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CAP. XXVIII.-La gente de guerra toma descubiertamente las armas contra los griegos, y en diferentes partes del imperio se malan los catalanes y aragoneses.

La gente de guerra que estaba con Berenguer de Entenza y Rocafort, les pareció tentar el último medio para que Andrónico les pagase. Enviaron al emperador tres embajadores, para que resueltamente le dijesen, que si dentro de quince días no se les acudia con parte de lo mucho que se les debia, les era forzoso apartarse de su servicio, y dar lugar á que sus armas alcanzasen lo que su razon y justicia nunca pudo. Recibió el emperador esos tres embajadores, que fueron Rodrigo Perez de Santa Cruz, Arnaldo de Moncortés, y Ferrer de Torrellas, y en presencia de la mayor parte de sus consejeros y ministros, y con mucha aspereza les dijo: que el imperio de los griegos no estaba tan acabado y destruido, que no pudiese juntar ejércitos poderosos para poder castigar su atrevimiento y rebeldía, y aunque eran muchos los servicios que le habian hecho en la guerra de, Oriente, ya los habian borrado con sus excesos y demasías, y con la poca obediencia y respeto que tenian á su corona: que él haria lo que tocaba y fuese razon: en lo demás les aconsejaba, que no se precipitasen con desesperacion á lo que tan mal les estaba, y que no pidiesen con violencia lo que con la misma se les podia negar que la fidelidad de que ellos tanto se preciaban se perdía, si las mercedes se pedian por fuerza á su príncipe. Sin querer oir su respuesta, ni dar lugar á mas satisfaccion, les mandó el emperador que con mas acuerdo so resolviesen y le hablasen. Despues dentro de pocos dias llegó la nueva á Constantinopla de la muerte de Roger, y de algunas crueldades que los nuestros hicieron en Galipoli, y el pueblo se levantó contra los catalanes, segun dice Pachimerio; pero Montaner refiere, que en un mismo tiempo en todas las ciudades del imperio se degollaron los catalanes por órden de Andrónico y Miguel. Puede ser que en esto Montaner ande algo apasionado, atribuyendo toda la culpa á los emperadores; pero lo que yo tengo por cierto, que el pueblo irritado ejecutó esta maldad, y ellos no la atajaron.

En Constantinopla se levantó el pueblo, y acometió los cuarteles á do estaban los catalanes, y como si fuéran á caza de fieras les iban degollando y matando por la ciudad. Despues de haber degollado muchos, fuéron á casa de Raul Paqueo, pariente de Andrónico, y suegro de Fernando Abones el almirante, y pidió el pueblo que luego se les entregasen los catalanes que habia dentro, y porque esto no se hizo tan presto como ellos quisieron, pegaron fuego à la casa, còn que se abrasó todo cuanto habia dentro, y aquí tengo por cierto que los tres embajadores y el almirante perecieron. El patriarca de Constantinopla salió á reprimir la multitud amotinada, y sin hacer efecto con mucho peligro se retiró. La mayor dificultad que se ofreció para no poder oprimir à los catalanes todos à un tiempo, fué por estar Galípoli bien defendido, y los que estaban alojados en las aldeas con las armas en la mano, y mas advertidos que los otros que estaban en diferentes partes.

Miguel, temiendo que los de Galipoli sabida la muerte de Roger no le acometiesen, mandó que el gran primicerio fuése con todo lo grueso del ejército sobre Galipoli. Ejecutóse luego, y con la caballería mas Tijera se enviaron algunos capitanes, para que les acometiesen antes que pudiesen ser avisados. Cogieron á la mayor parte divididos por sus alojamientos, en sus lechos, y en sumo descanso; porque entre los que tenian_por amigos les parecia inútil el cuidado de guardarse. Entró esta cabaIlería por algunos casales, pasando por el rigor de la espada todos los aragoneses y catalanes que toparon. Las voces y gemidos de los que cruelmente se herian y mataban avisaron á muchos que se pudieron poner en seguro, y la codícia de los vencedores, que ocupados en el robo dejaban de matar, tambien dió lugar à que muchos se escapasen. En Galipoli, aunque léjos, se sintió el ruido de voces confusas, con que los nuestros tomaron las armas, y quisieron salir a reconocer la campaña, y certificarse del daño que temian; pero Berenguer de Entenza y los demás capitanes detuvieron el ímpetu de los soldados, que en todo caso querian que se les diese franca la salida; y como la obediencia de aquella gente no estaba en el punto que debiera, no se atrevió Berenguer á enviar algunas tropas á batir por los caminos y tomar lengua, porque temió que tras de ellos seguiria el resto de la gente, y quedaria Galipoli sin defensa, de cuya conservacion pendia la salud comun.

garon á Galipoli libres, y solo dieron noticia de que dentro de sus casas, en sus alojamientos, habían sido acometidos de gente militar y armada.

CAP. XXIX-Berenguer de Entenza y los que estaban dentro de Galipoli, sabida la muerte de Roger, degüellan todos los recinos de Galipoli, y el campo enemigo los sitia.

Estando en esta turbacion tuvieron aviso cierto de la muerte de Roger, y de la universal matanza de los cata lanes y aragoneses en Andrinópoli, y juntamente de la que en la comarca de Galipoli se ejecutaba por orden de Miguel. Fué tanta la rabia y coraje de los catalanes, que dice Nicéforo, y concuerda con él Pachimerio, aunque Montaner lo calla, que mataron todos los vecinos de Galipoli, no perdonando sexo ni edad, y Pachimerio enca rece mas la inhumanidad del caso diciendo que hasta los niños empalaban: fiereza y maldad abominable si fué verdad, aunque se puede dudar por ser griego y enemigo este autor. Pero si en algun exceso tiene lugar la disculpa fué en este, pues con el ímpetu de la cólera la ejecutaron contra los griegos que tuvieron delante, en satisfaccion de otra mayor crueldad hecha por ellos con mucho acuerdo y sin causa. Desde este punto todo fué crueldad, rabia y furor de entrambas partes, que parece que la guerra no se hacia entre hombres sino entre fieras. Pero sin duda que las crueldades de los griegos excedieron sin comparacion à las que hicieron los catalanes, porque nunca violaron el derecho de las gentes, ni ofendieron á sus enemigos debajo de palabra ni seguro: aunque en otras cosas los nuestros anduvieron muy sobrados, y no guardaron las leyes de una guerra justa; pero la ocasion de esto fué no quererlas guardar los griegos, con que quedan bastantemente disculpados los catalanes y aragoneses en esta parte, pues forzosamente la guerra se hubo de hacer con igualdad. Juntáronse los capitanes con harta confusion y sentimiento á tratar de su remedio. Estaban en un estado tan lastimoso, que aun los mismos enemigos se podian compadecer de su miseria. Perdidos todos sus servicios, con que algun tiempo pensaban alcanzar quietud y descanso; perdida la reputacion por el castigo, porque con él se habia dado ocasion para que todo el mundo Jes tuviese en poco, pues tras tantas victorias merecian tal premio; muertos gran parte de sus amigos, y su muerte a los ojos.

Hallabase á la sazon Galipoli sin bastimentos, y sin fortificacion alguna, cuando los enemigos, que allegaban al número de treinta mil infantes y catorce mil caballos, entre las tres naciones de turcoples, alanos y griegos, se pusieron casi sobre sus murallas, amenazando a los nuesiros un lastimoso fin; porque el emperador Miguel juntó las fuerzas que pudo de Tracia y Macedonia, á mas de la gente que ordinariamente llevaba á sueldo del imperio, para dar mas calor se salió de Andrinópoli, y se fué á Panphilo, y de allí envió al gran duque eriarca à Basila, y al gran Bausi Umberto Palor á Brachialo cerca de Galipoli, para apretar mas los cercados. La primera resolucion que se tomó fué fortificar el arrabal, porque el enemigo no le ocupase, y no llegase sin perder gente y tiem po, cubierto de las casas, á nuestros fosos y murallas, aunque en esto no dejaba de haber dificultad por ser grande el espacio de los arrabales, y desigual para su defensa el pequeño número de nuestra gente. Hecho esto, determinaron de enviar embajadores al emperador Andrónico, que en nombre de toda nuestra nacion se apartasen de su servicio, y le retasen, para que ciento à ciento, ó diez à diez, conforme el uso de aquellos tiempos, combatiesen en satisfaccion de su agravio,y de la muerte afrentosa de Roger y de los suyos, hecha tan alevosamente por Miguel su hijo, y por los demas griegos. Enviáronse un caballero que Montaner llama Siscar, y á Pedro Lopez Adalid, y dos almugavares, y otros tantos marineros, que eran de todas las diferencias de milicia que habia en nuestro ejército; y esto fué antes que se supiese en Galipoli la muerte de los tres embajadores primeros, que fueron por orden de Berenguer de Entenza. En tanto que se esperaba la última resolucion de Andrónico, por medio de estos embajadores, el enemigo poderoso en la campaña apretó el sitio de Galipoli, y los nuestros, con su valor acostumbrado, con salidas y escaramuzas ordinarias le fatigaban y detenian.

CAP. XXX. Tienen los nuestros consejo, síguese el de Berenguer de Entenza, nó por el mejor, pero por ser del mas poderoso.

Habia entre los capitanes de Galipoli diversas opiniones sobre el modo de hacer la guerra; y así convino que las principales cabezas se juntasen en consejo para resolverse. Berenguer de Entenza dijo : « Si el valor y es»fuerzo de hombres que nacieron como nosotros, amigos »y compañeros, en algun trabajo y desdicha pudiera fal»tar, pienso sin duda que fuera en la que boy padecemos, por ser la mayor y mas cruel con que la variedad hu»mana suele afligir los mortales, el ser perseguidos, maltratados y muertos,por los que debiéramos ser am

Discurriase variamente entre los nuestros la causa de tanto alboroto en las campañas y caserias vecinas de Galipoli. Decian unos que los griegos oprimidos de la gente militar se babrian conjurado, y tomado las armas para alcanzar su libertad; otros que atravesando aquel angosto espacio de mar los turcos, acometian sin duda nuestros cuarteles, pero en esta variedad de discursos jamás pudieron alinar la verdad de caso tan inhumano. Con la noche y confusion del caso algunos de los nuestros lle-parados y defendidos. ¿De qué sirvieron las victorias,

TOMO IV.

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tanta sangre derramada, tantas provincias adquiridas, si al tiempo que se esperaba justà recompensa debida » tantos servicios, con bárbara crueldad se ejecuta contra nosotros lo que vemos, y apenas damos crédito? Por »mayor suerte juzgo la de nuestros compañeros que mu»rieron sin sentir el agravio, que la nuestra que habemos de perecer con tan vivo sentimiento; porque dejar »de tomar satisfaccion de tantas ofensas, y retirarnos á la patria, fuera indigno de nuestro nombie, y de la fa>>ma que por largos años habemos conservado; ni los »deudos, ni amigos nos recibieran en la patria, ni ella nos » conociera por hijos, si muertos nuestros compañeros Palevosamente no se intentara la venganza, y se borrara »con sangre enemiga nuestra afrenta. Las pocas fuerzas "que nos quedan, avivadas con el agravio, al mayor po»der se podian oponer, y mas favorecidas de la razon que tan claramente estå de nuestra parte. Vuestro ánímo invencible en la dificultad cobra valor, y en el mayor peligro, mayor esfuerzo. El Asia quedó libre de la sujeción de los turcos por nuestras armas, nuestra re»putacion y fama tambien lo ha de quedar por ellas; y »si Grecia se admira de tantas victorias, hoy sentirà el »rigor de vuestras espadas que no supo conservar en su » favor y defensa. Todos nos deben tener por perdidos, ó »por lo menos navegando la vuelta de Sicilia con los navios y galeras que nos quedan; pero su daño les desen»gañara, que ni el ánimo les acóbardó, ni el agravio an»tes de su venganza permitió nuestra vuelta. Defender á Galipoli es lo que ahora nos importa, por estar å la »entrada del estrecho, de donde se puede impedir la navegacion y trato de estos mares, siempre que no cor»rieren por ellos armadas superiores á la nuestra,y asi es forzoso buscar bastimentos y dinero para sustentarle, »Los socorros tenemos léjos, tardos, y quizá dudosos, » porque á nuestros reyes ocupan otros cuidados mas ve»cinos. Todos los principes y naciones que nos rodean »son de enemigos, no hay que esperar otro socorro sino "el que estos navios y galeras que nos quedan podrán ⚫alcanzar de nuestros contrarios. Con esto haremos dos cosas importantes, buscar el sustento que nos va ya » faltando, y divertir al enemigo del sitio que tanto nos aprieta, y puesto que la guerra se deba hacer como ya Pestá determinado, es bien que sea en parte donde los "enemigos no estén tan superiores, y se pueda mas fá»cilmente alcanzar alguna victoria, para que el crédito "y reputacion de nuestras armas vuelva á su debido lu→ gar y estimacion. Las costas de estas provincias vecinas viven sin recelo, pareciéndoles que nuestras fuer»zas no son bastantes à defendernos en Galipoli, y en tanto que el sitio durare no dejaremos estas murallas. Este descuido parece que nos ofrece una ocasion cierta »de hacerles mucho daño, si con nuestras galeras y navios acometemos estas islas y costas de su imperio; y pues soy autor del consejo, lo seré de la ejecucion. las últimas palabras de Berenguer de Entenza Rocafort se levantó con semblante y voz alterada, señales de su ánimo ocupado de la ina y venganza, dijo: «El sentimien»to y pasión con que me hallo por la muerte de Roger, y »de nuestros capitanes y amigos, no es mucho que turbe la voz y semblante, pues enciende el ánimo para una honrada y justa satisfaccion. Por el rigor de nuestro »agravio, mas que por la razon, debiéramos hoy de to» mar resolucion; porque en casos semejantes la preste»za y poca consideracion suelen ser útiles, cuando de las consultas salen dificultades. Retirarnos à la patria »mengua y afrenta de nuestro nombre seria, hasta que nuestra venganza fuese tan señalada y atroz como lo fué »la elevosia y traicion de los griegos, y así en este punto »Siento con Berenguer de Entenza; pero en lo que toca »al modo de hacer la guerra opuestamente debo contra»decirlo, porque paréceme yerro notable dividir nuestras fuerzas, que juntas son pequeñas y desiguales al poder »del enemigo que nos sitia. Yo doy por cierto y constante »que Berenguer robe, destruya y abrase las costas ve»cinas como él ofrece; & pero quién nos asegura que al » tiempo que él estuviere corriendo los mares, los pocos »que quedaren en Galipoli no sean perdidos? ¿Y entonces Berenguer á dónde pondrá su armada, dónde los des»pojos de su victoria? No le queda puerto ni lugar so»guro hasta Sicilia; pues yo por mas cierto tengo el per»derse Galipoli si él sacarè la gente que està en su de»fensa para guarnecer la armada, que seguro de su vic»toria. Todos los capitanes famosos ponen su mayor cui»dado en socorrer una plaza que el enemigo tiene siliada, y para esto aventuran no solo lo mejor y mas enplero de su campo, pero todas sus fuerzas: ¿y Berenguer Pestando dentro se ha de salir? ¿Quién asegura al sol»dado que su ida ha de ser para volver? el miedo y re»celo comun no se puede quitar, aunque su sangre y hechos claros son seguras prendas para los que nacieron »como él. Nuestra venganza ya no pide remedios tan » cautos y dudosos, ni à nosotros nos conviene el dilatar ala guerra por ser poca antes de ser ménos; ejecutemos la ira, aventurese en un trance y peligro nuestra vida; by asi mi último parecer es de que salgamos en campa

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»ña, y demos la batalla á los que tenemos delante. Y » aunque por la muchedumbre del ejército enemigo se »puede tener la muerte por mas cierta que la victoria, »la causa justa que mueve nuestras armas, y el mismo va»lor que venció á los turcos vencedores de los griegos, > tambien puede darnos confianza de romper sus copio»sos escuadrones, y abatir sus águilas como se abatieron >>sus lunas: y cuando en esta batalla estuviere determinado nuestro fin, serà digno de nuestra gloria que el úl»>timo término de la vida nos halle con la espada en la >>mano, y ocupados en la ruina y daños de lan perfida »gente. Prevalió este último parecer en los votos de los que se consultaban por ser el mas pronto, aunque de mas peligro, y de mas gallardía; pero el poder de Berenguer de Entenza, mayor entonces que el de Rocafort, no dió Jugar á que la ejecución fuese la que determinó la mayor parte. Y Ramon Montaner dice que las razones y ruegos de muchos no le pudieron hacer mudar de pa

recer.

En este medio tuvieron aviso, que el infante don Sancho de Aragon habia llegado con diez galeras del rey de Sicilia à Metellin, isla del archipiélago, y de las mas ve cinas á Galipoli. Berenguer de Entenza y los demás capitanes enviaron luego à suplicarle viniese à Galipoli, a tomarles los homenajes y juramento de fidelidad por el rey de Sicilia. Encarecieron su peligro, y el descrédito del nombre de Aragon si no los socorria; súbditos que le habian hecho tan ilustre y grande. Don Sancho mostro Juego con su presta resolucion el deseo de su bien y conservacion. Partió de Metellin con sus diez galeras, y vino á Galipoli, donde fue recibido con universal aplauso, creyendo que les ayudaria para tomar entera satisfacción de sus agravios, sirviéndole con parte de los pocos basumentos y dinero que tenian, y sin precisa obligacion de obedecerle, todos le reconocieron por cabeza.

CAP. XXXI.-Los embajadores de nuestro ejército á la vuelta de Constantinopla por orden del emperador fueron presis y muertos cruelmente en la ciudad de Rodesto.

Los embajadores de nuestra nacion enviados à fin de romper los conciertos que tenian con el emperador, y hecho esto desafiarie, con harto peligro llegaron a Constantinopla, y puestos ante el bailio de Venecia, y la potestad de Génova, y de los cónsules de los anconitanos y pisanos, magistrados y cabezas de estas naciones que tenian trato y comunicacion en las provincias del imperio, dieron las manifiestas siguientes. Que habiendo enten dido que por orden del emperador Andrónico, y su hijo Miguel en Andrinópoli, y en los demás lugares de su imperio, se habian degollado todos los aragoneses y catalanes que se ballaron en ellos, tanto soldados como mercaderes, viviendo ellos debajo de su proteccion y amparo, por cuya satisfaccion los catalanes y aragoneses de Galipoli estaban resueltos de morir, y que estimaban en tanto su fé y palabra, que querian antes de romper la guerra, que constase como ellos en nombre de todos los de su nacion se apartaban de los conciertos y alianzas hechas con el emperador; y que así los públicos instrumentos de alli adelante fuesen inválidos y de ningun valor, y que le relaban de traidor, y ofrecian de defender lo dicho en campo, ciento à ciento, ó diez a diez, y que esperaban en-Dios que sus espadas serian el instrumento con que su justicia castigaria caso tan feo; pues a mas de violar la fé pública, matando los extrajeros, que pacificos y descuidados trataban en sus tierras, habian dado cruel y afrentosa muerte à quien les habia librado de ella, defendido sus provincias, abatido sus enemigos, y engrandecido su imperio. Que la insolencia de los soldados no era bastante causa para que contra ellos se ejecutara tan inhumana resolucion. Castigaranse los soldados culpados à medida de sus delitos, sin que sus servicios les sirvieran de moderar la pena. Diéranles navios. y con que volver à la patria, que bastante castigo fuera enviaries sin premio: pero sin perdonar á sexo ni edad levando por un parejo inocentes culpados, malos y buenos, habia sido suma crueldad. Dado el manitiesto, el bailio de Venecia con los demás dieron razon al emperador de esta embajada, y queriendo tratar de algun acuerdo, no se pudo concluir, estando los animos tan ofendidos, y cualquier palabra y fe tan dudosar. y asi se tuvo por mas conveniente para entrambas partes una guerra declarada, que una paz mal segura, que adonde falta la fé, el nombre de paz es pretexto y materia de mayores traiciones. Respondió el emperador que lo sucedido contra los catalanes y aragoneses no habia sido hecho por su órden, y que asi no trataba de dar satisfaccion, siendo verdad que poco antes mandó matar á Fernand Ahones el almirante, y à todos los catalanes y aragoneses que se hallaron en Constantinopla, que habian vendo con cuatro galeras acompañando à María, mujer del cesar, á su madre y hermanos, y aun Montaner aprieta mas el hecho, pues dice que el propio dia se ejecutaron estas muertes. Pidieron los embajadores, que se les diese seguridad para su vuelta á Gálípoli; fuéles luego concedido, dándoles un comisario; con tanto se partieron à

desto, treinta millas lejos de Constantinopla, y por órden del comisario que les acompañaba fueron presos, y hasta veinte y siete con los criados y marineros, y en las carnicerías públicas del lugar les hicieron cuartos vivos. Esta maldad me parece que puede disculpar todas las crueldades que se hicieron en su satisfaccion, porque ninguna pudo llegar á ser mayor que violar con tan fiera demostracion el derecho universal de las gentes, defendido por leyes humanas y divinas, por inviolable costumbre de naciones políticas y bárbaras. Este desdichado fin tuvieron las finezas de un capitan poco advertido. Dignas de alabanza son cuando hay seguridad en la fé y palabra del principe enemigo, pero cuando está dudosa, por yerro tengo el aventurarse. Nuestro rey el emperador Carlos quinto pasó por Paris yse puso en las manos de su mayor émulo, fué su confianza tan alabada como la fé de Francisco; pero si la reina Leonor no avisara á Cârlos su hermano de lo que se platicaba, fuera la confianza juzgada por temeridad, y la fé por engaño, con que claramente se muestra, que alabamos, ó vituperamos por los sucesos, nó por la razon. Berenguer de Entenza hizo notable yerro en enviar embajadores à principe de cuya fé y palabra se podia dudar, porque quien con tanta alevosía y crueldad quitó la vida á Roger y á los suyos, de creer es que en todo lo demás no guardara fé, ni diera por legítimos embajadores á los que venían de parte de los que él tenia por traidores; à mas de que habiendo en los vecinos de Galipoli ejecutado tan gran crueldad, se habia do temer otra mayor siempre que la ocasion se la ofreciera.

CAP. XXXII-Entíanse embajadores á Sicilia, y sale Berenguer con su armada, gana la ciudad de Recrea, y vence en terra & Calo Juan, hijo de Andrónico.

Luego que se supo en Galipoli la muerte de sus embajadores, no se puede con palabras encarecer lo que alteró los ánimos y encendió los corazones à la venganza, el verse maltratar tan inhumanamente de los que debieran ser amparados y defendidos. Cargaba todos los dias sobre Galipoli gente de refresco, y apretaban á los de dentro, mas con el impedirles que no entrasen bastimentos por tierra, que con las armas. Berenguer de Entenza, y todos los capitanes, con la resolucion que habian tomado de no salir de Grecia sin haberse vengado, prevenian socorros, y así les pareció que hiciesen dueño de sus armas al rey don Fadrique, y que le jurasen fidelidad para obligarle mas á su defensa. Este fué su principal motivo, aunque al rey con razones de mayor consideracion y de mayor utilidad le persuadian. Recibió el juramento de fidelidad en nombre del rey don Fadrique un caballero de su casa, que se llamaba Garcilopez de Lobera, soldado que seguia las banderas de Berenguer, y juntamento le eligieron por su embajador al rey con Ramon Marquet, cindadano de Barcelona, hijo de Ramon Marquet, ilustre capitan de mar, à lo que yo presumo, del gran rey don Pedro, y Ramon de Copons, para que fuesen testigos del juramento de fidelidad que habian prestado en manos de Garcilopez de Lobera, y le diesen larga relacion del estado en que se hallaban; que si en su memoia tenia sus servicios, se acordase de darles favor, pues en ello no solamente interesaban ellos, pero su aumento y grandeza: que advirtiese la puerta que le abrian ellos para ocupar el imperio de Oriente y que se valiese de su venganza y desesperacion, pues ellos ya estaban aventurados. Partióronse los tres embajadores à Sicilia, con que la gente quedó con algunas esperanzas de que don Fadrique les socorreria; porque siempre, aunque sean muy flacas, animan y alientan à los muy necesitados. El infante don Sancho à la partida de estos mensajeros ofreció, no solo de seguir y acompanar à Berenguer en la jornada que tenia dispuesta, pero asistirles con sus diez galeras hasta que se supiese el animo y voluntad del rey. Entenza en nombre de todos aceptó el ofrecimiento, y agradeció al infante el haber tomado tan honrada resolucion, digna de un hijo de la casa de Aragon. Con esto apresuró Berenguer su partida, y embarcó la gente; pero al tiempo que quiso salir, don Sancho mudo de parecer, olvidado de la palabra que poco antes habia dado, y faltando à su mismo honor y reputacion; cosa que causó en todos novedad, ver en tan poca distancia tomar tan diversas y encontradas resoluciones, sin haberse podido ofrecer por la cortedad del tiempo nuevos accidentes, que le pudieran obligar. Y si los pudiera haber de tal calidad que obligaran á romper palabras dadas con tanto fundamento y razon, no se puede averiguar, por lo que los antiguos no dejaron escrito la causa que pudo mover al infante á tomar resolucion tan en descrédito suyo; pero por lo que respondió á Berenguer cuando le pidió que cumpliese su palabra, que fué decir solamente; que así cumplia al servicio de su hermano, se puede presumir que advirtió el infante, que habia paces entre Andrónico y don Fadrique, y que sin expresa órden suya no habia de ocupar sus galeras en daño de un principe amigo. Esto bien me parece que pudiera disculpar al infaute para no quedarse, cuando no lo

hubiera ofrecido, pero empeñada su palabra, y viendo maltratar los mejores vasallos y súbditos del rey su her mano, grande desconocimiento y mengua fué el no asistirles y ayudarles; porque ya Andrónico, degollando à Jos catalanes y aragoneses que se hallaban en su imperio, rompió las paces primero.

Berenguer, con el sentimiento que debía, segun él refiere en su relacion que envió al rey D. Jaime II de Aragon, dijo al tiempo que se partia, cuando sus ruegos y razones no le pudieron detener, que el infante fué como le plugo, y no como hijo de su padre. No perdieron los nuestros animo con la partida de D. Sancho, ni verso desamparados de la mayor fuerza les hizo mudar parecer. Berenguer de Entenza embarcó en cinco galeras, dos leños con remos, y diez y seis barcos, ochocientos infantes, cincuenta caballos, y salió de Galipoli la vuelta de la isla de Marmora llamada de los antiguos Propóntide. Llegó á ella, echó su gente en tierra y saqueó la mayor parte de sus pueblos, degollando sus moradores, sin perdonar edad ni sexo, destruyendo y abrasando lo que les pudiera ser de algun provecho y comodidad; porque como fué esta empresa là primera que ejecutaron despues de tantos agravios, mas se dió á la venganza que à la codicia. Con la misma presteza y rigor volvió Berenguer à las costas de Tracia, y continuando los bueno◄ sucesos, despues de algunas presas de navíos, acometió á Recrea, ciudad grande y rica, y con poca pérdida do los suyos la entró â viva fuerza. Ejecutóse en los vencidos el rigor acostumbrado, y recogido á los navíos y galeras lo mas lucido y rico de la presa, entregaron á la violencia del fuego los edificios; porque hasta las cosas insensibles y mudas quisieron que fuesen testigos y memoria de su venganza. Andrónico tuvo aviso de la pér dida de Recrea, en tiempo que juzgaba á los pocos catalanes huyendo à la vuelta de Sicilia, y para atajar los daños que Berenguer hacia de toda aquella ribera de mai, que los griegos llamaban de Natura, mandó à Calo Juan despota, su hijo, que con cuatrocientos caballos y la in fanteria que pudiese recoger se opusiese á Berenguer, y le impidiese el echar gente en tierra. Junto à Puente Regia supo Berenguer que Calo Juan venia, y el número v calidad de sus fuerzas, y aunque en lo primero se juzgó por muy inferior, en lo segundo le pareció que aventa. jaba á su enemigo, y asi resolvió de echar su gente en tierra y recibir á Calo Juan, que avisado tambien por corredores, como Berenguer con su gente habian puesto el pié en tierra, apresuró el camino temiendo que no se retirasen, porque nadie pudiera creer que ricos y llenos de despojos quisieran los nuestros aventurarse sino forzados. Llegaron con igual ànimo á embestirse los escuadrones, y en breve espacio se mostró claramente, que el valor es el que da las victorias, y nó la multitud, porque los nuestros quedaron vencedores siendo pocos, y los griegos rotos y degollados siendo muchos. Calo Juan escapú con la vida y llegó á Constantinopla destrozado. Andronico hizo tomar las armas al pueblo, porque toda la gente de guerra estaba sobre Galipoli y temio que Berenguer no le acometiese la ciudad. Esta rota se dió el último dia de mayo del año 1304. Fueron tan prontas estas victorias, y alcanzadas en tan diversas partes, y tan à tiempo, qué los griegos juzgaron por mayores nuestras fuerzas, y que no era uno solo Berenguer el que les hacia el daño, sino muchos.

CAP. XXXIII-Prision de Berenguer de Entenza con notable pérdida de los suyos.

Con tan dichoso principio como tuvieron nuestras armas contra los griegos, gobernadas por Berenguer de Entenza, pareció pasar adelante, y valerse de la fortuna y tiempo favorable, siendo el fin y remate de una victoria el principio de otra. Resolvieron los nuestros acome ter los navíos que estaban surgidos en los puertos y riberas de Constantinopla, y quemar sus atarazanas, empresa de mayor nombre que dificultad. Navegaron para ejecutar su determinacion por la playa entre Paccia y el cabo de Gano, con buen tiempo; pero al amanecer, descubriendo velas de la parte de Galípoli, tomáronse pareceres sobre lo que se debialhacer viéndose cortados para volver à Galipoli, y todos conformes se metieron en tierra, y puestas en ella las proas lo mas cerca que pudieron, las popas al mar, porque en aquellas que las proas no iban guarnecidas de artillería, la mayor defensa era lo alto de las popas. Tomaron las armas, y bien apercibidos aguardaron lo que las diez y ocho galeras intentarian, que ya venian á dar sobre las nuestras. Estas diez y ocho galeras eran de genoveses, que ordinariamente navegaban aquellos mares, porque su valor ó codicia les llevaba por lo mas remoto de su patria, como á los catalanes de aquel tiempo. Reconocidos de una y otra parte los genoveses fueron los primeros que les saludaron. con que los nuestros dejaron las armas y como amigos y aliados se comunicaron y hablaron. Advirtieron luego los genoveses, por lo que oyeron platicar de los sucese que Berenguer habia tenido, la mucha ganancia que les resultaria, y el gusto que darian al emperador Andrónico

y á los griegos, si prendiesen á Berenguer, y le tomasen sus galeras. Y juzgando por menor inconveniente romper su fe y palabra, que dejar de las manos tan importante y rica presa, enviaron á convidar á Berenguer de Entenza, dandole palabra de parte de la señoría que no se les haria agravio ni ultraje alguno, que víniese á honrar su capitana, donde tratarian algunos negocios importantes à Ludos. Con esto Berenguer sin advertir en lo pasado y en los daños en que su confianza le habia puesto, se fué à la capitana, donde Eduardo de Oria con otros muchos caballeros le recibió y acarició. Comieron y cenaron juntos con mucho gusto y amistad, tanto que Berenguer se quedó á dormir en la capitana, prosiguiendo hasta muy tarde algunas pláticas en razon de su conservacion. A la mañana cuan do quiso volverse à su galera, Eduardo de Oria le prendió y desarmó, y otros genoveses hicieron lo mismo con los demás que le acompañaban, y las diez y ocho galeras dieron sobre las nuestras desapercibidas y descuidadas. Ganáronse luego las cuatro con pérdida de doscientos genoveses; pero la galera de Berenguer de Villamarin, que tuvo algun poco de tiempo para ponerse en defensa, la hizo de manera, que con tener sobre si diez y ocho proas, no la pudieron entrar hasta que todos los que la defendian fueron muertos, sin escaparse un hombre solo; tanta fué la obstinacion con que pelearon. Murieron en el combate de esta sola galerà trescientos genoveses, y fueron muchos, mas los heridos. Pachimerio dice, que los genoveses aquella noche que llegaron á juntarse con las galeras catalanas despacharon secretamente una de sus galeras á Pera, dándoles aviso que estaban con los catalanes, los cuales les decian que Andrónico estaba indignado contra ellos, y que les queria castigar, y que les persuadian que juntos acometiesen à Constantinopla. LleKado el aviso à Pera, los genoveses dieron razon al emperador, y que él les ordenó que les acometiesen, ofreciendo de hacerles muchas mercedes, y asi al otro día ejecutaron lo referido. Este lastimoso fin tuvo la jornada de Berenguer mal determinada, bien ejecutada, digna de mayor fortuna; ¡ pero que difícilmente los consejos humanos pueden prevenir casos semejantes! Discurrióse en la determinacion de esta jornada entre los capitanes de los peligros que pudieran sobrevenirle, y con ser tan. tos y tan varios los que se propusieron, fué este accidente ni imaginado, ni previsto; con que claramente se muestra, que los juicios de los hombres aunque fundados en razón no pueden prevenir los de Dios. Al infante D. Sancho se debe culpar, porque fué la mas cercana causa de esta pérdida. Si como debiera acompañar à Berenguer, fueran las victorias que se alcanzaron mayores, los genoveses no se atrevieran, y las fuerzas de Galipoli so aumentaran; con que la guerra se biciera con mayores ventajas y reputacion. Berenguer con serviles prisiones fué llevado con algunos caballeros de su compañía à Pera; y porque Lemieron que Andrónico no se les quitase para satisfacer en su persona los daños recibidos, le pasaron à la ciudad de Trapisonda, puesta en la ribera del mar de Ponto, donde los genoveses tenian factoría, y le tuvieron en ella hasta que las galeras volvieron. Los genoveses bicieron una cosa bien hecha; porque luego que tomaron las galeras catalanas se vinieron à Pera, siu querer entregar ningun prisionero á los griegos ni vender cosa de la presa, aunque el emperador les acarició y honró.

Con este buen suceso trató el emperador con los mismos genoveses, que emprendiesen de echar á los cataJanes que estaban en Galipoli, y ellos se to ofrecieron con que les diese seis mil escudos. Fué contento Andrónico de darlos, y así se los envió; pero ellos como gente atenta á la ganancia, pesaron el dinero, y hallándose falto se lo volvieron á enviar, Andrónico replicó que les satisfaria el daño, y entonces ya no quisieron, porque informados mejor de lo que emprendian no les pareció igual paga. Supo el emperador que traian á Berenguer preso, procuró con amenazas y ruegos que se le entregasen, y últimamente ofreció por su persona veinte y cinco mil escudos. Todo se le negó, temiendo, à lo que yo sospecho, que el rey de Aragon no hiciese gran sentimiento, si Berenguer tan grande y principal vasallo suyo padeciera afrentosa muerte en poder del emperador Antrónico, el cual tentó el medio mas eficaz que pudo, ofreciendo á ciertos patrones de estas galeras, para que con algun engaño se le entregasen, ocho mil escudos y diaz y seis pares de ropas de brocado; pero descubierto el Trato, no quisieron que Andrónico tentase alguna violencia, y asi se partieron, dejando muy desabrido al empe rador. A la entrada del estrecho, Ramon Montaner, de parte de los que quedaban en Galipoli, llegó con una fragala á pedir á Eduardo de Oria le diesen la persona de Berenguer, y ofreció el dinero que pudieron recoger por su rescate, que fueron basta cinco mil escudos; pero los genoveses no quisieron, ó por parecerles poca la cantidad, á lo que tengo por mas cierto, ó por no irritar el animo de Andrónico si ponian en libertad un enemigo suyo, en puesto que se tenia por sus mayores enemigos, de, donde con mayor daño pudiese segunda vez destruir

sus provincias, y asolar sus ciudades. Desesperado Montaner de alcanzar su libertad, dióle parte del dinero que traia, y le ofreció que en nombre del ejército se enviarian embajadores al rey de Aragon, y al de Sicilia, para que se satisfaciese agravio lan notable, como prender debajo de seguro un capitan de un rey amigo.

CAP. XXXIV-Los pocos que quedaron en Galípoli dan barreno á todos los navíos de su armada.

Preso Berenguer de Entenza, y muertos los mejores caballeros y soldados que le siguieron, quedaron solos en Galipoli con Rocafort su senescal mil y doscientos infantes, y doscientos caballos, y cuatro caballeros buenos soldados, Guillen Siscar y Juan Perez de Caldes, catalanes, y Fernando Gori y Jimeno de Albaro, arag neses, y con ellos Ramon Montaner, capitan de Galipoli. Este tan poco número de gente defendió aquella plaza, y cuando supieron que Berenguer con su armada se habia perdido, y que el socorro que esperaban habia de venir por su mano ya no tenia lugar, y aunque reconocieron el peligro cierto, no perdieron el ánimo; antes cobrando de la adversidad mayor esfuerzo, dieron ejemplo raro á los venideros de lo que se debe hacer en casos, donde el honor corre riesgo de que alguna mal advertida resolu cion manche su limpieza, conservada largos años sin nota de infamia. Tuvieron consejo, y en él hubo diferentes pareceres. Hubo algunos que les pareció forzoso el desamparar á Galipoli, y que tratar de defenderla era desalino. Que se embarcasen en sus navios, y fuesen la vuelta de la isla de Metellin, porque con facilidad la podrian ganar, y con la misına defenderla, de donde correrian aquellos mares con mas seguridad suya, y daño del enemigo, y que sus pocas fuerzas no daban lugar a mayor satisfacción. Fué tan mal recibido este consejo de los mas, que con palabras llenas de amenazas le contradijeron, y determinaron;que Galipoli se defendiese, y que fuese tenido por infame y traidor el que lo rehusase. Estimaron en tanto su determinacion, que por quitarse el poder de mudarla, barrenaron los navios, con que perdieron la esperanza de la retirada por mar, quedandoles la que abriesen sus espadas en los escuadones enemigos. Siguieron el ejemplo de Agatocles en Africa, y le dieron à Hernando Cortés en el nuevo mundo, entrambos celebrados en la memoria de los bombres por los mas ilustres que el valor humano pudo emprender. Agatocies, rey de Sicilia, pasó con una armada à la Africa contra ks cartagineses. Echada su gente en tierra, echó a fondo sus navios, con que forzosamente hubo de vencer ó morir; pero este tenia mas confianza y razon de vencer, porque llevaba consigo treinta mil hombres, y la guerra solamente contra Cartago. Los catalanes se hallaron pocos, lejos de su patria, y la guerra contra las naciones del Oriente. Superior a la mayor alabanza fué la determinacion de Cortés; porque & quién pudo en ignotas provincias, distando inmenso espacio de su patria, echar à fondo sus navios, y escoger una muerte casi cierta por una victoria casi imposible, sino un varon à quien Dios con admirable providencia permitió que fuese el que à sa verdadero culto redujese la mayor parte de la tierra? No quiero hacer juicio si este ó el de los catalanes fué mayor hecho, porque pienso que son entrambos tan grandes, que fuera hacerles notable injuria, si para preferir al uno, buscaramos en el otro alguna parte ménos ilustre, por donde le pudiéramos juzgar por inferior. Españoles fueron todos los que lo emprendieron, sea comun la gloria.

CAP. XXXV-Salen los nuestros de Galípolí á pelear con los griegos, y alcanzan de ellos señaladísima victoria.

Despues de barrenados los navios, contentos de verse fuera de peligro de perder la reputacion con la retirada, dispusieron su gobierno. Dieron à Rocafort doce consejeros por cuyo parecer se gobernase. Esta eleccion se hacia por los votos de la mayor parte del ejército, y su poder en los consejos era igual al de Rocafort, y él ejecutaba lo que por parecer de los demás se resolvia. HIcieron sello para sus despachos y patentes, con la imagen de san George, y escritas en su oria estas letras: Sello de la hueste de los francos que reinan en Tracia y Macedonia. Prudentemente á mi' juicio pusieron en lugar de catalanes francos, por ser nombre mas universal, y ménos aborrecido, y quisieron mostrar que aquel ejército era compuesto de casi todas las naciones de Europa contra los griegos, y que era causa comun de todos el socorrerles. Por grandeza de ánimo tengo no estrecharse los hombres al nombre de su patria, porque con este nombre no se extrañasen los españoles de otras provincias, italianos y franceses, sino dilatarle por todo el orbe de la tierra, patria comun de todos los vivientes.

El enemigo se venia llegando á las murallas de Galipoli, y estrechaba a los sitiados, y como en las ordinarias escaramuzas, aunque con mayor daño de lʊs griegos, se perdia gente de nuestra parte, resolvieron de salir à pelear con todas sus fuerzas, y aventurar en un trance de una batalla su vida y libertad, consejo que le deben

seguir los que no pueden largo tiempo conservar la guer ra. No se hallaron en Galipoli para salir à pelear entre infantes y caballeros mil y quinientos, puesto que Nicéforo dice que fueron tres mil; pero el autor escribió por relacion de los griegos à quien el temor pudo engañar, y parecer doblado el número de los enemigos. Levantaron un estandarte antes de salir á pelear con la imágen de san Pedro; pusiéronte sobre la torre principal de Galipoli con grandes demostraciones de piedad, puestos de rodillas, despues de haber hecho una breve oracion al santo, invocaron à la Vírgen. Al tiempo que empezaron la Salve con devotas aunque confusas voces, estando el cielo sereno les cubrió una nube, y llovió sobre ellos, hasta que acabaron, y luego de improviso se desvaneció. Quedaron admirados de tan gran prodigio, y sintieron en sus corazones grandes afectos de piedad y religion con que les creció el ánimo, tuvieron por cierta la victoria, pues con tan claras señales el cielo les favorecia. Reposaron aquella noche, no con poco cuidado de que fuese la última de su vida. Sábado por la mañana que fué el siguiente, á los veinte y uno de junio salieron de sus murallas y reparos. El enemigo, dejando por guarda de sus reales que estaban en Brachialo, dos millas de Galipoli, parte de su ejército, con ocho mil caballos y mayor número de infantes se adelantó á pelear. Los nuestros echaron su caballeria por el lado izquierdo de su infantería, abrigándose por el derecho del terreno algo quebrado. Guillen Perez de Caldés, caballero anciano de Cataluña, llevaba el estandarte del rey de Aragon. Fernan Gori el de don Fadrique, rey de Sicilia: que olvidados de sus príncipes, jamás olvidaron su memoria. El de san George dieron à Jimeno de Albaro, y Rocafort encomendó el suyo à Guillen de Tous. Las centinelas que esLaban en lo alto de las torres de Galipoli dieron la señal de acometer, porque descubrian mejor al enemigo que venia mejorándose por los collados. Cerraron de una y otra parte con gallardía, y fué tanta la furia del primer encuentro, que afirma Montaner que los que quedaron dentro de Galipoli les pareció que todo el lugar venia al suelo, á semejanza de terremoto. No pudieron los griegos contra soldados tan pláticos y valientes, aunque con tanta desigualdad, salir con victoria. Dieron luego la vuelta bácia sus reales, donde pensaron rehacerse. Los que quedaron en su defensa, viendo su gente rota, salieron á detener alenemigo que con furia y rigor increible venia ejecutando la victoria. El nuevo socorro de gente descansada detuvo algo à los vencedores, porque era la mejor del ejército; pero repetido el nombre de san George cerraron con igual ánimo, y segunda vez vencieron á los griegos, ganandoles sus alojamientos. Volvieron las espaldas Umberto Polo Basila, y el grande etriarca: Siguióse el alcance veinte y cuatro millas hasta Monocastano, degollando siempre sin resistencia alguna, porque la huida les hizo dejar las armas con que apretados pudieran defenderse de los nuestros, que esparcidos, cansados, y pocos, les seguian; pero la vileza de los griegos era tanta, que refiere un autor, que por las heridas en el rostro no osaban volverle, aunque con solo este riesgo se pudieran defender: última miseria á que puede Hlegar un hombre cuando teme las heridas masque la infamia. La mayor parte de los griegos vencidos murieron ahogados, porque seguidos de los catalanes, de quien no esperaban buena guerra sino afrenta y muerte, se arrojaban en los barcos y leños de la ribera, cargando en ellos mas gente de la que pudieran llevar, con cuyo peso, con la priesa de los que entraban venian al fondo y se abrian, ayudando á esta pérdida los propios catalanes, que metidos en el agua a cuchilladas, y asidos de los bordes de los barcos, les forzaban à echarse en el agua ó morir. Con la noche dejaron el alcance, y cerca de la media volvieron á Galipoli, sin haber reconocido los despojos que el enemigo les dejaba, juzgando por mayor ganancia quitar vidas, y derramar sangre de los que con tanta impiedad quitaron las de sus compañeros y amigos. Ala mañana salieron à recoger la presa, y fué de manera que tardaron ocho dias en retirarla dentro de Galipoli, vesti dos de seda y oro, en aquel tiempo mas estimados por no ser lan comunes, en gran cantidad, armas lucidas, y joyas de mucho precio, tres mil caballos de servicio, y bastimentos en tanta abundancia, que en muchos dias no se pudiera temer en Galipoli falta de ellos. Murieron de Los vencidos veinte mil infantes y seis mil caballos, y de Tos nuestros un caballo y dos infantes: no me atreviera á referirlo por parecermo caso imposible, si autores de mucho crédito no refirieran semejantes acontecimientos. Paulo Orosio, escritor antiguo y cristiano, cuenta de Agatocles, que degolló con dos mil hombres treinta mil cartagineses con su general Annon, y él perdió solos dos hombres.

CAP. XXXVI.-Previénese Miguel Paleólogo para venir sobre Galipoli, los nuestros sålen á pelear con éltres jornadas lejos, entre los lugares de Apros y Cipsela se da la batalla; sale de ella Miguel vencido y herido.

La buena dicha de nuestras armas puso en cuidado al

emperador Andrónico y á Miguel su hijo, porque nunca creyeron que gente tan poca se les pudiera dar, y forzarles á poner todas las fuerzas del imperio para su ruina. Con el suceso de Galipoli, resolvieron los emperado→ res de juntar sus gentes, y dar sobre los nuestros, ántes que pudiesen de Cataluña ó de Sicilia llegar socorros. De estas prevenciones y aparatos de guerra fueron los nuestros avisados por un espía griega, que Montaner envió con harto recelo de que volviese, porque otras de la misma nacion, que à diversas partes se enviaron, no Volvieron. Catalanes no podian servir en esta ocupacion porque siempre eran conocidos, aunque con traje y lenguaje griego se procuraban encubrir. Con este aviso se resolvieron todos de salir á buscar al enemigo la tier. ra adentro; resolucion tan gallarda como cualquiera de las otras que tomaron. No pienso yo que tantas finezas ni bizarrías se puedan haber leido en otras bistorias, y así algunas veces temo que mi crédito y fé se ha de poner en duda; pero advertido el que esto leyere que Nicéforo Gregoras y Pachimerio, autores griegos, y por serlo enemigos, y Montaner, catalan, concuerdan en lo que parece mas increible, tendrá por verdad lo que escribimos. Montaner refiere que la principal causa que les movió à seguir este consejo fué verse ya ricos y prósperos, y temer que la sobrada aficion de sus riquezas, y el temor de perderlas, no les hiciera perder algo de su reputacion. Siguiendo los consejos mas cautos y menos honrosos, dejaron en Galipoli de guarnicion, donde quedaban su hacienda, mujeres y familia, cien almugavares, y partieron la vuelta de Andrinopoli, plaza de armas de aquel ejército que se juntaba contra ellos, con firme determinacion de pelear con Miguel, aunque fuese asistido del mayor poder de su imperio. Caminaron tres dias por Tracia, destruyendo y talando la campaña. Llegaron à poner una noche sus cuarteles à la falda de un monte poco áspero. Las centinelas que pusieron en los altos descubrieron de la otra parte grandes fuegos; enviáronse reconocedores, y poco despues volvieron con dos griegos prisioneros, de quien se supo la ocasion de los fuegos, que fué por estar Miguel acuartelado con seis mil caballos, y mucho mayor número de infantes, entre Apros y Cipsela, dos aldeas pequeñas, aguardando lo restante del campo, Quisieron algunos que aquella misma noche se atravesase la montaña que les dividia, y diesen sobre los enemigos descuidados, y no me parece que aprobaron este consejo, no sé por qué razon; porque puesto que forzosamente se habia de pelear con ellos, mas fácil fuera con la oscuridad y confusion de la noche aventurarse, que aguardar la mañana, cuando siendo tan pocos pudieran ser mejor reconocidos. Despues de haberse todos confesado, y recibido el sacramento de la Eucaristía, bicieron un solo escuadron de su infanteria, y la caballería dividen igualmente en dos tropas, á cada lado del escuadron la suya, y otro escuadron dejaron en la retaguarda para socorrer à donde la necesidad le llamase. Caminaron la vuelta del enemigo, al salir del sol se hallaron de la otra parte de la montanuela, de donde descubrieron al enemigo mas poderoso de lo que la espia les dijo, y fué porque dos horas antes llegó la mayor parte de su ejercito que le faltaba. Reconoció el enemigo su venida, y como entre infantes y caballos no llegaban á tres mil los nuestros, juzgaron que venia á rendir las armas, y entregarse á la clemencia de Miguel; y esto lo tuvieron por tan cierto, que ni que rian tomar las armas, ni salir de sus cuarteles. Pero Miguel, que con tanto daño suyo conocia por experiencia el valor de sus enemigos, sacó su gente, y él se armó, y puso á caballo, ordenando los escuadrones en esta forma, La infanteria repartida en cinco escuadrones á cargo de Teodoro tio de Miguel, general de toda la milicia, que habia venido del Oriente; en el cuerno siniestro puso las tropas de caballeria de los alanos y turcoples á cargo de Basila; en el cuerno derecho se puso la caballería mas escogida de Tracia y Macedonia, con los valacos y los aventureros á órden del gran etriarca: en la relaguardia quedó Miguel con los de su guarda, y parte de la nobleza que asistia á su defensa. Acompañabale el despota su hermano, y Senacarib Angelo, que este dia no quiso tener gente de guerra á su cargo, por hallarse ocupado en la defensa del emperador, y tener cuidado de la seguridad de su persona. Reconoció Miguel sus escuadrones, Y animados à la batalla vinieron cerrando. Los nuestros divididos en cuatro escuadrones con gran ánimo y resoJucion, los primeros con quien se toparon fueron los atanos y turcoples, que su caballeria embistió el primer escuadron de almugavares, que invencible quebrantó su furia, tanto, que dice Pachimerio, que luego se retiraron huyendo. Aunque Nicéforo dice que los masagelas y tur coples cuando tocaron las trompetas para embestir, huyeron, porque tenian resuelto los alaños de no servir al emperador, y los turcoples tenian trato con los catala→ nes. De cualquier manera que ello fuese, ó despues de haber embestido, ó antes, ellos buyeron, y la infantería descubierta por el siniestro lado de toda la caballería que le sustentaba, quedó dice Nicéfero, como la nave sin

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