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mas y acordaron de recibir juramento á todos los del parlamento, que bien y fielmente aconsejarian en las cosas que se propusiesen y de no revelar lo que en él se tratase: y deliberaron de no admitir á ninguno que no quisiese hacer este juramento.

CAP. XXVI.—Que el gobernador del reino de Valencia revocó el salvoconducto que habia dado á los caballeros de fuera, y comenzó á hacerles guerra.

En el reino de Valencia se ofrecian cada dia mayores inconvenientes, perseverando los barones y caballeros con gran pasion en sus bandos, y los que estaban fuera de la ciudad desistieron de querer entender en lo quetocaba al beneficio general de aquel reino, no queriéndose conformar con los estados eclesiástico y real, y mucho ménos con la otra parte de la nobleza de su estado que se hallaba dentro de la ciudad de Valencia: y por muy grande instancia del obispo de Valencia y de los embajadores de Cataluña que los indujeron á conformarse en formar su estado militar, se juntaron á veinte y tres del mes de enero á entender con los embajadores en e' negocio principal. Pero esto duró muy pocos dias: y los negocios se pusieron á todo rompimiento, por haber revocado el gobernador el salvoconducto que se habia dado á los barones y caballeros que estaban defuera. Desta novedad, tan perjudicial á los fines que se llevaban por los que deseaban el bien público, se siguió que como la disension y bando que habia entre el gobernador y don Bernardo de Centellas se iba cada dia mas encendiendo y poniendo aquel reino en division y guerra civil, siguiendo la ciudad de Valencia al gobernador, y otras villas y lugares el bando de los Centellas, todos se pusieron en armas: y salió el gobernador con sus compañías de gente de guerra, y tomó á Villafamez y degolló al bastardo de Riusec, y mandó ahorcar á Nostalles, baile de Castellon, y ejecutar otras justicias, por donde quedó guerra formada entre las partes, sin ninguna esperanza de poderlos reducir á concordia.

CAP. XXVII.-De la muerte de Pedro de Torrellas, lugarteniente y capitan general del reino de Cerdeña, y de la tregua que se firmó con el vizconde de Narbona.

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gente al recogerse de cierta cabalgada que hizo en tierra de los rebeldes, y no entendiendo que Juan de Corbera quedaba por lugarteniente, y viéndose sin gobernador, eligieron por capitan á Berenguer Carroz, conde de Quirra. Túvose esta nueva de la muerte de Pedro de Torrellas por una de las mayores adversidades que podian suceder en aquel tiempo, por lo que tocaba á la defensa y conservacion de aquel reino, el cual se podia decir que por su valor se habia nuevamente conquistado.

CAP. XXVIII. De la ida del conde de Urgel al monasterio de Valdoncella, y de lo que se requirió por parte del infante de Castilla á los del parlamento de Cataluña.

Túvose la nueva de la muerte de Pedro de Torrellas en el parlamento que se celebraba en Barcelona á caforce del mes de febrero, y con esta ocasion otro dia ei conde de Urgel, que estaba en San Boy, se fué al monasterio de Valdoncella, y envió delante al obispo de Malta y á Juan de Escagues, caballero de la órden de San Juan, con una carta de credencia para los del parlamento: y dijeron en él, que el conde era ido á aquel monasterio, y que tuviesen por bien de llegarse allá, porque les queria hablar, así sobre las cosas de Cerdeña, como por otras que tocaban al principado. Deliberóse que el arzobispo de Tarragona con veinte y cuatro personas que se habian nombrado por el parlamento, para proveer en las cosas de la defensa de la justicia y del gobierno del general del principado ó parte delios, y los demás que quisiesen hallarse presentes, saliesen al monasterio. Aunque no se pudo entender que en aquellas vistas se tratase de otra cosa, sino ofrecer el conde con gran liberalidad su persona y estado por la defensa del reino de Cerdeña; como se habia deliberado que él y la reina doña Violante de Aragon no se acercasen á Barcelona por una jornada, á los que amaban el camino que se proseguia de la justicia y á los competidores no causó menor sospecha y temor, que si se dijera que entraban enemigos poderosamente por la tierra, teniendo por atrevimiento grande, no solo el venir el conde á ponerse á los muros de aquella ciudad, pero detenerse en San Boy, contra la órden que se habia dado por el parlamento. Despues desto, Fernan Gutierrez de Vega y Juan Gonzalez de Azevedo, embajadores del infante don Fernando de Castilla, que llegaron postreramente á Barcelona, entraron á dar razon al parlamento de su ida: y Juan Gonzalez de Azevedo declaró su credencia, que en efecto era afir mar que la intencion del infante no era como se publicaba de entrar en el señorío del reino de Aragon, para hallarse por su persona al parlamento general que se habia de juntar de todos los reinos; antes era su fin muy contrario: pero cuando alguno de sus competidores quisiese entrar en el lugar donde se habia de juntar

Habia ido Pedro de Torrellas, lugarteniente y capitan general de Cerdeña, al Alguer con tres galeras para entender en la concordia que se habia tratado con el vizconde de Narbona, y sobrevínole una fiebre pestilencial, de que murió dentro de muy breves dias. Estando en el artículo de la muerte, encomendó el cargo de lugarteniente à un caballero catalan de mucho valor, que se llamaba Juan de Corbera, en presencia de todos los caballeros que se hallaron con él: y entre las otras cosas, le encargó que hiciese tregua con el vizconde de Narbona y confirmase la capitulacion que se habia hecho entre ellos, y luego se firmó y aprobó el asiento que se habia tomado entre el vizconde y Pedro de Tor-6 acercarse á él, en aquel caso certificaba que con su rellas. La suma dél era que el vizconde dejaba su pretension en poder del vizconde de Illa y de otros dos caballeros que él nombrase: y Juan de Corbera nombró de parte del rey al conde de Urgel y á dos caballeros de la ciudad de Barcelona. Siguióse tras esto, que estando Juan de Corbera en el Alguer tratando con el vizconde y con Nicoloso de Oria en la pacificacion de Ja isla, los consejeros de Caller, sabiendo la muerte del Jugarteniente general, y que Juan de Montañana, gobernador del cabo de Caller, fuó muerto con mucha

persona y estado haria lo mismo. A esto añadió que habia entendido el infante su señor, que el conde de Urgel por inducir á su opinion y voluntad los pueblos por vias no muy honestas, se habia ido acercando á la ciudad de Barcelona á una legua, que era á la villa de San Boy, y al monasterio de Valdoncella, que era irse á poner en aquella ciudad, y que sufrir tal plática era muy ajeno de la justicia. Despues de salidos los embajadores, habida su deliberacion sobre la respuesta los mandaron entrar, y el arzobispo de Tarragona

CAP. XXX.-Del acuerdo que hubo en el parlamento de juntarse en un lugar, y de la disension que resultó entre los del estado militar de Cataluña sobre la persona que debia presidir en su parlamento dentro del reino de Aragon, y sobre el lugar y alcaides que habian de tener la guarda y defensa dél.

les dijo, que la intencion de aquel parlamento era entender en lo que tocaba á la justicia de la sucesion, juntamente con los otros reinos de aquella corona justa y debidamente, sin nota ni blasmo de su fé y naturaleza: y que no era de presumir, ni presumiese el infante ni sus embajadores, que ninguno de aquella congregacion, por inducimiento de cualquiera de los príncipes que competian por la sucesion, se desviasen de su lealtad y fidelidad por ninguna dádiva ó soborno: y cuanto a lo que el infante decia que pensaba hacer, fué respondido por el arzobispo, que creian bien que juntándose el parlamento general de los reinos se proveeria por él en su seguridad y defensa y honor, de manera que la justicia y derecho de los competidores se tratase tan libremente como convenia, y sobre la presencia 6 apartamiento de las personas que contendian sobre la sucesion.

CAP. XXIX. De la deliberacion que hubo en el parlamento de Cataluña de enviar sus embajadores à Sicilia.

Procedíase con tanta deliberacion y consejo por los de aquella congregacion en todo lo que se ofrecia, que se persuadian algunos que estando los reinos de Aragon y Valencia en tanta disension y discordia, estaria en manos de los del principado poner la ley que quisiesen, y dar el reino ó quitarle á su albedrío: y estando en tanta turbacion y confusion las cosas, Ramon de Torrellas, que era curador de la persona del conde de Luna, representó en el parlamento que el rey don Martin habia legitimado á don Fadrique su nieto para la sucesion del reino de Sicilia, y que despues le hizo solemne donacion dél entre vivos: y los sicilianos con la postrera embajada le enviaron á suplicar que les hiciese merced de darles su nieto, para llevarle á aquel reino; y que en esta sazon, teniendo memoria de la gran caballería del rey de Sicilia su padre, deseaban tenerle por su rey y señor. Pedia con mucho encarecimiento, que considerando que entre muy grandes y poderosas personas de aquel reino habia cruel enemistad, y que estaban dispuestos para destruirle, y que se publicaba que se enviaban compañías de gente de guerra á aquella isla, y esto era para su perdicion, pues aquel reino era de don Fadrique de Aragon, pusiesen en ello el remedio que convenia á la honra y gloria de la casa real de Aragon. Esto movió en gran manera los ánimos de aquel parlamento á procurar el remedio de las cosas de Sicilia que estaban en tanto peligro, á lo menos para que en nombre del principado se hiciese grande instancia, que el maestre justicier y la parcialidad de la reina doña Blanca dejasen las armas: y para esto se enviaron embajadores que lo propusiesen y procurasen de su parte, entretanto que se declaraba el legítimo sucesor destos reinos, aunque en aquella parte se entendia por muchos que el rey don Martin habia declarado su voluntad que sucediese su nieto en aquel reino: v que por esta causa ellos no eran jueces de lo que tocaba a Sicilia, ni los parlamentos de los otros reinos, mayormente habiendo hecho el papa Benedicto capaz á don Fadrique para la sucesion dél: y que no fué la intencion del rey don Martin que aquello se declarase por justicia, como lo que tocaba á los reinos de la corona de Aragon.

Despues que se fué formando el parlamento de este reino en la ciudad de Calatayud, y se comenzó á celebrar lo primero que por todos generalmente se proponia, así en su parlamento como en los otros, era que forzosamente habian dé venir á juntarse en un lugar, para que en él, en conformidad de los reinos, se proce➡ diese á la declaracion de la justicia. Çomo era cosa muy llegada á razon que el lugar fuese dentro deste reino, por la preeminencia que se le debia deferir como cabeza de todos los otros, comenzóse á tratar y altercar por los estados del principado sobre el lugar adonde se debia celebrar aquella congregacion general, y sobre la manera del juez superior 6 presidente que debia ser sobre los catalanes dentro del reino de Aragon, y sobre las personas á quien en su nombre se encomendase la guarda y defensa del lugar que se señalase. Por esta altercacion don Guerau Alaman de Cervellon, gobernador general que se llamaba en esta sazon de Cataluña, que se tenia por presidente de aquella congregacion, que fué un caballero de muy gran valor, porque no se derogase á su oficio y á la preeminencia real, requirió y amonestó á los del parlamento que en aquello guardasen la verdadera justicia y razon, segun derecho y constituciones y usajes y capítulos de córtes; ofreciendo de su parte que se contentaria, que se declarase por personas no sospechosas lo que se debia proveer de justicia: y que en las determinaciones y decretos y en los otros autos guardaria la costumbre é inhibia á los que lo contrario intentasen. A esto se opusieron los estados eclesiástico y real y parte del militar, cuyo caudillo era el conde de Cardona. La otra parte del estado militar de aquel principado, que se llamaban la mayor y mas sana parte de los barones, caballeros y gentiles hombres de Cataluña, contradecian los dosestados: y la parte del conde de Cardona y los principales barones eran el conde de Pallás, el vizconde de Illa y Canet, don Dalmao vizconde de Rocaberti, don Bernardo de Cabrera, don Roger Bernardo de Pallás, hijo del conde de Pallás, Arnaldo Roger de Pallás, don Guerau, y don Guillen Ugo de Rocaberti, don Berenguer Arnaldo de Cervellon, y don Pedro de Cervellon, Acart y Simon de Mur, don Jofre Gilabert de Cruillas, don Ramon Cartella, Ramon de Peguera y Antonio de So que eran barones, á los cuales seguia muy gran parte de la caballería de aquel principado: y los principales caballeros desta parte eran Ramon de Bages, Pedro de Senmenat, Manuel de Rajadel, Luis de Requesens y Riambau, Francés de Corbera, y Berenguer y Arnao Dolms, y otros caballeros de aquel linaje. Los estados eclesiástico y real, comunicando esta duda con sus letrados, fueron advertidos que la presidencia podia caer en el gobernador; pero que no era de necesidad que recayese en él, pues cualquier otro oficial real que tuviese mero y misto imperio era suficiente y capaz de la presidencia: y estos barones afirmaban que sus letrados les aconsejaban lo contrario, que tal presidencia no podia ni debia recaer sino en oficio real superior y que tuviese general jurisdiccion, porque la grandeza de la causa de la sucesion así lo requeria. Ofrecian que por escusar toda dilacion, ellos estarian á la determinacion y consejo

Concurrió tambien el vizconde de Castelbó en conformarse con los dos estados, en que el parlamento general de los reinos se tuviese en Alcañiz, que se habia se

dentes remitia que se declarase por justicia. Pero aquella parte del conde de Pallás y del vizconde de Illa hicieron públicamente eleccion de la persona del gobernador para presidente en el pariamento general con esta condicion: que si algunos le tenian justa y probablemente por sospechoso, se proveyese de remedio conforme á derecho. Siguióse tras esto que los estados eclesiástico y real con la parte del conde de Cardona, que se juntó con ellos como estado militar en nombre del parlamento, nombró y declaró diez y ocho personas, á quien se cometia la eleccion de los presidentes, y á alcaides, y del lugar. Estos fueron el arzobispo de Tarragona, y los obispos de Urgel y Vich, y los abades de San Cugat, Santas Creus y San Juan de las Abadesas, don Juan, conde de Cardona, don Ramon, vizconde de Perellós, don Roger de Moncada, Berenguer de Ostalric, Dalmao Zacirera y Asberto Zatrilla, Guillen Oliver y Bonanat Pere, síndicos de Barcelona, Gonzalo Garridell de Tortosa, Juan de Ribas Altas de Perpiñan, Mateo Fernandell de Villafranca de Panadés y Bernardo de Perearnao de Berga. Pero esto fué en la misma contradiccion del vizconde de Illa, y de don Roger Bernardo de Paliás, y de los de su opinion que no tenian aquel por parlamento, afirmando ser los mas los que disentian: y quedaron en la misma contradiccion y discordia, hasta que las novedades y guerra que sucedieron en Aragon los llevaron por otro camino.

de Guillen de Valseca, que era la persona de mas autoridad y crédito y mas estimada entre todos los letrados que concurrian en su tiempo en aquel principado, y de mucha virtud y bondad y de muy buena concien-ñalado por los del reino de Aragon; y lo de los presicia y fama, si los estados eclesiástico y real, y el conde de Cardona, y los barones y caballeros de su opinion que llevaban tras sí la otra parte de la nobleza de Cataluña, lo quisiesen dejar á su determinacion. Seguian la opinion contraria que tenia el conde de Cardona, el conde de Prades, don Berenguer Carroz, conde de Quirra, don Antonio de Cardona, don Roger y don Pedro de Moncada, don Bernardo de Forția, don Francés de Vilanova, don Bernardo Galcerán de Pinós, el vizconde de Vilamur, don Guillen de So, don Guillen Ramon de Moncada, don Dalmao de Queralt, y los caballeros de su opinion que tambien se llamaban la mayor y mas sana parte de los barones y gentiles hombres de Cataluña, Venian, si el conde de Cardona y los de su opinion lo querian, en que Guillen de Valseca, oidas las partes, brevemente determinase por derecho y justicia en qué estado ó condicion de oficiales y personas estaria mejor y mas propiamente y con menos dificulta des aquella presidencia, considerada la grandeza del negocio de la sucesion. Pretendian que la parte del conde de Cardona sin ello no podian formar estado; pues en otro parlamento que se celebró en aquella ciudad se habia así declarado por menor causa, á instancia de los sindicos de Barcelona. Conformábase esta parte con los estados eclesiástico y real cuanto a lo del Jugar que se habia señalado por ellos que fuese la villa de Alcañiz, adonde se juntasen todos los parlamentos: y venian en que fuesen dos presidentes por el principado de Cataluña, con el consejo que les habian de dar para regir la jurisdiccion que se les cometiese, y querian que se hiciese eleccion de los presidentes. Entendian aquellos dos estados con la parte del conde de Cardona, que en los autos del parlamento no se requeria decreto ni autoridad del que tenia las veces de gobernador, considerado que los hechos y autos de cortes 6 parlamentos no se acostumbraban decretar por oficial alguno: y no embargante la inhibicion del gobernador, decian que proseguirian su propósito en los autos que se hubiesen de hacer por todo su poder. Aunque los dos estados veniau en dejar aquella diferencia, que causó gran turbacion en los negocios, á la determinacion de Guillen de Valseca, no quiso determinadamente aconsejar sobre aquel punto ni aceptar el compromiso, antes lo rebusó espresamente; y así se contendia con gran porfía por la nobleza de aquel principado, hasta llegar cada una de las partes á tenerse por la mayor y mas sana parte del estado militar. Çomo del parlamento de Aragon se habia consultado con el de Cataluña sobre estos puntos del lugar y de los presidentes, por esta disension y discordia que hubo entre los barones catalanes, se difirió mas de dos meses el declarar si se vendria à la congregacion general de los reinos, de que se siguieron grandes inconvenientes y males: y vinieron á conformarse con los dos estados el vizconde de Rocaberti y los de aquella casa, y una gran muchedumbre de caballeros del Ampurdan: tanto que decian éstos que bien parecia que el vizconde de Illa y don Roger Bernardo de Pallás no sabian cuántas eran las casas de barones y caballeros y hombres de parage de Cataluña, las cuales eran ochocientas ó muy cerca dellas: y que eran ciento y doce los de aquella opinion: y no tenian autoridad ó poder para atribuirse á símismos ser la mas sana parte de la nobleza del principado.

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CAP. XXXI.-De las nueve personas que fueron nombradas en el parlamento de Calatayud para que le representasen, y la causa por que se despidió.

Duró por estos dias la disension que hubo entre los barones de aquel principado con tanto furor y porfía, que no se halló remedio ninguno para reducirlos á medios de concordia, si no lo dejasen á la determinacion de los parlamentos de Aragon y Valencia, ó de las personas que en ellos se nombrasen, estando ellos entre sí tan discordes y divididos: y de este parecer era el vizconde de Castelbó que se declaró desear en gran manera que cesase toda disension entre las partes. A este medio vinieron luego el conde de Pallás, y el vizconde de Illa, y todos los barones y caballeros de su opinion que eran los que pretendian que debia ser preferido á todos para la presidencia de su parlamento, dentro del reino de Aragon, el gobernador de Cataluña. Pero los estados de la Iglesia y real que se decian parlamento, con los barones y caballeros de la opinion del conde de Cardona, que afirmaban ser las dos partes de los barones y caballeros y gentiles hombres del principado, no vinieron en este partido por la dilacion que ha➡ bria en aquella determinacion, remitiéndose a los otros reinos; y por no dar lugar que se revocase lo que ellos habian deliberado teniéndose por verdadero parlamento; y el nombramiento que habian hecho de las diez y ocho personas, à quien remitian la eleccion de los presidentes, y así quedaron en su disension y contienda. En este medio, los del parlamento del reino de Valencia enviaron sus embajadores al parlamento de Calatayud, y los que yo hallo que fueron en esta embajada son Juan Cifre de Gandía y Berenguer Venrell de Algecira, que fueron jurados de Valencia: y habia ido el papa Benedicto al monasterio de Benifazá de la órden

nombre de la congregacion concluyó el parlamento y dió á todos licencia para que fuésen á sus casas con esta órden que el poder y facultad que dió aquella congregacion á las nueve personas durase en su fuerza y vigor: y lo mismo dijeron y aprobaron el gobernador y justicia de Aragon. Entonces dijo el obis

de San Bernardo en la diócesi de Tortosa, adonde en principio del mes de mayo procuraba que se apaciguasen las diferencias de los bandos de aquel reino, y en conformidad se redujesen á una cierta congregacion general, para que en nombre de toda ella se procurase de proceder á la declaracion del legítimo sucesor, con el reino de Aragon y con los del principado de Cata-po de Tarazona, que como uno de los nombrades Juña. Despues que el parlamento deste reino fué ayun- por el estado eclesiástico, y en nombre de cuyo intado en Calatayud, al cual se hallaron Fray Pedro Ruiz terés fuese, no consentia en tal deliberacion y la conde Moros, castellan de Amposta, y don Antonio de tradecia y no lo quiso permitir ni aprobar: pero el arLuna, como diputados del reino, y don Artal de Alagon zobispo, gobernador y justicia de Aragon, perseveran y algunos ricos hombres y muchos caballeros en gran do en su determinacion, mandaron que se testificase número, por escusar entre sí los que allí concurrieron aquel despedimiento. El domingo siguiente, que fué el toda manera de alteracion y escándalo que se esperaba postrero de mayo, estando en la congregacion junta en seguir si todos se hallasen é interviniesen á las delibe- aquella iglesia el obispo de Tarazona y Ramon Torrell, raciones, dieron poder á nueve personas que delibera- vicario general de Tarazona, como procurador del casen sobre los autos y medios que se debian proponer bildo, protestaron que no consentian en lo que se habia para que se congregase parlamento general de los rei- ordenado, y lo contradijeron, afirmando que ni la connos y principado, para tratar del derecho de la suce- gregacion ni los mismos nueve nombrados habian tosion. Estas personas fueron el arzobispo de Zaragoza, mado resolucion alguna con los embajadores del prindon Juan de Valtierra, obispo de Tarazona; y por el cipado de Cataluña de aquellas cosas, para cuya deliestado de los nobles micer Berenguer de Almenara y beracion habian sido llamados y se juntaron en aqueJuan Cid, letrado, vecino de Calatayud; y por el della ciudad; ni con los embajadores del reino de Valencia, Jas caballeros Juan Fernandez de Sayas y Gil del Va- | y por otras causas: y que si el parlamento se deshacia, yo, tambien de Calatayud; y por las universidades Ramon de Torrellas, ciudadano de Zaragoza y Antonio ́del castillo, justicia de Alcañiz; y por todos los cuatro estados del reino, fué nombrado Berenguer de Bardaxí, Estas nueve personas comenzaron á tratar con los embajadores del principado de Cataluña y del reino de Valencia, y en todo vinieron a estar conformes sino en lo que tocaba á declarar los que habian de ser presidentes en el parlamento general de todos los reinos: y dudando de llegar á término de discordia en negocio tan grande y de tanta importancia, se movió un nuevo partido: y fué acordado que pues el arzobispo de Zaragoza por causa necesaria habia de venir á Zaragoza, los embajadores de Valencia y Cataluña y los nueve nombrados por el reino de Aragon se viniesen á Zaragoza ó cerca desta ciudad por dar buena conclusion en los negocios. Siguióse tras esto que un juéves á veinte y ocho de mayo el justicia de Aragon, Juan Cid y Antonio del Castillo fuéron á declarar al obispo de Tarazona, que habiéndose mandado llamar los letrados y foristas que se hallaban en esta sazon en aquella ciudad, comunicaron entre sí este mismo dia, juntándose en las casas del obispo, adonde el arzobispo de Zaragoza posaba: y en su presencia y de otras personas que se habian congregado en nombre del parlamento sobre la respuesta que se habia de dar á los embajadores del principado de Cataluña, que tocaba á lo de la presidencia que se habia de tener por el mismo principado en el ayuntamiento general de los reinos, se habia ya resuelto y determinado el parecer de aquellos letrados y de otras personas del consejo, y se acordó que se les diese la respuesta. Mostró el obispo recibir de aquello grande admiracion, afirmando que ni habia sido llamado, ni se halló presente á la deliberacion que decian, ni á la disputa y plática que señalaban, y que debiera ser requerido como uno de los dos elegidos por el brazo eclesiástico y hallarse á la determinacion. Por esta -causa dijo que no consentia á lo acordado, y en su nombre y de su cabildo lo contradecia. A treinta del mismo mes, despues de las vísperas, estando en la iglesia de San Pedro de los Francos ayuntados el arzobispo, gobernador y justicia de Aragon, y las personas que se congregaban al parlamento general, el arzobispo en

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espirase el poder que se habia dado á los nueve, y no
pudiesen de allí adelante ordenar ni disponer cosa al-
guna en nombre del parlamento. El primero de junio,
celebrándose en la misma iglesia el oficio de prima,
hallándose el arzobispo, justicia de Aragon, el abad de
Monserrat, don Guillen Ramon de Moncada, don Pedro
de Cervellon, y la mayor parte de los embajadores de
Cataluña, y los del reino de Valencia, se envió a decir
al obispo de Tarazona, que estaba ya á caballo para par-
tirse, que el arzobispo y las ocho personas le rogaban
que, considerado que ellos se habian congregado en
aquella iglesia de San Pedro á su parlamento, y enten-
dian tratar en él de mudar el lugar de la congregacion,
fuése allá: y respondió que ya habia enviado su voto y
parecer por escrito, y que en aquello perseveraba. Así
se partió el obispo, y quedó el parlamento desbaratado
y deshecho: y fué allí acordado que los parlamentos de
los reinos y principado de Cataluña se congregasen, de
manera que representasen los reinos, y se juntasen en
los lugares mas vecinos. Esta resolucion se tomó por el
consejo y parecer de Berenguer de Bardaxí, y se deli-
beró con acuerdo de los embajadores de Cataluña y
Valencia, aunque primero se trató de señalar lugar
adonde se juntasen todos, y como no se conformaron,
se despidió el parlamento.

CAP. XXXII.-De las vistas que tuvieron el arzobispo de
Zaragoza y don Antonio de Luna á las puertas de la
Almunia, y que fué en ellas muerto el arzobispo.

Por lo que está referido se puede entender muy bien cuánta parte de la pasion que hubo entre los barones y caballeros de Cataluña, que asistian á su congregacion en Barcelona, sobre la eleccion de las personas que habian de presidir en su parlamento cuando se juntasen en un lugar los otros reinos, y cuánta parte de la malicia del tiempo vino á alcanzar á los de la congregacion de Calatayud: pues por la misma causa resultó entre ellos tan á deshora tanta disension, que vinieron á romper lo que tanto habia costado de introducir y ordenar en beneficio del bien universal, y á seguirse tan grandes movimientos. Tambien el arzobispo salió de aquella ciudad el mismo dia que el obispo de Tarazona, sin detenerse un punto, y vínose al lugar de Al

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Aragon, y fué herido Juan Bonet su capellan. Fué la muerte deste prelado en tal tiempo, con gran detrimento de la república; porque allende de ser el caso tan malvado y sacrilego, fué de gran turbacion y estorbo á la espedicion del negocio general que se trataba de la sucesion; así porque con gran hervor mostraba tener muy buena intencion á la declaracion de la justicia de la sucesion del reino, y trabajaba sin cesar en ello; y su linaje y autoridad cumplian mucho para la buena determinacion de lo que se procuraba por estos reinos, como por entenderse que sus parientes y amigos que eran muchos, no solamente en este reino, pero en Castilla y Navarra, se habian de mostrar por una parte y por otra poderosamente. Refiere una cosa el mismo Lorenzo de Vala, que hace mas grave el acometimiento de don Antonio; porque afirma que don Antonio era tan familiar y allegado á la casa del arzobispo, que llevaba dél en cada un año setecientos florines, y que se los daba porque favoreciese la parte de Blasco Fernandez de Heredia, que era su sobrino por

munia. Estando en aquel lugar un Francisco de Bel- | caire, y Miguel de Mazas, notario que era de la casa de don Antonio de Luna, fuéron al arzobispo de parte de don Antonio, y le dijeron que le esperaba en el camino; y le suplicaron que saliese fuera; y así se fué para él, como estaba entre ellos acordado, y salió del lugar desarmado. Iban con el arzobispo algunos caballe ros, y pocos de sus familiares y servidores: y entre éstos se escribe, que eran el sacristan de la iglesia mayor de Zaragoza, y Juan Bonet rector de san Martin, y otros capellanes, y cinco escuderos desarmados, que era bien diferente traje del que habia hecho oficio de capitan de Zaragoza en aquellas turbaciones y mas saliendo á verse con un enemigo tan declarado y poderoso, y con esto arriscado y atrevido; aunque el arzobispo se persuadiese que serian las vistas para tomar algun buen asiento en aquella diferencia de la mudanza del lugar del parlamento. Con don Antonio de Luna iban un caballero que se decia don Juan Jimenez de Salanova, Fortun Diaz de Escoron, Garci Lopez de Cabañas, Juan Dordas, Luis de Logran, Pas-parte de varon del linaje de los Heredias: y tenia difecual Navarro y Miguel de Mazas, y otros escuderos y gente de caballo. Tomó el arzobispo su camino para aquel lugar, adonde don Antonio y su compañía le esperaban y tenia don Antonio, segun Lorenzo de Vala escribe, en un bosque hasta doscientas lanzas en celada, y él pasó á verse con el arzobispo con muy pocos armados: porque en aquel tiempo, por prevalecer los bandos, siendo él principal del uno, todos llevaban armas ofensivas y defensivas. Habiéndose saludado muy amorosamente, se apartaron y hablaron solos por gran espacio. Mas el mismo autor declara las palabras que pasaron; y que habiendo llamado hijo el arzobispo á don Antonio, y don Antonio á él padre, le preguntó don Antonio si habia de ser rey el conde de Urgel, y que el arzobispo le respondió que nó, mientras él viviese; y que don Antonio le dijo que lo seria, ó vivo el arzobispo ó muerto; y que á esto respondió el arzobispo, que muerto bien podria ser, pero nó siendo preso: y que en este punto, revolviendo el arzobispo la rienda, don Antonio le hirió con la mano en la cara; y echando mano á la espada, le hirió en la cabeza: y y volviendo, huyendo, le hirieron los que iban con don Antonio, y que uno dellos, que solo llevaba una lanza para don Antonio, le hirió con ella, y derribó á tierra: y caido, le acabaron de matar, y entre las otras heridas le cortaron la una mano. Lo que por nuestras memorias parece es, que con la plática fué don Antonio apartando al arzobispo, y desviándole de su compañía cuanto pudo, estando en el camino público, por donde se va de la Almunia al lugar de Almonacir y Martin de Alpartil escribe, que fué hacia la parte del término que llamaban del Pueyo de Aranda; y puede-do de Cataluña y del reino de Valencia, que no sabian sele dar crédito, pues fué en aquel tiempo, y era nacido tan cerca de aquel lugar. Entónces, segun se afirma por la informacion que se recibió de aquel caso, que don Antonio furiosamente desenvainó su espada, y los escuderos que estaban con él arremetieron juntamente con sus lanzas, é hirieron al arzobispo de muerte así en la cabeza como en otras partes del cuerpo, y le derribaron de la mula, y allí le acabaron de matar muy cruelmente, y le degollaron. Fueron con él muertos, segun escribe Juan Jimenez Cerdan, justicia de Aragon, Pero Diaz Garlon, Tomás y Alonso de Liñan, que eran dos caballeros hermanos de Calatayud, y cortaron un brazo á Pero Fernandez de Filices, , y fué preso Jaime Cerdan, hijo del justicia de

rencia por parte del estado con Juan Fernandez de Heredia, que tambien era su sobrino, pero por parte de su madre, que era hermana del arzobispo, y mujer del gobernador Gil Ruiz de Lihori: y dice este autor, que muy pocos tenian noticia desto; lo que para mí es muy dudoso, porque don Antonio era de los mayores señores del reino, y su casa de las mas ilustres, y de gran parentela; y por la madre, de la sangre real; y eran sobrinos suyos don Juan Ramon Folch conde de Cardona, y don Guillen Ramon de Moncada, y don Artal de Alagon, señores de Mequinenza y de Pina: y así no parece que podia ser, que un tan gran señor en este reino fuese cliente, como él dice, del arzobispo, no siendo de su linaje. Don Antonio se entró en su lugar de Almonacir, y allí se detuvo algunos dias: y como luego comenzaron á juntarse diversas compañías de gente de armas de fuera del reino, él y los suyos se hubieron de recoger á los lugares del castellan de Amposta, y de don Pedro Fernandez de Ijar comendador mayor de Montalvan, y de don Artal de Alagon y acudieron á valerle don Artal, hijo de don Artal, señor de Pina, don Fernan Lopez de Luna, y don Juan Ruiz de Luna su hijo, don Juan de ljar, Garci Lopez de Sese, y García de Sese su bijɔ. En un caso tan atroz como este, parecia que no se hizo solamente injuria y ofensa á la universal Iglesia, pero á todo el reino, siendo el arzobispo el que en sus congregaciones presidia con tanta dignidad, tratándose en ellas de un negocio tan general, y que tanto tocaba al beneficio de todos los estados dél: y por su muerte quedaron tan turbados los embajadores del principa

deliberar lo que debian hacer : pero mostraron en este trance mucha constancia, porque sin salir del reino se fuéron á la villa de Alcañiz; y don Guillen Ramon de Moncada, uno dellos, que era sobrino de don Antonio de Luna, se vió en grande peligro, y con harto trabajo se fué á Pina, lugar de don Artal de Luna, que fué casado con doña Marquesa de Luna, hermana de doña Elfa de Luna su madre, que fueron hermanas de don Antonio.

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