulares intereses no impidiera estos tan honrados pensamientos.

Llegado Berenguer Estañol á tomar el cargo y gobierno de nuestra gente, tuvo luego guerra con los príncipes comarcanos, cuando con unos, cuando con otros; porque lo tomó por medio conveniente para conservar en aquellos estados, por ser cosa muy asentada entre los catalanes, que han de ocuparse siempre en alguna guerra extranjera, por excusar las disensiones domésticas y civiles, que la ociosidad suele despertar en la fiereza de su natural. Este consejo tomaron prudentísimamente los catalanes de Atenas, como á principal medio para su conservacion. Tenían por un lado al emperador Andrónico, con quien pocas veces estuvieron en paz, por otro al príncipe de la Morea, y por otros dos al despota de Larta y al señor de Braquia. Mientras peleaban con los unos, hacian treguas con los otros; y asi se conservaron muchos años con tanta reputacion en Oriente, que he leido en la Historia del Cantacuseno, sacada á luz por el padre Pontano, que rehusando el mismo Juan Cantacuseno, por no dejar el lado de Andrónico el nieto, salir de Constantinopla á gobernar una provincia, dió por disculpa que la provincia estaba vecina de los catalanes, y no po

dia ir á ella sin mucha gente de guerra, esta disculpa pareció bastante, y se la admitieron. Y en un discurso que trae Zurita de un fraile dominico, animando al rey de Francia para la conquista de la Tierra Santa, dice que los catalanes ya habian abierto el camino, y que seria lo mas importante de la empresa tener les de su parte, y alentaries, para que tambien emprendiesen la jornada. Mientras Berenguer Estañol vivió, y tué cabeza y capitan en Atenas, tuvieron guerras continuas, nó con todos à un tiempo, pero ya con unos ya con otros, sin tener jamás ociosas sus armas. Muerto Estañol, volvieron segunda vez a pedir al rey dou Padrique gobernador y caudillo que por el infante Manfredo les rigiese. Don Fadrique quiso darles persona señalada; y asi mandó venir de Cataluñn al infante don Alfonso su hijo, y con diez galeras le envió muy bien acompañado para que gobernase el estado por su hermano Manfredo. Fué notable el contento que recibieron los catalanes y aragoneses por tener prendas de la casa real de Aragon entre ellos. No gobernó mucho tiempo Alonso por su hermano Manfredo, que murió de alli á poco. Entonces don Fadrique envió á de-ir à la compañía, que admitiesen por su príncipe y señor al mismo Alfonso que los gobernaba. Con esto los catalanes y aragoneses quedaron del todo contentisimos, y tuvieron por seguro su estado, pues habia de asistir con ellos su principe. Pusieron gran cuidado en casarle, para que en sus hijos y descendientes se conservase el señorío. Dieronle por mujer la hija única heredera de Bonifacio de Verona, á quien ellos amaron y honraron mucho todo el tiempo que vivió, y despues de muerto quisieron que en su descendencia se perpetuase el mando y gobierno de aquel estado. Tenía esta señora la tercera parte de la isla de Negroponte, y trece castillos en la tierra firme del ducado de Atenas, el infante don Alfonso tuvo en ella muchos hijos, y ella vino á ser una de las mujeres mas señaladas de su tiempo, aunque Zurita no siente en esto con Montaner à quien yo sigo. Con esto daremos fin á la expedicion de nuestros catalanes y aragoneses, hasta que tengamos larga y verdadera noticia de lo que sucedió en el espacio de ciento y cincuenta años que tuvieron aquel estado.

FIN DEL APENDICE AL TOMO CUARTO.

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Cap. XXX-Del cerco que el rey don Sancho puso sobre la ciudad de Huesca y de su muerte.. Cap. XXXI.-Como el infante don Pedro fué alzado por rey, y prosiguió el cerco de Huesca, y venció à los moros en la gran batalla de Alcoraz, y se ganó la ciudad.

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Cap. IV. De los condes de Áragon y Barcelona, y de otros que tuvieron señorío en los montes Piri

neos.

Cap. V.-De la eleccion del rey Iñigo Arista.. Cap. VI.-Del señorío que Carlo Calvo, hijo del emperador Ludovico, tuvo en el condado de Barcelona, y de los condes Wifredos que tuvieron aquel gobierno..

Cap. VII.-Del rey Garci Iñiguez, en cuyo tiempo se juntó el condado de Aragon con el reino de Sobrarbe y Pamplona..

Cap. VIII. Del tiempo que vivió Wifredo el segun do, conde de Barcelona, al cual sucedió el conde Mir su hijo.

Cap. IX. Del reinado del rey don Sancho Abarca, y de los condes que concurrieron por este tiempo en Barcelona, y como se ganó aquella ciudad otra vez por los moros. (1)..

Cap. X.-Del reinado del rey don Garci Sanchez, hijo del rey don Sancho Abarca..

Cap. XI.-De la muerte del conde Ramon Borel, y que sucedió en el condado el conde Berenguer su hijo..

Cap. XII.-Del reinado del rey don Sancho et Mayor, y como dividió los reinos entre sus hijos.. Cap. XIII.—Del rey don Ramiro, que fue el primero rey de Aragon, y de los límites de aquel reino.. Cap. XIV.-De la guerra que hubo entre el rey Ramiro de Aragon y su hermano el rey don García de Navarra.

Cap. XV. De la muerte del conde Berenguer Ramon y do Ramon Berenguer su hijo, condes de Barcelona.

Cap. XVI-Que el rey don Ramiro acrecentó su reino hasta el condado de Pallás, y de los hijos que

tuvo.

Cap. XVII.-Del concilio que se celebró en la ciudad de Jaca para reformar los abusos del estado eclesiástico, y de la muerte del rey don Ramiro. Cap. XVIII-Del reinado del rey don Sancho Ramirez..

Cap. XIX. De los estados que Ramon Berenguer, conde de Barcelona, adquírió en Francia. Cap. XX. Del legado que el papa Alejando segundo envió al rey don Sancho de Aragon, para ordenar las cosas eclesiásticas, y reformarlas. Cap. XXI.-De la guerra que hizo Rodrigo de Bivar, que llamaron el Cid, contra los moros de Celtiberia..

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Cap. XXXIV.-Que la ciudad de Carcasona se redujo á la obediencia del conde de Barcelona, y sucedió en el condado de Besalú. Cap. XXXV.-De la muerte del rey don Pedro, y de la sucesion de su hermano el rey don Alonso.. Cap. XXXVI.-De la muerte del rey don Alonso de Castilla, y que sucedió en aquel reino el rey de Aragon, por el matrimonio de la infanta doña Urraca.

Cap. XXXVII. De las guerras que hubo entre el rey de Aragon y los que seguían el regimiento de la reina dona Urraca en los reinos de Castilla y Leon. Cap. XXXVIII.-De la entrada que el emperador don Alonso hizo en el reino de Leon, y de la victoria que hubo de los gallegos en Viadagos.. Cap. XXXIX.-Que el conde don Ramon Berenguer sucedió en el condado de la Provenza, y de la empresa que tomó contra la isla de Mallorca, y de la rebelion de los de Carcasona, y como se dió aquella ciudad en feudo al vizconde.

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Cap. XLVI. De la guerra que el emperador don Alonso hizo en las comarcas de Catania y en los reinos de Valencia, Murcia y Almería..

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Cap. XLI.-Que el conde de Alperche ganó de los

moros á Tudela.

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Cap. XLII.-Que el conde don Beltran de Tolosa se hizo vasallo del rey de Aragon, y el conde de Barcelona sucedió en el condado de Cerdanja.. Cap. XLIII. Que el emperador don Alonso ganó de los moros la ciudad y reino de Zaragoza.. Cap. XLIV. De la guerra que el emperador hizo en la Celtiberia, la cual conquistó à su señorío, y del convento de caballería que ordenó que residiese en Monreal contra el reino de Valencia.... Cap. XLV. De la ida del emperador á Gascuña, y que se hizo su vasallo el conde de Centullo de Bigorra.

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