Imágenes de página
PDF
ePub

púsoles la gloria que alcanzarian con vencer, y que de los primeros sucesos nacia el miedo, ó la confianza, y que la buena ó mala reputacion pendia de ellos. Mandó que no se perdonase la vida sino a los niños porque esto causase mas temor en los bárbaros, y nuestros soldados peleasen sin alguna esperanza de que vencidos pudiesen quedar con vida. Dispuesto el órden con que se habia de marcbar, dió fin á la plática. Oyéronle con mucho gusto, y aquella misma noche partieron de sus alojamientos á tiempo que al amanecer pudiesen acometer á los turcos. Guiaba Roger con Marulli la vanguardia con la caballería, y llevaba solos dos estandartes, en el uno las armas del emperador Andrónico, y en el otro las suyas. Seguia la infanteria hecho un solo escuadron de toda ella. donde gorbernaba Corbaran de Alel, senescal del ejército. Llevaba en la frente solas dos banderas, contra el uso comun de nuestros tiempos, que suelen ponerse en medio del escuadron como lugar mas fuerte y defendido. La una bandera llevaba las armas del rey de Aragon don Jaime, y la otra las del rey de Sicilia don Fadrique; porque entre las condiciones que por parte de los catalanes se propusieron al emperador, fué de las primeras, que siem. pre les fuese licito llevar por guia el nombre y blason de sus principes, porque querian que adonde llegasen sus armas, llegase la memoria y autoridad de sus reyes, y porque las armas de Aragon las tenian por invencibles. De donde se puede conocer el grande amor y veneracion que los catalanes y aragoneses tenían á sus reyes, pues aun sirviendo á príncipes extraños, y en provincias tan apartadas, conservaron su memoria, y militaron debajo de ella fidelidad notable, no solo conocida en este caso, pero en todos los tiempos. Porque no se vió de nosotros principe desamparado, por malo y cruel que fuese, y quisimos mas sufrir su rigor y aspereza, que entregarnos a nuevo señor, No fué llamado el hermano bastardo, ni excluido el rey natural. No fué preferido el segundo al primogénito. Siempre seguimos el órden que el cielo y nauraleza dispuso, ni se alteró por particular aborrecimen to ó aficion, con no haber apenas reino donde no se hayan visto estos trueques y mudanzas.

Pasaron los nuestros á media noche la muralla, ó reparo que divide el cabo de tierra firme, y al amanecer se hallaron sobre los turcos, que como en parte segura, y á su parecer lejos de enemigos, estaban sin centinelas, reposando dentro de sus tiendas con descuido y sueño. Cerro Roger y Marulli con la caballería, metiendose por las tiendas y flacos reparos que tenian con grande animo. Siguieronle los almugavares con el mismo, dando un sangriento y dichoso principio à la nueva guerra. Los turcos a quien la furia y rigor de nuestras espadas no pudo oprimir en el sueño, al ruido de las armas y voces despertaron, y con la turbacion y miedo que semejantes asaltos suelen causar en los acometidos, tomaron las armas para su defensa, pero fueron pocos, divididos y desarmados, con que su resistencia fué inútil y sin provecho contra el esfuerzo y gallardia de nuestra gente, que ya lo ocupaba todo. Pelearon los turcos con desesperacion, viendo á sus ojos despedazar y degollar á sus mas caras prendas, de gente que ni aun por el nombre conocian. Alcanzóse cumplidísima victoria, dejando en el campo muertos de los turcos tres mil caballos y diez mil infantes. Los que quedaron vivos fueron los que reco. nociendo con tiempo el desórden y pérdida, y que los catalanes eran impenetrables à los golpes de sus dardos, se pusieron en seguro con la huida, y el querer muchos hacer lo mismo despues les causó mas presto la muerte, porque ocupados en retirar sus hijos y mujeres, dejaban la batalla, y luego perecian. La presa fue grande, y los niños cautivos muchos. Reflere Nicéforo, griego de nacion, y enemigo declarado de la nuestra, el espanto y terror que causó en los turcos ese primer acometimiento con estas mismas palabras: «Como los turcos vieron el »ímpetu feroz de los latinos (que así llama á los catalaenes), su valor, su disciplina militar, y sus lucidas y fuer»les armas, atónitos y espantados huyeron, no solo lėjos de la ciudad de Constantinopla, pero mas adentro de los Pantiguos limites de su imperio.» Nuestra gente siguió el alcance poco rato, por no tener la tierra conocida, y volvieron aquella misma noche al cabo, por tener el alojamiento recenocido y seguro.

CAP. XI.-Retirase el ejército para invernar en el cabo de Artacio á sus alojamientos.

Dieron aviso al emperador del buen suceso de su victoria, enviando cuatro galeras con riquísimos presentes para entrambos príncipes Andrónico y Miguel, y en nombre de los soldados se envió a Maria, mujer del megaduque Roger, lo mas precioso y rico de la presa. Causó notable admiracion entre los griegos la brevedad con que se alcanzó lan señalada victoria; y el pueblo la celebró con alabanzas, libre del temor de los turcos, que insolenLes con las victorias alcanzadas de los griegos, de la otra parte del estrecho amenazaban la ciudad con los alfanjes desnudos, pero casi toda la nobleza, que como fuera juslo debiera mostrarse mas agradecida á tan grande bene

ficio, manifestó el veneno de sus ánimos, que la envidia de la ajena felicidad no dió lugar à que se pudiese mas encubrir. Los privados de Andrónico, y las personas de mayor estimacion de su nacion, comenzaron á temer nuestras fuerzas, juzgándolas por superiores à las que ellos tenian, y que dentro de casa tanto poder en manos de extranjeros era cosa peligrosa. Estas platicas y discursos las alentaba el emperador Miguel, incitado de un oculto sentimiento que causó en su ánimo la victoria, porque algunos meses antes habia pasado el estrecho con un ejército poderosísimo, y por miedo de los turcos, ó po Ca seguridad de los suyos, se retiró con gran pérdida de su reputacion, sin trabar ni aun una pequeña escaramuza con el enemigo; y como los catalanes siendo tau pocos vencieron á los que él no se atrevió acometer con tan excesivo número de gente, de esto nació su corrimiento, y de él un grande aborrecimiento y deseo de nuestra perdicion. Los príncipes sienten mucho que haya quien se les iguale en valor, y aun en la dicha aborrecen á quien se les aventaja, porque el poder no sufre virtud y partes aventajadas en ajeno sugeto, y mas cuando en su competencia sucede el aventajarse. Si una baja y vil emulacion de un principe en hacer versos causó la muerte à Lucano, ¿cuanto mayor fuera si de valor y fortuna se compitiera? Y asi no se debe tener por capitan cuerdo el que intenta una empresa errada por su principe, si ya no quiere competir con él del imperio.

Con el buen suceso que tuvieron no trataron de pasar adelante, ni seguir la victoria: cosa que les hizo perder reputacion, y fue ocasion de hacer muchos excesos en aquella comarca, que irritaron gravemente el ánimo de los naturales y griegos. Cuando quisieron entrar la tierra adentro, comenzó el primer dia de noviembre à entrar con tanto rigor el invierno, con vientos frios y agua, que les detuvo. Los rios por sus crecientes sin poderse vadear, la campaña estéril llena de enemigos, los caminos dificiles por donde se habia de marchar para socorrer à Philadelphia, eran causas bastantes para diferir cualquier empresa. Roger con el parecer y consejo de sus capitanes se resolvió de invernar en Cizico, lugar acomodado por la fortaleza de sitio y abundancia de las vituallas, y porque el año siguiente fuese ménos embarazosa la salida que si hubieran de partir de Grecia, y embarcar Y desembarcar la caballería tantas veces, cosa de suyo ian molesta. Dieron luego aviso al emperador de esta resolucion, y aprobóta con mucho gusto, porque era lo que mas le convenia, por tener el ejército alojado en la frente del enemigo, y apartado de Constantinopla y de los demás pueblos griegos, donde no faltaran quejas y pesadumbres, aunque cerca de tres meses anduvieron alojados por Asia sin efecto, trabajando la tierra con insoportables contribuciones. Mandó Andrónico que con mucha diligencia se llevasen por mar las vituallas que no se hallaban en el cabo, con que pasaron los nuestros un invierno muy apacible. El megaduque Roger envió con cuatro galeras por su mujer María. El órden que se tuvo en los cuarteles para excusar pendencias entre los Soldados y sus huéspedes, fué el siguiente: los soldados nombraron seis de su parte, y los de la tierra otros tantos, para que de comun parecer y acuerdo se pusiesc precio à las vituallas; porque encareciéndose mas de lo justo fuera gran descomodidad para los soldados, y dándose á precio muy bajo no resultase en notable daño de los huéspedes, à mas de que faltara el comercio y provi. sion ordinaria que acudia de todas partes con abundancia. Ordenóse á Fernando Ahones, almirante, que con la armada fuése á invernar á la isla de Xio, puerto seguro y vecino de las costas enemigas. Es el Xio isla de las mas señaladas del mar Egeo, por nacer en ella sola el almaste cosa que negó naturaleza á las demás, partes de la tierra' CAP. XII-Ferran Jimenez de Arenós se aparta de las suyos. Concertadas en la forma dicha las cosas de mar y tierra, se pasaba el invierno con sosiego y mucha conformidad, pero luego nuestras fuerzas se fueron enflaqueciendo con algunas divisiones y discordias civiles. Ferram Jimenez de Arenós, caballero de gran linaje, y buen soldado, se desavino con Roger sobre el gobierno de sus gentes, y pareciéndole desigual la competencia, se aparté del ejército con los suyos, y volviéndose á Sicilia, pasando por Atenas se quedó á servir à su duque, que le recibió agradecido, y honró con cargos militares, en cuyo servicio se detuvo hasta que la necesidad de sus amigos en Galipoli le llamó, y volvió á juntarse con ellos aventurando como buen caballero la libertad y la vida. Pachimetio dice, que la ocasion de apartarse Ferran Jimenez de Roger fué, porque muchas veces le advirtió que reprimiese y castigase los soldados, y como vió que en esto no andaba como debia, se apartó de su compañía con los que le quisieron seguir. Notable fuerza de inclinacion, que apenas se apartaba el peligro de las armas extranjeras, cuando ya las competencias y guerras civiles se encendian entre ellos!

En abriendo el tiempo, el megaduque Roger y su mujer María se fuéron á Constantinopla con cuatro galeras

á tratar con el emperador de la jornada, y á pedirle dinero para hacer pagamento general antes que el ejército saliese en campaña. Miguel estaba en Constantinopla, y queriendo Roger visitarie, y darle razon de lo que se pensaba hacer aquel año, no le dió lugar, porque se tenia por ofendido del mal tratamiento que había hecho a los de Cizico sus vasallos. Esto dice Pachimerio. Lo cierto es, que Roger alcanzó de Andrónico el dinero con tanta largueza, que pudo dar dobladas pagas,liberalidad grande, si la falta de hacienda y dinero con que se hallaba permitiera que se le pudiera dar este nombre. Tiénese por virtud heroica en un principe la liberalidad si en ella concurren dos calidades, tener que dar, y que lo merezca á quien se da, y cualquiera de estas dos que falte no es liberalidad sino injustícia; y así aunque Andrónico repartio las mercedes en personas de grandes merecimientos, como le faltó la primera calidad, que es tener que dar, túvose por muy excesivo este donativo, por yerro muy grave, porque estaba el fisco y cámara imperial tan destruida, que no podia acudir a las pagas ordinarias, ni á otros gastos forzosos del imperio. No hay cosa mas perniciosa que el dinero recogido para la defensa comun, desperdiciarle en gastos voluntarios; y cuando la necesidad aprieta, acudir á nuevas imposiciones y pechos, dando por razon y causa justa el aprieto y la falta que nace de sus excesos y demasías. Las imposiciones son justas, cuando es forzosa la necesidad que obliga a ponerlas, pero cuando el principe consumé la hacienda con dádivas ó gastos impertinentes y excesivos, ninguna justificacion pueden tener, pues solo proceden de sus desórdenes ó descuidos.

Trataron Roger y el emperador de cómo se habia de hacer la guerra aquel año, y Andrónico solo le encargó el Socorro de Philadelphia, lo demás dejó al arbitrio de los demás capitanes y suyo; porque desde lejos y antes de las ocasiones mal se puede ordenar lo que conviene, ni tomar parecer cierto en cosas tan inciertas y varias cono se ofrecen en una guerra. Dejó Roger à su mujer María en Constantinopla, y navegó con sus cuatro galeras la vuelta del cabo el primer dia de marzo del año mil tres-, cientos y tres. Luego que llegó se pasaron las cuentas con los huéspedes, tomose muestra general, y se halló que los soldados en poco mas de cuatro meses, que fué el tiempo que invernaron, habian gastado las pagas de ocho, y algunos de un año. Sintió Roger el exceso y desorden de los soldados, que como capitan prudente y plático conoció el mal, aunque como dependia su autoridad del larbitrio de los soldados, no so atrevió á poner el remedio que convenia, porque no se disminuyese ó perdiese. Mal puede un capitan conservar un ejército con puntual y estrecha obediencia, si el poder y fuerzas con que los ha de castigar le dan ellos mismos; de que nace la insolencia y libertad.

Roger, conociendo el tiempo, satisfizo los huéspedes, pagando todo lo que habian gastado en mantener los soldados, y no quiso se les descontase de su sueldo; y asi les quedó libre el dinero de las cuatro pagas, que luego les dió, y tomando Roger sus libros de las raciones y cuentas, donde constaba de los gastos excesivos que los soldados habian hecho, los quemó en la plaza pública de Cizico, con que quedaron todos obligados y agradecidos à su liberalidad. Los autores griegos dicen, que Cizico y toda su comarca quedó destruida por las crueldades y rohos de los catalanes, y que temiendo el emperador Andrónico que Roger no alargase el salir en campaña, por la mata disciplina y poca obediencia de los soldados, envió su hermana a los últimos de marzo à Cizico, para que exhortase á Roger su yerno saliese con el ejército, pues el tiempo y la ocasion convidaban à la guerra, y los soldados recien pagados satiesen con mas gusto. CAP. XIII-Parte el ejército á socorrer & Philadelphia, y vencen á Caramano, turco, general de los que la tenian siliada. El deseo que tenia Roger de salir en campaña, ayudado de la persuasion de su suegra, hizo que luego se pusiese en ejecución la salida, y asi se señaló para los nueve de abril. Estando apercibiéndose ya todos para el viaje, dos masagetas ó alaños esperando en un molino que les moliesen un trigo, llegaron algunos almugavares á tratar con descompostura una mujer que estaba dentro á tomar la harina, salieron á la defensa los alanos, y entre otras razones que dieron contra Roger su capitan fué decir que si les daban tales ocasiones, harian del megaduque Roger to que hicieron del gran doméstico. Este fué Alexos Raul, que en una fiesta militar le mataron estos á traicion dé un flechazo. Refirieron estas palabras á Roger, y por su mando ó consentimiento aquella misma noche los almugavares dieron sobre los alanos, y si la oscuridad de la oche y el cuidado de los vecinos no les defendiera, los degollaran todos. Murieron muchos, y entre ellos un mozo valiente hijo de George, cabeza de los alanos. A la mañana volvieron à toparse, y quedaron los catalanes superiores habiendo muerto mas de trescientos alanos; y si no se temiera á los vecinos de Cizico, á quien por los malos tratamientos tenian irritados, que no tomasen las

armas, y se pusiesen de parte de los alanos, los hubieran sin duda degollado todos. Por este caso se apartó la mayor parte de los alanos del ejército de Roger; solo quedaron con él hasta mil, que con promesas y ruegos los detuvieron. Roger quiso con dinero aplacar al padre por la muerte del hijo, pero Gregorio menospreció el dinero, y al agravio del hijo muerto se añadió la afrenta del ofrecimiento: con que el bárbaro quedó irritado, aunque encubrió la ofensa para mayor venganza.

Este suceso alargó la partida hasta primeros de mayo, que salieron de Cizico seis mil con nombre de catalanes, mil alanos, y las compañias de romeos debajo del gobierno de Marulli; pero todos sujetos, y á órden de Roger. Iba tambien Nastago, gran primicerio. Llegaron con estas fuerzas á Anchirao, y de allí con gran valor y confianza, que así lo dice Pachimerio, fuéron á sitiar á Germe: lugar fuerte donde los turcos estaban, y entendida por ellos la resolucion, con sola la fama de su venida dejaron el lugar, y se retiraron. Pero no pudo ser esto tan á Liempo, que su retaguardia no fuese gravemente ofendida de los catalanes. De alli pasaron á otro lugar que la historia de Pachimerio no le nombra, solo dice que estaba dentro para su defensa Sausi Crisanistao, famoso soldado y capitan de búlgaros, á quien mandó ahorcar con doce de sus soldados los mas principales, sin decir con certeza la ocasion de este castigo; solo se presume, que habían defendido mal algun lugar que estaba a su cargo, ó entregado alguna fortaleza, y queriendo Sausi disculparse atravesó razones con Roger, que le movieron à meter mano á la espada, y herirle, y despues fué entregado á los que le habian de ahorcar. Los capitanes griegos detuvieron la ejecucion, y alcanzaron de Roger el perdon; porque le advirtieron el disgusto que tendria el empe rador Andrónico si castigase un hombre de tanta calidad, y tan buen soldado, sin haberle dado razon. Era Crisanislao uno de los capitanes búlgaros que prendió Miguel padre de Andrónico en la guerra de la Chana, y detenido gran tiempo en prision fué puesto en libertad por Andrónico, y honrado en cargos militares, y en gobiernos de provincias, y entonces se hallaba en esta parte de Frigia ocupado en servicio del emperador. Luego de allí pasó el ejército á Geliana, camino de Philadelphia, donde le llegó aviso á Roger de algunos lugares fuertes que ocupaban los turcos, significándole la violencia que padecian, y por carta le suplicaban les ayudase, pues eran romeos que se dieron à la fuerza del tiempo, y que sa querian levantar contra los enemigos. Roger les respondió que estuviesen de buen ánimo, que él les socorreria. Con esto pasó adelante á meter el socorro en Philadelphia, que era el principal intento que llevaban. Caramano Alisurio, que la tenia sitiada, cuyo gobierno sa extendia por esta provincia, con el aviso que tuvo de la venida del ejército de los catalanes, levantó el sitio con la mayor parte de su ejército, y caminó la vuelta de ellos, con deseo de vengar la rota del año antes que los catalanes dieron à sus compañeros. Esto pareció que le convenia, y no aguardarlos sobre Philadelphia;ciùdad grande, y con gente armada, que animada del ejército amigo saldria á pelear. Dejó algunos fuertes guarnecidos, con que le pareció que los de la ciudad no intentarian el salir, pero dos millas lėjos al amanecer se reconocieron de una y otra parte, y se pusieron en órden para pelear. El ejército de los turcos llegaba á ocho mil caballos y doce mil infantes, caramanos todos, los mas valientes y temidos de toda la nacion, superiores en número à los nuestros, pero muy inferiores en el valor, en la disciplina, en la ordenanza militar, y en las armas ofensivas y defensivas; solo habia igualdad en el ánimo y deseo de pelear. Roger dividió en tres tropas su caballeria, alanos, romeos y catalanes; y Corbaran de Alet, á cuyo cargo estaba la infantería, là dividió en otros tantos escuadrones, y hecha señal de acometer se embistieron con gaIlardo ánimo y bizarría. Trabóse la batalla muy sangrienta para los turcos, porque los catalanes, mas practicos en herir, y mas seguros por las armas de ser ofendidos, bacian grande daño en ellos con muy poco suyo. Junto à les conductos de la ciudad fué donde mas reciamente se embistieron. Pero tos turcos, valientes y atrevidos, no dejaban por todos los caminos que podian de ofender á los nuestros, y poner en duda la victoria, que hasta el mediodia anduvo varia; pero el valor acostumbrado de los catalanes la hizo declarar por su parte con notable daño de los turcos. Escapáronse huyendo hasta mil caballos, de ocho mil que entraron en la batalla, y solos quinientos infantes, y Caramano Alisurio se retiró herido. De los nuestros perecieron ochenta caballos y cien infantes. Rehechos sus escuadrones, pasaron la vuelta de Philadelphia, siguiendo lentamente al enemigo, y temiendo alguna grat, emboscada de sus copiosos ejércitos. Los turens de los fuertes, sabida la rota, los desampararʊu, y fuéron siguiendo su capitan vencido. Fué la presa y lo que se ganó en esta batalla, segun Montaner, de mucha consideracion.

Con esta victoria comenzaron á levantar cabeza las ciudades de Asia, viendo que los nuestros habian dado prin◄

cipio á su libertad, que los turcos tenian tan oprimida. Llegó esta opresion a tanto extremo, que les quitaban las mujeres y los hijos para instruirles en su secia. ProTanaban los templos y monasterios tan antiguos, donde hab a depositados tantos cuerpos de santos, y grande memoria de nuestra primitiva Iglesia que tanto floreció en aquellas provincias, trocando el verdadero culto en falsa y abominable adoracion de su profeta. Pero como por los justos juicios de Dios estaba ya determinada la destruecion y servidumbre de todo aquel imperio y nacion, fué de poco provecho para alcanzar entera libertad todo lo que los nuestros hicieron, ántes parece que se confirmó con esto su perdicion; pues cuando los grandes remedios no curan la dolencia por que se dan, es casi cierta la muerte. Nuestros capitanes se detuvieron antes de entrar en Philadelphia, reconociendo algunos lugares vecinos adonde se pudieron haber retirado y rehecho; pero todo lo hallaron libre de los turcos, á quien el miedo hizo alargar muchas leguas.

1

CAP. XIV.—Entra en Philadelphia el ejército victorioso.-Gánanse algunos fuertes que el enemigo tenia cerca de la ciudad, y dan segunda rota á los turcos junto á Tiria.

Libres los de Philadelphia del sitio, que tan apretados les tuvo, por el valor de las armas de los catalanes, salieron á recibir el ejército los magistrados y el pueblo, con Teolepto su obispo, varon de rara santidad, y por cuyas oraciones se defendió Philadelphia mas que por las armas del ejército que la guardaba. Entraron las tropas de nuestra caballeria primero, con los estandartes vencidos y ganados de los turcos. Seguian despues el carruaje lleno de los despojos enemigos, y gran número de mujeres y niños cautivos, y algunos mozos reservados para el triunfo de esta entrada. Las compañías de infantería eran las últimas, y en medio de ellas las banderas y les capitanes mas señalados, con lucidísimas armas y caballos, que como cosa nunca vista de los de Asia, les causó grande admiracion. No hubo en aquella entrada soldado, por particular que fuese, que no vistiese seda ó grana, aunque en aquel tiempo los turcos no usaban trajes costosos,pero entre los despojos de los griegos habian alcanzado gran cantidad de ropa y vestidos de mucho precio, que en esta victoria se cobraron. Detuviéronse quince dias en la ciudad, entretenidos con las fieslas y regocijos que se les hicieron; porque fué cosa notable el amor y el respeto con que les trataron los naturales, como quien reconocia de ellos la libertad y la vida, que tan aventuradas las tuvieron. La necesidad siempre es agradecida, pero como con el beneficio que recibe, se acaba.

Roger salió de Philadelphia á poner en libertad á algunos pueblos de que estaban apoderados los turcos, y entre otros á Culla, algunas leguas mas adelante hacia el lovante de la ciudad; pero sabida la retirada y huida de su ejército, se retiraron los turcos. Los naturales los recibieron abiertas las puertas, como quien escapaban de tan dura servidumbre, pareciéndoles que con esto alcanzarian perdon de haberse entregado ántes fácilmente á los turcos. Roger perdonó la multitud del pueblo, pero castigó gravemente á muchos. Cortó la cabeza al gobernador, y al mas principal viejo del regimiento condenó á la horca. Estuvo un rato pendiente de ella sin morir, y atribuyéndolo á milagro cortaron la soga los que estaban presentes, y le libraron.

Volvió el ejército á Philadelphia, y segun Pachimerio dice, Roger recogió muchos ducados, y se hizo contribuir mas de lo que debiera; por sentirse ya en la ciudad la falta de bastimentos, por ser muy populosa de suyo, y tener dentro el ejército, despues de haber padecido un largo sitio que fué tan apretado que una cabeza de jumento se vendió por un precio increible. Nastogo, duque Y primicerio, del inperio que militaba en este ejército con Roger, se apartò de él, y se fué á Constantinopla, porque no podia ver como griego maltratar á los naturales, y las demasías que Roger hacia con ellos; y asi llegado á Constantinopla quiso que el emperador le oyese, Y como esto se le negó por los deudos y amigos de la mujer del megaduque, a lo que yo puedo entender, se fué al patriarca, y por su medio el emperador dió oidos á las quejas que traia contra Roger, de que se encendió en el palacio una gran discordia entre los amigos y émulos del megaduque.

Pareció a los capitanes del ejército que convenia echar primero al enemigo de las provincias maritimas, porque no quedase poderoso á las espaldas, y porque la vecindad de su armada les diese mas fuerzas y seguridad. Con esta determinacion partieron luego de Philadelphia para Niza, ciudad de Licia, y de allí á Magnesia, la que está en la ribera del rio Meandro, donde apenas llegó Roger Cuando dos ciudadanos de Tiria vinieron a pedirle socorro, diciendo: que la ciudad no estaba bastantemente fortificada que pudiese defenderse de los terribles asaltos del enemigo, y que si el socorro se tardaba, era cierto el perderse; que los turcos con poco cuidado se podian coger à tiempo que estuviesen derramados por

TOMO IV.

aquellas vegas, y hacer alguna buena suerte, con grande honra del ejército y provecho suyo; que en llegando la noche so retiraban á los bosques, y salido el sol volvian á talar y destruir la campaña. Roger con la mayor presteza y diligencia que pudo, tomó la gente mas desembarazada y suelta, y fue la vuelta de Tiria para meterse dentro de ella antes del dia. Llegó á tan buen tiempo, que los turcos ni le pudieron descubrir, ni sentir, habiendo caminado treinta y siete millas en diez y siete horas.

Vino la mañana, y los turcos comenzaron á bajar á la llanura, y llegarse á la ciudad, y ya estaban cerca de las puertas para hacer sus acostumbrados acometimientos, cuando Corbaran de Alet, senescal, salió à rebatirlos con doscientos caballos y mil infantes. Cargó sobre ellos con tanta gallardia, que los rompió y degolló la mayor parte, pero la que quedaba entera en reconociendo á los nuestros se fue retirando hacia la aspereza de la montaña. Corbaran les siguió con parte de la caballería; pero como los caballos de los turcos estaban desembarazados, y los nuestros cargados con el peso de las armas, llegaron a la falda del monte á tiempo que los turcos, temerosos y cuidadosos solo de sus vidas, habian dejado los caballos, y mejoradose de puesto, porque tomaron los allos de donde mejor se podian guardar y ofender, impidiendo la subida à sus enemigos. El senescal, con mejor ánimo que consejo, mandó que se apeasen los suyos, y él hizo lo mismo, y acometió segunda vez á los turcos, pero como ellos estaban en lo alto, y tenian algunos reparos, con piedras y flechazos defendian la subida, y tiraban golpes mas seguros, y ciertos á los que mas se señalaban. Corbaran, como valiente y esforzado caballero, era de los que mas les apretaban por su persona, y paa subir con mas lijereza, y andar mas suelto, se quitó las armas, despues el morrion, ocasion de su muerte; porque le dieron un flechazo en la cabeza, de que luego inurió, con cuya pérdida los demás se retiraron.

Con la muerte de tal capitan trocóse la victoria de este dia en tristeza y sentimiento: porque perder una buena cabeza suele causar algunas veces inconvenientes y daños de mayor consideracion, que no lo es el provecho que resulta de la victoria que se adquiere con su muerte. Sintiolo Roger mucho, que le tenia concertado de casar con una hija suya, y puesta en su persona su mayor esperanza. Perdió la vida Corbaran con mas honroso fin que los demás capitanes, porque cayó con la espada en la mano, y en la misma victoria, y no por manos de traidores como otros compañeros suyos. Es corto el discurso de los hombres, que se tiene por gran desdicha lo que se pudiera contar entre los prósperos sucesos de la vida. Previnole á Corbaran una muerte honrada á otra cruel y afrentosa, pues corriera, como es de creer, el mismo riesgo que los demás capitanes. Enterraronle en un templo dos leguas de Tiria, adonde dice Montaner que estaba el cuerpo de San Jorge. Hiciéronte compañía diez cristianos, que solos murieron en aquel encuentro. Levantaroule un sepulcro de mármol, y honraronle con grandes obsequias, pues solo para cumplir con su memoria se detuvieron ocho dias. De Tiria despacharon órden á su armada, que estaba en la isla del Xio, para que lo mas presto que pudiese pasase a tierra firme de la Asia, y que se detuviese en Ania aguardando segunda órden.

Cap. XV.-Llega Berenguer de Rocafort con su gente á Constantinopla, y por órden del emperador se junta con Roger en Epheso.

Llegó de Sicilia Berenguer de Rocafort por este tiempo á Constantinopla con algunos bajeles y dos galeras, y con doscientos hombres de a caballo, y mil almugavares, habiendo cobrado ya del rey Carlos el dinero que le debia, y restituido los castillos de Calabria que estaban en su poder. Mandóle luego Andrónico que navegando la vuelta de la Asia, procurase juntar sus fuerzas con las de Roger; y así con mucha brevevad llegó al Xio, adonde halló á Fernando Ahones de partida, y juntos llegaron á Ania, de donde avisaron á Roger con dos caballos hijeros de la venida de Rocafort con los suyos. Llegó esta nueva antes de salir de Tiria, y causó generalmente en todo el campo grandisimo contento, asi por la gente que Rocafort traia, que era mucha y escogida, como por la opinion que tenia de muy valiente y esforzado capitan. Envió luego Roger à visitarle con Ramon Mentaner, y con órden de que se partiese luego de Ania, y viniese à Epheso, dicha por otro nombre Altobosco. Partió Montaner con una tropa de hasta veinte caballos, y con alguna gento plática, para que le guiasen por caminos desviados, por no encontrarse con los turcos, que ordinariamente corrian la tierra, y salteaban los caminos mas pasajeros. VaJióle à Montaner poco esta diligencia y cuidado, porque muchas veces hubo de abrir/ camino con la espada: legó al fin á la ciudad de Ania libre de estos peligros. Dió à Rocafort la bienvenida de parte de los suyos, y le dijo lo que Roger ordenaba acerca de su partida. Rocafort obe deció, y dejando para la guarnicion de la armada qui

416

nientos almugavares, con lo restante de la gente tomó el camino de Epheso, adonde llegó acompañado de Montaner dentro de dos dias. Esta ciudad es una de las mas sealadas de toda el Asia por su famoso templo dedicado á Ja diosa Diana. Fué no solamente reverenciada de los romanos, pero de los persas y macedones, que tuvieron antes el imperio, y todos conservaron sus inmunidades y derechos, sin que se mudasen jamás mudándose los imperios: tanto era el respeto con que veneraban los antiguos las cosas que se persuadian que tenían algo de divinidad y religion. Pero el mayor titulo que esta ciudad tiene para ser famosa y celebrada, es haber puesto en ella el apóstol y evangelista san Juan los primeros fundamentos de la fé. De este santo referiré lo que Montaner escribe, que por referirlo en esta misma historia, no parece ajeno de la nuestra.

Dicen que en esta ciudad de Epheso está el sepulcro donde san Juan se encerró cuando desapareció de los mortales, y que poco despues vieron levantar una nube en semejanza de fuego, y que creyeron que en ella fué arrebatado su cuerpo, porque despues no pareció. La verdad de esto no tiene otro fundamento mayor que la tradicion de aquella gente, referida por Montaner. El dia antes de san Juan, cuando se dicen las vísperas del san10, sale un maná por nueve agujeros de un mármol que está sobre el sepulcro, y dura hasta poner del sol del otro dia, y es en tanta cantidad, que sube un palmo sobre la piedra, que tiene doce de largo y cinco de ancho. Curaba este maná de muchas y graves dolencias, que con particularidad las refiere Montaner.

Despues de cuatro dias que Rocafort y Montaner llegaron á Epheso, entró tambien Roger con todo el ejército. Alegráronse todos de ver à Rocafort, amigo y compa йero en todas las guerras de Sicilia, por el socorro que les traia; que hallándose léjos y en tierras enemigas fué de grande importancia, y aumentó mucho las fuerzas de los aragoneses. Diósele luego el oficio de senescal que vacó por muerte de Corbaran, y para que en todo le sucedieso, le dió Roger su hija por mujer, habiendo sido primero concertada con Corbaran; porque con este nuevo parentesco aseguraba Roger la condicion y aspereza de Rocafort, aparejada para intentar cosas nuevas. Dióle cien caballos para la gente que traia, con armas de á caballo, v cuatro pagas. En Epheso, dice Pachimerio que Roger V los catalanes hicieron notables crueldades para sacar dinero, cortando miembros, atormentando, degoliando los desdichados griegos, y que en Metellin un hombre rico y principal llamado Macrami fué degollado, porque pron tamente no quiso dar cinco mil escudos que le pidieron; licencia militar y atrevimiento ordinario en gente de guerra mal disciplinada.

Roger todo el dinero, caballos y armas que recogió de las contribuciones de las ciudades vecinas, envió a Magnesia con una buena escolta; porque en esta ciudad, como la mas fuerte de aquellas provincias, determinó poner su asiento para invernar. De Epheso se fuéron todos juntos á la ciudad de Ania, adonde estaba Fernando Ahones con la armada. Hiciéronles un grande recibimiento á Roger y á Rocafort los soldados que se hallaban en Ania, saliéndoles á recibir con grande alegría y regocijo; porque ya les parecia que juntos eran bastantes à recuperar el Asia, echando de ella á los turcos. Roger agradeció y satisfizo este buen recibimiento, dando una paga á todos los soldados de la armada; y porque Tiria quedaba desarmada y sin defensa, determinaron que se enviase alguna gente para su seguridad. Fué Diego de Orós, hidalgo aragonés, buen soldado, con treinta caballos y cien infantes; porque con esto les parecia que quedaria en defensa la ciudad y su comarca, fiando mas en la reputacion de sus armas, que en el número de la gente: que muachas veces alcanza la reputacion lo que no pueden las fuerzas.

CAP. XV -Reprimen los nuestros el atrevimiento de Sarcano turco. Llegan nuestras banderas á los confines de la Natolia y reino de Armenia.

Tuvier on nuestros capitanes consejo del camino que tomaria a, y concordaron todos en que volviesen otra vez hacia las provincias orientales, y pasados los montes, entrasen en Pamphila, adonde les pareció que estarian las mayores fuerzas de los turcos, y habría ocasion de venir con ellos a batalla, que este fué siempre el intento principal que se llevab; porque siendo nuestro ejército tan pequeño, no se podia hacer la guerra a lo largo, y ocupar ciudades y lugares, habiendo de dejar en ellas guarnicion, porque era dividir y deshacer sus fuerzas, y así pareció siempre acertado caminar la vuelta de los turCos, y pelear con ellos. Pero en tanto que se trataba de poner en ejecucion la salida, Sarcano, turco, con saber que el ejército de los catalanes estaba dentro de la eindad, se atrevió a correr su vega llevando a sangre y fuego cuanto se le puso delante. Pagó presto su atrevimiento y locura; porque salieron log nuestros sin aguardar órden, ni esperar los capitanes: tal pto les ofendia la osadia de este bárbaro, y dieron con ta nta presteza sobre él

y los suyos, que aunque luego quiso retirarse, no pudo sin mucho daño, porque se halló tan empeñado, que bubo de pelear para huir. Siguieron los nuestros el a'cance hasta la noche, y volvieron à la ciudad con nuevos brios, dejando muertos en la campaña de los enemiges mil caballos y dos mil infantes: cosa apenas creida de los que quedaron dentro de la ciudad, porque la salida fue muy tarde, y con mucho desórden.

Roger y los demás capitanes considerando cuản dañosa les pudiera ser la detencion, si los soldados advirteran el peligro de la jornada y camino que intentaba, con el gusto de la victoria pasada, quisieron que dentro de seis dias marchase el campo. Parlieron de Ania, Y atravesaron la provincia de Caria, y todo aquel inmerso espacio de provincias que están entre la Armenia y el mar Egeo, sin que hubiese enemigo que se les opusiese. Marchaba el campo segun la comodidad de los lugares muy de espacio, consolando los pueblos cristianos, y animándoles a su defensa, y con universal admiración de to dos los fieles eran recibidos los nuestros, alegrandose de ver armas cristianas tan adentro, las cuales los que ertonces vivian jamās vieron en sus provincias, aunque su deseo siempre las llamaba y esperaba; pero la flejedad de los griegos nunca les dió lugar á que las vieran, hasta que el valor de los catalanes y aragoneses se las

mostró

CAP. XVII.-Pelean con todo el poder de los turcos los cotalanes y aragmeses en las faldas del monte Tauro, y alcanzan de ellos señaladísima victoria.

Poco antes que llegasen á las faldas del monte Tauro, que divide la provincia de Cilicia de Armenia la menor, hicieron alto, y trataron de que primero se reconocISsen las entradas y pasos peligrosos, sospechando siempre, como sucedió, que el enemigo no les aguardase. En tanto que esto se consultaba, nuestra caballería que reconocia la campaña, descubrió el ejército enemigo que aguardaba el nuestro entre los valles de las faldas del monte. Tocóse arma en ambos ejércitos, y los turcos viéndose descubiertos, y que su traza habia salido vana y sin fruto, se resolvieron luego de salir à to Hano, y acometer á los nuestros que venian algo fatigados del ca mino, antes que pudiesen descansar ni mejorar de pue-to. Habia en el campo de los turcos veinte mil infantes, y diez mil caballos, y la mayor parte de ellos eran de los que habian escapado de las rotas pasadas. Tendiose su caballería por el lado izquierdo, y la infantería por el derecho la vuelta del campo cristiano. Opúsose Roger con Su caballería á la del enemigo, que por la frente y costado cerró con la nuestra. Rocafort con su infantería, y Marulli hizo lo mismo, habiendo primero los almugavares hecho su señal acostumbrada en los encuentros mas arduos, que era dar con las puntas de las espadas y picas por el suelo, y decir: Despierta hierro; y fué cosa nolable lo que hicieron aquel dia, que antes de vencer se daban unos a otros la norabuena, y se animaban con cierta confianza del buen suceso.

Trabóse la batalla en puesto igual para todos, con grandes y varias voces, peleándose valerosamente, porque pendia la vida y libertad de entrambas partes de la victoria de aquel dia. Si los nuestros quedaran vencidos por ser poco pláticos en la tierra, y tener tan lejos la retirada, fuera cierta su muerte, ó lo que se tuviera por peor quedar cautivos en poder de aquellos barbaros ofendidos. Los turcos tenian tambien igual peligro; porque los naturales de aquellas provincias cristianas adonde estaban, viéndolos rotos y vencidos, les acabaran sin duda, satisfaciendo en ellos una justa venganza. En el pri mer encuentro, por la multitud y número infinito de los barbaros, se corrió gran riesgo, y estuvo la victoria may dudosa, pero cobraron nuevo ȧpimo y vigor; porque los capitanes repitieron segunda vez el nombre de Aragon. y desde entonces parece que esta voz infundió en los enemigos temor, y en los nuestos un esfuerzo nunca visto. Y como ya de una y otra parte se habia llegado a los golpes de alfanjes y espadas, en que los nuestros tenian tanta ventaja por las arinas defensivas, luego se comenzó á inclinar là victoria por nuestra parte. Los catalanes ejecutaban en los vencidos su rigor y furia acostumbrada en las guerras contra los infieles, que aquel dia en los turcos todo fué desesperacion, ofreciéndose à la muerte con tanta determinación y gallardía, que no se conoció en alguno de ellos muestras de quererse rendir, ó fuese por estar resueltos de morir como gente de valor, ó porque desesperaron de hallar en los vencedores pienad. En tanto que sus brazos pudieron herir, siempre hicieron lo que debían, y cuando desfallecian, con el semblante y los ojos mostraban que el cuerpo era vencido, no el ánimo. Los nuestros no contentos de habertes hecho desamparar el campo, les siguieron con el mismo rigor que pelearon en la batalla. La noche y el cansancio de matar dió fin al alcance. Estuvieron hasta la mañana con las armas en la mano. Salido el sol, descubrie→ ron la grandeza de la victoria, grande silencio en todas aquellas campañas, teñida la tierra en sangre, por todas

partes montones de hombres y caballos muertos, que afirina Montaner, que llegaron a número de seis mil caballos y doce mil infantes, y que aquel dia se hicieron tantos y tan señalados hechos en armas, que apenas se pudieran ver mayores; y con encarecer esto no refiere alguno en particular, con grande injuria y agravio de nuestros tempos, pues tales hazañas merecieran perpeLua memoria.

Quedó con tanto brio nuestra gente despues de esta victoria, y tan perdido el miedo à las mayores didcultades. que pedian a voces que pasasen los montes, y entrasen en la Armenia, porque querian llegar hasta los últimos fines del imperio romano, y recuperar en poco tiempo lo que en muchos siglos perdieron sus emperadores; pero los capitanes templaron esta determinacion tan temeraria, midiendo, como era justo, sus fuerzas con la dificultad de la empresa.

CAP. XVIII-Con la entrada del invierno vuelven los nuestros á las provincias marítimas.—Rebélanse los de Magnesia, póneles sitio Roger, pero llamado de Andrónico, le levanta, y llega á la boca del estrecho con todo el éjer

cito.

Detuviéronse ocho dias en el lugar de la victoria, y fueron pocos para recoger la presa. Prosiguieron su camino hasta un lugar que Montaner llama Puerta del Hierro; término y raya de la Natolia y Armenia. Detúvoso tres dias Roger dudoso del camino que tomarian, pero al fin viendo cerca el otoño, y hallandose tañ adentro de las provincias que aun no estaban bien aseguradas à su devocion, se resolvió, con el parecer de sus capitanes, de volver a la ciudad de Ania, y pasar en ella el invierno, hasta que fuese tiempo de salir en campaña; pues aquel año se habia roto cuatro veces al enemigo, y recuperado tantas provincias. Nicéforo dice, que por faltar las espias y gente plática en la tierra dejaron de pasar adelante; porque sin ella fuera cosa muy peligrosa, y Roger era tan diestro capitan, que no se aventurarà temerariamente. Hacíanse las jornadas muy cortas, porque no pareciese que la retirada era por algún temor, caminando por los puestos que tenian ya reconocidos à la ida. En esta retirada cargan los historiadores griegos á los nuestros de insolentes y crueles, que hicieron mas daño en las ciudades de Asia, que los turcos enemigos del nombre cristiano; y aunque creo que fueron algunos los daños, pero no tantos como ellos lo encarecen. Porque el tiempo que los nuestros estuvieron en Asia fué muy poco, y este le ocuparon siempre en vencer y alcanzar señaladas victorias de sus enemigos, de donde les resultaba infinita ganancia de las presas que hacian, que eran tantas, que algunas veces las dejaban, ó por no poderlas llevar, ó por estimarlas en poco; pero yo doy por verdadero lo que dicen los griegos, mas no por eso se les puede quitar la gloria de sus victorias. ¿Qué ejército se ha visto que diese ejemplo de moderacion y templanza, y mas el que alcanza muy á tarde sus pagas? No hay duda que un ejército amigo mal disciplinado es tan dañoso en una provincia como el del enemigo; y así los griegos la mayor parte de sus historias entretienen en las quejas de estos daños, encareciéndolos mas de lo que debe un historiador.

Veniase el ejército retirando hasta Magnesia, donde Roger tenia la mayor parte de sus riquezas y tesoro, cuando le llegó aviso de los de Magnesia, como Ataliote su capitan se había rebelado, y degollado la guarnicion de los catalanes que Roger habia dejado, y alžádose con sus tesoros que habia recogido dentro de la ciudad. El caso pasó de esta manera.

Magnesia era una ciudad fuerte y grande, y por entrambas cosas difícil de ganar si los ánimos de los naturales estaban unidos. Sucedió que Roger mal advertido les entró à pedir, que para cuando él volviese le tuviesen á punto caballos y dinero para socorrer su gente. Ellos valiendose del aborrecimiento que los alanos, que estaban dentro, tenían á los catalanes, y movidos de la codicia de hacerse dueños de los tesoros que Roger habia recogido, se resolvieron de tomar las armas y rebeTarse. Comunicado su consejo con Ataliote, y aprobado por él, les pareció ponerle en ejecucion; porque como antes vivian à modo de ciudad libre, temian venir en sujeción. Los ciudadanos eran muchos y armados, los alanos tambien, y los graneros con abundancia de trigo, armas, dineros, y otros pertrechos militares; finalmente recibiendo fé y juramento entre si de valerse unos á otros, pasaron á cuchillo parte de los catalanes que estaban dentro, parte prendieron, y los pusieron en cárce les muy seguras. Con esto se confirmaron en su rebelion; porque no hay cosa que mas la asegure que un hecho semejante, cuando la atrocidad quita la esperanza del perdon. Este hecho no le parece al griego Pachimerio que lo refiere, digno de vituperio, antes lo aprueba y alaba; con que claramente se debe tener por apologia mas que por historia la suya.

Sabida la rebelion de los de Magnesia por Roger, quiso castigaria luego; y así con parte de los alanos que le

seguian, de los romeos, y con todos los catalanes fué poner sitio á la ciudad para castigarla, como merecia tan fea maldad. Hizo venir con notable diligencia máquinas y artificios para batalla, y á pocos dias dió un asalto general, en que fueron rebatidos los nuestros con grande mofa y escarnio de los cercados, y á Roger con palabras injuriosas le afrentaban. Quiso Roger romperles los conductos, pero ellos advertidos hicieron una salida con que impidieron el efecto. El cerco se continuaba, y en ese mismo tiempo les vino un despacho de Andrónico en que les mandaba, que dejado el sitio de Magnesia, viniese á juntarse con Miguel su hijo, para socorrer al príncipe de Bulgaria, cuñado de Roger, porque un tio suyo se le habia levantado con parte del estado, y estaba en punto de perderse si no se le acudia presto con socorro. Tengo por muy cierto, que este levantamiento fué fingido por Andrónico, por dar alguna razon aparente para sacar los nuestros de la Asia, de quien temió siempre, que acreditados con tantas victorias se alzarian con ella, negándole la obediencía; y para obligar mas à Roger, le puso delante el peligro de su cuñado. A estos daños vive sujeto el capitan que sirve á príncipes tiranos, ó pequeños, en quien siempre la sospecha y recelos tienen el primer lu gar en sus consejos. Dichoso el que obedece y sirve á grande y poderoso monarca, en cuya grandeza no puedo caber ofensa nacida del aumento de su vasallo. Para tener por ciertos estos movimientos, me hace gran dificultad el ver que no trata Nicéforo de ellos, antes bien de diferente causa, porque los nuestros no pasaron adelante con sus victorias, que fué el miedo grande de Andrónico, y sin duda este fue el que detuvo la buena dicha de los nuestros, y el que impidió que no se restaurasen todas las ciudades y provincias del antiguo imperio de los romanos. Estas son las mismas palabras de Nicéforo: «Roger, despues de haberse juntado en consejo, resolvió »de replicar al emperador, y en tanto ver si podia ganar »á Magnesia, pero la resistencia de los de dentro fué do >> manera, que Roger se hubo de retirar con pérdida de »reputacion y gente, y aunque llegó a tratar de concierto »con ellos, con solo que le volviesen el dinero, no lo pu>>do alcanzar. Por esto, y porque los alanos se despidie»ron, trató Roger de levantarse del sitio, dando por dis »culpa que el emperador se lo mandaba; pero muchos »no dejaron de tener un oculto sentimiento de salir de aquellas provincias sin castigar los magnesiotas, y dejar »lo que habian ganado à la furia y rigor de los barbaros, que luego las habian de ocupar viéndolas sin defensa. »No faltaban entre los soldados ordinarios algunos, que »con secretas pláticas alteraban los ánimos para nue»vos movimientos, diciendo: "¿Qué nos importa haber » vencido tantas veces, si se nos quita el premio de las » manos? ¿Para esto salimos de nuestra tierra, y del re»galo de la patria, para tener por recompensa del peli»gro de la vida tantas veces aventurada una pequeña paga? ¿Despues de ganada una provincia sacarnos de »ella, y darnos por galardon de tantos servicios una nue»va y peligrosa guerra? Los capitanes y la demás gento »de lustre, aunque disimulaban, y en lo exterior se de»jaban engañar, sentian mal de esta partida, y creyeron »que mas habia nacido de los recelos de Andrónico, que »de los movimientos de Bulgaria. Llegaron los nuestros »á la ciudad de Ania, y de alli tomaron el camino hasta »la boca del estrecho por todas aquellas provincias ma»>rítimas, navegando siempre la armada al paso que ellos marchaban por tierra. Con esta órden llegaron al cabo »que está en el estrecho, en frente de Galípoli, que Mon» laner llama Boca de Aner. Avisaron de allí al emperador como estaban á punto para embarcarse, aguardando »nueva órden para partirse. Quedó contentisimo 'Andró»nico de que los catalanes le hubiesen obedecido, y alabándoles por cartas su puntualidad en cumplir sus ór»denes, les hizo saber como los movimientos de Bulgaria »con solo la fama de que venía el ejército de los catala nes se sosegaron. Esto es lo que dice Montaner; pero Pachimerio parece que refiere con mas verdad la ocasion que tuvo Andrónico en este segundo despacho de decir que ya estaba todo sosegado; porque Miguel Paleólogo su hijo, á persuasion de los griegos ofendidos, y de los soldados de otras naciones que tenia en su servicio, que como inferiores en número y valor temian á los catalanes, escribió á su padre Andrónico que no queria que Roger se juntase con su ejército: porque temia guerras civiles, y que la insolencia de los catalanes no la pudiera sufrir, si con la misma libertad que en Asia habian de proceder y vivir, y que Gregorio, cabeza de los alanos. estaba con él ofendido por la muerte de su hijo, y que viendo á Roger y á los alanos suyos, seria ocasion de algun gran rompimiento. Con esto á Andrónico le pareció que seria conveniente buscar algun medio para que esto se compusiese; y así mandó á su hermana Trene, y á su sobrina Maria, que se fuésen luego à Galipoli, y tratasen con Roger, que dejando la mayor parte de su ejército en Asía, con solos mil hombres escogidos pasase à juntarse con Miguel. Consultó el caso Roger con los mas principales capitanes, y á todos les pareció cosa peligrosa el di

« AnteriorContinuar »